Patricio Lons y Antonio Laje "Las Contradicciones de Manuel Belgrano"
https://www.youtube.com/watch?v=EDWbagXkIpo
Patricio Lons y Antonio Laje "Las Contradicciones de Manuel Belgrano"
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Mexispano; Gracias por el aporte del amigo Patricio Lons, que no había visto.
Cordiales saludos.
Última edición por juan vergara; 28/09/2018 a las 22:44
SOBRE EL TERROR DEL DESGOBIERNO VENEZOLANO EN QUITO DURANTE LA INDEPENDENCIA
La libertadura, o sea, la dictadura de los militares venezolanos instaurada en Colombia con la mal llamada Independencia, llevó a Quito, ya llamado departamento del Ecuador o del Sur a partir de 1822, a límites insospechados de desangramiento, odio, dolor y sufrimiento.
Nos lo dicen no sólo los documentos de la época, sino el criterio de historiadores ecuatorianos a lo largo del tiempo.
El militarismo apátrida comandando por venezolanos, desangró hasta la ignominia al antiguo Reino de Quito, Francisco Aguirre Abad diría en su momento:
»Hasta el año de 1828 se vivía en el Sur (Quito o Ecuador) bajo el régimen del terror[…] estas escenas de sangre servían a Guayaquil para avivar la odiosidad con los colombianos, y (también) las demás provincias[…] Con todo, la Constitución de Colombia no existía sino en el nombre, en los Departamentos del Sur, gobernados arbitrariamente (cómo se deben haber extrañado las leyes de Indias) por un Jefe Superior, empleo inconstitucional que dependía del Libertador […].
Por su parte, Óscar Efrén Reyes sentenciaría sobre esta situación: «De un pueblo acongojado y devastado era difícil conseguir ya, espontáneamente, mayores sacrificios. Pero entonces se recurría al despotismo y a la arbitrariedad. Hombres y mujeres y quienes tenían algo o no tenían nada, eran como si hubieran sido conquistados.»
José María Le Gohuir no dudó en calificar de terror republicano a las acciones de la soldadesca venezonala contra Quito: «El general Salom era el hombre de Bolívar. Tenía establecido ya de atrás, discutido y puesto en práctica su sistema de pacificación terrorista, aun antes de ser investido de las facultades extraordinarias.»
Sobre una de las masacres del infame Salom en Quito, nos han quedado testimonios escritos y notarizados (agosto de 1823) de funcionarios de la misma República de Colombia. Fue tal la magnitud de esa matanza que los miembros del Cabildo quiteño, Ignacio Veintimilla, José María de Salazar y Miguel de la Peña, y como testigos los escribanos, José Tejada, Miguel Munive y Fernando Romero, redactaron una petición al Alcalde para que elevara queja formal al criminal gobierno de Colombia, alegaron que «se vió que la fuerza armada cometió excesos que tal vez no los habíamos padecido iguales». En la Petición de los procuradores generales de Quito al Alcalde, del 21 de agosto de 1823 sobre esta tragedia, se lee esta descorazonadora descripción sobre la sangre quiteña, sangre inocente derramada en vano por nuestros «libertadores», sangre en pos de una quimera, sangre ofrecida en tributo a la city londinense:
»La catástrofe que sufrió el pueblo un momento después de la ejecución, cubrió á todos los hijos de Quito de compasión, de angustia y de dolor. Allí con el pretexto de tomar gentes para dedicarlas al servicio militar, se vió que la fuerza armada cometió excesos que tal vez no los habíamos padecido iguales. Los ciudadanos atropellados por los cuerpos que la componían, perecieron unos en manos de la confusión, del estrépito y del desórden, otros condujeron del concurso al seno del sepulcro á sus tiernos hijos, á sus amantes madres, y á sus carísimos amigos y parientes, otros en fin se retiraron contusos con los golpes de las culatas del fusil, y de los planazos de la espada.
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Fuente:
https://www.facebook.com/francisco.n...17199855196796
La cita ampliada de Bolívar sobre los quiteños de la imagen que subí anteayer, con su fuente. Acomódenla como quieran o prefieran, pero saquen sus propias conclusiones, piensen por ustedes mismos, no que terceros lo hagan por ustedes, por favor:
«… hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que le he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe.»
~Simón Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador, Tomo IV, págs. 12-14.
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Fuente:
https://www.facebook.com/photo.php?f...type=3&theater
Gracias por compartirlo; veo ese programa a la mañana pero se ve que ese día me lo perdí. En A24 cada tanto le dan espacio a gente "políticamente incorrecta".
Juancito conoce a medio mundo, como dice el tema de León Gieco "Ojo con los Orozco": "Por poco no tocó con Colón".
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
El 19 de abril de 1810 en horas de la mañana, un grupo de la aristocracia caraqueña desconoció al Capitán General Vicente Emparan. Estos le solicitaban una respuesta definitiva ante la invasión de Napoleón a España. ¿Seríamos leales a Fernando VII, o al nuevo Rey, José Bonaparte? El Padre Madariaga, en representación del clero, le aconseja que se asome al balcón del Ayuntamiento, y que sea la misma muchedumbre reunida en la Plaza Mayor la que tome la decisión. Emparan hizo lo dicho, y les preguntó a los reunidos si querían que él siguiera como Gobernador. Madariaga, quien había seguido al Capitán General, detrás de éste, hizo señas negativas con la mano, a lo cual la multitud respondió "No, no lo queremos". Al oír esta exclamación, Emparan dijo "Si no me queréis, pues yo tampoco quiero mando" y presentó la renuncia de su investidura.
Acto seguido se constituyó un nuevo gobierno que tomó el nombre de “Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, la cual daría origen a la Sociedad Patriótica. Cabe destacar, que a pesar de que este evento fue el inicio de nuestro proceso de independencia, en realidad se defendía al Rey Español, quién fue depuesto por Napoleón. Este es un Hecho Criollo.
https://www.facebook.com/hechoscriol...type=3&theater
La historia de Manuel Piar es la historia de una traición, los bolivarianos alegan que fue él quien traicionó, pero la historia, sus acciones, sus logros, indican otra cosa. Mientras el Libertador caía en continuas derrotas, el Gigante de Guayana ganaba todas sus batallas, solo Boves pudo vencerle, pero esto no impidió que volviera con más fuerza. Piar era mulato, aunque tenía más apariencia de blanco de clase que el mismo Libertador, existe una leyenda, en la cual, Tavera Acosta nos indica que es posible que Piar hubiese tenido parentesco con el príncipe de Braganza.
Quién conoce la historia de Manuel Piar, conoce la historia de una tragedia, desde nacimiento condenado a ser tratado como un mulato, aunque aparentara ser más que ello. Herrera Luque narra en su novela que "No se sentía como los negros, pero tampoco como los mantuanos". El gran general que logró amontonar uno de los ejércitos más grandes de la independencia, fue fusilado, tras un complot realizado por sus hermanos de armas.
Se dice que al morir, Bolívar exclamó "He derramado mi propia sangre", razón por la cual, se cree la posibilidad de que existiera un parentesco entre ellos, por los Aristeguieta, o por el mismo padre del Libertador.
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San Martin no venía a liberar Chile, sino que a invadir
https://www.youtube.com/watch?v=JBkeSiOrCfw
¿Qué pasó con el virrey Cisneros luego de la Revolución de Mayo?
Don Baltasar Hidalgo de Cisneros Fuente: Archivo
Daniel Balmaceda
29 de mayo de 2018 • 01:31
Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre Cejas y Jofre vivió en el fuerte de Buenos Aires hasta el 24 de mayo, junto con su espléndida mujer, doña Inés Gaztambide y Ponce. Pero en cuanto fue desplazado, alquiló una casa en la actual calle Bolívar 553, entre Venezuela y México. Tenía con qué pagarlo, ya que continuó cobrando sus haberes, de acuerdo con lo resuelto por la Junta. Pero su estadía en la Buenos Aires revolucionaria iba a ser corta.
Cerró mucho su núcleo de amistades. Solía reunirse con Antonio Caspe, Francisco Anzoátegui, Manuel Villota, Manuel de Reyes y Manuel de Velazco, integrantes de la Real Audiencia, el más alto Tribunal de Justicia de Buenos Aires. Esta situación planteó cierta tirantez con el gobierno que recién había asumido. Entre el 7 y el 9 de junio tomó estado público un cruce de notas entre la Real Audiencia y la Primera Junta. Los magistrados le hacían ligeros planteos a la Junta que encendieron la chispa. Las repercusiones por esas notas fueron inmediatas.
Cerca de la medianoche del 10 de junio, cinco hombres con sus rostros cubiertos con pañuelos, protegidos a la distancia por un pelotón de cuatro soldados y un oficial, destrozaron los ventanales del hogar del fiscal del crimen Antonio Caspe, cuando el hombre se regresaba a su casa. Le dispararon y lo golpearon con sables, ocasionándole tres heridas en la cabeza. El fiscal quedó tendido en el piso. Su familia pensó que había muerto. Pero vivía. Según expresó en un informe la víctima, su mujer se desmayó del susto.
A sólo tres semanas de asumir la Primera Junta, ya se topaba con una acción que ponía en juego la capacidad de controlar los hechos y las personas.
A pesar de que se dijo que la agresión estuvo relacionada con el cruce de notas entre la Audiencia y la Junta, algunos atribuyeron la brutalidad a otro hecho. El lunes 28 de mayo, Caspe se había presentado en el fuerte para jurar obediencia al nuevo gobierno, junto con el resto de los integrantes de la Real Audiencia, del Consulado, del Cabildo y de otros organismos. El fiscal llamó la atención por haber acudido al acto con un escarbadientes en la boca. No fue el único imprudente. Otro de los tribunos, Manuel de Reyes, "hizo ostentación de limpieza de uñas durante la ceremonia", según un informe que publicó el nuevo gobierno.
Nadie demostró mucho ánimo de investigar el atentado del 10 de junio. Sobre todo porque Caspe prefirió no hacer la denuncia. de todos modos, no pasó desapercibido el hecho de que a los violentos los había cubierto un piquete de soldados amparados en la negra noche. Fuera de los ámbitos oficiales, se señaló a Feliciano Chiclana (futuro triunviro) como el oficial que cubría a los embozados. El damnificado y sus compañeros de tribunal mencionaron a Domingo French y Antonio Beruti como partícipes. Entre los enemigos de la revolución, el violento episodio se denominó "solfa Berutina".
En el gobierno existía preocupación porque este tipo de acciones se le iba de las manos y los desprestigiaba. Saavedra, Paso, Moreno y compañía se reunieron para debatir qué hacer. Apelaron a la Gaceta (el diario oficial) para dar su visión de los hechos. Pero eso no fue todo.
El 22 de junio de 1810 por la noche, dos soldados llegaron hasta la casa de Cisneros y le pidieron que se dirigiera al fuerte porque los integrantes de la Junta de Gobierno querían tratar asuntos referidos a la situación en España. El ex virrey comunicó que en breve asistiría. Le respondieron que lo aguardarían para acompañarlo. Con uno de sus mejores trajes se presentó ante las nuevas autoridades. Lo mismo ocurrió con los ministros de la Real Audiencia, cuyo peso institucional es equiparable al de nuestra Corte Suprema de Justicia.
Una vez que estuvieron todos en una sala del fuerte, aparecieron Matheu y Castelli. El último, sin preámbulos no palabras suaves, les dijo que estaban todos detenidos. Mientras le informaba al grupo su condición de reo por intriga y su extradición a las islas Canarias, un piquete de soldados comandados por Juan Ramón Balcarce ingresó a apresarlos. Los subieron a dos carruajes rodeados de húsares. Balcarce viajó en el estribo del coche en el que viajaba Cisneros. Se dirigieron al muelle, donde los embarcaron. Caspe llevaba vendas en su cabeza. Las heridas aún estaban abiertas.
Inés Gaztambide de Cisneros se enteró por un criado de que a su marido lo habían embarcado. Al día siguiente le escribió una esquela a Saavedra en la que le decía: "La precipitación con que se llevaron anoche a mi marido no dio lugar a que le pusiese en el baúl más que tres o cuatro camisas. Si es que hay aún oportunidad para remitirle un baúl con lo preciso, he de merecerle a Vuestra Excelencia me lo avise y me franquee proporción para remitírselo. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Buenos Aires, 22 de junio de 1810. Inés Gaztambide de Cisneros".
No recibió respuesta -al menos oficial- y vivió días de zozobra porque no le informaban con claridad qué había ocurrido con su marido ni adónde estaban llevándolo. Oyó, como todos, la clásica salva de quince cañonazos que solía despedir al barco en donde viajaba un virrey que partía.
La última virreina del Río de la Plata no tardaría en abandonar Buenos Aires. El único mueble que cargó fue la cama matrimonial. El resto lo dejó en manos de José Santos de Inchaurregui, amigo de la familia, para que los vendiera.
¿Qué dejó Cisneros al partir? Un coche grande que le había regalado el Cabildo de Buenos Aires cuando se hizo cargo del virreinato, y otro más pequeño. Cuatro docenas de sillas (eran de tres juegos distintos). Un costoso sillón con espaldar, dos sofás, dos mesas de sala, un ropero, un armario de comedor de caoba (al que le faltaban las llaves), fuentes de loza para baño, dos catres de cuero, dos esteras, varios cueros de alpaca, zorro y zorrino, seis globos de cristal para velas (dos estaban deteriorados), un farol roto, más el pardo Mariano, esclavo del virrey, que compró por trescientos pesos Pedro Antonio Cerviño.
Los Hidalgo de Cisneros se reencontraron en Cádiz. Sus años finales los pasaron en Cartagena, la ciudad natal del exiliado. Allí murió don Baltasar en junio de 1826, cuando se apagaban los últimos fuegos de las Guerras por la Independencia en América del Sur.
Por: Daniel Balmaceda
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Fuente:
https://www.lanacion.com.ar/2138309-...PZBLiwdE9reuAk
«Simón Bolívar era un aristócrata rancio y esclavista»
josé miguel l. romero 16.06.2017 | 14:44
Michael Zeuske es un especialista en el esclavismo en el siglo XIX. j. a. riera
Michael Zeuske es un especialista en el esclavismo en el siglo XIX.
Los chavistas venezolanos se la tienen jurada desde que escribió un libro «muy crítico con el mito de Simón Bolívar», al que dedicó su tesis. En 2006 dio una conferencia en Venezuela al respecto: «Desde entonces solo me invitan los colegas de la Universidad católica, que no son muy amigos de Chávez ni Maduro», se ríe. El historiador alemán niega que, como se suele afirmar, Bolívar acabara con la esclavitud: «No lo hizo. Escribió los textos en los que decía que se liberaría a los esclavos que se alistaran en su Ejército. Lo hizo en 1816, pero casi ninguno se sumó al Ejército porque Bolívar era un gran esclavista, le tenían miedo: contaba con 2.000 esclavos, un decena de haciendas€ Era un aristócrata rancio y rico» que solo liberó «con papeles, a seis de sus esclavos».
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Fuente:
https://www.diariodeibiza.es/pitiuse...ta/922983.HTML
LIBRO: “BOLÍVAR. LIBERTADOR Y ENEMIGO NÚMERO 1 DEL PERÚ”
Título: “Bolívar. Libertador y Enemigo Número 1 del Perú”.
Autor: Herbert Morote
Año de Publicación: 2007 (de la primera edición)
Editorial: Jaime Campodónico
SINOPSIS:
Antes de ingresar a Perú, Simón Bolívar ofrece a Maxwell Hyslop (un importante empresario inglés), entregar al Imperio Británico los territorios de Panamá y Nicaragua a cambio de ayuda económica y armamento militar.
Invadido el Perú por Bolívar y sus tropas, demostró con afán ambicioso la pronta creación de la república peruana sin importarle cercenarle tanto territorio fuera posible. Dedicó sus peores insultos a los peruanos. Sus expediciones militares para destruir el Virreinato del Perú estuvieron marcadas por el saqueo de puertos, haciendas, iglesias, cobro de cupos a pobladores, expropiaba y embargaba inmuebles del estado y de privados para costear los gastos de su ejército, compuesto mayoritariamente de colombianos y venezolanos.
Luego de la Batalla de Ayacucho, Bolívar se quedó 21 meses en el Perú, y se convirtió en un cruel dictador.
Durante su estancia en tierras peruanas, se valió de la represión, fusilamiento, expatriación, encarcelamiento, y se deshizo de todo aquel peruano que se oponía a sus designios antidemocráticos y antiperuanos.
Entregó minas de oro y plata a compañías inglesas, así también entregó en forma de pago a los ingleses, bienes raíces confiscados al Estado peruano, entregándolos a precio de saldo. Arrebató al Perú los territorios de Guayaquil y el Alto Perú. Pretendió anexar Jaén y Maynas a Colombia, y quiso dividir en dos lo que quedaba del Perú, sin éxito.
La presencia de Simón Bolívar sólo trajo desgracias no solamente a Perú sino también a las nuevas repúblicas sudamericanas. Bolívar y todos aquellos mal llamados “libertadores” cumplieron el objetivo de crear una república peruana desmembrada y militarmente débil. Para estos “emancipadores” era necesario destruir un Virreinato que era un reino económicamente próspero y que durante siglos tuvo el liderazgo político y económico en América del Sur.
Con la creación de las repúblicas sudamericanas también se entregan sus intereses económicos al Imperio Británico del siglo XIX. Y es allí donde nace la deuda externa de los países sudamericanos.
https://somatemps.me/2019/02/11/libro-bolivar-libertador-y-enemigo-numero-1-del-peru/
Tiempo y Espacio
versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio v.21 n.56 Caracas dic. 2011
El fidelismo de los indios caquetíos de Coro durante la independencia de Venezuela
Elina Lovera Reyes
Instituto Pedagógico de Caracas. Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” elovera19@gmail.com
RESUMEN
La participación de los indios en la independencia de Venezuela es un tema poco estudiado en la historiografía nacional. La mayoría de las investigaciones han estado orientadas a destacar la actuación de los blancos criollos o mantuanos como grupo que controla y dirige el proceso. De lo que se trata es de estudiar todos los actores involucrados en el movimiento independentista a partir de sus diferencias, motivaciones, actitudes, enfrentamientos y conflictos en las distintas regiones del país, que permita una visión más amplia y completa del proceso. En esta ponencia se presentan los resultados de una investigación referida a la actitud de fidelidad al Rey asumida por los indios caquetíos de Coro durante la independencia. En Coro todos eran realistas, todos compartían una actitud favorable más o menos común hacia la monarquía y se oponían a la independencia. Pero esta lealtad generalizada, se manifiesta de manera diferente entre los de la élite o mantuanos criollos y los indios caquetíos que eran los grupos más entusiastas en la defensa del Rey y de la corona española. Se trata de responder los siguientes interrogantes: ¿Porque los caquetíos fueron tan leales al Rey? ¿Cuáles son las razones que los llevaron a tener esa actitud realista? ¿Cómo se explica la fidelidad de los caquetíos?
Palabras clave: indios caquetíos de Coro, actitud realista, fidelidad y lealtad al rey.
The fidelismo of the indians caquetíos in Chorus during the Venezuelan war of independence
ABSTRACT
The involvement of Indians in the independence of Venezuela is a topic little studied in the national historiography. The majority of investigations have been oriented to highlight the performance of white Creoles or mantuanos as a group that controls and directs the process. What is study of all actors involved in the independence movement from their differences, motivations, attitudes, confrontations and conflicts in different regions of the country, allowing a vision, more comprehensive and complete the process. This paper presents the results of an investigation concerning the attitude of loyalty to the King assumed by the choir caquetíos Indians during independence. In choir they were realistic, all shared a more or less common favourable attitude towards the monarchy and opposed independence. But this widespread loyalty, manifests itself differently between the elite or mantuanos Creoles and Indians caquetíos were the groups most enthusiastic in the defence of the King and of the Spanish Crown. It is to answer the following questions: is it because the caquetíos were so loyal to the King? What are the reasons that led to this realistic attitude? How can we explain the caquetíos loyalty?
Keywords: Indians caquetíos of choir, realistic attitude, fidelity and loyalty to the King.
Recibido 14/04/2011 Aprobado 06/10/2011
A manera de introducción
La participación de los indios en la independencia de Venezuela es un tema poco estudiado en la historiografía nacional. La mayoría de las investigaciones han estado orientadas a destacar la actuación de los blancos criollos o mantuanos como grupo que controla y dirige el proceso. Sin embargo, una lectura plural e integrada de este acontecimiento histórico supone estudiar todos los actores involucrados en el movimiento independentista. Analizar sus diferencias, motivaciones, actitudes, enfrentamientos y conflictos en las distintas regiones del país, permite una visión más amplia y completa del proceso, a la vez que ayuda a comprender esa visión plural que lo caracteriza.
Tradicionalmente se ha estudiado la independencia como el enfrentamiento entre “patriotas y realistas”, como diría Carrera Damas entre los buenos y los malos; “los primeros tenían ideales y los últimos cuando más intereses”. Planteamientos que consideramos deben ser superados dado que los llamados “malos” también tuvieron ideales y actuaron en función de principios. Coincidimos con Carrera cuando señala que el problema ha sido que la historiografía venezolana fundada en los valores de la “historia patria, quiere que los venezolanos no hayamos sido monárquicos” 1.
En esta ponencia se presentan los resultados de una investigación referida a la actitud de fidelidad al Rey asumida por los indios caquetíos de Coro durante la independencia. Trabajo que forma parte de uno más amplio que está referido al proceso de independencia en Coro y su participación en la formación de la nación venezolana. En Coro todos eran realistas, todos eran monárquicos. Sin embargo, es necesario distinguir entre leales corianos y fieles corianos, entre lealtad y fidelidad. Aunque en un sentido estricto ambos términos tienen igual significado y hasta son sinónimos, en cuanto a su uso en Coro, tuvo mucho que ver con cierta diferenciación social.
Los indígenas eran fieles y leales, pero la fidelidad parece ser una vivencia más afectiva que racional, hasta el punto de considerar que alguien es capaz de dar hasta la vida por una persona. Según Guerra, F (1999, p.88), en los “imaginarios de estos actores antiguos” valores, como la fidelidad, la lealtad, el honor, son elementos “que contribuyen a conservar en el tiempo la identidad y la cohesión del grupo, pues es el grupo, sea cual sea su estructura, el que ocupa el lugar central en las sociedades tradicionales. El grupo precede a los individuos que lo componen en un momento dado de su historia”.
Como antes señalamos, en Coro todos eran realistas, todos compartían una actitud favorable más o menos común hacia la monarquía y se oponían a la independencia. Pero esta lealtad generalizada, se manifiesta aunque de manera diferente, tanto entre los de la élite o mantuanos criollos como entre los indios caquetíos. Los indios caquetíos eran los grupos más entusiastas en la defensa del Rey y de la corona española. Por tanto, los caquetíos revelan una actitud más conciliadora con los españoles que los indígenas de otras regiones del país. Ante este hecho cabe preguntarse: ¿Porque los caquetíos fueron tan leales al Rey? ¿Cuáles son las razones que los llevaron a tener esa actitud realista? ¿Cómo se explica la fidelidad de los caquetíos?
Antes de entrar en materia conviene establecer la precisión conceptual de los términos fidelidad y lealtad, con el propósito de facilitar la comprensión de este análisis. Según el Diccionario de la Lengua Española de 1803, lealtad es el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Una persona leal es aquella que “guarda a personas o cosas la debida fidelidad” y se aplica igualmente “a las acciones propias de una persona fiel”. Fidelidad, por su parte es algo inmanente, “y observancia de la fe que uno debe a otro”, y por “antonomasia el cristiano que vive en la debida sujeción a la iglesia católica romana”. La lealtad entonces, sería “como sentimiento humano (que) nace de la capacidad de trascendencia que lleva al hombre a relacionarse y comprometerse con algo fuera de sí mismo, como puede ser un grupo, una institución, una causa, unos ideales... la lealtad es más que la adhesión fugaz momentánea, fundamentalmente emotiva”
La transferencia de estos conceptos para el estudio del momento independentista vivenciado en Coro puede ofrecer elementos de análisis para comprender la actitud de los indios caquetíos respecto al Rey y a su Cacique Manaure. En tal sentido, La lealtad en la práctica, implicó la existencia de un pacto voluntario, una decisión personal y una toma de conciencia que explica esa actitud pensada y asumida que se manifiesta en un acto de honor muy típico de esa época. Los leales eran los de una condición social, un estrato superior y de más igualdad al Rey, eran los que correspondían a la nobleza. Entre ellos mismos se planteaba y se practicaba la lealtad entre los iguales. En cambio con los otros grupos que consideraban inferiores o subordinados no era la lealtad en ese sentido, lo que caracterizaba las acciones personales y colectivas sino la fidelidad, sin ese acento religioso, sino de cierta subordinación personal, diferenciación social e inferioridad. Estos conceptos permitirían inferir entonces, que el comportamiento de los indios caquetíos respecto a su cacique Manaure y respecto al Rey, fue una vivencia mas asociada con la fidelidad que la lealtad. Es decir, una suerte de observancia de fe, de credibilidad y sumisión, nacida de un sentimiento profundo que dejaba al descubierto la dimensión de trascendencia presente en todo ser humano.
El sentimiento de lealtad signó muchas de sus acciones desde los inicios coloniales, y favoreció el otorgamiento de privilegios por parte de la corona y de los funcionarios reales de la provincia. Según Arcaya, PM. (1974, p.14) “el elogio de esa antigua lealtad de su raza nunca se le escatimó por las autoridades coloniales, como estímulo para que siempre se mantuviera viva; la exención de tributo y algunos otros favores que se les concedieron se les presentaba como grandes privilegios. Por eso fue en los Pueblos caquetíos donde más arraigados estuvieron los sentimientos realistas”.
Uno de los problemas que confrontamos cuando abordamos estudios referidos a los indios de Venezuela, es la inexistencia de documentos escritos por ellos mismos, donde hayan dado su opinión, dejado su parecer o su manera de ver las cosas. Vovelle, M. (1985, p.319) se refiere a estas masas anónimas como…”las que no han podido pagarse el lujo de una expresión individual, por poco que fuera, literaria”. Por eso para el estudio de la fidelidad de los indios caquetíos se hace necesario consultar las obras de los primeros cronistas: Fray Pedro Aguado, Fray Pedro Simón, Oviedo y Baño, José Gumilla, Juan de Castellanos y otros, quienes nos ofrecen información importante sobre los primeros momentos de la conquista. Igualmente documentos oficiales como las cartas y visitas de los Gobernadores y los Obispos, informes de los protectores de los indios, y otros documentos emitidos por funcionarios públicos y personas del común de la época colonial. Las obras del Dr. Pedro Manuel Arcaya son de consulta obligatoria, especialmente la que está referida a la guerra de independencia en Coro y Paraguaná, publicada en 1974. En ella el autor anexa las memorias del Sr. Juan José García, descendiente caquetío, quien había nacido en el pueblo de Moruy, por los años de 1811-1814.
Fidelidad caquetía
El sentimiento de fidelidad de los caquetíos al Rey se fue conformando, al igual que en los otros grupos indígenas de las distintas regiones venezolanas, desde los inicios de la conquista y evangelización durante el siglo XVI, así como durante el proceso de colonización de los siglos XVII y XVIII. Esta actitud de fidelidad, que no de simple lealtad, se fue configurando especialmente, por el fuerte vínculo de respeto, agradecimiento y sentimiento de afecto hacia la figura del Rey. Las características de los pueblos aborígenes, y la manera cómo se dieron los procesos en cada uno de ellos, explica el comportamiento o la actitud de lealtad o fidelidad a la monarquía española. Este comportamiento generalizado se fortalece aún más durante la época de la independencia. Época de grandes cambios y de transición, dado el proceso de sustitución del sistema monárquico por el republicano.
Las diferencias del comportamiento de los indígenas de la región de Venezuela ante la posibilidad de independencia van a estar determinadas por el carácter del conquistador de cada lugar y su relación con los centros de poder, pero especialmente por las características y el nivel cultural de los pueblos indígenas para el momento de la llegada de los españoles. En el territorio que hoy ocupa la República de Venezuela, la conquista y colonización tuvo matices diferentes. En la zona oriental, la aplicación de leyes de esclavización del indio Caribe, provocó enfrentamientos violentos de tal manera, que afectó la consolidación de proyectos pacíficos como el del fraile dominico Bartolomé de Las Casas en 1520, el cual constituyó un rotundo fracaso. Diferente, por su carácter pacífico, fue el proceso que se inició en el occidente, a partir de la fundación de la ciudad de Coro por Juan de Ampíes en 1527.
Señalamos anteriormente que la fidelidad de los caquetíos al Rey durante la independencia, se inicia desde la conquista, especialmente por el carácter tan peculiar que adquirió este proceso y la evangelización en Coro. Contexto donde adquiere fundamental importancia el “pacto de mamparo” al que llegaron los caquetíos con Juan de Ampíes y los españoles para poblar conjuntamente la región coriana. ¿En qué consistió este pacto? Las dos partes involucradas, españoles e indios, estaban muy claras en lograr un asentamiento de manera pacífica. En este sentido, la participación del cacique Manaure es relevante para el encuentro que se realizaría entre él y el conquistador español en 1527. El cacique ya en los tempranos años de 1523, por propia decisión envía emisarios a la isla de Curazao y Aruba para invitar a Juan de Ampíes para que lo visitara en el pueblo de Todariquiba, en la costa de tierra firme donde tenía su residencia, como gran cacique de un extenso territorio, que comprendía también las islas que habían sido concedidas a este conquistador. Le solicitó, además, que lo cristianizara a él y a su pueblo2.
Ampíes ante la solicitud del cacique Manaure y las continuas negativas del Consejo de Indias y del Rey, a sus reiteradas peticiones para que le otorgaran título para fundar una ciudad en tierra firme, se apoya en las recomendaciones del Padre Las Casas, el Juez Visitador Rodrigo de Figueroa y en los fundamentos de la real cédula de la Coruña del 18 de mayo de 1520. En tal documento estaba previsto, comenzar por llevar algunos principales a la Isla La Española, con los cuales se trataría de promover el poblamiento estabilizador de los indígenas. Se trataba pues, de que los indios se concentraran en pueblos y que se “avecinden en ellos algunos españoles que sean buenas personas… especialmente algunos labradores que les enseñasen [por simple convivencia] a labrar e criar ganados e hacer granjerías”. (Ibídem). Luego de solventar una cantidad de inconvenientes, Ampíes envía en 1527 a su hijo con la expedición, y fundó un pueblo mixto. Un pueblo indio, donde se establecerían también aquellos pocos españoles que habían de habituarles a las granjerías y cría de ganado, previstos. Esta es la singularidad histórica de la fundación de la ciudad de Coro, al decir del historiador español Demetrio Ramos Pérez. Pero también es la concreción de una relación pacífica entre los indios de esta parte de tierra firme y un conquistador español.
El “Diao” Manaure
A la llegada de Ampíes a Coro, el cacique Manaure era un jefe político y religioso con poderes excepcionales y divinos, reconocido por todos los pueblos caquetíos sujetos a su dominio como el “Diao”, vocablo que para algunos historiadores significa “hechicero”. Las fuentes de la época reseñan las características excepcionales de este personaje. Según Ampíes, dicho cacique “por ser tan gran señor se hace adorar como Dios, dando a entender a los indios que él da los temporales” (Citado por Ramos, D. Ibídem). Para Fray Pedro de Aguado, el principal de los caquetíos, le había hecho creer a sus indios, “que él era el autor y hacedor de muchas cosas que la tierra y elementos naturalmente producen por la ordenación divina, como son: las lluvias, granizos, truenos, relámpagos, heladas y sequías…aquellos naturales temían con muy amedrentados ánimos el poder de este principal, y así casi lo tenían por Dios, acatándolo y reverenciándolo con extremo grado”. Juan de Castellanos en sus Elegías, resalta las virtudes y la respetabilidad de Manaure, a quien presenta con una personalidad avasallante, conducta intachable y poder desmedido dice: “Fue Manaure varón de gran momento, de claro y de sagaz entendimiento. Tuvo con Españoles obras blandas, palabras bien medidas y ordenadas, en todas sus conquistas y demandas temblaban del las gentes alteradas;… Nunca vido virtud que no loase ni pecado que no lo corrigiese, jamás palabra dio que la quebrase ni cosa prometió que no cumpliese”… (Citado por Manuel Vicente Magallanes. 1977, p.254).
Los caquetíos habían conformado una cultura que pudiéramos ubicar según la clasificación que hace Julien Ries (1995, p.18), en su Tratado de antropología de lo sagrado como una “hierofanía”3 De acuerdo con los planteamientos de este autor, se puede considerar que el caquetío como todo hombre religioso arcaico, al revestir de sacralidad al cacique Manaure como mediador en la irrupción de lo divino, lo separa de lo profano, lo hace digno de respeto, mediante lo cual alude a Dios y a su culto divino, lo que hace que este ser como divino, sea venerable.
El Bautismo cristiano del cacique Manaure, con su familia y todo su pueblo por manifiesta voluntad, es símbolo de esa cultura religiosa donde el gran jefe concebido como la personificación de la divinidad y como persona sagrada, tiene el don de decidir sobre el porvenir de todos sus fieles o creyentes. Este acto, se asocia también como símbolo en los inicios de la construcción de la nueva cultura religiosa cristiana.
En este contexto, la solicitud de “mamparo” o protección que el cacique hace al conquistador Ampíes, fue una decisión importante para la obtención de inmediatos y futuros beneficios, tanto por parte del conquistador, como por parte del rey. Uno de los primeros logros fue la de preservar a su pueblo del gran negocio esclavista de las armadas del Caribe, que azotaban continuamente sus dominios. Por eso, el acto de fundación de la “muy noble y leal” ciudad de Coro, se realiza conjuntamente con la entrega al cacique de una de sus hijas, su yerno, sus nietos y otros caquetíos que habían sido esclavizados por estos negociantes, a quienes Ampíes compró y pagó rescate por ellos.
Si bien es cierto Ampíes logró una alianza con los caquetíos, a partir de 1528, y hasta 1546, la administración de los Welsares generó un importante despoblamiento indígena en esa zona. Quienes no respetaron el pacto de Ampíes ni consideraron a los caquetíos como aliados.
Indios de Real Corona
Durante todo el tiempo colonial los caquetíos fueron beneficiados con reales cédulas que normaron su quehacer diario. Sin lugar a dudas, la más importante es la que ordenaba su condición como personas libres. Según Real Cédula de 1539, por petición del primer Obispo de Coro; Don Rodrigo de Bastidas, los caquetíos fueron considerados libres”. Y “al igual que los aztecas de la Nueva España”, no podían ser encomendados y/o esclavizados. Fueron exonerados además, del pago de tributos y se les denominó pueblos de “Real Corona”, durante toda la colonia. 4
A partir de esta real cédula la población caquetía logró recuperar la confianza en los colonizadores, facilitando su reducción en los pueblos de Santa Ana, Moruy y Cumarebo, fundados por el Obispo Rodrigo de Bastidas entre 1535 y 1539. Posteriormente, en 1598 fueron fundados, según Oviedo y Baños, por el Gobernador Don Diego de Osorio los pueblos de Capatárida, Zazárida, Borojó y Mitare, ubicados en la parte nor- occidental de la ciudad de Coro. Los otros dos pueblos de caquetíos: Guaybacoa y El Carrizal se fundan por orden del Obispo Escalona y Calatayud en 1723. Guaybacoa, un poco al Sur de la costa en donde se inicia la sierra, organizado con indios traídos de lugares cercanos para la “congregación” y El Carrizal, fundado con indios provenientes de la isla de Aruba que habían venido buscando la cristianización. Este último como los anteriores pueblos de caquetíos se ubicó en la costa para la defensa de la ciudad, desde donde distaba sólo cinco minutos.
Razones estratégicas privaron en la organización de estos “resguardos indígenas” en la costa coriana. El hecho de ser pueblos de indios caquetíos garantizaba una vigilancia constante a la ciudad que no escapó en los siglos XVII y XVIII a la piratería francesa e inglesa. Pero a la vez, su cercanía a la ciudad permitía tenerlos vigilados y mantenerlos congregados en pueblo.
Numerosos documentos de los siglos XVII Y XVIII nos informan sobre decisiones por parte de Obispos y funcionarios reales en defensa de las tierras de los pueblos caquetíos y de su condición de trabajadores libres. En 1678 el Obispo González Acuña, dictó autos con severas sanciones para los usurpadores de las tierras de los indios de Real Corona, donde pide guardar las "constituciones", y cédulas en defensa de las tierras y agravios recibidos por estos indios5.
A pesar de su condición de indios de “Real Corona” y trabajadores asalariados, los caquetíos no escaparon de una servil explotación por parte de los grandes terratenientes vecinos, que los concertaban, pero luego no les cancelaban pago alguno por el trabajo realizado como arrieros6.
Desde el punto de vista social, a los caquetíos se les reconoció como grupos de indígenas principales con algunos privilegios. En todo caso, es necesario distinguir entre la “nobleza” caquetía, la” pequeña nobleza” de jefes locales o caciques, y el común de los caquetíos. El primer grupo se hispaniza rápidamente, se acomoda y funciona como clase principal de la ciudad, introduciendo un distanciamiento con los otros grupos de su clase y más aún con los otros indígenas. El segundo grupo, conserva su antiguo papel y mantiene el cacicazgo sobre el resto de los caquetíos que le siguen sometidos, pero convertida en una institución hispanizada. El cacique caquetío era otro funcionario colonial más, entre cuyas funciones estaba la de recabar en el pueblo para el pago del Cura Doctrinero, además de seguir exigiendo su correspondiente tributo como jefe indígena.
Sin embargo, durante el siglo XVIII, a pesar de que el cacicazgo se había adaptado a la estructura colonial y estaba normado por el estado español, fue perdiendo cada vez más legitimidad tradicional, por lo que continuamente debían recurrir a las autoridades coloniales para legitimar su posición. Entre 1701 y 1778, ejercieron el cacicazgo en su jurisdicción, como legítimos herederos: Domingo Martínez Manaure, Juan Martínez Manaure y Juan Santiago Martínez Manaure.
Lo peculiar de funcionar con gobierno entre iguales, o de la misma raza o familia, no reportó posible ventajas a los caquetíos que se convirtieron en trabajadores libres con salarios bajos inadecuados para sustentarse. Asimismo, su condición privilegiada no le evitó ser víctimas de extorsiones, injusticias y abusos, como lo demostramos en la parte referida a los problemas que enfrentan con las tierras de sus comunidades indígenas.
Durante la colonia los pueblos de caquetíos cumplieron una encomiable función de defensa y vigilancia del territorio coriano. Ubicados en sitios estratégicos a lo largo de la costa, en estos pueblos descansó la vela y resguardo de la ciudad. Las fuentes nos informan de grupos de indios a manera de milicias constituidas por caquetíos de los pueblos de El Carrizal, Guaybacoa, Cumarebo y a veces hasta los de Santa Ana y Moruy, que se alternaban en horarios diurnos y nocturnos en la vigilia del puerto de la Vela de la ciudad. Los caquetíos de Capatárida, Borojó, Zazárida y Mitare, igualmente realizaron la vigilancia de las costas cercanas a sus pueblos, recibiendo sus caciques el pago correspondiente por los comisos realizados a las denuncias de contrabando7. A los de Santa Ana y Moruy se les confió la vigilancia y defensa de las salinas de Paraguaná, labor realizada con gran celo por las frecuentes arribadas en esta zona de barcos extranjeros que se proveían de sal, a la fuerza.
Fidelidad al Rey
La fidelidad de los caquetíos al rey fue demostrada a través de todo el período colonial. Desde su pueblos originarios, custodiaban las costas del territorio ocupado por ellos desde antes de la llegada de los españoles, organizados por su propios Alcaldes o Caciques. Considerados los más fieles y consecuentes al Rey siempre estuvieron dispuestos a salir en su defensa. Así ocurrió en las continuas arribadas de piratas ingleses y franceses a las costas de Coro en los siglos XVI Y XVII; en 1795, durante la sublevación de los negros de la sierra de Coro; en 1806, con la llegada de la expedición libertaria de Francisco de Miranda. Pero más que una respuesta a las gracias recibidas, fue una manera de vivir, de conducirse como fieles cristianos, porque como señala Chartier, R. (1995, p.127) al concebir en el orden político a la Monarquía como institución divina, y al rey como símbolo “sagrado”, éste era visto como un padre bondadoso, “protector y justiciero”, “atento y dispuesto a socorrer a los más débiles de sus hijos”.
Arcaya, señala a nuestro modo de ver muy acertadamente, que los mantuanos o criollos y los indios caquetíos, fueron los elementos fundamentales que hicieron de Coro “el más ardiente foco del realismo” durante la lucha independentista en Venezuela. Los primeros enfrentados a sus pares caraqueños en defensa de la autonomía regional por “la enconada rivalidad que había con Caracas, iniciadora de la revolución”, y los segundos con manifiesta demostración de fidelidad a la corona española, por “el sentimiento religioso profundamente arraigado en las masas populares enseñadas a considerar el rey como Ministro de la justicia de Dios en la tierra” (Ibid, p.42) . Este fenómeno se observa también por parte de grupos de mestizos, pardos, mulatos y blancos criollos. Estas posiciones acerca de la actitud con el Rey no son privativas de Coro, sino que es característico de toda Hispanoamérica, con algunas diferencias regionales, como señalamos anteriormente, producto de la manera cómo asumió la conquista, evangelización y colonización el estado español. Sería interesante hacer una evaluación o establecer relaciones entre la población indígena y la población mestiza y parda que, en Venezuela, hasta 1812, no se había incorporado a la independencia.
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