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Tema: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

  1. #301
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?


  2. #302
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Leonardo León: "Lo de 1810 fue un golpe de estado"





    https://www.youtube.com/watch?v=2DNJN0AG6ng&app=desktop

  3. #303
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    lunes, 26 de septiembre de 2016



    SAN MARTÍN, UN INTERROGANTE





    Por Cristián Rodrigo Iturralde


    San Martín puede significar una influencia y símbolo positivo para las nuevas generaciones argentinas y americanas en general, hoy, a 200 años de consumada nuestra independencia, y habiendo obtenido legitimidad de ejercicio como nación. Si nos guiáramos por lo que se cree que fue, entonces sin dudas que el denominado Libertador de América se presenta como un hombre a reivindicar, máxime en estos tiempos de orfandad intelectual, desinterés patriótico, refulgente inmoralidad, venerado inmanentismo, desmesurada exaltación relativista y furibundo anticristianismo.


    Pero mal haremos en engañarnos en tan delicado asunto. Por más antipático que pueda resultar, por más consciencias y corazones que se constriñan, la verdad debe prevalecer ante todo. Y lo cierto es que –lo adelantamos- existen innegables y sugestivos claroscuros en su accionar político, y más de una cuestión de otro orden atendible de alguna consideración, que llevan a empañar aquella impoluta y angelical imagen signada desde vetustos textos escolares y algunas líneas de pensamiento.



    A este respecto, resulta harto curioso que la figura de San Martín (contrariamente a Juan Manuel de Rosas) sea reivindicada hasta la fecha por una tanto amplia como disímil gama ideológica, que incluye por igual a liberales, masones, izquierdistas, demócratas y nacionalistas (aún entre los hispanistas). Si bien es evidente que cada uno de estos grupos le ha dado su propia impronta, recurriendo no pocas veces a ignominiosas omisiones, palmarias mentiras y falacias, a fuer de que todo cuaje según su pensamiento o tesis, lo cierto es que todos cuentan con su busto del Libertador, cual exhiben orgullosamente en sus despachos.


    Si observamos con atención, las motivaciones de cada una de estas cuadrillas para vindicar a San Martín y a los procesos revolucionarios son similares; solo varía en alguna medida la importancia y orden que otorgan a los factores religiosos, ideológicos, económicos y políticos. Pero en algo concuerdan todos: en su rechazo absoluto hacia España y la Iglesia Católica. (Ciertamente, el caso de los nacionalistas es algo más complejo, y lo abordaremos luego).


    Lo cierto e indubitable es que la acaparación de su figura es un must para todos aquellos que pretendan ser escuchados en salones académicos o construir (en América) una organización o lineamiento cultural, político o ideológico sobre base segura, sólida y popular. Pues el General ha sido expuesto como El Arquetipo por antonomasia; hombre querido y admirado por todos, ejemplo de patriotismo, conducta, altruista, generoso, heroico, es decir, como un hombre superior. Incluso no han faltado quienes han pretendido erigirlo a los altares, atribuyéndole ribetes mesiánicos, rindiéndole culto cual Santo de la espada, según lo retratara aquel obediente émulo de Mitre, Ricardo Rojas. De modo que nadie sabe bien si adorarlo, venerarlo o simplemente admirarlo. Carlos Ibarguren, quien sin ser crítico de San Martín –sino precisamente lo contrario-, alejado de la imagen esteriotipada y mítica del ¨Libertador¨, advertía con mucho tino que no debíase convertir a San Martín ¨en un símbolo o un ser a quien se le rinde culto religioso¨ . Otro de los grandes historiadores del revolucionario americano, Carlos Steffens Soler, coincide en la valoración.


    Ignorarlo, cuestionarlo o repudiarlo nunca han sido consideradas opciones válidas (o al menos, queridas o deseables), pues lo cierto es que no existían fundados motivos que lo ameritaran. Solo en tiempos recientes han ido apareciendo algunas obras críticas con atendibles argumentos e inédita y trascendente documentación, que ha forzado, en alguna medida, a cierto sinceramiento y revisión de ciertas aseveraciones asentadas anteriormente cual verdades inconcusas.


    Parte del propio revisionismo histórico, que se les ha animado a todos, izquierdistas y liberales, ha optado más por justificar in totum una tesis -que pareciera- preconcebida que por revisar el asunto integral y verazmente. Se ha ocupado más de encontrarle salvoconductos y blindar su figura que de investigarlo, de forma tal que no hay inquisición de la cual el levantisco americanista no salga airoso.


    De modo que nos sitúan ante un hombre sin fisuras de ningún orden, devenido en la praxis en una suerte de Dios terrenal enviado desde el más allá, que no sabía de miserias humanas y que, de un día para el otro, vino a liberarnos de no se sabe bien de qué; abonando el campo para que un grupúsculo de iluministas revolucionarios dieran el golpe de gracia a España y tomaran la posta del Virreinato del Río de la Plata, dejándonos política y económicamente a merced de los británicos e ideológicamente en manos de la Enciclopedia jacobina.


    -----


    A nuestro entender, el nacionalismo argentino, en su mayor parte, no ha mentido pero ha abordado defectuosamente el asunto. Ha fallado en la hermenéutica. Tal vez sin quererlo, o bien ha omitido, minimizado o disculpado cuestiones que son capitales, y al mismo tiempo, le ha adjudicado ese carácter a factores que serían en rigor secundarios a los efectos de intentar acordar la valoración que debe adjudicarse a la empresa sanmartiniana y su gestor principal.


    Ejemplo palmario de ello podría ser la batalla historiográfica desatada en torno a si San Martín o la propia Logia Lautaro fue o no de carácter masónico. Pero a fuer de verdad, vistas sobradamente las consecuencias de la revolución americana y su principal beneficiario, este dato devendría casi en anecdótico. Ya las propias escrituras, con inigualable sapiencia, advertían que ¨por los frutos¨ podrán conocerse las personas, sus intenciones y los hechos. Es una obviedad de escolares, pero no está de más advertir que hombres malos y/o equivocados los ha habido siempre, dentro y fuera de las logias telúricas. Por tanto, si llegara a probarse fehacientemente y libre de toda duda que San Martín no perteneció ni adhirió a sus postulados, no queda en absoluto zanjada la cuestión de si obró bien o mal, de si fue o no realmente un patriota.


    Luego se debate acerca de si San Martín pidió o no la baja del ejercito español (al que había jurado servir de por vida, en las buenas y en las malas), pero se subestima la importancia y gravedad del hecho que al día siguiente estaba luchando contra su Patria y sus antiguos camaradas de armas, nada menos que del bando de los revolucionarios americanos en el peor momento de España. Esto es lisa y llanamente traición, con o sin baja concedida por la Corona (pues en rigor, se trata meramente de una formalidad). Adórnese como se quiera, pero eso es lo que es.


    Otros han intentando justificar su retorno a América atribuyéndole un incontenible sentimiento de arraigo y gratitud hacia su lugar de origen… Pero San Martín no vivió en América sino hasta sus primeros seis años de vida, siendo formado y educado en España, donde se encontraban todas sus amistades y familiares. Por tanto ¿cuán fuerte podría haber sido ese vínculo? Pretender encontrar el motivo de su aventura americana en razones sentimentalistas raya el absurdo cuando no el sofisma.



    Nos presentan a San Martín como un patriota argentino, pero lo cierto es que América era España y viceversa (vasallos del Reino de Castilla o la Corona, lo mismo da). No existía tal cosa como ¨Argentina¨. Y aquí hay que ser preciso, pues es una cuestión capital que suele pasarse por alto muy ligeramente, como quien obvia una coma en un texto sin trascendencia. San Martín fue un regionalista, un americanista; luchó por la independencia de tres países distintos: ¿desde cuando un patriota independiza y funda varias naciones? Ideó un plan continental, no nacional (argentino), y allí el motivo por el cual se lo denomina ¨Libertador de América¨. Otrosí, declaraba como su primer título el de generalísimo del Ejército del Perú. Póngasele los ornamentos que se quiera, pero San Martín libró sólo una batalla en territorio argentino y jamás se consideró o proclamó plena y exclusivamente argentino, sino, como hemos dicho, americano.


    Asimismo, se nos ha enseñado que guardamos una inmensa deuda de gratitud con él por habernos liberado… Pero, ¿de qué nos liberó exactamente? Napoleón estaba en España, no en América. ¿De la nefasta regencia borbónica que había traicionado los ideales de la monarquía hispano católica? Los revolucionarios americanos estuvieron influidos de la misma mentalidad iluminista. Pero fundamentalmente, ¿Quién resultó beneficiado de aquella maniobra independentista? Los británicos. Say no more…


    Pretendiendo demostrar un presunto ideal contrarrevolucionario en San Martín, los autores que argumentan en favor de esta tesis suelen señalar como evidencia incontestable que éste fue decidido enemigo de Rivadavia, Moreno y otros americanos de triste memoria (lo cual es cierto), pero no nos dicen que estos enconos podrían haber resultado en realidad de cuestiones de índole personal (de esas que nunca faltan en las relaciones humanas) y motivados por desavenencias en cuestiones tácticas o estrategias a implementar. ¿O acaso los masones no se han enfrentado entre ellos en guerras o contiendas de todo tipo (al igual que los comunistas y sus purgas internas)? La diferencia principal entre algunos de los revolucionarios residía en que algunos pretendían la instauración en América de una monarquía constitucional (democrática) y otros la conformación de repúblicas independientes. Algunos eran más anticatólicos que otros, o bien ¨sentían¨ la religión en forma distinta. Eso es todo.


    Todos, absolutamente todos, coincidían en la ¨necesidad¨ de romper con España y hacerle la guerra sin cuartel. El caso de Saavedra con Moreno es un buen ejemplo de ello; uno católico (liberal) y el otro jacobino y russoneano, uno abiertamente pro británico o francés y el otro no, pero de nuevo: acuerdo completo en la guerra a España.


    Es posible que Saavedra haya sido mejor persona, más simpático y apuesto que Moreno, pero esto es completamente irrelevante a nuestros propósitos; no amerita un panegírico del primero y menos incluirlo en el panteón de los patriotas; mucho menos en el de los hispanistas. Recuérdese también que Saavedra se encuentra entre quienes avalaron el fusilamiento de Santiago de Liniers, nada menos que el héroe que rechazó en dos oportunidades los intentos de invasión británicos.


    Recapitulando: San Martín podrá haber sido intachable en su vida personal, pero aquí importa fundamentalmente su derrotero político.


    Luego, entre otras tantas, surgen interrogantes en torno a sus renunciamientos en Perú, en la guerra civil argentina y en la cuestión de su paso por Inglaterra, su exilio en Francia, y en las filiaciones masónicas de varios de sus amistadas más íntimas (que no desconocía).


    Cómo se aprecia claramente desde el vamos, las cuestiones que se desprenden al analizar su figura y legado son numerosas y de no poca valía a efectos de intentar dilucidar su valoración como ilustre y altruista ¨Padre de la Patria¨.


    Algo que no sucede con el gran patriota argentino, Juan Manuel de Rosas, eximio defensor de nuestra soberanía y restaurador del orden y la tradición.


    Cuando hay que explicar demasiado, algo anda mal, ciertamente.

    Blindar su figura no es la solución a nada.

    Seguiremos estando orgullosos de ser argentinos y prestos a morir en defensa por la Patria de Rosas, con o sin San Martín.




    _____________________

    Fuente:


    https://cristianrodrigoiturralde.blo...stian.html?m=1

  4. #304
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?


  5. #305
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Venezuela: del «divinizado» traidor Simón Bolívar al mediocre Nicolás Maduro

    By Admin on Agosto 6, 2017






    La mal llamada revolución bolivariana, ya desde el golpe de estado de Chávez en 1992, se ha apoyado constantemente en la imagen mesiánica de un cuasi divino Simón Bolívar que para los venezolanos es equivalente a un líder perfecto. Un héroe de la patria.




    Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, cuando te acercas a la figura de Bolívar -al igual que a la de Chávez- y lo haces en profundidad, te das cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Que una figura heroica puede fluctuar con una facilidad pasmosa hacia una tendencia mucho más negativa.

    A raíz del nacimiento de Venezuela como nación surgió la necesidad de fabricar un pasado glorioso con el fin de llenar el vacío histórico y regar la planta del nacionalismo para alcanzar la ansiada cohesión social. Condición indispensable para que cualquier territorio -especialmente si este acaba de nacer- pueda forjar patria y prosperar. Esto es especialmente palpable en un espacio como el de la actual república, zona que (como señala el especialista en historia hispanoamericana, Antonio Sáez Arance) fue «tardíamente poblada, relativamente marginal y compuesta de espacios provinciales muy escasamente articulados entre sí».

    De este modo, el conocido como «libertador» pasó a ser para Venezuela una especie de deidad en torno a la cual gran parte de la sociedad civil comulga. Un personaje que ha copado las paredes de instituciones públicas de todo tipo y cuya historia se ha mitificado tanto que ha acabado completamente desdibujada. Fenómeno similar al que ha sometido el régimen de Nicolás Maduro a Hugo Chávez, al que ha lanzado loas y salvas de todo tipo llegando a referirse a este como «Cristo Redentor amado».

    El problema fundamental de este líder, que se ha envuelto en la misma bandera de sus predecesores, es que ni es Bolívar ni es el difunto comandante supremo. Carece de ese aura mística y no ha sido capaz de fabricar un perfil legendario mínimamente creíble. Este hecho queda en evidencia cuando sus propios correligionarios hablan de Maduro en términos tales como «no todo lo que está haciendo el presidente es correcto» o «Chávez sabía manejar las cosas, hubiese controlado la situación».

    Precisamente la concepción por parte de la sociedad venezolana de Chávez como un ente superior (al igual que hizo este con Bolívar) se ha convertido en una de las principales bazas de Maduro para permanecer en su torre de marfil.

    Vivir a la sombra de comandante y del «libertador» es, pues, todo lo que ha conseguido el gobernante a nivel propagandístico durante los cuatro años que ha ocupado el cargo.




    Hugo Chávez sostiene la espada del “libertador”– AFP


    Volviendo al empleo de héroes vacíos por naciones faltas de tradición, cabe destacar la quimérica asociación -prefabricada por los mal llamados bolivarianos- del militar caraqueño con políticas de izquierda. Una interesada invención nacida de la necesidad de dirigentes como Chávez y Maduro por presentarse ante el pueblo de Venezuela como sus dignos sucesores.

    Buena prueba de esto es que Bolívar era un criollo terrateniente -amén de un ingrato con la Madre Patria a la que juró defender- que se mostró (cuanto menos) sumamente ambiguo en temas sociales de calado como la desigualdad del indígena con respecto a la población blanca o el problema de la esclavitud. De este modo, la «ansiada» descolonización tan idealizada por los enemigos de la libertad no implicó en sí misma ninguna mejora en la calidad de vida de los desheredados parias hispanoamericanos, quienes continuaron estando marginados e inhabilitados para el ejercicio del poder.

    Esta postura de gobierno está muy lejos de aquello que lleva pregonando la actual administración venezolana desde los tiempos del difunto Chávez, la cual siempre se ha mostrado contraria al neoliberalismo (posición política mucho más cercana a Simón) y de marcado corte marxista.

    Sin embargo, la figura del «libertador» no es empleada exclusivamente por el gobierno. Ya en las elecciones que enfrentaron a Nicolás Maduro con Enrique Capriles (líder de la oposición) en 2013, el segundo acudió al plebiscito haciendo uso de un equipo de campaña al que había nombrado «Comando Nacional Simón Bolívar». Claro ejemplo de lo profundo que ha calado el mitificado golpista en la sociedad venezolana.

    Si algo tienen en común (aparte de las invenciones legendarias) el régimen y el deificado «pater patriae» eso es -sin duda alguna- el uso de las armas con el objetivo de mantener el poder.

    Como buen precursor del terror que ejemplificó a la perfección el fenómeno del caudillismo hispanoamericano, Bolívar se mostró en su momento sumamente contrario a la democracia y a los partidos políticos; ya que según su opinión estos fragmentaban la unión de la nación. En este sentido el «Libertador Presidente» -fórmula nominal empleada a la romana para tapar su auténtico cargo- se hizo con todo el poder, político y militar, del Perú aprovechándose de su fama. Su gobierno se caracterizó por una durísima represión (tanto contra la población como contra la oposición) en la que todo valía con el objetivo de mantener su estatus.

    Realizando la comparación con la actual Venezuela las similitudes saltan a la vista. Desde hace meses el régimen de Maduro vive acorralado por una guerra civil. Ante la presión -tanto interna como externa- a la que el sucesor de Chávez se encuentra sometido, ha apostado por emplear la violencia contra el pueblo y encarcelar a sus opositores.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://eldiariodelamarina.com/venez...icolas-maduro/

  6. #306
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Quién es el economista que desmiente el mito: "San Martín no fue el Padre de la Patria"

    Emilio Ocampo (ex Citibank, Chase Manhattan, Morgan Stanley) asegura que el prócer siguió órdenes británicas, no creía en la autodeterminación de los pueblos americanos y se deshizo de sus detractores.

    por JUAN MANUEL COMPTE

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    Habla con entusiasmo. Pero sin perder la compostura, ni el flemático tono de su voz. Elegante en gestos y palabras, es un hombre espigado, con porte caballeresco. De 53 años, luce su cabello entrecano, corto y con patillas ligeramente crecidas que le confieren aura de prócer. Labios pequeños, al igual que sus ojos, enmarcados por un entrecejo sutilmente fruncido que le imprimen cierta suspicacia a su mirada. Casi, ideal para la audacia con la que lanza algunas afirmaciones. “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”, asegura, temerario.

    Se llama Emilio Ocampo. Economista de profesión –con una prolífica carrera en la banca de inversión; ocupó altos cargos en entidades como Citibank, Chase Manhattan, Salomon Smith Barney y Morgan Stanley, tanto en Nueva York como en Londres–, es historiador por vocación y elección.

    Lo que comenzó como un pasatiempo –su investigación acerca del protagonismo que jugó Carlos María de Alvear en la guerra con el Brasil– se plasmó en un libro, el primero de 7, publicado en 2003. Sin embargo, fue su tercera obra, 'La última campaña del emperador', la que marcó un punto de inflexión, para él y para la comunidad académica. El texto, que narra el plan americano de Napoleón Bonaparte y su influencia en el proceso independentista de las excolonias británicas y españolas, fue reconocido por la International Napoleonic Society.

    La idea le surgió cuando, durante la investigación del libro anterior, halló la riqueza enterrada en los Archivos Nacionales del Reino Unido. “Leyendo los informes de los agentes británicos en esta parte del mundo, empecé a descubrir una historia que no tenía nada que ver con la que me habían enseñado”, explica. Una historia que, precisamente, no sacraliza a José Francisco de San Martín, el 'Santo de la Espada', de cuyo fallecimiento hoy se conmemoran 167 años.

    “Si, en 100 años, uno quiere saber qué pasó en Irak, debe buscar en los archivos de la Casa Blanca. Eso fue lo que hice: investigué en los archivos británicos, donde se definía un ajedrez global del cual éramos una pieza más”, define. “Y, a eso, San Martín lo tenía clarísimo. Es más: fue el personaje histórico más coherente del proceso revolucionario. Desde el primer día en el que llegó hasta el que se fue, sostuvo lo mismo: que estos pueblos no podían regirse por sí mismos. La democracia era una utopía; había que buscar ‘a los demonios de afuera’ para que nos gobiernen. Impulsó todos los proyectos monárquicos que se plantearon en el Río de la Plata, en Chile y en Perú, que fueron la búsqueda de un protectorado”, amplía.

    Sobre la mesa ratona, posan sus dos últimos trabajos: 'Entrampados en la farsa', de 2015, y 'La independencia argentina', de fines del año pasado. La tesis central del segundo –al que define como un “subproducto” del primero– es que la distorsión del pasado resulta efectiva para servir a los fines políticos del presente.

    En esa manipulación, sigue, define un hito: el “mito sanmartiniano”, surgido a partir de la historia de San Martín que escribió Bartolomé Mitre, escrita en 1869 y editada dos décadas después. “Alberdi habló de la ‘historia vanidosa’: una en la que se ensalza y se busca alimentar la vanidad de los argentinos. Hacerles creer que tienen una excepcionalidad. Que son un pueblo, prácticamente, elegido por Dios para una misión especial. Toda esa excepcionalidad se centra en lo militar. Y, particularmente, en un personaje central: San Martín”, explica.

    Mitre, avanza, eligió escribir sobre dos personajes históricos, Belgrano y San Martín, que –no casualmente– no tuvieron descendencia política. Lo que es lo mismo que decir que él buscaba presentarse como el heredero de ese linaje patriótico. En tal sentido, el mito sanmartiniano le era crucial. “¿Cuál es el mito? El del Libertador de América y el Padre de la Patria. Tiene connotaciones muy importantes. Si uno es el Libertador de América, ya, de por sí, mira a los demás países desde otro escalón. Alimenta un poco más la idea de excepcionalidad y superioridad, algo que, a los argentinos, se les critica desde tiempo inmemorial”, indica.

    Con el correr del tiempo, ese mito ganó fuerza, peso cultural en lo que Ocampo define como“visión provinciana de la historia”. Sobre todo, por lo útil que le resultaba (resulta) a lo que Ocampo define como “el caudillismo populista autoritario”, en cuya visión hay un pueblo explotado, que necesita un líder fuerte que lo defienda de la perversidad de los opresores extranjeros y sus aliados locales, fundamentalmente, la oligarquía apátrida.


    Derrumbando mitos

    “Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio”, arremete Ocampo. ¿Por qué? “Primero, San Martín no fue el responsable de la independencia argentina. La independencia lo precedió. Se originó en 1810 y se declaró en 1816. En gran parte, porque San Martín no quería ir a Chile sin que se la hubiera declarado. Si no iba como jefe de un ejército de un país independiente, España lo consideraría un reo, un traidor. Habría ido directamente a la horca, de haber sido capturado”, responde.

    “Después, desde que tenemos uso de razón, nos dicen que su genialidad fue haber descubierto que la mejor manera de llegar al Alto Perú, que era la región más importante, poblada y rica del Virreinato del Río de la Plata, era a través de Chile. Cuando uno lo mira, se da cuenta de que eso es un absurdo. ¿Cómo la forma más indirecta es la mejor?”, plantea. ¿Qué respuesta encontró? “Sólo puedo conjeturar. De lo que sí tengo pruebas es que San Martín no fue a Chile sin consultar con los británicos. Y, para ellos, Chile, que tenía 11 puertos sobre el Pacífico, era mucho más importante que el Alto Perú”, responde.

    Ocampo cuenta que, una vez que venció a los godos en Chacabuco, en vez de perseguirlos y aniquilarlos, retornó a Buenos Aires. “Los historiadores argentinos nunca explicaron por qué”, apunta. “Lo hizo para conferenciar con su amigo, el Comodoro Bowles, para que le dijera qué pasos debía seguir”, dispara. Como Bowles, en ese momento, no estaba en la aldea, San Martín se reunió con el cónsul británico, Robert Staples. “Él escribió a Londres e informó que San Martín le había dicho que Chile sería un país independiente. Y que, además, le pidió que se le comunique en forma privada qué camino debía seguir porque no quería desandar sus pasos”, devela Ocampo. “Los historiadores argentinos quisieron darle todo tipo de interpretación benigna a esto. Que, claramente, es un pedido de instrucciones de San Martín al Gobierno británico”, remata.

    Juan Martín de Pueyrredón, entonces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aceptó la propuesta de San Martín de libertar Chile, siempre y cuando, cumpliera con tres condiciones, subraya Ocampo. La primera, que Chile, ya liberado, enviara dos diputados al Congreso, que ya se había mudado de Tucumán a Buenos Aires. La segunda, que Chile reembolsara al Gobierno de Buenos Aires unos 2 millones de pesos de la época por los costos incurridos en armar su expedición libertadora. Y la tercera, que, una vez derrotados los españoles, firmara una acuerdo para que se retiraran al norte del Desaguadero. “Es decir, que evacuaran el Alto Perú. ¿Cuál de estas tres órdenes cumplió San Martín? Ninguna”, enfatiza.

    Si San Martín fue el Padre de la Patria, nos dejó cuando más lo necesitábamos: cuando había que formar un país. Echar a los españoles era un tema. La mitad de la revolución, como decía Alberdi. La otra era construir una nación, un país, instituciones. Y faltó eso: justamente, lo que hizo George Washington en los Estados Unidos”, puntualiza. A Washington, agrega, se le reconoce más eso que su gloria militar. “Por eso, en los Estados Unidos, no hablan de un ‘Padre de la Patria’, sino de ‘Los Padres Fundadores’: siete civiles y un militar que, además, se ganó ese lugar por su acción de combate pero, más, por su participación cívica”, contrasta.

    “No se trata de criticarlo a San Martín, sino de ponerlo en el lugar correcto”, matiza el autor su crítica al prócer de Yapeyú. A lo largo de la charla, su interlocutor no puede evitar preguntarle en qué medida esa visión acerca del Libertador –está claro que, para él, no fue tal– está influenciada por ser un descendiente de Carlos María de Alvear, rival íntimo, casi enconado, de San Martín y a quien, además, la historiografía argentina –y, en particular, los revisionistas– eligieron como su villano favorito.

    “Si quiero buscar en mi árbol genealógico, también tengo parentesco (no directo) con Pueyrredón. Tengo parentesco directo con Rosas. Soy descendiente directo de Manuel Aguirre, que fue agente de Pueyrredón en los Estados Unidos y el primer embajador argentino en ese país. Lo soy del General Benito Nazar, que peleó en la batalla de Ituzaingó bajo las órdenes de Alvear”, minimiza. “Obviamente, hubo un interés mío inicial por entender la figura de Alvear. Pero, que haya sido o no un traidor, no me cambia. Si me llamara ‘Emilio Alvear’, tal vez, sí. Pero, como no llevo el apellido, no tengo ningún beneficio particular”, agrega, acerca de su interés en reivindicar al “héroe maldito” de la historia oficial.

    San Martín tiene sus huellas digitales en todo lo que pasa de ambos lados de la Cordillera entre 1815 y 1821. Fue un tipo que nunca tuvo problemas en deshacerse de personajes a los que consideraba peligrosos. Y se deshizo de varios. Entonces, lo que yo planteo es una revisión. Soy revisionista en serio, no esa caricatura del mitrismo que fueron los otros revisionistas”, retoma. “Cualquiera puede estar en desacuerdo conmigo. Está en todo su derecho. Pero, si quiere debatirme, que lo haga con opiniones fundadas. Todas mis conclusiones están basadas en fuentes documentales sólidas”, desafía, con la experiencia de haber hurgado archivos británicos, franceses, españoles, brasileños y uruguayos en sus espaldas.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.cronista.com/clase/dixit...0817-0001.HTML

  7. #307
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Los jefes de la flota de San Martín en el Pacífico eran todos británicos.


    Tomado del muro de Nicolás Duré.





    https://www.facebook.com/77125717629...189149/?type=3
    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas

  8. #308
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Lo que nunca te contaron de cómo nuestros próceres manejaron su dinero

    Infobae

    Camila Hadad







    © Proporcionado por THX Medios S.A. “Belgrano era tan pero tan pobre que al morir no había plata para su lápida. Entonces cortaron un pedazo de madera de un mueble y esa fue la lápida en su tumba”



    ¿Cómo fue que Juan Manuel de Rosas, uno de los mejores administradores rurales y el hombre más poderoso de la Argentina en su época, terminó su vida como un modesto granjero en Inglaterra?

    ¿Por qué Domingo Faustino Sarmiento fue acusado de haber dilapidado la fortuna de su esposa? ¿Qué relación hubo entre la Campaña del Desierto y el súbito enriquecimiento de Julio Argentino Roca? ¿Por qué Bartolomé Mitre tenía tantas dificultades para obtener préstamos de dinero?

    Estas son algunas de las preguntas acerca de los grandes próceres que se hace Mariano Otálora -director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales- a lo largo de su nuevo libro Los próceres y eldinero, de Editorial Sudamericana, un trabajo de investigación de casi tres años en el que participaron varios historiadores.

    Otálora es un economista, experto en finanzas, que ha escrito numerosos libros: Del colchón a la inversión, Inversiones para todos, ¿Qué hacemoscon los pesos, Amorsos la inversión de mi vida. Y recientemente acaba de sacar este libro donde cuenta cómo los héroes de la Patria manejaban sus fianzas. Así, en el subtítulo de Los próceres y el dinero, se lee Inversiones, estafas y despilfarros de los grandes nombres de la patria.

    En cada una de estas historias financieras se relata cómo grandes de la historia como Sarmiento, San Martín, Belgrano, Nicolás Avellaneda, Mitre, Roca y Rivadavia, entre otros, utilizaron o no, el poder para aumentar su patrimonio.


    -¿Qué descubriste estudiando la economía de próceres como Sarmiento, Belgrano y Roca?
    -De todo. Primero que muchos próceres por ahí no merecen el bronce como uno piensa, siempre hablando del punto de vista económico o de si utilizaron su poder o su posición para enriquecerse. Ahí encontrás los buenos y los malos.


    -¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?

    -Ya te digo que los buenos son personajes que, mientras más los estudiás y te metés, más te enamorás. Hablo de San Martín y Belgrano, que esos son sin dudas los buenos. Después tenés los malos, por decirlo de alguna manera, Rivadavia y Roca, que los podés cuestionar de muchas maneras porque realmente la posición de poder y el crecimiento de su patrimonio fueron de la mano. En cambio, San Martín y Belgrano le dieron la espalda al dinero y no utilizaron su posición para enriquecerse o crecer patrimonialmente.


    -¿Cómo manejaba su economía Belgrano?

    -Belgrano siempre le dio la espalda al dinero y eso que venía de un padre rico. Imaginate hoy al comerciante número uno en la Argentina, ese era el padre de Belgrano, Domingo Belgrano, pero era un estafador. Le hicieron un juicio, termina preso. Eso a Belgrano lo perturbó durante toda su vida y no utilizó la herencia de su padre. Empezó a trabajar en la función pública más para sobrevivir que para hacer dinero, donaba parte de sus ingresos y muere en la miseria absoluta. Era tan pero tan pobre que al morir no había plata para su lápida. Entonces cortaron un pedazo de madera de un mueble y esa fue la lápida en su tumba".


    -En tu libro decís que Rosas terminó como un modesto granjero en Inglaterra. ¿Qué le pasó?

    -Rosas era el empresario, el terrateniente número uno. Llegó a tener 300.000 cabezas de ganado. Hizo una fortuna incalculable. ¿Qué pasó? Se tuvo que ir exiliado. Agarró lo poco que tenía, algunos billetes de la época y también se llevó todos sus balances, fue muy inteligente. Pero acá en la Argentina obviamente fue perseguido, no tuvo posibilidad de defenderse y le expropiaron todos sus bienes. Rosas termina pobre, no porque no tuviera patrimonio, sino porque ante un juicio perdió absolutamente todo. Se vendieron todos los bienes. Muere como un pobre granjero inglés que tuvo que vender hasta sus últimas gallinas y sus vacas para comer.


    -¿Cómo fue que Roca tuvo un súbito enriquecimiento?

    -Roca era una persona muy hábil y con visión para los negocios. Compraba tierras a 2,50 no porque apostara al desarrollo del negocio en el lugar que elegía, sino que le ponía desarrollo a la tierra. Por ejemplo, el ferrocarril. Él era el Presidente y determinaba por dónde iba a pasar el ferrocarril. Entonces compraba terrenos baratos y dos años después pasaba el ferrocarril y esas tierras las vendía, obviamente, muy caras.






    © Proporcionado por THX Medios S.A. “Sarmiento fue un emprendedor, un soñador, pero un desastre con el dinero. El dato curioso es que durante toda su vida su mujer le dijo que él había dilapidado toda su fortuna”



    -¿Sarmiento dilapidó la fortuna de su mujer?
    -Sí. Ese es un dato muy gracioso. Sarmiento siempre fue un emprendedor, un soñador, pero también fue un busca que quiso permanentemente pertenecer a la élite pero que no tenía a veces el dinero que era determinante para participar. Sarmiento pega el salto cuando se casa con la viuda de su mejor amigo, un minero chileno que muere. Sarmiento se casa con Benita Pastoriza que es sanjuanina y a partir de ahí empieza a pegar el salto. El dato curioso es que durante toda su vida su mujer le dijo que él había dilapidado toda su fortuna. Y cuando analizás ves que es cierto, porque Sarmiento era un desastre con el manejo del dinero. Esto está relacionado con que al ser emprendedor y soñador era muy olvidadizo, no sabía dónde tenía la plata ni a quién le debía. Entonces la mujer se lo cuestionó en vida.


    -¿Hay algo que reprocharle?

    -Un dato negativo que encontré es que llegó a tener hasta cinco sueldos en simultáneo del Estado. Si uno se pone a ver y a analizar en esa época ya estaba mal visto. José Hernández ya decía que Sarmiento era un "hijo caro de la República".


    -¿Sarmiento hizo grandes negocios?

    -No. Por ejemplo, mandó a comprar una imprenta para poder imprimir sus libros. Vos no le encontrás a Sarmiento grandes negocios pero sí grandes intenciones de hacerlos. No hay dudas de que era un desastre con el dinero. No terminó en la miseria, terminó con un patrimonio modesto. No fue rico pero hasta en el testamento tuvo que explicar que no malgastó la fortuna de su mujer a pesar de que todo indica lo contrario.






    © Proporcionado por THX Medios S.A. “Para Rivadavia sus negocios estaban por encima de la Patria y de la soberanía”



    -¿
    Rivadavia inventó la deuda externa?
    -Sí. De Rivadavia el dato más negativo que se le conoce es que inaugura la deuda externa en el país y declara el primer default en la Argentina. Yo eso se lo justifico desde el punto de vista económico, porque me parece que esas decisiones estuvieron por encima de él. Tampoco lo podemos cargar a Rivadavia con eso. Pero sí encontré cosas que me llamaron la atención, como que él tenía muchos negociados con la banca inglesa.


    -¿Pensaba en la Patria o en su bolsillo?

    -Hay un episodio que te muestra cómo para Rivadavia sus negocios estaban por encima de la Patria y de la soberanía, que es lo que más le cuestiono. Por ejemplo, él le había vendido a uno de los ingleses la explotación de una mina de La Rioja. Cuando van a esa provincia los ingleses se encuentran con un gran caudillo, Facundo Quiroga, que les dice que ese papel que les firmó Rivadavia no tiene nada que ver: "Es mía y la estoy explotando yo". En ese momento el país estaba en guerra con Brasil. Rivadavia tuvo que decidir entre continuar la guerra con Brasil, que ya Argentina la venía ganando pero no tenía un mango para seguirla, o declararle la guerra a Quiroga, que lo había dejado mal parado con los ingleses. Eligió negociar mal con Brasil. Y terminamos firmando un documento que no era conveniente para Argentina.


    -¿
    Era bueno para los negocios?
    -Rivadavia tenía una visión de negocios pero no era bueno realizándolos. Encontrás que eran más los negocios que perdía o fracasaban que los que realmente le iban bien.






    © Proporcionado por THX Medios S.A. “A Bartolomé Mitre le costaba conseguir préstamos. Ni la misma gente de la redacción del diario La Nación le prestaba plata porque no la devolvía… ¡era olvidadizo!”



    -¿Por qué Mitre tenía dificultades para obtener préstamos?-Esa es una parte ya en el final de su vida y de su carrera. Ni la misma gente de la redacción del diario La Nación le prestaba plata porque no la devolvía. Los mismos empleados decían "ahí viene Bartolomé Mitre" cuando sabían que les iba a pedir… Era poca plata, como si fueran hoy 50 o 100 pesos, pero sistemáticamente nunca te la devolvía.


    -¿Por qué no la devolvía?

    -Porque era olvidadizo…. ¡Vaya uno a saber! Pero nadie le prestaba a Bartolomé Mitre porque no devolvía nada. Se olvidaba y no le ibas a decir "me devolvés los 50 0 100 pesos".


    -¿
    Qué tienen todos ellos en común?
    -Encontrás que todos invertían más o menos en lo mismo porque no existían las posibilidades que hay hoy. La inversión número uno de todos sin duda era la tierra: medías tu patrimonio en cantidad de tierras. Pero la verdad es que eran muy básicos a la hora de invertir o de administrar su dinero. Lo único que encontré que, mal o bien, hay una vinculación entre su poder y cómo crecieron en su patrimonio. En algunos es lo que me dolió y molestó, pero en otros, en comparación, no fue tanto. Salvo San Martín, Belgrano o Nicolás Avellaneda, en el resto encontrás simpre una vinculación en cómo crecieron patrimonialmente.


    -¿Qué podes decir de San Martín?

    -Lo acusan de robarse tesoros nacionales cuando estuvo en Perú. Tambien tenia una gran atracción por el juego, lo cual lo llevo a perder todo su dinero.


    -¿Cuál fue el prócer más hábil en el manejo del dinero?

    Urquiza fue uno de los empresarios más aventajados de su tiempo, siempre atento a todos los avances tecnológicos y nuevas oportunidades de negocios. A lo largo de su vida fue comerciante, terrateniente, banquero, hasta empresario del transporte, incluidos ferrocarriles y barcos. Fue un emprendedor todo terreno.





    _______________________________________

    Fuente:

    Lo que nunca te contaron de cómo nuestros próceres manejaron su dinero

  9. #309
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Hola a todos.
    Les pedimos disculpas por no publicar durante estos días. Estamos todos muy ocupados, y no ha habido quien ponga al día la página :/
    De hecho, se nos han pasado dos fechas; una de las cuales, aunque con atraso, la abordaremos hoy



    El día 10 de Agosto de 1813 era definitivo el fin del sitio en que los revolucionarios habían puesto a la ciudad de San Bartolomé de Chillán, en la que se encontraba el Ejército Real.

    Al mando de las tropas realistas estaba el Coronel Juan Francisco Sánchez, valeroso oficial de origen gallego que lució una enorme lealtad en todas sus acciones durante esta triste guerra civil, llenando de lustre las armas del Rey frente a un ejército revolucionario y fratricida.

    Una de las descripciones más acertadas de este coronel la hace precisamente el general Mitre, al decir "Sin instrucción ni verdadero genio militar, tenía la devoción de su causa, poseía cualidades de mando con buen golpe de vista, y, sobre todo, una tenacidad a toda prueba. Sin desmayar un sólo instante, aumentó sus fuerzas, levantó trincheras y reductos inexpugnables y auxiliado por la población que pertenecía en masa a la causa del Rey, puso la plaza en buen estado de defensa, con la ayuda de los frailes de propaganda fide que tenían allí su convento, que era una verdadera ciudadela bien abastecida. Hechos estos preparativos, esperó confiadamente el ataque, tomando, mientras tanto, la ofensiva como se ha visto."

    Además de Sánchez, descollaron con ocasión de este sitio don Luis Urrejola -de origen vasco-chileno-, don Matías de la Fuente -de origen peruano-, don Clemente Lantaño comandante de las milicias de Chillán y los guerrilleros realistas Elorriaga y Olate.

    Como anota don Fernando Campos Harriet en su libro "Los Defensores del Rey": "Los chilenos de ascendencia vasca tuvieron en Chillán buena parte de la defensa del Rey"

    La tarea de defender Chillán no era fácil, y hubiese sido imposible sin la ayuda de la población, que era eminentemente realista.

    Los revolucionarios habían tomado Concepción en donde se habían apoderado de algunos pertrechos del Ejéricto Real. Con esta maniobra, los realistas quedaban arrinconados en la ciudad de Chillán. Además, venían más tropas revolucionarias desde Talca, de modo que tenían rodeada la ciudad. Con estas ventajas, Carrera, líder de los insurrectos, le puso sitio el 8 de Julio de 1813.

    Uno de los colaboradores del Ejército Real, ahora arrinconado en la ciudad de San Bartolomé, fue el "General Invierno de 1813".

    La defensa de la ciudad fue dura, pero decidida; de ahí que un autor postrevolucionario la llamara la "siempre goda Chillán".

    Cuando en Julio de 1813 los revolucionarios decidieron atacar la, "la población en masa, armada de palos y de machetes, acudió a la defensa y los asaltantes fueron rechazados, dejando en el campo muertos y heridos (...) el nervio del ejército patriota quedó lesionado"

    Las deserciones en el bando revolucionario comenzaron a aumentar; Ana María Contador, en su libro "Los Pincheira" señala el porqué: el grueso del ejército "patriota" estaba conformado por personas pobres que eran engañadas con promesas de alimentos gratuitos para concurrir a establecimientos en dónde los capturaban y obligaban, bajo pena de muerte, a unirse al ejército insurrecto; otras eran salteadores a los que se les prometía el despojo de los bienes de los realistas, y que no tardaban en desertar para continuar sus prácticas delictuales; otros, tal vez los más convencidos, recibían sueldos de hambre con el que a duras penas podían sobrevivir.

    La lluvia, el viento, el frío, el hambre y la decidida defensa de los realistas pronto mermaron todo el ánimo de los revolucionarios; y el 7 de Agosto, José Miguel Carrera dió orden a su ejército de abandonar el sitio y retirarse. Al principio, los realistas los persiguieron, pero viendo bien pronto la terrible condición en que se hallaban los insurgentes, los dejaron partir, aunque hostigados en todo momento por los guerrilleros realistas Urrejola, Elorriaga, Lantaño y Olate.

    Con esta acción el ejército Real pudo recuperar gran parte del territorio que Carrera le había arrebatado en los meses anteriores.
    Lamentablemente, del coronel Juan Francisco Sánchez, no hemos encontrado aún ninguna imagen; sino, tengan por seguro que él sería, junto con don Santiago Liniers, el personaje de este mes .


    A ver si en los próximos días publicamos algo sobre la reconquista de Buenos Aires; acontecimiento trascendental que también aconteció en Agosto, más precisamente, un 12 de Agosto de 1806.

    Saludos a todos.





    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/partidoreal...64694666971482

  10. #310
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    ¿Qué pasó en Chiloé en septiembre de 1810?





    Dando una respuesta simple, lo más sencillo sería decir que en septiembre de 1810 en Chiloé no pasó nada. Sí, nada. Aquí, donde la mayoría de la población era nacida en estas islas, aquellas jornadas de septiembre se sucedieron tal como las anteriores, sin alterarse en lo absoluto la calma. Es más, incluso cuando pasaron los meses y en las provincias centralinas comenzó a reconocerse la importancia del hecho realizado en Santiago, en Chiloé seguía sin pasar nada. Y es que como bien dice Ximena Urbina en texto recientemente publicado en Lima respecto a las independencias, “a nadie en Chile se le ocurrió invitar a participar en el nuevo gobierno de 1810 ni a los sucesivos, al país que estaba más allá de Concepción”. Acá las lógicas eran otras.

    Aun cuando es difícil tener acceso a fuentes que directamente nos hablen de las repercusiones o impresiones de los chilotes respecto a esa primera Junta de Gobierno en Santiago, sí podemos reconocer parte de la reacción en la forma de actuar de la administración con posterioridad y que arrastró al resto de la población, asi como en las actitudes y resoluciones de sus gobernantes.

    Por ejemplo, el gobernador de Chiloé de ese entonces, Antonio Álvarez y Jiménez, de los escasos peninsulares en el archipiélago y que llevaba más de 20 años en América pues también había sido intendente de Arequipa, no tomó otra decisión que confirmar el juramento con el que asumió, es decir: ser fiel a los intereses de la voluntad Real. En 1811 mandó a celebrar en “todos los partidos de la Provincia” el “feliz acierto del congreso de las Cortes Generales del Reyno” de Cádiz y en 1812 organizó una expedición militar a la ciudad de Osorno, influenciada por los movimientos independentistas, con el fin de “someterla a la debida subordinación de V. Majestad”, haciendo lo propio con Valdivia para poner “a ambas a disposición del Exmo. Sr. virrey del Perú”.

    Su sucesor, el cubano Ignacio Justis continuó la reacción en defensa del sistema monárquico y apoyó participativamente a quienes defendieron esa causa en Chile. Ambos siguieron el propósito del virrey Fernando de Abascal, quien más tarde dispuso que el militar andaluz, Antonio Pareja, se dirigiese a la provincia de Chiloé y que allí preparara tropas para combatir contra “los bárbaros” de Chile.

    Rodolfo Urbina sostuvo que los chilotes “se consideraron los más fieles vasallos de las Indias y en verdad lo eran, hasta el punto que estando ya privados de encomiendas, marcharon en 1813 contra el reino de Chile en las campañas de la independencia llamando ‘Juntas perversas’ las formadas para romper el lazo político con la monarquía ”

    En Chiloé, con la llegada de Pareja en enero de 1813, “el nombre del rey se hizo sentir por todo el ámbito del archipiélago, y la palabra chileno fue sinónimo de insurgente”. Durante dos meses se organizó un ejército para partir a Valdivia y luego a Concepción, siendo estos milicianos, chilotes y valdivianos, verdaderos protagonistas de la contrarrevolución en Chile. Contrarrevolución que hizo estallar la guerra de independencia, una disputa más dentro de la América española. Por su parte Europa y particularmente los territorios monárquicos hispánicos peninsulares enfrentaron la dureza de las guerras napoleónicas y la ocupación francesa, haciendo pensar a elites americanas que finalmente Napoleón Bonaparte sería el nuevo emperador y rey de España y por consiguiente de América.

    Luego de un año y medio de intensas batallas por el control de la Capitanía General de Chile, el 1 y 2 de octubre de 1814 se produjo la batalla final de lo que la historiografía chilena ha llamado “Patria Vieja”. En la villa de Rancagua los ejércitos de los “patriotas” liderados por O`Higgins, se enfrentaron a los “realistas” cuyo grueso de tropa eran chilotes, valdivianos y penquistas. Para los patriotas este fue un “desastre”. Para los realistas, los chilotes, una “victoria”.Lo sucedido en septiembre de 1810, fue solamente la reunión del cabildo de Santiago, es decir, la reunión de los principales hombres de la capital que juraron su absoluta fidelidad al rey Fernando VII de Borbón. Hoy conocemos el final de la historia, pero en esos tiempos todo pudo suceder.



    Gonzalo Aravena,
    Alejandro Orellana.

  11. #311
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    MITOS Y MENTIRAS SOBRE SAN MARTÍN

    Los llamados "sanmartinianos católicos" argentinos, muy astutamente, para salvar a San Martín del fuego, dan una visión sesgada y parcializada sobre la vida del "prócer". Aprovechan algunos documentos, mientras ignoran otros; toman algunas cartas, y otras las desechan. Hay que alejar al "Libertador" de todo vínculo con los liberales, con los masones, con los ingl...eses. De eso se trata: buscan tomar únicamente "el lado católico" del personaje, soslayando todo lo demás. Y a cualquiera que busque denunciar la otra parte de la vida de San Martín, lo difaman afirmando que "repite el mito liberal" o “que es un españolista”. De esta manera, dirán que San Martín era anti-inglés porque "le donó su sable a Rosas por haber luchado contra el invasor anglosajón", pero no dirán que durante toda su campaña militar don José recibió ayuda de los ingleses, tanto naval, como económica y militar, y que su flota del Pacífico estaba compuesta prácticamente en su totalidad por oficiales británicos y norteamericanos; dirán que era anti-masón porque "se peleó con los masones Alvear y Rivadavia", pero nunca te hablarán de sus amigos masones, como Lord McDuff, el V Conde de Fife, alto masón escocés amigo de la familia real británica e interesado en la secesión de los Reinos de Indias, quien le brindó facilidades para salir de Cádiz hacia Londres (y en 1824 lo recibió en su burgo de Banff para nombrarlo ciudadano honorífico), o sus sospechosos vínculos con masones belgas como el liberal Van Halen durante la independencia de este país en 1830; dirán que era anti-liberal porque apoyó a Rosas que era conservador, pero nunca hablarán de su biblioteca repleta de autores liberales como Rousseau, Voltaire, Paine, etc., ni de las frases pro liberales que lo delatan, como "Los liberales del mundo son hermanos en todas partes" (al virrey La Serna), o "con la Revolución de Riego España finalmente conoció el siglo de las luces" (hacia 1820), o de cómo reivindicó a la figura del gran liberal que fue Robespierre; dirán que era tradicionalista católico, porque "el código del Ejército de los Andes castigaba severamente los insultos contra los curas", porque "en la Constitución de Perú solo los católicos podían tener cargos" y porque "le otorgó su bastón de mando a la Virgen en Mendoza", pero no hablarán de cómo expulsó a cuanto obispo se opusiera a sus designios, como el pobre Las Heras en Perú, ni de los cargos que otorgó a prominentes anglosajones y herejes, como Miller o Paroissien, o de sus cartas a Tomás Guido cargadas de anti-clericalismo y de críticas al Papado; dirán que era hispanista, porque "en Punchauca quiso pactar con La Serna para traer un infante español a reinar en Perú y sellar una alianza con España", pero no dirán que (como refirieron algunos testigos de la época) muy probablemente se trató de una artimaña para ganar tiempo y, en todo caso, jamás de los jamases hablarán de su misión diplomática enviada desde Perú a cargo del anglo-franco-hugonote Paroissien para firmar acuerdos comerciales con Gran Bretaña, solicitar un empréstito al capitalista inglés Thomas Kinder y traer a este lado del Atlántico príncipes de la familia real británica para reinar en Sudamérica (el duque de Sussex o el de Sajonia-Coburgo, alemán este último, pero naturalizado inglés y casado con una princesa británica); dirán asimismo (no todos, pero lo he escuchado más de una vez) que San Martín era enemigo de Bolívar (necesitan desvincularlo a como dé lugar del irrefutablemente ultra-anglófilo venezolano), pero omitirán que, durante su estadía en Londres en 1824, San Martín proyectó una nueva campaña a Sudamérica en socorro del otro "Libertador" cuando se enteró de la caída de Lima en manos realistas y de las dificultades que este atravesaba en el virreinato (todo financiado con el empréstito inglés de un millón doscientas mil libras esterlinas, por supuesto); y, por último, y como cereza del postre, como coronando una gloriosa e intachable actuación, dirán que "quiso unir a Hispanoamérica en contra de los intereses ingleses y liberales". ¿En serio les parece que San Martín quiso unir lo que, en realidad, ya estaba unido? Como dijera Sejean, apoyó la independencia de Chile, siendo que el gobierno de Buenos Aires le había dado órdenes de enviar un diputado al congreso del Río de la Plata para proyectar una unidad. Más bien, los "Libertadores" fueron los que provocaron la división y balcanización del continente unificado por Cortés y Pizarro. No logro entender cómo afirman que combatió los intereses ingleses cuando al pedir su ayuda naval no hizo más que propiciar el dominio británico del Pacífico, abriéndole los puertos de Chile y Perú al libre comercio, e incluso permitiendo el saqueo de las riquezas virreinales, como cuando Cochrane se apropió del tesoro de Lima resguardado en su flota. ¡Cuántas mentiras profieren los "sanmartinianos católicos", y luego se atreven a llamarnos a nosotros mentirosos, o a decir que repetimos "el mito liberal"! ¿En serio alguien cree que lo expuesto líneas más arriba es un "mito liberal", cuando se trata de hechos contrastados y perfectamente documentados? Nadie en su sano juicio y pleno uso de sus facultades mentales podrá responder con un "sí" a este interrogante.

    Autor: Nicolás Duré (profesor de Historia argentino).




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/77125717629...type=3&theater
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  12. #312
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Bolívar: el criollo «libertador» símbolo de las independencias latinoamericanas

    El militar y político caraqueño ha pasado a convertirse en uno de los personajes más venerados por los gobiernos populistas

    RODRIGO ALONSO
    Madrid24/07/2017 15:52h

    Actualizado:29/08/2017 09:30h

    El político y militar criollo Simón Bolívar ha pasado a la Historia de América Latina como uno de los príncipales iconos de la emancipación colonial que tuvo lugar a principios del siglo XIX. De este modo, ocupa un puesto privilegiado en los altares de la independencia junto a otros militares «libertadores» como San Martín.

    Bolívar nació el 24 de julio de 1783 en el seno de una familia criolla acomodada de ascendencia española; la cual estaba afincada en la ciudad de Caracas.

    Desde muy joven se sintió atraído por el mundo militar; probablemente debido a la influencia de su padre: El coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte.

    En el 1797 ingresó en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, donde su padre ejercía sus funciones de oficial. El joven Simón mostró desde el principio grandes dotes para la vida militar. Fue así como logró ascender en el escalafón vertiginosamente.

    Corría el año 1799 cuando realizó un viaje a España con el objetivo de profundizar en sus estudios. Desde la Península partió a conocer otros territorios europeos, como París y Roma. Este periplo podría haber tenido como resultado el que Bolívar comenzase a creer en la «liberación» de Latinoamérica del control de la metrópoli española.

    Fue a razón del conflicto surgido a raíz de la ocupación de la Península Ibérica por Napoleón (1808-1814), que los independentistas criollos (entre los que se encontraba Bolívar) obtuvieron la oportunidad que estaban esperando para comenzar a romper definitivamente los lazos con la «Madre Patria».

    Bolívar tomó la decisión de unirse a la rebelión independentista venezolana encabezada por Francisco de Miranda. Dicho movimiento acabó fracasando y obligó al «libertador» a escapar para así poder continuar luchando. Sin embargo, el general caraqueño acabó logrando la victoria revolucionaria en la batalla de Carabobo (1821), la cual supuso la liberación de Caracas.

    El deseo de Bolívar era conformar con los distintos espacios sudamericanos una confederación de estados a la imagen de Estados Unidos. Fue debido a esto que se decidió a luchar contra la corona en otros escenarios. En 1819, tras la batalla de Boyacá, logró la independencia de Nueva Granada y el nacimiento de la «Gran Colombia», de la cual se convirtió en dirigente.

    La rebelión encabezada por Riego en Cabezas de San Juan (1 de enero de 1820) contra el absolutismo de Fernando VII supuso que las tropas que estaban destinadas a recuperar el control en ultramar nunca llegaran a su destino dificultando la recuperación de los territorios perdidos.

    Para arrebatarle Perú a España trató de forjar una alianza con el también «libertador» San Martín. Sin embargo la fuerte personalidad de ambos chocó, dando al traste con los posibles beneficios de la mutua colaboración.
    Con la victoria del general Sucre en la batalla de Ayacucho (1824) terminó la resistencia realista en Perú a excepción de algunos focos dispersos.

    En los años posteriores el «libertador» Bolívar estuvo lejos de ser bien visto por todos. Tenía tendencia a acaparar el poder y a ejercerlo de una forma dictatorial a la par que despótica.





    Nicolás Maduro durante una conferencia de prensa



    Símbolo de la «Revolución Bolivariana»

    La imagen del «libertador» ha sido empleada por gran cantidad de presidentes latinoamericanos para reforzar su poder personal, así como para legitimizarse como sus dignos sucesores.

    Este es el caso de presidentes como Hugo Chávez o Nicolás Maduro. Quienes en muchas de sus intervenciones públicas han aparecido acompañados por un retrato del general criollo.




    _______________________________________

    Fuente:

    Bolívar: el criollo «libertador» símbolo de las independencias latinoamericanas

  13. #313
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Imperio de la Colombeia

    Colombeia era un proyecto monárquico concebido por Francisco de Miranda, este nuevo Estado se extendería desde el río Misisipi hasta el cabo de Hornos, teniendo como capital a Panamá.

    Francisco de Miranda tomaba aspectos importantes de la Constitución Monárquica francesa de 1791 (por ejemplo, establecía un requisito de propiedad mínima para ejercer los derechos políticos), aunque incluía otros del sistema estadounidense (como el juicio por jurados).

    Este Imperio, organizado de manera federal, estaría regido por varios Incas, con sus poderes limitados por una legislatura bicameral. Los miembros del poder ejecutivo tendrán el título de Incas. En el nuevo Estado solo serían ciudadanos los nacidos en el país, hijos de padres y madres libres, y los extranjeros que, establecidos y casados en el país, prestaran juramento de fidelidad al nuevo gobierno, o que siendo solteros prestaran servicio en tres campañas de la independencia americana.

    En caso de una crisis o guerra uno de los Incas adoptaría el título de Dictador Provisional y asumiría todos los poderes políticos y militares del Imperio.







    https://www.facebook.com/18705357365...409359/?type=3

  14. #314
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?


  15. #315
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    El clero rebelde en la Independencia Hispanoamericana

    24 June 2013 | Ciencias Sociales,Historia | Tags: Clero, Criollos, Independencia, Teorias





    Betty Rodríguez Quevedo*


    Resumen: Es bien conocido que en las luchas independentistas que tuvieron lugar entre 1808 y 1826 en América Latina, los criollos fueron los principales actores. Por otro lado, ha sido investigado el papel que jugó la Iglesia, como uno de los enemigos fundamentales de la emancipación. Sin embargo, a principios del siglo XIX, el clero en Hispanoamérica estaba nutrido de elementos de la élite criolla que encontró en la Iglesia una vía de ascenso y realización social, lo cual explica que como parte de la sociedad criolla haya jugado también un papel relevante en la independencia de América Latina, como agente de movilización nacional. En el presente ensayo se demuestra la incidencia de los sacerdotes rebeldes en los movimientos independentistas quienes lucharon no sólo con la palabra, sino también con el fusil. Además, se exponen algunas de sus ideas, y los orígenes de ese pensamiento radical, que bebió tanto de la Ilustración francesa como de las teorías tomístico-suarecianas sobre la Soberanía Popular.



    Abstract: It is very well known that the creoles (natives) were the main performers of the struggles for the independence that took place in Latin America between 1808 and 1826. In addition, the role played by the Church as a fundamental enemy of the emancipation has been researched. However, at the beginning of the XIX century the Spanish–American clergy was full of the creole elite’s elements who found in the Church a way of ascent and social realization what explains, as a part of that society, it had also played an outstanding role for the independence of Latin America as a national mobilization agent. In this essay it is demonstrated the incidence of the rebellious priests who fought not only with the word but with the weapons, in the movements for the independence. Besides, some of their ideas and the origins of that radical thought which took a lot from the French Illustration as well as the theoriestomístico-suarecianas about the Popular Sovereignty are shown too.

    Key words: independence, Creole(native), clergy, theories



    El proceso independentista que comenzó en 1790 con la Revolución de Haití y prosiguió en el resto del continente Hispanoamericano a partir de 1808, tuvo entre sus causas factores de tipo político-económicos como la decadencia de la Monarquía española –catalizada por la expansión napoleónica- y el descontento de las colonias debido a los cada vez mayores gravámenes comerciales. Hubo también factores de orden ideológico que se explicaron a partir de la llegada de las ideas filosóficas de la Ilustración, así como por los ejemplos de la Revolución Francesa y la Norteamericana. A esto se le adicionó la consolidación social de un sector criollo muy vinculado al incremento de la producción agropecuaria, que ya reclamaba para sí derechos políticos, al crearse una conciencia nacional muy influenciada además por las ideas enciclopedistas. Fue precisamente este sector el que llevó adelante el movimiento emancipador, donde se destacó incluso un ala radical, proveniente parte de ella de la intelectualidad.

    Mas no se puede olvidar que la llegada de los conquistadores a América Latina a finales del siglo XV, vino acompañada de la religión católica y por tanto de la institución de la Iglesia como mecanismo de control político e ideológico, que fue expandiendo su poder a lo largo de más de tres siglos de colonialismo. En todo este período la Iglesia Católica y el Estado Español en América actuaron con una dependencia mutua, justificada en el Patronato Real. Por tal motivo, uno de los mayores enemigos del movimiento independentista en América Latina fue la Iglesia, que volcó casi todas sus energías para escamotear la Revolución, al excomulgar a muchos de sus líderes y emitir pastorales contra ellos y el movimiento revolucionario. Empero, no se puede decir que todo el clero estuvo contra la emancipación. Es necesario destacar que muchos de los clérigos eran criollos, y algunos eran afines a las ideas enciclopedistas y escolásticas, por lo cual formaron parte también del grupo revolucionario.




    Izquierda: Félix Varela. Cuba



    Sin lugar a dudas los dos más importantes sacerdotes rebeldes que encabezaron un movimiento revolucionario fueron Hidalgo y Morelos, pero no fueron los únicos, aunque cualquiera que se guíe por la historiografía apologética de grandes figuras sí lo pensaría. En Cuba por ejemplo se destacó en este período el padre Félix Varela, quien estudió también las ideas de la Ilustración. Los otros curas que participaron en los movimientos emancipadores -rebeldes porque desobedecieron tanto a la Iglesia como a la Metrópoli-, lo hicieron no sólo desde su condición de intelectuales convencidos del despotismo colonial, sino desde una ideología criolla donde se reconocía la diferencia.

    Sobre la problemática de la independencia hispanoamericana se han hecho disímiles trabajos, y sobre todo debido a la importancia del tema como legitimación de la memoria histórica, donde se reafirma el carácter soberano de las repúblicas latinoamericanas. La historiografía latinoamericana ha aportado incluso importantes estudios sobre la Iglesia en el continente, como los del autor Enrique Dussel y su Historia de la Iglesia en América Latina, que resulta de gran importancia para un mayor dominio del tema, al mostrar el comportamiento de la religión a lo largo de sus tres siglos de dominación colonial. Sobre este particular también se encuentra La Iglesia en América y la dominación española, de Lucas Ayarragaray, así como La Iglesia frente a la emancipación americana, de Miguel Luis Amunátegui y Diego Barros Arana; La Iglesia y su doctrina en la independencia de América, de Guillermo Figuera y La Iglesia Católica y el movimiento de liberación nacional en América Latina, de José Grigulévich, por solo mencionar algunos títulos. Se puede contar incluso con estudios sobre países específicos que abordan sus relaciones con la institución eclesiástica desde la colonia y durante el período revolucionario, como La Revolución de Mayo y la Iglesia, de Rómulo D. Carbia e Historia eclesiástica de Chile, de Carlos Silva Cotapos.

    Ahora bien, la mayoría de estas monografías se han concentrado en la acción de la Iglesia como institución durante este período, y por lo tanto ha quedado vacante un estudio de la Independencia desde la influencia de los sacerdotes rebeldes en dicho proceso. Huelga decir que sí han habido disímiles estudios sobre Hidalgo y Morelos, y otros autores se han preocupado por rescatar figuras eclesiásticas del período revolucionario como Nicolás Perazzo con Josef Cortes Madariaga, Jorge Eduardo Arellano con El padre indio Tomás Ruiz. Prócer de Centroamérica, José Salvador Guanique con Presbítero y doctor José Matías Delgado y Eduardo de Salterain y Herrera con Monterroso. Iniciador de la patria y secretario de Artigas. Mas el presente ensayo busca destacar la participación de aquellos y otros curas que formaron parte también del elemento criollo que desde la intelectualidad supo llevar las pasadas ideas escolásticas sobre el origen contractual del poder y las de la ilustración francesa en aquellos momentos vigentes, a su ideal de república independiente.

    El tema de la actitud del clero frente a la independencia ha dado lugar a las más disímiles opiniones –aunque la que predomina es su reacción contra la revolución-, sobre todo cuando se trata de defender desde una posición tan involucrada en el tema como lo está la historiografía hecha por religiosos. Por ese motivo, el criterio eclesiástico más generalizado ha sido ver que el clero católico fue, durante el movimiento de liberación, su fuerza motriz, y que la Santa Sede mantuvo en este período una neutralidad benévola para los patriotas. Incluso hay quienes han llegado a afirmar que la Iglesia fue “generosa hasta la heroicidad”[1] por las irrecuperables pérdidas que tuvo.

    Por su lado, existen otros historiadores que sostienen que los jerarcas de la Iglesia se mantuvieron fieles a España -aún cuando el poder lo detentaban los revolucionarios-, porque a ella los unían vínculos de consanguinidad. Además, éstos pertenecían a familias de la alta sociedad que debían a la Corona el mantenimiento de su status. Muchos justifican las posiciones asumidas por factores económicos –que no dejan de ser causantes- y en el caso de los patriotas arguyen la deserción de las filas sacerdotales. También asumen que el clero ordinario se subordinaba a la fuerza militar y política –ya sean de realistas o revolucionarios- que tomara el control de sus parroquias u obispados.

    Aunque muchos de estos argumentos son válidos, ninguno es absoluto ni prevalece por encima del otro. Primero porque no se puede hablar de un clero en general, pues se dividía en jerarquías y nacionalidades, además de estar influenciado por las ideas de la Ilustración o las teorías suarecianas, o por coyunturas determinadas. Lo que sí se puede asegurar es que la gran mayoría estuvo contra la independencia, y es que no se puede olvidar el engranado control estatal que constituyó el Patronato Real -instrumento palpable que legitimaba el poder español en medio de la efervescencia revolucionaria. La mayoría del cuerpo eclesiástico debía su razón de ser en la Colonia a la Corona, y sobre todo la alta jerarquía.

    La primera gran diferencia se hizo sentir desde temprano entre el episcopado y el presbiterado. El primero, constituido por obispos y arzobispos, tenía una ventajosa situación económica en cada colonia. Su membrecía llegaba a obtener enormes rentas anuales y por esto hacían incluso la función de bancos, con lo cual sus intereses aumentaban con el tiempo. El segundo estaba integrado por presbíteros y sacerdotes que tenían en su gran mayoría una situación desventajosa, pues sus rentas no llegaban a veces ni a un tercio del ingreso de los obispados. La desigual distribución de esos capitales, era causa de odios entre ese alto y bajo clero, lo cual explica en parte su posición frente a la revolución.

    La actitud de unos y otros estuvo también mediada por el tipo de relaciones mantenidas con España. De esta manera puede advertirse que los obispos, al haber sido nombrados por el sistema de Patronato, y por ende tener obligaciones con el Rey como Patrono, además de ser responsables del cumplimiento de las órdenes del Papa, [2] se mostraron más reacios al movimiento independentista. Éstos eran conscientes de la amenaza que suponían la independencia y el liberalismo para el statu quo logrado en la Colonia. Al ser la mayoría españoles, negaban la posibilidad de la formación de una Iglesia americana, que los despojase de sus cargos bien remunerados.

    En cambio el bajo clero era más libre para seguir sus propias inclinaciones, al no tener tan graves responsabilidades ni contacto directo con el monarca español y menos con el Papa. Además, sus miembros conocían de cerca al pueblo, pues trabajaban con ellos en las parroquias e incluso tenían contacto con la aristocracia en el confesionario. También habían tratado directamente con los indios –sobre todo el clero regular-,[3] y por esto conocían su padecimiento. Mas esto no quiere decir que todos apoyaron la independencia, siquiera la mayoría. Antes hubo una segunda división que esclareció la posición de unos y otros, y la constituyó el elemento criollo del sacerdocio. Éste fue el bloque que en su gran mayoría contribuyó al desarrollo de la emancipación. Mas, ¿cómo llegaron ellos a ocupar un espacio en la sociedad?

    En la segunda mitad del siglo XVIII tuvo lugar el Despotismo Ilustrado, donde las monarquías absolutas incluyeron en sus gobiernos algunas ideas filosóficas de la Ilustración que traían algunos cambios –supuestamente para el beneficio del pueblo-, pero sin renunciar a ninguno de sus derechos. Uno de sus representantes fue Carlos III de España, quien gobernó hasta 1788. En su reinado promovió algunas reformas, incluso en el tema de la religión, donde guiado por consejeros –el conde de Campomanes, el conde de Floridablanca y Manuel Rodó- promovió un definido programa de reforma eclesiástica. [4] Bajo esta línea se acordó, en 1776, nombrar a criollos para el desempeño de cargos eclesiásticos y judiciales en España, previéndose además que en las colonias se les ofreciera a los criollos un tercio de todos los cargos eclesiásticos. A partir de entonces es que se les dio acceso a la Iglesia, aunque principalmente para el ejercicio de funciones secundarias.

    El elemento criollo ocasionó nuevas escisiones en el clero, pues éste no tuvo jamás una aceptación desprejuiciada por los gobernantes de la colonia, ni siquiera por sus obispos. Las dignidades eclesiásticas sólo estaban reservadas para los peninsulares, pues la Iglesia americana era ante todo española, “organizada sobre el modelo español, dirigida por españoles, en la que los fieles indígenas hacían un poco la figura de cristianos de segundo orden”. [5] Los criollos fueron destinados en su mayoría a cumplir como párrocos rurales y curas doctrineros. La hendidura entre estos clérigos y los peninsulares se abrió cada vez más, en cuanto las desigualdades se ahondaron. Los eclesiásticos españoles eran realistas, y aunque hubo sacerdotes criollos partidarios del Rey, una parte importante fue defensora de la independencia.

    El clero fue además el sector que con mejor derecho pudo alcanzar la categoría de intelectual. Era un derecho noble que, aunque fuera un hijo de cada familia acaudalada, se iniciara en el sacerdocio. Las universidades de México, Lima, Santiago, Charcas y Córdoba, formaban especialmente a teólogos y casuistas. Muchos jóvenes criollos prefirieron el sacerdocio que encomendarse a las labores del comercio, además de que el mayorazgo también los obligaba. A su vez, era la vía más expedita para alcanzar los conocimientos necesarios y que le valiera de un rango en la sociedad. Fue así que con el tiempo se formó una clerecía patriota, empapada de ideas que le sirvieron de fundamento para contribuir a la emancipación.

    El sentimiento cada vez más nacionalista encontró honda raíz en ese clero que pedía igualdad, una vez unido a las voces de libertad. Esto evidenciaba un sentido cada vez más desarrollado de la identidad, un descubrimiento del sentimiento americano por encima del español, que algunos sacerdotes manifestaron. Fue así que José María Morelos declaró en una oportunidad que: “a excepción de los europeos, todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos”. Además, encontraron el patriotismo criollo muy marcado por la religión, razón por la cual el propio Morelos destacó que: “somos más religiosos que los europeos”, y que aquella era “nuestra santa revolución”. [6]

    Mas ¿cuáles fueron las doctrinas que manejaron aquellos sacerdotes de la independencia? Como es sabido, las ideas de la Ilustración no solamente socavaron el orden en la Vieja Europa, sino que hicieron entrada triunfal en la apaciguada vida colonial. Entre sus más fervientes lectores estuvo el clero, que en una parte importante constituía a su vez la intelectualidad criolla. Estas ideas libertadoras del siglo XVIII entraron en la colonia bajo la influencia de una literatura subversiva extranjera, adalides de la guerra de independencia de las colonias inglesas en América del Norte y de la Revolución Francesa de 1789.

    Para ese año –después de un largo período de reposo durante el reinado de Carlos III- la Inquisición vedó la entrada de estos libros y el Tribunal del Santo Oficio castigó a sus lectores. En las actas se dejaron constancia de los juzgamientos a Juan Pastor Morales, profesor del seminario conciliar, por haber aprobado la ejecución de Luis XVI e incitar a lo mismo para con el monarca español. También se condenó al sacerdote Anastasio Pérez de Alamillo, juez eclesiástico, que expresó sus dudas sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe. Otro caso ocurrió en 1797 cuando esa institución encarceló al fraile franciscano Juan Ramírez Orellano, quien calificó de tiranos a los reyes en general, incluso a los de España por su agresiva política colonial. Además había dicho que los franceses –aludiendo a los enciclopedistas- lo despertaron de un sueño, que eran los salvadores del género humano y que Voltaire era el Papa del siglo.

    Ahora bien, ¿cómo se explica que los sacerdotes bebieran de estas ideas que desplegaban una recia ofensiva filosófica contra la Iglesia? Y es que aquellos pensamientos vinieron a completar la tesis escolástica de la Soberanía Popular. Ambos guardaban conceptos muy parecidos sobre el contrato social, sólo que uno desde la propia Iglesia y el otro fuera de ella pero con el lenguaje renovado del siglo XVIII. Esto quiere decir que en el movimiento emancipador convergieron dos ideologías: la de la Ilustración europea -sobre todo con Rousseau- acerca del origen contractual del poder político; y la de la tradición tomístico-suareciana [7] sobre el consenso explícito o implícito del pueblo al designar o aceptar al regente del poder y a sus sucesores.




    Jean Jacques Rousseau.


    Sin embargo tuvo una antigua y mayor receptividad entre los religiosos la doctrina escolástica de la soberanía popular, fundada en los apotegmas aquinianos y comentada por los grandes pensadores del siglo de oro español como Francisco Suárez, y que era enseñada en las Universidades y Colegios Mayores de Indias por dominicos y jesuitas. Los escritos del jesuita Suárez contenían la afirmación más clara del origen popular y de la naturaleza contractual de la soberanía. Este pensador argumentaba que el poder lo concedía Dios con consentimiento del pueblo a través del contrato social. Y que una vez transferida esa autoridad al gobernante, no podía recuperarse sin una razón suficiente como la ausencia del legislador o su incapacidad para atender el bien común. La doctrina aquiniana expuesta por el maestro tenía cinco condiciones para justificar la autoridad civil, donde la última permitía la resistencia pasiva e incluso la activa, si se llegaba al tiranicidio.

    Este pensamiento se evidenció en muchas de las pastorales y alocuciones emitidas por sacerdotes que defendían la soberanía popular, como el rioplatense fray Pantaleón García cuando en 1814 expresó:

    Es necesario tranquilizar la piedad alucinada. La autoridad emana de los pueblos sostenida por la Providencia, que deja nuestras acciones a la voluntad libre. La omnipotencia no toma interés en que el gobierno sea monárquico, autocrático o democrático; que la religión ni sus ministros pueden condenar los esfuerzos que hace una nación para ser independiente en el orden político, dependiendo de Dios y sus vicarios en el orden religioso.

    Demos más luz a la razón. La fidelidad no es un derecho abstracto que obliga materialmente en todo evento: es la obligación de cumplir el contrato social que liga las partes con el todo. Su obligación es recíproca: tan deber es la cabeza ser fiel a sus colonias como de estas a ella. Debemos guardar respeto, obediencia al rey y a la metrópoli, pero éstos deben guardarnos nuestros derechos, promover nuestra felicidad.[8]

    Cierto es que en las dos últimas centurias coloniales primaron las cátedras de Filosofía, Teología y Derecho en las Universidades a las que asistió la juventud criolla. De hecho, casi todos los sacerdotes que apoyaron la independencia, se formaron en colegios jesuitas, por lo cual entre sus ideas estaba presente la reversión de los derechos de soberanía al pueblo, tesis basada en los escolásticos españoles. Empero, esto no quiere decir que “no era Juan Jacobo Rousseau, sino Francisco Suárez, el mentor que los inspiraba” y que “no era el ¨contrato social¨ rousseauniano sino el ¨pacto social¨ suareciano lo que alegaban”[9] -como dice el historiador Guillermo Figuera-, porque las ideas de la Ilustración vinieron a complementar lo que de actualidad carecía el escolasticismo.

    Para ejemplificar esto se pueden tomar los hechos ocurridos en Nueva Granada, cuando los patriotas de 1810, con el propósito de justificar la guerra contra España, citaban a Santo Tomás de Aquino en apoyo de la soberanía popular. Pero cuando los acontecimientos se precipitaron y tuvieron que redactar la Carta Constitucional de Cundinamarca el 3 de mayo de 1811, hablaron de los derechos inalienables del hombre y del ciudadano, con lo cual utilizaban el lenguaje del siglo XVIII. Por su parte José María Morelos en México aseguraba que la soberanía residía esencialmente en el pueblo y que, debido a las circunstancias del momento, éste había recuperado su usurpada soberanía, por lo cual quedaba disuelta para siempre la dependencia al trono español. Aunque este sacerdote rebelde cita las ideas de Suárez, su actuación posterior evidenció un nacionalismo criollo azuzado por las recientes ideas de la Ilustración.

    Como éste hubo muchos otros sacerdotes que se sumaron al movimiento independentista hispanoamericano, ya sea por medio de la palabra o por el fusil. Señala el padre Cuevas que solamente en México llegaron a 6000 sobre un total de 8000,[10] los curas que en el período de 1810 a 1821, participaron en la lucha. En este mismo territorio, pero en la provincia de San Luis Potosí, ocurrió también un levantamiento -opacado por el de Dolores- donde participaron más de cincuenta clérigos dirigidos por el fraile Juan Villerías y el lego Luis Herrera.

    Valientes como éstos en las batallas hubo otros como Mariano Matamoros, José Antonio Torres, José Guadalupe Salto, entre muchos que a pesar de sus hábitos fueron ejemplo desde el caballo de guerra. Mas algunos de letra franca y atrevida aseguraron también grandes hombres a la revolución. Desde la palabra sacerdotes como José María Coss y Servando Teresa de Mier desafiaron a la autoridad y cuestionaron el poder español. Así lo demostró el primero cuando en un discurso a raíz de la instalación en 1814 de Fernando VII en el trono, expresó:

    Si las Cortes de Cádiz y todo el gobierno fueron nulos, y sus ministros delincuentes, como asegura Fernando VII, los americanos, lejos de ser herejes y rebeldes, por no haberlos querido reconocer, se han portado fieles a la Religión y a la Patria y son, por tanto, dignos de los mayores premios; como por el contrario Venegas, Cruz y toda la infernal caterva de seductores son, en este caso, los verdaderos traidores. Pero si el gobierno de las Cortes es legítimo, Fernando VII, que decreta despóticamente su exterminio, no debe ser reconocido como rey.[11]




    Dean Gregorio Funes. Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina)



    Otro gran territorio, cuna de destacados clérigos proindependentistas, lo constituyó el río de la Plata. Solamente en las Actas Capitulares desde el 21 al 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, aparecen las firmas y opiniones de 26 sacerdotes[12] que pedían se le quitara el poder de mandato al virrey y se dejara en manos del cabildo. Aquí los curas rebeldes se destacaron sobre todo como líderes políticos, pues formaron parte importante en los gobiernos como el ilustre Gregorio Funes, quien evitó la contrarrevolución de Liniers y ofreció importantes consejos para las decisiones en la nueva nación. También como un gran asesor fungió fray Benito Monterroso, quien se dedicó entre otras labores a “explanar razones convincentes, teñirlas de sentimiento en caso preciso y vestir el instinto con prendas de inteligencia”,[13] cuando a Artigas le faltaba la mesura ante la exaltación rebelde de su carácter.

    En el Perú y Chile hubo otros tantos líderes políticos como el sacerdote Francisco Javier Luna Pizarro quien fue presidente del Primer Congreso Constituyente en 1822 una vez que San Martín dejó el poder y logró, junto a otros delegados del Congreso, imponer una plataforma liberal dejando a un lado a los representantes aristocráticos. En la patria de O´Higgins se destacó Camilo Henríquez, unido a la fracción carrerista [14] , miembro del Congreso y activo periodista editor del primer periódico La Aurora de Chile. Otro partidario de Carrera y ferviente orador, adepto a verdaderas transformaciones sociales fue el franciscano Antonio Orihuela, quien en 1812 expresó en una proclama: Con vosotros hablo, infelices, los que formáis el bajo pueblo. ¡Atended!Mientras vosotros sudáis en vuestros talleres, mientras gastáis vuestro sudor y fuerzas sobre el arado; mientras veláis con el fusil al hombro, al agua, al sol y a todas las inclemencias del tiempo, esos señores condes, marqueses y cruzados duermen entre limpias sábanas y en mullidos colchones que les proporciona vuestro trabajo […]; y no tienen otros cuidados que solicitar con el fruto vuestros sudores, mayores empleos y rentas más pingues, que han de salir de vuestras miserables existencias, sin volveros siquiera el menor agradecimiento, antes si desprecio, ultrajes, derechos usurpados […]. Borrad si es posible, del número de los vivientes a esos seres malvados que se oponen a vuestra dicha, y levantad sobre sus ruinas, un monumento eterno a la igualdad.[15]

    En pos de esta misma igualdad se manifestaron voces como la del Obispo José Cuero y Caicedo, de Nueva Granada y la del chileno –defensor de la independencia en Venezuela- José Cortés Madariaga. Sobre el primero dijo el historiador español Mariano Torrente, que fue uno de los enemigos más terribles que tuvieron los que defendían la causa del rey, pues desde su posición podía manejar con facilidad los ánimos e incidir directamente en la determinación -favorable a la emancipación- de una parte del clero. Sus pastorales y predicaciones revolucionarias fueron en Quito, una de las mejores armas de aquella etapa revolucionaria.

    De espíritu ardoroso fue también Madariaga, quien se ganó incluso la antipatía de la oligarquía mantuana, al proponer medidas determinantemente radicales como la igualdad del hombre sin distinción de clases, el abandono de la esclavitud y la repartición de algunas tierras, entre otras. Aunque tuvo una segunda etapa en su vida caracterizada por los errores en su proceder, pues fiel al modo de hacer de Miranda no comprendió que los tiempos de la primera República habían fracasado y que Simón Bolívar se convertía en el líder indiscutible de la revolución venezolana, aquel sacerdote nunca dejó de ser un amigo de la independencia y la libertad americana.

    Ahora bien, a pesar de que en todos los territorios se sumaron clérigos a las luchas independentistas, en no todas las colonias el sacerdocio se entregó en iguales proporciones. Esto estuvo determinado por los sectores y grupos sociales que se unieron a la revolución y a la sujeción que pudieron mantener los realistas en cada territorio. Si se contaba con que la Iglesia como estamento poderoso económico y político, si se unía a una de las revoluciones iba a ser a la que estuviera representada por las más altas clases de la colonia, la realidad fue más allá de todo pronóstico. En primer lugar porque los sacerdotes actuaron como individuos conscientes de su nuevo tipo social y no como aquella institución que era española y no americana. Además, porque donde los movimientos fueron de base más popular, ellos encontraron el verdadero cambio; pues las revoluciones que en un principio se mostraban oligárquicas y defensoras del trono español, al no cambiar el statu quo, tampoco transformarían la condición de desventaja del clero criollo con respecto al español. Tanto fue así, que a medida en que los movimientos se fueron radicalizando, mayor cantidad de sacerdotes se unieron a la voz de independencia.

    Criollismo exacerbado diríase fue uno de los motivos espirituales más connotado de aquellos curas rebeldes, quienes en busca de justicia fueron capaces de desobedecer a sus obispos, reyes y a la propia Curia Romana. La vida eclesiástica les había provisto de una mejor educación intelectual y un buen escaño en la sociedad, pero eran ante todo hijos naturales de Ultramar. Exponentes en sus discursos y pastorales de un sentir americano, fueron a su vez responsables de sumar al pueblo religioso al movimiento emancipador, que revestía no sólo el objetivo de una añorada independencia sino el de la formación de una nueva nación. NOTAS * Betty Rodríguez Quevedo es Licenciada en Historia, del Instituto Superior de Diseño(ISDi). Cuba. ** Ensayo elaborado a partir de la Tesis de Diploma Contrahistorias de la Iglesia: Los sacerdotes rebeldes de la Independencia. (nota de autora).



    [1] Enrique Dussel: Historia de la iglesia en América Latina. Mundo Negro-Esquila Misional, Madrid, 1983, p. 149.


    [2] El Pontificado se guió en un principio por las ideas vigentes que consideraban básica la alianza del Trono y el Altar, por lo cual hacía declaraciones contra la emancipación, entendiendo el movimiento americano como rebelión.


    [3] Este es el clero de las ordenes misionales, como los jesuitas, franciscanos, dominicos, etcétera, quienes mostraban gran lealtad al Papa. También ha sido denominado como clero religioso.


    [4] Los partidarios del Despotismo Ilustrado, encontraron como una de las causantes principales de la decadencia de España, a la Iglesia católica con su influencia sobre la vida espiritual y su acumulación de riquezas materiales, por lo cual sus reformas incluyeron la desamortización de sus bienes, la secularización de la enseñanza, la reducción del número de clérigos y frailes, la abolición de la Inquisición, la disolución de la Compañía de Jesús, entre otras.


    [5] Guillermo Figuera: La Iglesia y su doctrina en la independencia de América. Ediciones Guadamarra, S.L., Madrid, 1960, p.382.


    [6] Citado en: Pedro Borges: Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1992, p. 822.


    [7] Esta denominación alude al pensamiento del filósofo y teólogo español Francisco Suárez nacido en Granada. Es considerado el filósofo escolástico de mayor relevancia del siglo XVI. De orientación básicamente tomista, sus obras y su enseñanza intentaron renovar la filosofía escolástica, en la época de la Contrarreforma en España.


    [8] Citado en: Rómulo D Carbia: La revolución de mayo y la iglesia. Editorial Huarpes S.A., Buenos Aires, 1945, p. 24-25.


    [9] Guillermo Figuera: Op.cit., p. 429.


    [10] Ver sobre estas cifras en: Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina: Historia General de la Iglesia en América Latina, t.V. México. Ediciones Paulinas, S.A., México, D.F., 1984, p.184.


    [11] Citado en: Leandro Tormo y Pilar Gonzalbo: Historia de la Iglesia en América III. La Iglesia en la crisis de la independencia. FERES-Friburgo OCSHA-Madrid, Madrid, 1963, p. 57.


    [12] los 26 firmantes fueron: Don Juan Nepomuceno de Sola, fray Ignacio Grela, fray Pedro Santibáñez, fray Pedro Cortinas, fray José Vicente de San Nicolás, Dr. Julián Segundo Agüero, Dr. Nicolás Calvo, Dr. Domingo Belgrano, Dr. Melchor Fernández, Dr. Antonio Sáenz, fray Manuel Torres, fray Juan Manuel Aparicio, Dr. Luis José Chorroarín, fray Ramón Álvarez, Dr. Pascual Silva Braga, fray Manuel Alvariño, Dr. Domingo Viola, Dr. Bernardo de la Colina, Dr. Dámaso Fonseca, Dr. Pantaleón Rivarola, Dr. Manuel Alberti, Dr. José León Planchón, Dr. Juan León Ferragut, Dr. Vicente Montes Carballo, Dr. Ramón Vieytes.


    [13] Eduardo de Salterain y Herrera: Monterroso. Iniciador de la patria y secretario de Artigas. Impresora L.I.G.U., Montevideo, 1948, p.111.


    [14] En Chile los revolucionarios se dividieron en dos poderosos partidos: los que seguían a Carrera y los que apoyaban al cura Joaquín Echeverría Larraín y parentela. Los primeros eran más radicales y se mostraban más firmes contra los españoles, mientras los segundos eran timoratos en sus acciones, por lo muy unidos que se encontraban a la nobleza. Larraín había sido electo diputado por Santiago para el Primer Congreso Nacional de 1811, y en ese mismo año ocupó el cargo de Presidente de la Cámara de Diputados, el cual ejerció hasta que Miguel Carrera disolvió el congreso.


    [15] Citado por: Hernán Ramírez Necochea, en la Introducción: Amunátegui, Miguel Luis y Diego Barros Arana. La iglesia frente a la emancipación americana. Empresa Editora Austral LTDA, Santiago-Chile, 1960, p.14.


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    Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 8. Marzo 2013 – Febrero 2014. Volumen I.

    Publicado por ©Ariadna Tucma

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    Ariadna Tucma » Blog Archive » El clero rebelde en la Independencia Hispanoamericana
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    Manuel Caballero // Bolívar único

    A garrotazo limpio, el chavismo quiere reescribir la historia de la Independencia

    DIARIO

    domingo 28 de mayo de 2006 12:00 AM


    Lo que voy a relatar lo haré con la mayor prudencia posible, por las razones que expondré al final. Por varios conductos me ha llegado una información que no es anónima, porque está avalada no sólo por el profesor víctima de los sucesos, sino por la solidaridad manifestada por sus colegas. En el Colegio Universitario ¿Francisco de Miranda? un grupo de estudiantes protestó a un profesor y pidió su expulsión de la cátedra o del colegio. La junta directiva decidió abrirle al profesor un expediente de investigación.

    Hasta aquí, nada anormal, nada que merezca llegar a las páginas de los diarios, mucho menos a las de opinión. Pero el problema comienza cuando se informa qué cosa reprochan los estudiantes a su profesor. En verdad, no son tres opiniones, sino tres informaciones fácilmente verificables por cualquiera que abra un manual de historia de Venezuela (salvo, por supuesto, si fue redactado por la misma mano que elaboró el calendario escolar 2005-2006).

    Jamas negados.- Allí podrá conocer la verdad de los asuntos que, los dos primeros, dicho sea de paso, jamás han sido objeto de controversia entre historiadores. Pero esas afirmaciones tan banales han sonado sacrílegas a los ojos de algunos jóvenes inquisidores de boina roja, boca sucia, lustradas botas y tacones chocantes.


    Las sacrílegas afirmaciones del herético profesor son las siguientes:

    1) Que el proyecto de una Latinoamérica unida, incluyendo el nombre de Colombia no es original de Simón Bolívar sino de Francisco de Miranda (cosa, por lo demás, que debería ser sabida y resabida en un instituto que lleva su nombre).

    2) Que el título de ¿Libertador¿ le fue dado a Bolívar en 1813, mucho antes de Carabobo y de Bomboná, Pichincha y Ayacucho. O sea, que no fue premio a esas victorias sino previo a ellas.

    3) Que por lo menos hasta la restauración de Fernando VII en el trono español y la expedición de Morillo, la de independencia fue una guerra civil: venezolanos contra venezolanos.

    ¡Desde 1911!.- Como se ha dicho antes, las dos primeras informaciones nunca han sido cuestionadas: y en cuanto a la tercera, esa idea, hoy aceptada por todos los historiadores serios en este país, fue expresada y probada por Laureano Vallenilla Lanz nada menos que en 1911. De modo que nuestros curiosos eruditos boinacolorá tienen un siglo de atraso.



    Esta información tiene al menos dos elementos gravísimos. Lo primero es que un grupo de estudiantes de toda evidencia ignaros, pretendan imponer a la cátedra sus disparates porque ellos coinciden con la adoración del Dios único de la historia oficial: la espada de Bolívar, ella solita, realizó la independencia, creó la Gran Colombia, el Ejército Nacional, la Aviación y la bomba atómica. En segundo lugar, que la dirección del instituto, en lugar de rechazar semejantes burradas, someta a investigación al profesor acusado por la banda chavecista.

    No doy como palabra de Evangelio las informaciones que me han llegado, y por eso he planteado a la Academia Nacional de la Historia llevar a cabo la correspondiente investigación. Hay dos razones para esta actitud mía.

    Quisiera equivocarme.- La primera es que soy historiador, y por lo tanto consciente de que la mera afirmación no es prueba. La segunda razón es que pocas veces en mi vida he deseado tanto equivocarme, y que la información que estoy recibiendo ahora sea errada o falsa. Porque no quiero creer que el ejemplo forajido del locatario de Miraflores haya llegado a envenenar de tal manera cerebros juveniles al punto de querer imponer sus disparates a garrotazo, si no a tiro limpio.


    PD: El Primer Locutor de Sabaneta hace dos anuncios pronto desmentidos por los interesados: que la Universidad de Oxford le iba a otorgar un doctorado honoris causa; y esa misma universidad (horroris causa!) lo desmiente. Dice que Oliver Stone va a hacer una película sobre el 11 abril como un Román Chalbaud cualquiera aunque pagado en dólares, y Stone mismo lo desmiente. Hay un refrán que su abuela Rosa Inés nunca se tomó el trabajo de enseñarle: ¿El que de ajeno se viste, en la calle lo desvisten?


    PPDD: Los chavistas de Carrizales, derrotados, piden conteo manual. Ni ellos confían en las manipulaciones del siquiatra Sigmund Fraude, como lo llamaron en Perú cuando fue a servir de asesor y terminó como guardaespaldas de Ollanta Hu(go)mala.




    _______________________________________

    Fuente:

    Manuel Caballero // Bolívar único - Opinión - EL UNIVERSAL

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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    martes, junio 29, 2010

    Historiador venezolano Manuel Caballero nos habla sobre su nuevo libro: "Historia de los venezolanos en el siglo XX"







    COMENTARIO BLOGUERIL:

    En torno a las ideas de política y democracia que usa Caballero, me atrevo a criticarlo. Quizás este atrevimiento con mi maestro responda a desconocimiento, pero creo que hay que decir que la política no puede reducirse al diálogo, al reconocimiento del otro en la esfera pública. Sería maravilloso que fuera así, pero no podemos negar que todo lo relativo al poder es política. ¿Será que los caudillos no hacían política, y Bolívar tampoco?. Otra cosa es la forma dominante de la política del siglo XX, esa forma es la del diálogo. En relación a la democracia la define como "un estado de conciencia: conciencia del pueblo de su propia fuerza." Me gusta esta idea de ser una "conciencia", porque siempre he pensado que es una forma de vida. Pero, como aclara luego, democracia también son otras cosas como libertades, derechos humanos, elecciones, partidos políticos, etc. De seguir a Caballero hoy en día no tenemos democracia porque las mayorías están adormecidas, sin conciencia de su poder; ¿o será que son masoquistas?. Para Caballero esto no es así, aunque al final señala que lo novedoso del chavismo es que "Por primera vez en Venezuela, las tendencias autoritarias, que siempre han existido, llegaron por un cierto tiempo a ser mayoritarias. Por otra parte, es la primera vez que en el país un gobierno autoritario emplea exitosamente los mecanismos de la democracia para conquistar y mantenerse en el poder."
    El subrayado es nuestro.


    EL NACIONAL - Lunes 28 de Junio de 2010 Cultura/4 El foro del lunes MANUEL CABALLERO


    El académico destaca, por sobre la democracia, la política «Aquí ha habido una resistencia permanente, abierta, corajuda»

    Historia de los venezolanos en el siglo XX es el título del volumen 16 de la biblioteca que el sello Alfa edita con el nombre del historiador y profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela

    DIEGO ARROYO GIL


    A quien inventó el café con leche deberían darle el Premio Nobel, sobre todo al que inventó el café con leche de la mañana". Así comienza esta entrevista con Manuel Caballero, que está sentado en un sofá de su estudio y se dispone a conversar sobre su más reciente libro: Historia de los venezolanos en el siglo XX, volumen 16 de la biblioteca que mantiene, con su nombre, Editorial Alfa. Son 400 páginas escritas con el pulso de quien, antes que académico, fue periodista, o a quien el periodismo le dio la mirada para cazar la liebre en los hechos, vividos o conocidos por testimonios y lecturas, y que echa mano de las herramientas del análisis histórico para profundizar en eso que observa medular.



    --Usted le dijo a Simón Alberto Consalvi, para una entrevista que fue publicada en Siete Días , que fue en el siglo XX cuando los venezolanos comenzaron a llamarse venezolanos. Si es así, ¿qué éramos entre 1810 y 1908?

    --Yo hablo de percepciones y de la idea que los venezolanos tenían de sí mismos entonces. Me baso, entre otras cosas, en una investigación que hizo un grupo de investigadores de Maracaibo, dirigido por Germán Cardozo Galué.

    Revisando la lista de los que solicitaban pasaporte, les llamó la atención que los únicos que, cuando se les preguntaba la nacionalidad, decían ser venezolanos, eran los de la Provincia de Caracas. Todos los demás decían ser maracuchos, cumaneses, etcétera. Es decir, que no había todavía esa conciencia nacional. De hecho, el Estado-nación venezolano todavía no se había formado. Cuando uno revisa la historia del siglo XIX, observa la dominación coriana, la aragüeña, la llanera, la andina. Al final del gobierno de Falcón, la gente salió gritando a la calle: "¡Mueran los cabezones, mueran los corianos!".

    En un informe que le pasa el jefe de la Policía de Caracas al general Gómez sobre unos manifestantes en 1930, le decía que había gente gritando: "¡Mueran los táchiras cabezas chatas!". Yo dificulto que hoy a un venezolano le pregunten "tú qué eres" y, primero que todo, diga "yo soy coriano". Eso no pasa ni siquiera en una ciudad tan importante y que está por encima de todas como Barquisimeto, que es de donde yo soy (risas).


    --Entonces esa conciencia nacional se concretó en el siglo XX.

    --Sí. Ya en la década de los años veinte Vallenilla Lanz decía que se podía hablar de una nación con todas sus características. Eso fue acompañado por la formación de una conciencia. En 1958, a raíz de las elecciones, hubo una mancheta de El Nacional que fue muy clara en ese sentido. Decía: "Betancourt perdió en Guatire, Larrazábal en Carúpano y Caldera en Yaracuy". Es decir, que en cierto modo las fidelidades regionales habían sido borradas, si no habían desaparecido. Por otra parte, en el siglo XX ya es posible reconocer a un venezolano fuera de Venezuela sin necesidad de que presente el pasaporte. Hay una idiosincrasia nacional.


    --Usted acaba de hablar de Gómez, y verdad es que suele decirse que Venezuela entró realmente en el siglo XX en 1936...

    --Esa es una frase de Picón Salas *se adelanta Caballero*.

    Si hemos de creer a alguien que estaba presente cuando se dijo, se aplicó en primer lugar a España, con motivo de la guerra. Se dijo que España había entrado en el siglo XX en 1936, y Picón agregó que Venezuela también. Entonces pegó esa frase, que es muy cierta. Hay siempre la tendencia a pensar que la historia comienza con uno. Por ejemplo, después del 18 de octubre, había en el aire la sensación de que la historia, pero sobre todo el siglo XX, comenzaba con nosotros. Y eso también era cierto. La sociedad de masas, eso tan característico de nuestro siglo pasado, aparece en 1945, no necesariamente como consecuencia del 18 de octubre, pero por lo menos coincidencialmente.


    --¿Y qué tan cierto es que el país no ha salido del siglo XX?

    --Ah, bueno, eso no se puede saber todavía. Apenas han transcurrido 10 años del siglo XXI, ¿y cuáles son las características del siglo XXI? Eso se podrá decir después.


    --Todo aquel que se considera demócrata, quizá por descuido, emplea como palabras sinónimas "democracia" y "política". Pero en el libro usted insiste en que son distintas. ¿Cuál es la diferencia?

    --La diferencia que existe entre el continente y el contenido. El continente es la política, que tiene las siguientes características: primero, el abandono de las soluciones de fuerza; segundo, el reconocimiento de la existencia del adversario. ¡Reconocimiento! *enfatiza el historiador*. En Venezuela se comienza a reconocer la existencia del adversario después de la muerte de Gómez. Sin embargo, para mí, empieza a formar parte de la actitud política del venezolano con el estatuto electoral de 1946, que establece la representación proporcional de las minorías. Ese es el meollo de lo que es la política.


    --¿Y qué hay de la democracia?

    --La democracia es, fundamentalmente, un estado de conciencia: conciencia del pueblo de su propia fuerza. La democracia aparece cuando un pueblo toma conciencia de que su sola presencia, como ocurrió el 14 de febrero de 1936, puede doblar el rumbo de la política de un país y torcerle la mano al Gobierno.

    Para mí la democracia no es la sucesión de gobiernos democráticos, la libertad de prensa, de culto, etcétera, ¡aunque también!, sino que lo fundamental, lo básico, es la toma de conciencia popular. Ahora, eso no es necesariamente positivo. La democracia puede ser, si no se reconoce la existencia del adversario, la dictadura de la mayoría. Aquí hemos visto esa prueba. De modo que, por encima de la democracia, está la política.


    --¿Podría decirse, entonces, que Chávez ha acabado con la política pero no con la democracia, o sea, que ha ido atrofiando las formas políticas que hacen posible la vida democrática?

    --Sí, Chávez ha intentado acabar, basado en la democracia, con la política. Chávez llegó al poder por elecciones, durante mucho tiempo ha sido una presencia mayoritaria y continúa teniendo una indudable fuerza. Pero aquí ha habido una resistencia permanente, abierta, corajuda.

    Durante todos estos años yo me he opuesto a la posibilidad de un golpe militar. Nadie puede dudar de que yo detesto a Chávez, pero uno no sale de una pesadilla cambiando un monstruo por otro. La única manera de acabar con una pesadilla es despertarse.


    --Usted asegura que en la figura de Chávez han reencarnado viejos complejos venezolanos. Pero, ¿no siente que hay algo inédito en la crisis actual? En el siglo XX ningún proyecto político había logrado convencer a tanta gente de que, antes que fracasar, hay que matar o morir.

    --¿Y eso es verdad? Habría que verlo y hasta ahora no se ha presentado. Germán Carrera Damas dijo una vez algo que en su momento yo tomé como una boutade, pero que luego reflexionando he tomado más en cuenta. Dijo que ha habido un solo gobierno por el que el pueblo venezolano ha derramado sangre a raudales, un solo gobierno, nunca ningún otro: el gobierno de Fernando VII. Así que no hagamos tanto caso a las fanfarronerías de Chávez.


    --¿Pero entonces no hay nada nuevo en esto?

    --Sí, es cierto que hay algo.

    Por primera vez en Venezuela, las tendencias autoritarias, que siempre han existido, llegaron por un cierto tiempo a ser mayoritarias. Por otra parte, es la primera vez que en el país un gobierno autoritario emplea exitosamente los mecanismos de la democracia para conquistar y mantenerse en el poder.



    Fotografía: Manuel Sardá (El Nacional, Caracas, 28/06/10)


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    Fuente:

    Venezuela y su historia: Historiador venezolano Manuel Caballero nos habla sobre su nuevo libro: "Historia de los venezolanos en el siglo XX"

  18. #318
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    “Simón Bolívar era un megalómano”: las provocadoras tesis del hispanista Enrique Serrano que desmonta la Leyenda negra



    El filósofo y ensayista Enrique Serrano sabe que nada a contracorriente. Pero no parece importarle.

    Su libro “¿Por qué fracasa Colombia?” estudia las raíces históricas de la nación colombiana y está lleno de polémicas ideas sobre la colonización española y las independencias. Para él, Bolívar “era un extranjero megalómano” y los reyes de España “buenos” con sus súbditos. Son solo algunas de las ideas de su obra. BBC Mundo lo entrevistó en el marco del Hay Festival Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana, para intentar comprenderlas.

    ENTREVISTA

    ¿Por qué le parece que la colombiana es la historia de un fracaso?

    Tendría que matizar. Fue el editor, a quien yo quiero mucho, quien cambió el título. Se iba a llamar “La nación negada” o “La nación soslayada”, pero no le pareció suficientemente comercial. Y parece que tenía razón, porque el libro tuvo un gran éxito con este título. En realidad, podríamos traducirlo por “por qué podría fracasar Colombia”, qué opciones se derivan de desconocer su historia, su pasado, por negarse como nación.¿Se niega Colombia como nación?Sí, esa es mi tesis. No solo en el sentido filosófico de la modernidad de estado-nación, sino de grupo humano que comparte cierto pasado, características, lengua, religión, etc. Comparada con otras naciones norteamericanas, se encuentra en una especie de adolescencia. Sus intelectuales y académicos tienen todavía una idea muy precaria de ella. Algunos ni siquiera se han preguntado por el problema de su naturaleza y lo resuelven todo con los lugares comunes que se derivan de la tradición regional.



    Colombia sigue teniendo una gran parte de su territorio sin poblar.

    En primera instancia, es un error craso confundir lo bogotano con lo colombiano, en virtud de la fuerte regionalización que durante siglos ha aislado a los diversos componentes de la nación. Solo en los últimos 70 u 80 años se han dado las condiciones para la formación de una nación única, con la aparición de los medios de comunicación, la migración generalizada hacia las grandes ciudades, etc.

    Pero ni siquiera entonces Colombia ha sido una nación uniforme como lo ha sido Argentina, por ejemplo, conformada alrededor de Buenos Aires, sino que mantiene todavía una personalidad regional muy viva. Ese tipo de problemas no han sido tratados suficientemente por la historiografía ni la sociología colombianas.

    O sea que usted cree que Colombia es una nación adolescente.

    Sí. Lo es en el sentido de que el adolescente no sabe exactamente quién es, ni para qué sirve o a qué está destinado. No se evalúa de un modo sobrio, tranquilo. En el caso de Colombia se debe fundamentalmente a una historia regional de aislamiento y al poblamiento tan irregular que ha tenido. Esto la diferencia de otros países de América que alcanzaron su vocación gracias a que tenían un destino en el imperio español, como Perú o México, o a naciones que construyeron su carácter nacional en el siglo XIX gracias a la emigración, como Argentina, Uruguay o Chile.

    Colombia, en cambio, se quedó encerrada hasta bien entrado el siglo XX. En medio de sus luchas y contradicciones, la urbanización repentina y desordenada, sumada a los factores de conflicto de un campo abandonado, explican la Colombia de hoy, muy distinta de la Colombia aldeana que existió hasta hace relativamente poco.

    Usted asegura que “lo único que sobrevive es una hispanidad colombianizada“. ¿Son los males de Colombia el legado de los españoles?

    No, de ninguna manera. Al contrario. Esta hispanidad mal asimilada se deriva de un problema de origen: los inconscientes fundadores de esta nación fueron individuos que huían del pasado religioso de los siglos XV, XVI y XVII, tan problemático en España. Eran los cristianos nuevos, que se hicieron indianos. No solo Colombia, sino muchos otros países de América se conformaron con esos inmigrantes forzados que ya no podían volver a España. Esa hispanidad negada es un problema de España, de la historia española, que América heredó.

    Sorprende su tesis, porque muchos en América Latina culpan a la conquista española de los problemas que arrastra la región.

    Mi reflexión empezó en 1992, cuando se celebraron los 500 años del descubrimiento de América, que empezaron a teñirse de una reivindicación ideológica muy violenta. Aquello reproducía los patrones de la leyenda negra británica o francesa sobre España, que los propios españoles se creyeron, especialmente durante el Franquismo. Esa circunstancia tan dolorosa y tan dramática hizo que cualquier cosa relacionada con la hispanidad fuera objeto de equívocos y malentendidos sin término que todavía continúan. Hay una versión argentina, mexicana, guatemalteca…

    Todo el mundo tiene una y en Colombia también, aunque sin mucha convicción, se ha ido haciendo una versión antiespañola. Pero ¿cómo se puede ser hispánico y a la vez antiespañol? Es una paradoja que manejan todos los pueblos a su manera, incluido el colombiano. Ese es el marco que ha supuesto renegar estúpidamente de la hispanidad.



    Enrique Serrano detecta la herencia de los moriscos y judíos expulsados de España en muchas de las comunidades rurales de la actual Colombia.

    En su libro describe que el hecho de que los moriscos y los judíos expulsados de España acabaran en Colombia tuvo un gran impacto en la conformación del actual carácter colombiano. ¿De verdad fue tan determinante?

    No fue el único lugar de América donde se afincaron cristianos nuevos. Como estudiaron hispanistas franceses como Joseph Perez, los cristianos nuevos eran casi la mitad de la población española.

    Cuando se celebraron los 500 años se dijeron cantidad de tonterías, exageraciones e imprecisiones aquí. Mi intención es explicar a esa media España que emigró y se reprodujo silenciosa y discretamente en América la España de los indianos.

    Afirma en su libro que “no hay una aspiración más secreta, más inveterada y no declarada, pero de todas maneras postulable para toda la hispanidad, que la de vivir sin trabajar”. ¿No es esto un prejuicio un tanto racista?

    ¿Racista, dice usted? Puede ser. En todo caso, si nos ponemos en el lugar neutro de la corrección política que hoy rige, queda claro que esa aspiración a la molicie está muy bien documentada, especialmente en la España del sur. Está un poco en toda la humanidad, pero más acentuada en algunos pueblos que en otros. Eso es lo que en rigor me lleva a hacer esta afirmación, salvadas las distancias de la corrección política que el presente exige.

    A veces eso de la corrección política es muy aburrido. Si lo ha escrito será porque lo cree, ¿no?

    Sí, lo creo. Partamos de ahí. Las FARC son individuos iletrados que han sabido jugar a las marrullas con el gobierno de Santos.

    Describe al colombiano como alguien apocado, casi miedoso, y lo explica por la obsesión de esos judíos y moriscos expatriados por evitar problemas y conflictos con las autoridades. ¿No sería más sano que los colombianos tuvieran otra actitud ante la vida?

    Claro que sí. Sería más sana una forma de vida menos insignificante. Hay un patrón interesante en el caso colombiano, y es que la mayor parte de figuras que han destacado en el campo de la cultura son insignificantes. Se caracterizan por su excesiva labia y sus aspiraciones desmesuradas, pero también por su incapacidad para traducir en acciones sistemáticas esas aspiraciones. En todos los pueblos del mundo hay estos individuos insignificantes. Eso es universal, pero en Colombia esa tendencia a ser poca cosa está automáticamente disculpada. Como todo el mundo lo es, todo el mundo se disculpa porque los demás también son así. Es una cultura de huir de la audacia.

    Evidentemente no existió en individuos como Pablo Escobar. Pero esos son la excepción y no la regla. La regla es la de un individuo más bien gris, sensato y moderado, que se conforma con su pequeña vida gris, en algún sentido casi medieval.

    Amélie Nothomb escribió que la sensatez es el consuelo de los débiles. ¿Cree que esta frase es aplicable a los colombianos?

    Me parece bien esa frase. Yo no estoy inventándome esta vaina esta mañana, sino que tiene 25 años como reflexión sobre el asunto de la colombianidad. En todo caso lo que detesto es esa actitud, muy característica del apocamiento colombiano, del “mejor no digamos nada”, “mejor no nos arriesguemos”, “mejor hagámonos los tontos”. Es lo que pretendo combatir con este libro y otro que estoy escribiendo.

    Al contrario de quienes sitúan la independencia como el momento fundacional, usted asegura que la independencia privó a la Colombia de la unidad que le daba la metrópoli. Entonces ¿la independencia fue contra la nación?

    Sí. En primer lugar, porque vino de fuera, tanto en sus ideas como en sus realizadores. Frente a esta especie de provincia tranquila alejada del rey, la independencia fue la obligación de autorregularse y de entenderse con gente incluso más extraña, los criollos que habitaban un territorio inmenso del que ni siquiera los colombianos mismos sabían dónde empezaba y dónde terminaba. Una de las expresiones fundamentales de esto es que todavía tenemos más de 600.000 kilómetros cuadrados sin poblar. Siempre nos ha sobrado tierra.

    La oferta de América para los colonos fue muy generosa en tierras y ellos estaban conformes con su pequeña montaña, con su aldea; ni siquiera necesitaban los grandes ríos. No tenían aspiraciones descomunales más allá de esa existencia aldeana que practicaron durante siglos. Hay que desmontar la mayor cantidad de mitos que uno pueda y se desmontan poniendo en cuestión algunos sobreentendidos. Ya es hora de revisar algunas de esas cosas.

    Esa sería una labor de los historiadores, pero los historiadores colombianos no la quieren hacer, porque surgieron en una vocación muy positivista, obsesionada por los documentos. Y Colombia es un país pobre en documentos, es un país más oral, donde muchas verdades fueron ignoradas, soslayadas. Individuos como Nariño, que hablaban de los derechos humanos, tenían esclavos.

    Entre esos mitos en los que habría que revisar, usted coloca el de Simón Bolívar, a quien caracteriza como un extranjero que trajo ideas extrañas a esa nación colombiana preexistente de la que habla. Entonces ¿no fue el libertador un héroe?

    Era un extranjero megalómano, con una idea descomunal de hacer una especie de Estados Unidos del sur aprovechando el momento de mayor debilidad de España en 300 años. Y le salió mal. En ese momento, el rey estaba en el exilio y Napoleón había invadido una España que luchaba su propia guerra de independencia mientras nosotros hacíamos nuestras estúpidas independencias.

    Para mí esas cosas han perdido todo valor. Puede que lo tengan como mito fundacional, pero ya es infantilismo. Es de una precariedad muy grande en la explicación histórica para una nación que necesita mucho más que eso. No es que yo no crea que eso fue cierto. Claro que lo fue, pero fue banal. Y esa independencia banal fue muy mal asimilada a lo largo de todo el siglo XIX.

    Pero ¿acaso era más extranjero Bolívar que los moriscos o judíos españoles que se instalaban en Colombia?

    Es que los judíos y los moriscos hacía ya 200 años que habían llegado. Ni siquiera Venezuela la formó Bolívar, la formó José Antonio Páez, un tipo mucho más primitivo y brutal. Bolívar, como Francisco Miranda, estaba especulando con la relación entre Europa y América. Era un liberal en el sentido en el que había que serlo en ese momento, como lo era también Antonio Nariño y otros que hablaban aquí de los derechos humanos.

    Pero esos mismos individuos tenían esclavos y seguían viviendo en el Antiguo Régimen. Sus vidas muestran la contradicción más patente entre sus ideas y sus prácticas. No tenían cosas para grandes sueños. Unos pocos, como Bolívar, encontraron un ambiente favorable en algunos momentos, pero después eso se frustró. Estaba muy claro que estos aldeanos, súbditos del rey de España, no estaban preparados para la independencia.

    Hubo muchas revueltas realistas, incluso la de los comuneros. Eran individuos que tenían fe en el rey y que lo que querían era un mejor gobierno y menos impuestos. Eso es muy distinto a querer la independencia. Muchas de esas cosas no han sido leídas en esa clave por los historiadores ni por otros intelectuales. Me asombra el carácter tan superfluo de muchos de ellos, porque no hay manera de discutir esto con ellos con serenidad.

    Les falta la neutralidad para hacer tabula rasa de esos prejuicios y empezar a discutir la colombianidad de un modo más limpio y sobrio.



    Según Serrano, soberanos como Carlos I de España, en la imagen, ejercieron durante 300 años “la tutela de buenos reyes” sobre la actual Colombia.



    Menciona en uno de sus capítulos “la tutela de buenos reyes”. ¿Le parece que los reyes de España eran buenos con sus súbditos americanos?

    Sí. Aquí eran leídos como buenos. Hay documentos que demuestran que, precisamente por ser tan distantes, tan aparentemente indiferentes, eran leídos como buenos reyes. Los Austrias, sobre todo, eran muy poco intervencionistas, muy poco dados a ese rigor del que los habitantes habían oído hablar o ellos mismos habían sufrido en España.

    En otras palabras, hasta el terrible siglo XV, los reyes eran malos, mientras que los Habsburgo del gran imperio eran buenos porque estaban lejos. Eran buenos reyes porque los dejaban en paz, porque el tribunal de la Inquisición de Cartagena era muy lento y muy débil al perseguirlos, y porque los adelantados y oidores habían entendido que esto no era El dorado, sino una tierra de transición.

    En el presente colombiano destaca, sobre todo, el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero usted, sorprendentemente, asegura que el de la violencia no es un elemento tan importante en la realidad del país.

    Yo no desconozco la existencia de una violencia sistemática que ha afectado sustancialmente a la vida colombiana. Ha ocurrido, sobre todo, en la época de la gran urbanización. Pero no le atribuyo el carácter de centralidad que le dan los colombianistas de hoy, que ha llevado a Rafael Pardo y otros a afirmar que la violencia es absolutamente connatural a la condición colombiana.

    Al contrario, autores como Jaime Jaramillo Uribe hablan de la naturaleza relativamente pasiva y tranquila de la identidad colombiana. Curiosamente, lo que le ha permitido a Colombia ser una nación muy grande y poblada es precisamente que en su vida aldeana y retirada no ha primado la violencia. Esa es mi posición, que habría que matizar con todo el rigor que sea necesario para que no parezca una especie de pacifismo estúpido o un desconocimiento de la violencia.

    Pero incluso hoy, en los acuerdos de paz con las FARC está muy claro que quienes usaban la violencia sistemáticamente, incluyendo paramilitares y guerrilla, no son más de 100.000. Esas 100.000 personas han perturbado el orden de los otros 49.900.000. No ha habido nunca una polarización tan brutal que condujera a una guerra civil como la que han experimentado otras naciones.



    El río Magdalena fue el eje en torno al que se instalaron muchas de las comunidades expulsadas que acabaron forjando la nación colombiana.

    Usted lamenta que Colombia carece del vigor para mantener las apuestas en el tiempo y alcanzar grandes objetivos nacionales. ¿Cuáles serían esos grandes objetivos ahora que parece que la paz ya se ha conseguido?

    El objetivo fundamental sería bajar de las montañas, saliendo de las aldeas y entrando a la dimensión bioceánica que tiene Colombia, poblando las costas y haciendo infraestructura económica cerca del mar. La de lanzarse hacia los mares, aprovechando recursos inveterados como el río Magdalena, al que habría que recuperar.

    Como los ferrocarriles que tuvo en los años 60. Hay que recuperar una serie de cosas que se perdieron por esa mentalidad colombiana de “ahora hagamos esto”, “ahora hagamos aquello”, pero sin vocación de futuro ni una visión a largo plazo propia de un proyecto nacional.

    Usted que es español recordará que en España la Guerra Civil, con su terrible y cruenta herencia, conmovió tanto a la nación en su conjunto que empezó a pensar que tenía que hacer un pacto completamente nuevo de resurgimiento que le permitiera lanzarse a la modernidad, aunque tardíamente, con éxito.

    Eso tan paradójico y problemático en España, lo compartimos nosotros: la idea de no poder ponerse de acuerdo fácilmente, que haya unos individuos considerados sabios que luego caen en desgracia y son reemplazados por otros que dicen que ha de hacerse algo diferente, en definitiva, la imposibilidad de tener un proyecto firme que dure más de 20 ó 30 años.

    Colombia necesita un proyecto de nación de, por lo menos, 50 años. Las circunstancias se lo reclaman y no hay quien se tome en serio eso, ni entre los políticos ni entre los académicos.

    Los académicos son superfluos. Es un gremio al que he pertenecido durante muchos años. En todo caso, esto parece un poco exasperante. Y las FARC son individuos casi iletrados, muy astutos, eso no se lo niego, que han sabido enriquecerse y jugar las marrullas que había que hacer con el gobierno de Santos, que también se caracteriza por esa misma condición. Los reyes de España eran leídos como buenos porque eran poco intervencionistas.

    ¿Por la de iletrado o la de astuto?

    La de astuto y aprovechador de circunstancias. Pretender que las FARC son la gran cosa es una idea torpe. Ya se hizo el acuerdo, que es probablemente irreversible. Las circunstancias problemáticas de su puesta en marcha seguirán durante varios años. No creo que ese sea un asunto para tomarse gravemente en serio, pero mientras tanto se está perdiendo tiempo para la ejecución de ese auténtico propósito nacional. Un país como este debería tenerlo en cuenta si tiene además al lado los espejos fallidos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina… los países que intentaron un modelo desafiante y fracasaron.



    Parte de la sociedad colombiana denuncia la pervivencia de prácticas corruptas en la élite política del país.

    Queda claro que usted tiene una visión muy crítica de su país. Cuesta encontrar algo positivo en su relato. ¿A usted qué le gusta de Colombia? Si es que le gusta algo…

    No creo que Colombia sea una nación fracasada, ni que vaya a fracasar. No va a sumirse en una guerra civil ni en una catástrofe de este tipo. Me impacienta un poco que la nación sea poco crítica consigo misma. Es un pueblo conformista que tradicionalmente se ha arrellanado en esa condición.

    La verdad es que ser colombiano en Colombia es cómodo, fácil. Es mucho más difícil ser de otros países. Decir que Colombia es una catástrofe, como dicen muchos colombianos, o rasgarse las vestiduras por lo corrupto que es, o eso que se la atribuye a veces de una especie de inmoralidad inveterada… todos esos son mitos. Son verdades muy débiles y prejuicios. Pero yo sí espero un comienzo de una nación más serena para revisarse a sí misma.

    Bueno, pero no me ha contestado a la pregunta. ¿Qué le gusta a usted de Colombia?

    (Balbucea brevemente) La verdad yo soy un colombiano que quiere mucho a su país. Me gusta la gente, el ambiente, la vida propia de esta nación a pesar de sus muchas contradicciones. Pero el pueblo colombiano es poco dado a la reflexión. Me he puesto en la tarea del polemista, de suscitar la reflexión, especialmente entre la gente joven.

    El colombiano es muy malo para compararse con otros pueblos. Sabe muy poco de los demás, es muy etnocéntrico, muy autocomplaciente y muy exagerado, tanto en lo bueno como en lo malo. Todos los productos culturales colombianos son excesivos y cuando uno los examina se da cuenta de que la cosa no es tan buena ni tan mala como la habían pintado.

    En realidad, tenemos un buen país, vivimos razonablemente bien. En los últimos 20 años ha crecido de un modo descomunal la clase media, lo que plantea muchos problemas, pero al mismo tiempo es un avance. El objetivo pendiente es poder construir algo entre todos que sea de largo plazo.


    https://somatemps.me/2018/01/28/simo...leyenda-negra/

  19. #319
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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

    BOLIVAR QUISO SER REY, PERO NO PUDO.

    Amigos invisibles. Si, como lo digo a cuatro vientos y luego de pensarlo y estudiarlo mucho, porque sobrepuesto a tantas silvestres intenciones no comulgo con ruedas de molino ni menos con mitos incensarios en este siglo XXI. La ficción o leyenda y la historia verdadera son cosas diferentes, aunque se puede rediseñar esta última con fines comprometidos, pero eso es otra posición escogida. En este caso hay que llamar a las cosas por su nombre, de donde al momento me propongo derrumbar otro mito sobre el republicanismo del caraqueño libertador Simón Bolívar, porque si bien capeaba las situaciones a la conveniencia del momento, y en el fondo y hasta por causa de su nacimiento fue monárquico, en lo interior y siempre anduvo tras de esa intención esencial, aunque las circunstancias en varias oportunidades se lo impidieron, y finalmente, en dos platos, no pudo serlo.

    Desde la infancia de este prócer americano y a pesar de las disputas que le rodearon desde siempre, en la pacata Caracas colonial donde naciera y vivía a partir de los tiempos del uso de la razón, pudo darse cuenta que todo el mundo que le rodeaba era monárquico en sentimientos y manera de ser, donde existía una pequeña sociedad con títulos otorgados por el rey español, a los Rodríguez del Toro, a los Tovar, los Mijares, Ustáriz y otros tantos que pudo conocer y apreciar de un tiempo por allá en la primera década de su vida. Pero lo que más debe haberle llamado la atención es cuando supo que su familia era muy rica en esclavos y propiedades terrenales, y más cuando le comentan que su adinerado abuelo con buen pago de doblones solicitaba para sí el reluciente título de marqués de San Luís, por haber fundado la villa de San Luis de Cura y el prestar desde luego servicios al monarca, y que ya la familia, o sea los tíos maternos, le buscaban tanto al mayor hermano, heredero de la primogenitura, Juan Vicente, otra vez el título del marquesado de San Luis, que se había quedado en veremos y hasta por avaricia del viejo Juan Vicente, y al retoño segundón se le destinara el ostentoso título de Conde de Casa Palacios, así solicitado mientras se elabora el pesado expediente nobiliario lleno de fes de bautismo, declaraciones testimoniales y muchos otros requisitos burocráticos que impedían entrar al cenáculo de la nobleza a gentes como herejes protestantes, hijos con no limpio nacimiento, o de orígenes morunos y sefarditas, en todo lo cual permanecían muy prestos los sacerdotes para cumplir una misión calificadora ejemplar. Ya los hermanos Juan Vicente y Simón estaban avisados de ello y hasta recibíeron clases de buenos modales, esgrima, danza y otras necesarias para representar bien el papel de la nobleza local, donde había muchos mantuanos entrometidos, cuando de pronto estalla una bomba atómica o un tsunami quizás, porque se recibió de la capital del reino, es decir de Madrid, una mala noticia en cuanto que los muchos papeles esponsalicios, de nacimientos y de legitimidad fueron muy bien llevados hacia el atrás generacional, pero que cuando en la pesquisa obligatoria llegaron a la tatarabuela de ambos jóvenes, Josefa Marín de Narváez, habían caído en cuenta los estudiosos del caso que no era hija legítima y que por ello continuar en el empeño era sencillamente perder el tiempo. Cuántos lloros debió ocurrir en aquellos momentos de rabia e indignación, viéndose así desposeídos de algo que ya consideraban suyos, como de la buena cantidad en monedas de oro que habían entregado al monasterio catalán de Monserrat, para que con prontitud los monjes benedictinos expidieran tales distinciones nobiliarias. Así el gozo se fue para el abismo del pozo.











    Aquello debió sentirse en el alma de Don Simón como algo extraño, porque dentro de sus pocos conocimientos no llegaba a digerir ese rechazo, que pudo producirle ira y soledad. Sin embargo frente a otros pormenores este desarrollo habitual continuó pasando como si nada hubiere acontecido, a pesar de los corrillos y murmuraciones que se pudieron presentar, mientras el mantuano y burgués Simón Bolívar crecía junto a la generación pudiente que le entorna y al tiempo se apresta para viajar a Europa en busca de nuevos conocimientos y otra educación más refinada. Pero es bueno señalar que en su viaje a Europa y de tiernos dieciséis años, durante una estancia que hace en la virreinal ciudad de México va a residir en la mansión de la marquesa de Uluapa, y allí en medio de la nobleza que le acoge conoce a la famosa María Ignacia “Güera” Rodríguez, mientras se codea con gente de su rango y donde según se ha escrito saborea las primeras intimidades de alcoba. Y llegado a Madrid se aloja en casa del munífico pariente marqués Jerónimo de Uztáriz, y allí pronto entra en contacto con Manuel Mallo, amante de la reina María Luisa de Parma, y por ese conducto llegará a jugar pelota hasta con el futuro rey Fernando VII, según se cuenta en las crónicas reales oportunas. Durante su estancia en Madrid el caraqueño Bolívar pronto casa con la aristócrata española María Teresa del Toro, prima de los marqueses del Toro, pero al enviudar de ella en Caracas Don Simón regresa a Europa, y en París se vuelve amante de Fanny Dervieux du Villard, esposa del barón Trobriand de Kenderlen, por medio de la cual se codea con la alta y noble sociedad francesa.











    De vuelta a Caracas y ya pasada esta etapa formativa y social, Bolívar se encuentra con que en ebullición se halla el país a causa de los sucesos acaecidos en España. De un inicio, Bolívar que es conservador anda apartado de los conatos insurrecciónales contra la monarquía que acaecen en el entorno, porque ellos no defienden a fondo el estatus imperante del cual él forma parte, y solo toma ingerencia en los asuntos públicos cuando triunfa el movimiento secesionista del 19 de abril de 1810, porque lo convence el mantuano Martín Tovar Ponte, segundo conde de Tovar, para que en solicitud de ayuda vaya a Londres con una delegación cuyos gastos sufraga y en calidad de representante del nuevo gobierno que se pretende imponer, donde logra reunirse en privado y de manera no oficial con el ministro marqués de Wellesley, quien si bien lo recibe de una manera fría, nada le ofrece de cooperación a la causa libertaria, por lo que Bolívar luego sostiene conversaciones con el allí exiliado general Francisco de Miranda, convenciéndolo para que vuelva a Venezuela y se ponga al frente de las tropas americanas. La traída de Miranda a Caracas termina en un fracaso, por la incomprensión de las partes y la ojeriza que se le tenía al considerársele un extranjero en su propia tierra, de donde Miranda es detenido y enviado preso a España para pronto morir lleno de tristeza y olvido. Sin embargo la avanzada monárquica que defiende los intereses españoles al mando de Domingo Monteverde enarbola de nuevo la bandera a favor de Fernando VII y Bolívar entonces se exilia rumbo a Cartagena. Pero en Colombia ya la contrarrevolución da sus frutos con la avanzada de los ejércitos bajo pabellón español, que el caraqueño los combate y en rápida campaña llega a Caracas triunfante, aunque bien pronto el huracán astur que es José Tomás Boves se alza en Calabozo, y es cuando por primera vez vemos a Bolívar pensar en firme sobre sus pretensiones monárquicas, pues pretende hacerse Virrey para luchar con mejor opción contra el tenebroso Boves que avanza indetenible, según lo propone por carta al arzobispo Narciso Coll y Prat, aunque con rapidez se da cuenta de lo imposible de su idea y decide entonces abandonar ese intento para salvar el pellejo, iniciando la conocida emigración a Oriente. A partir de ese momento trágico la vida de Bolívar entra en un vaivén de circunstancias, con algunos triunfos militares y muchos fracasos, mientras escribe numerosas cartas que sería oportuno revisar por sus atisbos monárquicos.

    El tiempo vuela y las páginas de la historia que se hace son cambiantes, mientras de la Península llegan figuras para la guerra larga que obtendrán sus títulos de nobleza aquí, en la campaña, como el general Pablo Morillo, que será Conde de Cartagena y luego Marqués de La Puerta, y el general Miguel de la Torre y Pando, ennoblecido como Conde de Torrepando, al tanto que Bolívar conoce de estas actitudes y en contrapartida trae legionarios británicos para el combate, algunos de casas nobles, mientras aparece otro guerrero fenomenal, que es el general José Antonio Páez, quien con su conducta militar pronto hace correr la balanza del triunfo a favor del grupo llamado patriota. Pero el salto grande en eso de ser Rey, Bolívar, que acariciaba la idea desde antaño y que por ende había creado una estructura autócrata en ese sentido, sintió que ya era oportunidad de lanzarse por este camino napoleónico, desde luego a hurtadillas de un comienzo, pero con todas las razones para así pensar hacia el cambio posterior que gira en 180 grados. Puesto y reconocido ya como dictador absoluto, según lo asienta el reverendo John Hambleton, y por tanto acabado parcialmente el problema de sus enemigos que le serruchan el paso, proyecta crear un país bajo el estilo personal autócrata y por esto congrega en Angostura del Orinoco a muchos de sus seguidores, que se reunirán en febrero de 1819, y donde luego por su voz cantante y buena sindéresis de convencimiento se discute una Constitución que es obra suya, para que rija en la República de Colombia, que se acaba de fundar como algo en el fondo quimérico. Este proyecto constitucional, a todas luces monárquico aunque disfrazado, resguarda el poder omnipotente de Bolívar donde el caraqueño plantea una Presidencia vitalicia y dictatorial asistido de inviolabilidad personal, con facultad de elegir sucesor, asistido de un senado hereditario, de notables aristócratas, que tras bambalinas desde 1813 la ejerce. Dicho gobierno artificial que crea, el Presidente de Colombia Bolívar así lo hace con miras a su futura visión monárquica de Rey sin Corona, que pronto en cuatro meses de vida es rechazada por los constituyentes, dentro del fracaso que conlleva tal utopía personalista.

    Con la ilusión de una Colombia formada por tres países distintos, anda en la batalla de Boyacá y regresa a Venezuela con el fracaso de su Constitución monárquica a todas luces, aunque empeñoso en su definitiva imposición vuelve al Rosario de Cúcuta, para continuar remachando sobre ese proyecto constitucional en un Congreso reunido mas falto de legitimidad, “no menos cómico que los dos de Angostura”, según asienta Luis Level de Goda, donde luego de utilizar como táctica una renuncia al cargo que ostenta y con muchas correcciones que le incluyen al proyecto en cuestión, entre ellas el suprimir los senadores vitalicios, y eliminándose las ideas bolivarianas que sustenta para esa Carta Magna, se hace aprobar dicha Constitución cojitranca, que en el fondo es el principio del fin de Colombia. “Las campanas están doblando por Colombia”, lo dirá el propio Bolívar. Una vez superado este empeño desastroso el caraqueño se bate en Carabobo, y pronto regresa a la Nueva Granada, para preparar la campaña que lo orientará hacia el Sur del continente, entrando así por la vía de Popayán, el monárquico Pasto y Quito, que conquista para anexarlo a Colombia, como hace luego con Guayaquil, donde se entrevista y en la diplomacia que utiliza engaña al general San Martín sobre sus intenciones seguidas y dictatoriales, aunque no dejan de hablar en tal encuentro sobre las tendencias monárquicas de un futuro gobierno en el Perú, porque en ello ambos coincidían. Y así el caraqueño Don Simón prosigue rumbo a Lima, donde nadie deseaba por cierto romper con la realeza española, porque todos se sentían súbditos del Rey.










    En Lima el Libertador inicia otro período autoritario de gobierno, ya en calidad de Dictador, con altos funcionarios que pronto le traicionan, como el marqués Riva Agüero, el marqués de Torre Tagle y Mariano Portocarrero, pues vista la situación planteada aspiran el regreso de la colonia española al Perú, país donde predominan muchos nobles de alcurnia, aunque se comenta a sotto voce, que el retorno será bajo el dominio de Colombia. Y vista esta situación excepcional mientras a Bolívar se le calientan las orejas con lo de la monarquía propia, extralimita el mando con pelotones de ejecución sumaria, como el caso del Vizconde de San Jonás, o Juan de Berindoaga, Bernardo Monteagudo, y otros que son así eliminados y algunos que se salvan a última hora. Mientras tanto el general Antonio José de Sucre triunfa en la batalla de Ayacucho, lo que pronto cambia la situación de Bolívar, porque ya piensa en grande, extralimitándose de fronteras y con mayor ambición de poder, por lo que inicia el viaje hacia el Alto Perú, al que pronto aspira independizar por conveniencia vista su relación hacia el futuro, y sobre el paso de las bayonetas colombianas ocupantes nuevamente saca debajo de la manga su comentada Presidencia Vitalicia, conservadora, constitución que elabora y envía desde Lima para su aprobación, que es “una monarquía con otro nombre”, llamándola así Bartolomé Mitre, o “monarquía disfrazada de república”, según anota el venezolano Carlos Irazábal, Carta Magna despótica y contraria al ejercicio representativo, calcada de los resabios monárquicos sostenidos en Angostura y Cúcuta, como la presidencia perpetua, el senado vitalicio y hereditario o “cámara de lores”, que pronto se rechazan, dentro del rápido declive político que se nota en Bolívar. Pero antes de regresar el caraqueño a Lima, en la nueva Bolivia sostiene conversaciones con delegados argentinos [Alvear, Díaz Vélez, etc.], que le tientan nuevamente a Bolívar para el ejercicio monárquico del Estado, mientras piensa, además, en una “Federación Boliviana”, que abarque a Colombia, el Perú y a Bolivia, y donde ya algunos impulsores en tiempo oportuno creían que el caraqueño podía ser nombrado como “Emperador de los Andes”. De esta manera se forman ya grupos pro monárquicos con Hipólito Unanue a la cabeza, y en Bogotá con dificultad existe el colectivo monárquico pero de tendencia francesa, y hasta en Caracas ronda por sí otro sector duro que con el fin de sostener a Páez en el poder piensa en el rey “Simón 1º”, aunque residiendo en Bogotá. Juntos pero no revueltos. Así se despeja la idea de traer príncipes borbones para reinar en América, como algunos sostenían, mientras en Venezuela se forma un corro a favor de la corona a fin de colocar sobre la testa bolivariana [para que reine pero no gobierne] sostenido dentro y fuera de sus alcances por Antonio Leocadio Guzmán, Rafael Urdaneta, Sucre, Flores [entonces Morillo comunica a Madrid que en Caracas pensaban proclamarlo rey como “Simón 1º, Rey de las Américas”], Ibarra, Montilla, Valdés, Briceño Méndez, O´Leary, Mariño, Rivas, Soublette, Carabaño, también Mosquera, Vergara, Restrepo y hasta Santander, mientras Bolívar le responde a éste, como buen Maquiavelo, “que se persuada todo el mundo que yo no seré rey…”.










    En este tiempo y ya en el Lima que no lo quiere y antes de partir a Bogotá luego de un lustro de discordias, el caraqueño clausura el Congreso adversario a sus ideas, y mientras sateliza el Perú a favor de Colombia, triste por no haber tenido éxito sus intenciones personales de coronarse en el Perú de un reino imperial que se extendía del Orinoco a más al Sur de Bolivia, fracasado parte rumbo a la Nueva Granada, donde le esperan tiempos muy amargos, pues quienes pueden circundarle ya conocen bien sus intenciones políticas finales y porque además se ha afianzado en el poder un rival de peso que es el general Francisco de Paula Santander. Allí entrará de nuevo la política en juego, porque salvo sus amigos ahora disminuidos por las ideas monárquicas a que aspira para Colombia, lo tienen sentenciado a la perdición. De regreso, pues, en Bogotá, el aspecto político está revuelto por demás, no solo debido al fracaso del Congreso de Panamá, donde se trata el tema de la monarquía bolivariana en boga, sino porque también el desasosiego y desunión cunde en Venezuela, por lo que Bolívar parte hacia la Caracas del revoltoso general Páez, mientras se llega a un acuerdo salvador en que ese militar llanero presida el gobierno departamental de Venezuela, porque en compensación reinará desde Bogotá el caraqueño Bolívar. Y con este compromiso al estilo inglés de Chamberlain para evitar la ruptura del país Don Simón regresa a Bogotá, ciudad a la que encuentra casi en estado de ebullición, porque la mayoría no acepta que Bolívar sea Rey de Colombia; mas como las noticias vuelan aunque los correos sean muy lentos, a las coronas europeas les interesa designar cualquier príncipe que venga a gobernar en Colombia, por asuntos de negocios y a objeto de cortar un poco la tendencia republicana que se amplía para el momento, con amigos de Bolívar que están en el Consejo de Estado en Bogotá y para evitar mayores males, bajo la anuencia incluso del general Santander, que aspira ser Presidente de Colombia, en aquel juego empeñado mientras se ciñe la corona monárquica y apenas protocolaria Don Simón [o una Federación de los Andes a presidir], el histórico 3 de septiembre de 1829 oficialmente dicho Consejo y por unanimidad acepta el proyecto de establecer en la existente Colombia una Monarquía Constitucional, pues “presenta todo el vigor y estabilidad que debe tener un gobierno bien cimentado”.







    Esta idea monárquica subsistente, que incluso en medio de la efervescencia se mantendrá hasta el Congreso Admirable de 1830, ya era protegida por el obispo malinés De Pradt, de donde a principios de 1829 llegaron a Bogotá los delegados franceses Conde Charles de Bresson [quien luego escribe que Bolívar “terminará por aceptar el trono que se le ha ofrecido”], a quien acompaña el Par de Francia y Duque de Montebello Napoleón Augusto Lannes, enviado por el Rey Carlos Xº a este efecto constitucional, para que Bolívar sea el rey Simón lº, o Presidente Vitalicio, que nombre un monarca sucesor, de la casa francesa de Orleáns, opinión a la que se ha sumado el ultraaristócrata príncipe galo Jules Auguste de Polignac. Sin embargo este empeño hecho por Francia debido a las fluctuaciones ocasionadas en Colombia, al final no avanza y quedó como mero proyecto.

    Es de recordar que para ese tiempo existieron varios reinos en América, como el de México, Brasil, Haití, y otros a crear que con impulsores como San Martín, Puerreydon y Rivadavia apostaban por colocar un príncipe europeo en tierras delimitadas de América [fuere inglés, germano y hasta sueco]. En cuanto a Colombia por las disensiones internas no se pudo llegar a culminar ese propósito bolivariano, que incluyó llegar hasta una Federación de monarquías. Ya antes sus oficiales de confianza como José Gabriel Pérez sobre el Perú afirma que “hemos de coronar al Libertador”, y Valdés le pide en carta que se proclame Rey, “que ese era el voto de todos en Quito y Guayaquil”. Mosquera le dice que el “ejército está decidido por una monarquía”, mientras Restrepo le recuerda en igual sentido, y Montilla le reitera que “en una monarquía y que os coloquéis a la cabeza de ella”. Estanislao Vergara le comenta igualmente sobre que Vuestra Excelencia sea Presidente Vitalicio y después venga un Rey. Más radical es Urdaneta, quien le comenta a Sutherland así: “Bolívar tenía la intención de formar una monarquía, bajo la protección inglesa”, para colocarse luego la corona, mientras el irónico Santander, le escribe que acepta que mande [a los colombianos] “porque nos gobernará según las leyes”. Y en verdad no gobernó como monarca quedándose con las ganas, a pesar de su maniobra siempre maquiavélica, porque ya estaba en las últimas y pronto iba a morir. De otra forma a lo mejor tendríamos duques y marqueses por doquier, amarillos y negros, analfabetos y analfabestias, según los identifican en el Perú, locos y ladrones, siempre a la espera de que cuaje un pequeño y diabólico sueño de esos que suceden a veces quizás debido a una mala digestión. Y como dicen por aquí en Venezuela, “los deseos no empreñan”.



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    Fuente:

    Venezuela y el Mundo: BOLIVAR QUISO SER REY, PERO NO PUDO.

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    Re: San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

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    Demasiadas loas a San Martín pero expone información interesante.



    Las independencias americanas por Marcelo Gullo






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