El mito de Alfaro (I) : Opinión : La Hora Noticias de Ecuador, sus provincias y el mundo
Por : Carlos Freile Granizo
En el Ecuador se perora en todos los tonos contra los mitos enquistados en el imaginario colectivo y perpetuados por la educación: el Reino de Quito descrito por el padre Velasco, la muerte de Abdón Calderón, la Revolución de los Marqueses…. Sin embargo algunos mitos no solo se mantienen, sino que se los fortalece de manera sistemática, por ejemplo “el indio Espejo”. Entre estas leyendas descuella la de Eloy Alfaro como sinónimo de todas las virtudes cívicas, como ideal indestructible para las nuevas generaciones, sobre todo aquellas seguidoras de la revolución del siglo XXI. Desde mediados del siglo pasado se ha construido un Eloy Alfaro alejado de la realidad, no solo mitificado sino santificado, libre de defectos, siempre al servicio de los más altos intereses patrios, sin claudicaciones, carente de ambiciones personales, sabio, instruido (¿?) y prudente. Esa imagen de héroe homérico no podía compaginar con su muerte, tal como sucedió: crimen horrendo, lleno de sevicia inhumana. ¿Cómo un líder de tantos merecimientos pudo ser arrastrado y quemado con ignominia, desprecio y crueldad? ¿Cómo “el pueblo” pudo perpetrar semejante asesinato sangriento? Pregunta necesaria, sobre todo si se parte de otro mito enraizado en nuestros intelectuales orgánicos: que “el pueblo” amaba a Alfaro. Para resolver esta aporía se le ha ocurrido a una señora Ministra recoger firmas para decidir si el arrastre de Alfaro fue obra de ese también mítico pueblo. Pareciera que fue arrastrado por fantasmas y sin dar ningún motivo. En todo este esperpéntico tinglado se han olvidado, entre otras cosillas, del arrastre del General Montero en Guayaquil, antecedente fatal de los acontecimientos de Quito. ¿Miles de firmas determinarán que Montero no fue arrastrado por “el pueblo” guayaquileño? Todas estas construcciones mitológicas se coronan con el cinismo enfermizo de varios de los intelectuales orgánicos que mienten, saben que mienten, saben que nosotros sabemos que mienten y mienten con total desfachatez. Dignos herederos de Goebbels: obligatorio recordar.
coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño
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