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Tema: El toro no siente dolor en la fiesta

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  1. #1
    Avatar de Miquelet Chaira
    Miquelet Chaira está desconectado Miembro Respetado
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    Re: El toro no siente dolor en la fiesta

    Los correos electrónicos de todo el departamento han sido borrados para impedir la llegada de mensajes amenazantes. ¿Los anónimos constituyen un delito?
    El único científico bueno para los eco-progres-chiruqueros es Galielo. El resto que contradiga sus ideas es un fascista que hay que torturar. Como cambian las cosas.


    PLANIFICACIÓN PARA EL CURSO ACADÉMICO 2005/2006

    Programa: 277, FISIOLOGÍA


    Departamento responsable:
    FISIOLOGÍA (FISIOLOGÍA ANIMAL II)
    FISIOLOGÍA (FISIOLOGÍA ANIMAL)
    FISIOLOGÍA


    El centro encargado de la gestión de este programa es:
    FACULTAD DE CIENCIAS BIOLOGICAS
    FACULTAD DE MEDICINA
    FACULTAD DE FARMACIA
    FACULTAD DE VETERINARIA


    Áreas de conocimiento a las que se adscribe el programa:
    FISIOLOGÍA

    Coordinador principal del programa:
    JESUS ANGEL FERNANDEZ-TRESGUERRES HERNAN (email:guerres@med.ucm.es )

    Demás coordinadores del programa:
    MARIA LUISA PUERTA LOPEZ (email no disponible)
    JUAN CARLOS ILLERA DEL PORTAL (email no disponible)
    LUIS MONGE SANCHEZ (email no disponible)
    Manuel RODRIGUEZ PUYOL (email no disponible)

  2. #2
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El toro no siente dolor en la fiesta

    Nunca fui aficionado a los toros, pero tampoco me opongo a la fiesta. La tauromaquia es parte integrante de nuestra cultura, e incluso ha impregnado el idioma de expresiones que le dan bastante color. El toreo es arte, valentía, luz y color. Unos lo atacan por un ecologismo de moda que equipara a los animales al hombre cuando no los endiosa, y otros porque es algo muy nuestro y muy hispánico, no solo de España sino de una buena parte de América, de México al Perú.

    Por supuesto, no soy partidario de la crueldad con los animales. Pero el toro de lidia es un animal bravo que disfruta peleando y se crece con el castigo. Se puede decir que muere feliz; luchando, que es lo que le gusta. No es un toro común y corriente. Es un animal bravío y peligroso que ataca porque sí sin previo aviso. Yo mismo he tenido un par de sustos estando en el campo. Gracias a Dios, por ser una zona muy arbolada en vez de en campo abierto pude escabullirme fácilmente. Antes de que el espectáculo degenerara en combates entre hombres, los gladiadores romanos luchaban a veces contra osos, leones o toros ibéricos. El salmista menciona en una ocasión los toros que lo han rodeado, metáfora que sería absurda de si se tratara de un animal inofensivo (al parecer, en tiempos de David, 1000 a.C aproximadamente, los toros bravos estaban más extendidos por el Mediterráneo que hoy en día; ahí están los frescos de Cnosos). Es evidente también que un toro bravo tiene mucha más belleza y elegancia que un toro cualquiera. Y él es el verdadero protagonista de la fiesta.

    Es curioso que la hayan tomado con la tauromaquia y nadie o casi nadie diga nada de algunos verdaderos abusos que se cometen contra algunos animales. Las peleas de gallos, todavía populares en algunos países, son un ejemplo de ello. Se cruzan apuestas para ver cómo dos animales se machacan a picotazos y espolonazos sin riesgo alguno para sus dueños. El torero, en cambio, se juega el tipo cada vez que sale al ruedo. Es un duelo en igualdad de condiciones, y a veces gana el toro.

    Otro ejemplo de crueldad sería el caso de aquellos perros a los que en aras de la estética se les amputa el rabo, por ejemplo los bóxers. No se gana nada porque siguen siendo bastante feos, y se los priva de un medio esencial de expresar su estado de ánimo, ya sea agitando la cola en señal de alegría o escondiéndola entre las patas cuando están asustados (de ahí la expresión "se fue con el rabo entre las piernas" cuando alguien queda humillado o apabullado). Es como si a un sordomudo le amputaran las manos. El llamado mejor amigo del hombre, que le salva la vida, lo defiende de enemigos, guarda sus ganados, lo guía cuando está ciego, ayuda a la policía y le brinda amistad y compañía, jamás le arrancaría un miembro a su amo.

    Chile se jacta de ser el primer país que prohibió las corridas de toros, las que considera bárbaras y salvajes, y aun así tiene como deporte nacional el rodeo, en el que dos jinetes persiguen a un novillo (ojo, aquí no hay toros de lidia, son más mansos que corderitos) y entre los dos caballos lo estrellan contra la barrera de madera en unos cosos que llaman medialunas. Dos contra uno y a caballo, y el animal no se defiende como el toro de lidia. Está asustado, no sabe de qué va la cosa (siempre lo hacen con un novillo nuevo) y termina acorralado y golpeado contra las tablas. Generalmente termina con lesiones internas y va de ahí al matadero.

    Por último, creo que también se podría hablar de los pájaros enjaulados, dado que aunque no sufren por no haber conocido normalmente la libertad, me apena verlos condenados a cadena perpetua sin haber cometido delito alguno, solo para disfrutar de la belleza de su plumaje y de su canto. Y lo terrible es que no se los puede soltar porque no están acostumbrados a la libertad y difícilmente sobrevivirían. Y es curioso que quien tiene pájaros suele tenerlos precisamente porque ama a los pájaros y no se da cuenta de ello.

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El toro no siente dolor en la fiesta

    ¿Por qué Esquerra Republicana de Cataluña no propugna la supresión de la pesca recreativa?

    por Luis María Anson
    La Razón, domingo, 28 de noviembre de 2004


    Mi buen amigo Daniel J. Santos ha regresado exultante de Suiza. Tiene cuarenta años, bigote aznarizado, cejas de acento circunflejo a lo Zapatero, entradas que anticipan la calvicie total y una curva de la felicidad que le atormenta. Es alto, fuerte, suele disfrazarse de joven y habla con palabras deshuesadas y vivos ademanes de sus manos desdeñosas. Se fue a un río suizo que se estanca a pescar el lucio y consiguió la picada y captura de un pez de 129 centímetros, su récord personal. Utilizó caña Carpmaster Excel, con la que se especializó en ciprínidos en los territorios carperos. Pero asegura que le funcionó muy bien en su última aventura.
    -De madrugada -me dijo- saltó la alarma. Salí como una exhalación de mi saco de dormir. El carrete chirriaba en la caña y el trípode apenas resistía los botes. Tomé el mando y ajusté el freno. El pez huía desgarrado por la potera, el anzuelo triple, como sabes, bien sujeto por una empatadura, anudada a base de kevlar. Me di cuenta enseguida de que la lucha iba a ser larga y dura.
    Daniel Santos había cebado el agua con boilies. La mosca empleada en su caña era de cabeza metálica dorada, la seda de color oliva, la pata, riñonada de pardo aconchado y la brinca, de tinsel fino también dorado. Prescindió de la cucharilla giratoria. Usó como cebo tencas vivas. Se había pertrechado de esmerillones, mosquetones y quitavueltas para evitarse complicaciones.
    -La lucha fue heroica -siguió contándome Daniel, entusiasmado consigo mismo-. Durante no menos de media hora el tira y afloja continuó. En un remolino de las aguas pude ver la cabeza del pez. Era un lucio, sin duda de gran tamaño y grueso perímetro. La emoción me los puso de corbata.
    Prendido bárbaramente del anzuelo de acero, el pez sufría hasta la angustia, herido por tres lugares simultáneamente. El lucio no es un animal bravo que vuelve al castigo y se crece con él. Por el contrario, se trata sólo de un pez aterrorizado, claro está, por el punzante de acero del que no puede desprenderse. El dolor que el anzuelo triple produce en zona tan sensible como el paladar resulta indescriptible. Basta imaginarse a un toro vivo colgado de la boca por un enganche de hierro en una grúa de la construcción. El lucio, en fin, huía despavorido hasta que la sabia mano de Daniel, tras darle caña, tiraba con decisión y reducía la fuga, con atroces desgarros. Y así una y otra vez mientras los minutos transcurrían entre dolores terribles para el pez y euforia deportiva para el pescador.
    -Por fin -se extasía Daniel- levanté al lucio. Era enorme. Apenas podía sujetarlo en el aire mientras coleaba. Pero yo había levantado la malla de la sacadora, para que el lucio no pudiera escapar.
    La terrible agonía del pez entre coletazos y espasmos en el aire se acentuó con la asfixia. Los coletazos se fueron haciendo más débiles, los espasmos menos frecuentes. Los ojos saltones y atónitos se le vidriaban poco a poco. El desgarro en la boca era cada vez más estremecedor.
    -Alargué el brazo -concluyó Daniel- Se había consumado mi gran victoria. Deposité al animal todavía agonizante sobre la moqueta de desenganche y me apresuré a desanzuelarlo, lo que resultó complicado porque la lucha había clavado fuertemente el metal en los labios y el paladar. Gracias al desembuchador pude al fin realizar la operación.
    -Bueno -añadió eufórico-. Y aquí me tienes en esta fotografía con el lucio, que es mi máximo trofeo después de tantos años de pesca. Estoy que no me lo puedo creer.
    Son muchos millones los pescadores que en los países más cultos de Europa, Suiza, Suecia, Noruega, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda, Alemania, Inglaterra... dedican sus fines de semana a la pasión, un poco cruel, la verdad, de la pesca recreativa. Se comprende la captura masiva de peces para la alimentación general. Y serán muchos los que acepten, aunque con reparos, la belleza de la pesca deportiva o la recreativa. Pero, tras la conversación con Daniel y el relato de su hazaña, cada vez que un suizo, un sueco, un noruego, un danés critiquen las corridas de toros, espectáculo de arte y valor, de profundas raíces religiosas y populares y en muchos aspectos expresión cultural trascendente, contestaré:
    -Mire usted, mi querido amigo, cuando prohíban en su país la pesca recreativa empezaremos a hablar de las corridas de toros que ustedes quieren que el Parlamento europeo condene.
    Contemplé, en fin, a Daniel todavía emocionado tras su relato, héroe por cierto sin riesgo personal tan diferente al del torero en la plaza que, con sólo un trapo, se enfrenta a las dos furias astadas del toro bravo, y le dije:
    -Me alegro de tu éxito, Daniel. Por cierto, tengo entradas para ver esta tarde en las Ventas al Juli. Es un torero de época. Te invito a que vengas conmigo.
    -¿A los toros? -me contestó- ¿Cómo puede ir a los toros un hombre culto y sensible como tú? La corrida de toros es una salvajada.

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