¿Hacia una comunidad suramericana de naciones?
Por Alberto Buela (*)
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Rebanadas de Realidad - Buenos Aires, 03/08/05.- Para hablar con cierta justeza de la región suramericana como proyecto de poder tenemos primero que esbozar sucintamente un panorama de las regiones que componen esto que conocemos por mundo.

Por magnitud de poder económico, poblacional, tecnológico y armamentístico hoy son cinco las fuerzas que actúan en el mundo actual.

1) Los Estados Unidos y su eje Inglaterra, Israel (1) y Japón-Corea del Sur. Ellos son el poder dominante mundial.

2) Rusia y algunos de sus poderosos ex estados como Kazasthan.

3) La Unión Europea con eje fundamental en Francia-Alemania.

4) China-India

5) La ecúmene árabo-musulmán.

¿Cuál es el lugar de Suramérica en este esquema?. Ella, de idéntica manera el resto del mundo no contemplado en este cuadro: la Oceanía occidental (Australia, Nueva Zelanda) y el Africa no musulmana, está absorbida por la hegemonía norteamericana, pues, básicamente, carece de todo peso político como factor de poder en el mundo.

Se nos plantean entonces dos preguntas: 1) ¿Qué podemos hacer para revertir esta situación?, y 2) ¿cómo podemos realizarla?

La respuesta a la primera de las preguntas, a qué podemos hacer ya ha sido respondida por nuestros próceres de la Independencia, San Martín y Bolivar, y es realizar la unidad suramericana, que nuestros dirigentes de hoy han plasmado formalmente en la Comunidad suramericana de naciones con la firma del Acta de Cuzco (8-12-04).

El problema es la segunda de las preguntas: ¿Cómo podemos realizar esta unidad en forma práctica, útil y verosímil, a fin de que se constituya como un factor de poder con verdadera gravitación en el mundo descripto en el cuadro precedente?

Y aquí es donde surgen los mil inconvenientes y los mil problemas a resolver.

¿Queremos una Comunidad suramericana utópica?, ¿un sueño impolítico, romántico y pintoresco?. Entonces ya comenzamos bien, porque sumamos en su fundación a Guyana y Surinam que es como sumar a Inglaterra y Holanda. Metimos el zorro en el gallinero.

Ya hemos leído varios trabajos que insisten en incorporar las lenguas indígenas (quichua, aymará, mapuche) como lenguas oficiales. Otros están insistiendo en la conveniencia de incorporar varios separatismos hoy latentes en el interior de esta Comunidad. Otros quieren ingenuamente ampliar esta Comunidad todavía in nuce a todos los pueblos de "América Latina y el Caribe" (sic) y crear un parlamento, sin percatarse que inmediatamente quedaríamos en minoría los suramericanos ante la docena de "Estados títeres" del caribe que manejan los Estados Unidos a piacere.

En fin, si queremos una comunidad suramericana como un sueño de filósofos desocupados, todo esto que acabamos de decir, es ideal. Viene como anillo al dedo.

¿Queremos una comunidad suramericana, políticamente útil y fácticamente verosímil, que se autoconstituya como factor de poder mundial?

Entonces tenemos que pivotear sobre el eje principal Brasil-Argentina. Que una vez por todas Brasil y sus teóricos comprendan que Argentina está compuesta por cinco Estados: los argentinos orientales como gusta decir Methol Ferré que es Uruguay, el Paraguay, Bolivia y Chile. Y que abandone la vieja táctica de manejar las tensiones entre nosotros, porque en definitiva nuestras peleas son siempre intestinas.
El segundo eje que hay que restañar es el de Bogotá-Caracas. No olvidemos que desde el asesinato de Gaitán en 1948 Colombia está partida en dos para beneplácito de la potencia mundial hegemónica que encontró allí el terreno propicio para su instalación militar en Suramérica y su consiguiente proyección amazónica. Hugo Chávez está haciendo ingentes esfuerzos en la restauración de este eje geopolítico, pero es un esfuerzo unilateral de Venezuela que no encuentra aun su contrapartida desde Colombia.

En definitiva la consigna sería, en todo lo que hace a las comunicaciones, reducir la complejidad. Así, en cuanto al idioma, habilitar el portuñol (portugués y español indistintamente) como lengua oficial. En lo que hace a las vías navegables - no olvidemos que tenemos 50.000 kms - permitir su libre navegación de los miembros. Además hacer compatibles los corredores aéreos y las vías férreas.

En economía reducir la complejidad llevándonos del viejo consejo de Alejandro Bunge, uno de los primeros pensadores que meditó sobre la unión suramericana, quien hace casi un siglo (1909) sostuvo: "unificar las tarifas aduaneras de cada uno de nuestros países de acuerdo con los derechos más altos en cualquiera de ellos para cada artículo. ...Y para aquellos productos en competencia entre algunos de los países signatarios se mantendrían los que rigen pero con una reducción del 10% al año" (2). En el término de diez años llegaríamos a la eliminación de las aduanas interiores en Suramérica. A ello habrá que sumar la implantación de una moneda única, como lo es hoy el euro para Europa.

Y esta reducción de la complejidad debe buscarse en todos los dominios, así la equivalencia de títulos en el cultural, la correspondencia de los códigos civiles, comerciales, penales y laborales en orden al derecho y la justicia. La complementación tecnológica y científica y la integración energética y sanitaria en el manejo de todo el ecosistema suramericano.

Esta reducción de la complejidad como bien observa el sociólogo Niklas Luhmann se realiza a través de la confianza, pues "ella simplifica la vida por medio de la aceptación del riesgo (3).

¿Y cuál es el riesgo acá, en la constitución de una Comunidad suramericana de naciones? El riesgo es que los que tienen más pongan más, arriesguen más, y no que "jueguen al quedo" como en el billar cuando la carambola es difícil. Y esta carambola es muy difícil de hacer.

Difícil por los intereses que se oponen y que se dañarían con su constitución, y más difícil aún por la inopia de nuestros propios dirigentes, quienes ignorando el consejo de Perón, pretenden hacer una tortilla sin romper ningún huevo. Es decir, no se puede realizar con éxito, en beneficio para nosotros sus miembros, la Comunidad suramericana de naciones dentro del pensamiento políticamente correcto.

Mi opinión es que si no somos incorrectos no existiremos como Comunidad autónoma dentro del actual orden mundial. Tenemos que rescatar la función política del disenso como creador de teoría crítica y por ende de poder autónomo, frente al consenso que es siempre de los poderosos.

No es este el momento de plantear todo lo que Suramérica y más aún Iberoamérica significan, metapolíticamente, para nuestro mundo. Pero lo cierto es que como dice el eminente filósofo peruano Wagner de Reyna: "En este Occidente marginal que es Iberoamérica es donde se conserva en su pureza, en su espontaneidad original ( la real gana, decía Alberdi) la auténtica esencia de Occidente. Se puede decir que entre los dos océanos y con su forma de proa, Nuestra América, ha servido de arca como la de Noé en el diluvio para salvar esa esencia" (4).

Para resolver el cómo para la realización de esta Comunidad nuestros dirigentes y pensadores (sociólogos, politólogos, economistas, técnicos, estrategas) tienen que tener una clara conciencia de la función metapolítica de Suramérica en la historia del mundo. Pues esta función que, por definición va "más allá" de la política, es la que le da sentido y dirección a cualquier Proyecto de Unidad que se intente en nuestro subcontinente. Y quienes tienen hoy la responsabilidad histórica de llevarla a cabo debieran ser sus guardianes, defensores y promotores.

Por último queremos recordar, como ya lo hemos hecho en otros trabajos, que la Antártida suramericana es parte constitutiva de la Comunidad suramericana de naciones y como tal tiene que ser reivindicada para uso y beneficio exclusivo de nuestros pueblos de la América del Sur. Terminando así con esa idea interesada de la Antártida para la humanidad en donde lo único que se logró es justificar la permanencia bases yanquis, rusas e inglesas, en nuestro Continente blanco.

Notas: 1.-Este eje, consolidado desde el comienzo de la modernidad entre los judíos y el imperio británico a través de la alianza histórica sellada por Manaseh Ben Israel (Manuel Martínez Dormido, sefardí de Amsterdam) y Cromwel, se hace evidente en la actualidad al comprobarse, pública y notoriamente como el lobby hebreo, descaradamente, gobierna los Estados Unidos. Hay que ser muy ciego o muy interesado en no ver lo evidente. 2.-Bunge, Alejandro: La nueva argentina, Madrid, Hyspamérica, 1984, p.297. 3.- Luhmann, Niklas: La Confianza, Santiago de Chile, Univ. Iberoamericana, 1996, p.123. 4.-Wagner de Reyna, Alberto: Bases para un enfoque iberoamericano del mundo actual, Paris-Buenos Aires, en internet, abril 2005, p.8. (*) Asesor del Consejo Directivo de la CGT y vice presidente del Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos (CEES). Instituto Cultural Pcia. de Buenos Aires.