El Ecuador y la guerra del Paraguay (I)


“¿Será la civilización el interés que lleva a los aliados al Paraguay? A este respecto sería lícito preguntar ¿Si la llevan o van a buscarla? Si es verdad que la civilización de este siglo tiene por emblema las líneas de navegación por vapor, los telégrafos, eléctricos las fundiciones de metales, los astilleros y arsenales, los ferrocarriles, etc. Los nuevos misioneros de la civilización salidos de Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan etc, etc. No solo no tienen en su hogar esas piezas de civilización para llevar al Paraguay sino que irían a conocerla de vista por la primera vez en su vida en el país salvaje de su cruzada civilizadora.”
Juan Bautista Alberdi
“La guerra que enfrentó a la Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, entre 1865 y 1870, respondió más a los intereses británicos y de acabar con un modelo autónomo de desarrollo como el paraguayo, que podía devenir en un “mal ejemplo” para el resto de América latina, que a los objetivos de unificación nacional y defensa del territorio proclamados por sus promotores.”
Felipe Pigna
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Los tópicos internacionales (mucho menos geopolíticos) son poco conocidos e ignorados por la mayoría de ecuatorianos -en extremo diría yo-, fundamentales en esta era de globalización, o de una de sus fases más últimas. Aspiro aportar con artículos cortos, accesibles y de fácil entendimiento como el presente y similares de esta índole al esclarecimiento del contexto regional y global en el cual nuestro país se ha venido desarrollando desde su mismo origen. Uno de los episodios más trágicos y dolorosos que la América del Sur ha tenido que atravesar, durante el siglo XIX, fue la Guerra del Paraguay ocurrida entre 1865 y 1870. Llamada de la “Triple Alianza”, fue un terrible enfrentamiento bélico donde la República Argentina, Su Majestad el Emperador del Brasil y la República Oriental del Uruguay, se unieron en “alianza ofensiva y defensiva” en la guerra “iniciada” por el gobierno paraguayo de Francisco Solano López, presidente de dicho país en defensa del gobierno uruguayo debido a un tratado de reciprocidad ante ataques e intervenciones extranjeras que mantenía con el Uruguay y por el cual se vio obligado a atravesar Argentina (República que no autorizó esta acción pero que sin embargo sí permitió que el Brasil utilice su territorio para atacar al Paraguay), para auxiliar a su aliado uruguayo que enfrentaba una invasión del Brasil que removió al gobierno, se anexó territorio e instauró un gobierno de “su agrado”; provocando así el casus belli necesario para el inicio de la guerra. Al mismo tiempo ocurría la guerra hispano-sudamericana o primera guerra del Pacífico, que enfrentaba a Chile, Perú, Bolivia y Ecuador con España. Por este hecho se formó la Cuádruple Alianza, entre Ecuador, Bolivia, Perú y Chile, con una posición americanista que rechazaba las propuestas y actos de la Armada Española. “El discurso de la Cuádruple Alianza defendía la unión americana, la independencia y la soberanía nacionales.” En este marco el Ecuador pasa a formar parte del ofrecimiento de mediación de la cuádruple alianza en la guerra entre el Paraguay y la Triple Alianza. En 1866 la guerra de la Triple Alianza, integrada por Brasil, Uruguay y Argentina, contra el Paraguay estaba en pleno desarrollo. Frente a la grave situación, los países integrantes de la Cuádruple Alianza del Pacífico, por intermedio de sus respectivos representantes a excepción del ecuatoriano se reunieron el 25 de abril de 1866 en los salones de la Cancillería chilena. El Ecuador estuvo ausente en esa primera reunión debido a que el Ministro Plenipotenciario y representante en el seno de la Cuádruple Alianza del Pacífico, el Dr. y Gral. Gabriel García Moreno (Presidente del Ecuador en dos períodos 1860-1865 y 1869-1875), se encontraba aún en viaje y llegaría a Santiago recién el 13 de junio. Una vez en la capital chilena, Gabriel García Moreno en su calidad de diplomático por entonces, adhirió al Ecuador al mentado pacto cuadripartito el 10 de agosto del mismo año[1]. Los países integrantes de la Cuádruple Alianza del Pacífico ofrecieron su mediación a los países beligerantes del Atlántico. Dado que consideraban que no podían permanecer indiferentes a una guerra que ensangrentaba vilmente un sector considerable del Continente y además “que este conflicto representaba… un grave obstáculo para concurrir al movimiento de unión que se estaba operando en este Continente.”[2] Los objetivos secretos que encerraba la Alianza del Brasil, Uruguay y Argentina, en su guerra contra el Paraguay, no eran otros que una intervención armada para conquistar y dividirse el país del Plata, queriendo poner a su discreción el destino del mismo para así finalmente implantar un régimen títere en la espera de la ocasión propicia para la repartición completa y definitiva de los territorios ese país hasta dejarlo reducido a su mínima expresión geográfica y demográfica, tal como sucedió. En la guerra el 90% de la población masculina y criolla paraguaya fue exterminada, dejando al país en una postración cuyas consecuencias aún son palpables en nuestros días. Según distintas fuentes entre el 50% y 85% de su población total murió en la conflagración, constituyéndose de esta forma en un genocidio sin parangón en la época moderna en América del Sur. Paraguay perdió gran parte de su territorio y fue obligado a pagar una agrandada indemnización de guerra. En nota datada el 15 de agosto de 1866, los representantes de la Cuádruple Alianza del Pacífico en Buenos Aires, elevaron a conocimiento del Dr. Rufino de Elizalde, Ministro Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de Argentina, la oferta de mediación formal a nombre de los países integrantes de la Cuádruple Alianza de en los siguientes términos: “Los gobiernos de Bolivia, de Chile, del Ecuador y del Perú, sensibles a los inmensos sacrificios que está causando la dolorosa guerra en que la República Argentina, en alianza con el Brasil y el Uruguay, está por desgracia empeñada contra la República del Paraguay, y ciertos de que la continuación de la lucha no puede dejar de producir todavía daños incalculables y de todo género , de uno y otro lado, han considerado que cumplirían un deber de amistad sincera y fraternal, haciendo esfuerzos porque termine esta calamidad, por cualquier medio que haga cesar el derramamiento de sangre, tanto más preciosa, cuanto más abundante la que se ha vertido…” “Los infrascritos, que al cumplir esta orden proceden en mérito de la representación propia de sus respectivos gobiernos, y en representación especial, el primero de Bolivia y ambos de Ecuador, tienen además el encargo de indicar a S.E., como una base aceptable y sobre la que podría ejercerse la mediación la de que las partes desavenidas remitan la solución de sus diferencias al examen y fallo de un tribunal internacional, el cual, si la idea fuese aceptada, podría ser compuesto de cuatro diplomáticos, nombrados ad hoc por las cuatro repúblicas mediadoras. De este modo la discusión tranquila de los derechos que estén realmente o pueden creerse ofendidos, y la consideración imparcial de las legítimas y verdaderas conveniencias e intereses de cada beligerante reemplazarían, con ventaja de todos, al medio terrible, que hace ya tanto tiempo aflige a esta porción de la América.”[3] Por convocatoria del Canciller de la República de Chile, Álvaro Covarrubias, el 14 de septiembre de 1866 se reunieron nuevamente en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile los representantes de la Cuádruple Alianza: Mariano Donato Muñoz y Juan Ramón Muñoz Cabrera, plenipotenciarios de Bolivia; José Pardo, Ministro del Perú y Gabriel García Moreno, Ministro del Ecuador. En esta conferencia, por intermedio del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, presidente de estas reuniones, se anunció la lamentable respuesta de los gobiernos beligerantes de la Triple Alianza de no estar dispuestos a aceptar la mediación ofrecida con la mejor voluntad. Gabriel García Moreno, Ministro del Ecuador, secundando al Canciller chileno afirmaba que cualquier gestión futura sería inoficiosa ante la mala voluntad de la Argentina, Uruguay y Brasil, alejando toda esperanza de negociación, mucho menos que concluyeran en un buen suceso. Ecuador, Perú, Bolivia y Chile tampoco estaban dispuestos a aceptar un nuevo rechazo por parte de la Triple Alianza, corriendo el riesgo de contribuir al enfriamiento de las relaciones continentales hasta el punto de la enemistad, contrariando el objeto de las mediaciones propuestas. El Paraguay de Francisco Solana López, a cuyo favor se había interpuesto la mediación, víctima del tratado de alianza ofensiva y defensiva del 1° de mayo de 1865, suscrito entre Brasil, Argentina y Uruguay, cuyo fin era el reparto territorial que se proponían fervorosamente los países del Atlántico; aceptó plenamente este generoso y fraterno medio pacífico que le proponían los hermanos del Continente, además de su eterna gratitud, como lo testimonian las comunicaciones que dirigió desde Paris el 14 de diciembre de 1866 el señor Cándido Barreiro, Encargado de Negocios del Paraguay ante los Gobiernos de Francia y Gran Bretaña al Secretario de Relaciones Exteriores del Perú, Toribio Pacheco, en los siguientes términos: “Profundo reconocimiento por la actitud de los aliados del Pacífico a favor de su causa. Este acto honroso del Perú y de sus aliados, en protección de intereses propios y americanos de la mayor trascendencia, impulsa al Paraguay a hacer conocer toda su gratitud a los Gobiernos que han reconocido, de un modo tan elevado, el principio cuyo sostenimiento le tiene en guerra tan desigual contra los que han desconocido y lo combaten.” “Ante esta manifestación de la América Occidental, el Excmo. Señor Presidente de la República del Paraguay ha dejado de considerarse solo y aislado en defensa difícil, que le cabe sostener, de un principio que protege a todas las Repúblicas; y la satisfacción de verse de acuerdo con la porción más culta y libre de la América del Sur, en los momentos más arduos de su vida política, es un acontecimiento que ha traído a su confianza un estímulo más fuerte que la mejor de sus víctimas militares, pues ya no le es dado desesperar de ver convertido en principio del Derecho Público Internacional de una gran parte de Sud América, el equilibrio que garantice la independencia y soberanía de sus Repúblicas.”[4] Después de que las repúblicas del Pacífico habían ofrecido su mediación para terminar la horrenda guerra contra el Paraguay, siendo rechazadas en una clara posición antiamericana de la Triple Alianza quienes buscaban el exterminio de Francisco Solano López y del “mal ejemplo” que el Paraguay estaba dando al resto del continente con su plena soberanía basada en el desarrollo firme y sostenido de su nación en conjunto: Paraguay para le época era por mucho el país más avanzado de América del Sur, fue el primer país del continente con línea ferroviaria, con la primera línea telegráfica, la primera fundición de hierro, el primer astillero de barcos con casco de acero, el Estado fomentaba la educación pública y gratuita y el porcentaje de analfabetismo era el menor de la región, Paraguay era el único país de la América Hispana sin desempleo y sin deuda externa, etc., etc.; ante este infame hecho el Ministro del Ecuador ante la Cuádruple Alianza en 1866, Gabriel García Moreno, en uno de sus informes a Manuel Bustamante, Ministro de Relaciones Exteriores de la República del Ecuador pudo aseverar: “Dios protejerá a los valientes paraguayos, que tan heróicamente defienden el suelo de su patria; y tal vez no está lejos el día en que los que se conjuraron para arruinar a aquel país, reciban un escarmiento digno de su ambición y perfidia.”[5] Así sea. Por Francisco Núñez Proaño
[1] Fuente reservada para una futura publicación impresa.

[2] Fuente reservada para una futura publicación impresa.

[3] Fuente reservada para una futura publicación impresa.


[4] Fuente reservada para una futura publicación impresa.

[5] Fuente reservada para una futura publicación impresa.

coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño