Después de que "el Presidente" y los "candidatos" estuvieron el domingo con Benedicto, y de que allí "comulgaron" Calderón y la dichosa Josefina, seguramente será refrescante, reconfortador y tal vez esperanzador recordar cuando Miguel Miramón fue recicbido cariñosamente por la santidad de Pío IX, el 27 de junio de 1861. Así lo contó Concha en sus memorias (pp.350 y 351):

"Al llegar a la pieza donde estaba el santo padre, la puerta se abrió y se presentó a nuestra vista la dulce y apacible figura de Pío IX, La santidad se pintaba en sus facciones, su noble presencia, y el encontrarnos por primera vez ante el vicario de Nuestro Señor Jesucristo nos conmovió en extremo...
Al entrar a la pieza nos arrodillamos, de nuevo lo hicimos en el centro de la sala, y por último doblamos la rodilla al pie del santo padre...
El santo padre hablaba perfectamente el castellanlo, así es que la audiencia nos fue doblemente agradable... Veinte minutos o más duró la audiencia, al despedirnos de Su Santidad Pío IX, abrió un cajón de la mesa, y sacó de allí dos estuches que tenían encima las armas del Santo Padre; abrió el más grande y presentándolo a mi esposo le dijo: 'Reciba usted, general, esta decoración en prueba de mi gratitud por los esfuerzos que hizo usted en su país para defender el principio católico'. Era la decoración de la Gran Cruz de Pío IX".

Ojalá que la comulgante, en vez de andar metiéndose en camisa de once varas, declare que es católica de veras y su compromiso por defender la catolicidad de nuestro país y por terminar de una vez no sólo con las legisladas mariconeras del Ebrard en el DF sino con el abortismo y el contraceptismo rampante de las instituciones de salud oficiales, con las píldoras "del día siguiente" y con todas las demás imposiciones de esa laya por parte de los señores del dinero internacional.