Como la tierra tachirense formó parte, durante toda la colonia, del Nuevo Reino de Granada, Pamplona fue la ciudad colombiana que dirigió la respectiva conquista y la fundación, entre otras, de la ciudad de San Cristóbal, capital del Estado.
Esto demuestra que, históricamente, la influencia colombiana sobre el espíritu y la sensibilidad del Táchira fue, en los comienzos directa.
Delimitados los territorios del Nuevo Reino de Granada y la Capitanía General de Venezuela en 1777 el Táchira por su condición de tierra fronteriza, continuó bajo la influencia inmediata de Colombia.
Los representantes más ilustres de las letras del Táchira, en cada una de las etapas por que han pasado estas mismas letras, o se educaron en Colombia, o se educaron en el Táchira, bajo cátedras ejercidas por maestros colombianos, o se formaron en los textos de estudio procedentes de Bogotá, o leyeron primero los escritores de Colombia.
El lenguaje, que es el vehículo de la literatura, tiene en el Táchira ingredientes de todo orden que son de naturaleza colombiana. El lenguaje del tachirense llama la atención, por lo distinto, en el resto de Venezuela. La lengua del escritor tachirense tiene, en la misma forma, delicadezas y honduras que han sido heredadas del aire colombiano. Este aire penetra cuanto dice el hombre común y cuanto crea el escritor.
Entrada en materia.
Los tachirenses aunque en el resto de Venezuela no lo crea nadie, ya somos colombianos. Lo somos si se puede decir de esta manera, por ascedencia histórica, lo somos, también, por ascendencia familiar; lo somos por vecindad geográfica, lo somos, en última y más perentoria instancia, por afecto.
La historia nos demuestra tan afortunada circunstancia. Y esta circunstancia, de fundamentación tan entrañable, no podía escapar a la observación y comprensión del tachirense común. Y mucho, pero mucho menos, a la sensibilidad del escritor. Colombia ha estado presente, así, en cada una de las etapas porque ha pasado la literatura del Tachira.
Primera etapa.
La primera etapa es, con toda exactitud, la del descubrimiento la de la exploración de la tierra. La primera etapa corresponde a la conquista. Recordemos que primero fue Bogotá. Recordemos que luego fue Pamplona. Y que Pamplona, necesitando abrirse camino hacia la Sierra Nevada de Mérida, destacó la expedición correspondiente. La puso al mando del experto capitán Juan Rodríguez Suárez. Este no sabemos por qué, se extralimitó en sus atribuciones y fundó a Mérida. Pamplona decidió castigar al expedicionario. Comisionó para ello a otro famoso Capitán: Don Juan Maldonado y Ordóñez. Este expedicionario, viniendo en procura del otro, determinó hacer asiento en este valle tachirense. El asiento se llama San Cristóbal. La capital del Táchira es hija legítima de la ilustre ciudad colombiana. Como le gustaba decir a Barba Jacob a muchos otros efectos, "por ahí comenzó la cosa". La cosa comenzó pues, el 31 de marzo de 1561.
Fundada la ciudad, lo demás es la colonia. Con todas sus aspiraciones de expansión y consolidación. Con todas sus empresas. Con todos sus sueños. Los fundadores y colonizadores, todos de procedencia pamplonesa, nos legaron la lengua que hablamos y nos sembraron la cultura regional de apellidos raigales, característicos, inolvidables: Maldonados, Sánchez, Zambranos, Buitragos, Moncadas, Arellanos, Vivas, Chacones, Roas, etc.
Los tachirenses fuimos, primero que todo, reinosos. Es decir: pertenecimos al nuevo Reino de Granada, cuyo fundador era un ilustre letrado: Don Gonzalo Jiménez de Quesada. Y fuimos reinosos desde por lo menos, la fundación de San Cristóbal, hasta el año 1777. En este año, reorganizadas las provincias por disposición real española, dejamos de ser reinosos para comenzar a ser venezolanos de la Capitanía General cuya sede era Caracas.
El hecho de que hayamos dejado de ser reinosos, desde el punto de vista legal, en aquel año, no nos desligó de Colombia. Seguimos unidos a Colombia por motivos de geografía, de sangre, de comunicación, de comercio, de cultura. La frontera, claro está, es la frontera; una raya divisoria en los mapas; una raya delimitatoria en las jurisdicciones. El corazón la sangre y, sobre todo, la sensibilidad no saben de rayas, de mapas ni de jurisdicciones. El corazón es, afortunadamente integracionista en cada uno de sus latidos: siente a Colombia y siente a Venezuela como una sola unidad.
Segunda etapa.
La segunda etapa resulta mucho más clara para todos. Es la de la independencia. Es el tiempo que gira, por entero, alrededor de Simón Bolívar. El Libertador adquirió tan universal cognomento con la Campaña Admirable de 1813. Realizándola, partió de Cartagena; recorrió buena parte del Nuevo Reino de Granada, llegó a nuestra vecina Ocaña, pasó a Cúcuta y entró en Venezuela por San Antonio. Los dos países quedaron desde entonces, entrañablemente unidos. Y El Libertador alcanzada la independencia y ya Presidente de la Gran Colombia, estuvo en San Cristóbal, vivió en San Cristóbal despachó en San Cristóbal, conmemoró en San Cristóbal, mediante proclama inmortal el 19 de abril. El Libertador, en suma, hizo temporalmente de la capital del Táchira la capital de la Gran Colombia. Si por el Capitán Maldonado fuimos gobernados por Colombia, por el Padre de la Patria fuimos gobernadores de Colombia. La integración no podía ser más perfecta.
Tercera etapa.
Consolidada la independencia, podemos hablar de una especie de prehistoria del Táchira. El Táchira, así formó parte de Mérida. El Táchira, así formó parte del Gran Estado Los Andes. Sólo en el año 1856 conquistó personalidad provincial propia y desde luego, personería jurídica.
Pero el Táchira debido a su localización geográfica, permanecía aislado, casi del todo, del gobierno central caraqueño. La incomunicación era completa. El viaje a Caracas obligaba a etapas muy penosas: el desplazamiento a Estación Táchira en mula, de Estación Táchira a Encontrados en tren, de Encontrados a Maracaibo en piragua, de Maracaibo a Curazao en barco, de Curazao a La Guaira también en barco, y de La Guaira a Caracas en tren. La comunicación con Colombia siempre fue más hacedera por la vecindad y por la calidad de los caminos. Bogotá siempre estuvo más cerca que Caracas.
Y un hecho notable, ocurrido un poco antes de nacer el Táchira como provincia independiente. Lo protagonizó un ilustre colombiano. Don Domingo Guzmán Escandan. Este educador, porque todo periodista lo es, se estableció en San Cristóbal. Viendo la carencia de un papel periódico, viajó a Caracas, de Caracas se trajo a San Cristóbal la imprenta del Táchira y en esta imprenta puso a andar el primer periódico tachirense: "El Eco del Torbes" El 8 de septiembre de 1845 apareció este periódico. La fecha inmortaliza a Guzmán Escandan, en un instante cenital de la influencia de Colombia en las letras del Táchira, y es en cierto modo, el punto de partida de la cultura tachirense de todos los tiempos.
Cuarta etapa.
El Táchira, como hemos visto ya, quedó configurado en 1856. Esto significa en punto a letras, dos cosas muy importantes. La una: el Táchira nace cuando el romanticismo ha entrado en declinación. La otra: el Táchira nace cuando el modernismo entra en escena en todas partes. Pues bien. La gente letrada del Táchira tendrá un cuidado especial entonces. Consiste en que, sin desconocer ni desdeñar el modernismo triunfante, prolongará largamente el romanticismo declinante. Ello se debe, entre otras causas posibles a que en Colombia señoreaba el ambiente romántico, sin discusión Julio Flórez, ya que éste que fue el poeta más popular del continente, lo comenzaba a relevar en forma incontrastable, Guillermo Valencia. Es lo que nos hacen pensar los primeros clásicos del Táchira, Samuel Darío Maldonado y Pío Gil, Emilio Constantino Guerrero, Luis López Méndez, y Eleazar Silva, el poeta de Rubio, cuya formación fue por entero colombiana.
La situación señalada se prolonga durante los años finiseculares y, claro está, durante los primeros del presente siglo. Ahora bien. A los romántico-modernistas citados, los sustituyeron los hombres de la Generación del 18. Amenodoro Rangel Lamus, Rafael Angarita Arvelo, José Abel Mantilla, César Casas Medina, Joaquín Díaz González, Manuel Felipe Rúgeles, Teodoro Gutiérrez Calderón, entre los principales. El cuarto y el último fueron de origen colombiano. El último especialmente vivió y trabajó y creó en forma alternada, tanto en Cúcuta como en La Grita. Rúgeles, que está reconocido nacionalmente como la mayor personalidad lírica de su generación se formó en Bogotá. Fue toda la vida, en muchos de sus aspectos, un verdadero cachaco.
A la gente del 18 le correspondió la gloria, en Venezuela de haber implantado el vanguardismo en todas sus tendencias: el cartelismo, el negrismo, el surrealismo Y desde luego, el versolibrismo.
Por segunda vez, se mantuvo a pie firme entre la tradición clásica, heredada de Colombia, y los vientos renovadores que soplaban de Caracas. Rúgeles resulta, al respecto ejemplo cimero e incontrastable
Después del 18, vino la Generación del 40 en todo el país. Esta generación a los efectos del Táchira, estuvo centrada por un grupo: EL Grupo Yunque. Y este grupo estuvo influido, en forma directa y hasta doctrinaria por el grupo "Piedra y Cielo" de Bogotá. El 40, pues, lo protagonizaron en San Cristóbal, Aurelio Ferrero Tamayo y Luis Felipe Ramón y Rivera, Manuel Osorio Velasco y Rafael María Rosales, Horacio Cárdenas y Carlos Sánchez Espejo, etc. (El líder lírico del 40 fue Juan Beroes, nacido en San Cristóbal y quien para no faltar a la regla, está marcado en cada uno de sus pasos poéticos por la influencia del piedracielismo colombiano). Uno de los máximos representantes de esta generación tachirense es Ramón J. Velásquez un tachirense legítimo de legítima ascendencia colombiana.
Sobre el 40 vino la Generación del 50. En esta generación tiene el Táchira dos figuras estelares. Ambas de formación bogotana en lo literario y en lo profesional. Son Dionisio Aymará y Marco Ramírez Murzi, de San Cristóbal y San Antonio respectivamente.
No hay, pues, tiempo ninguno de las letras del Táchira en el que pudiera señalarse la ausencia de Colombia. Colombia, con su espíritu clásico, con su vocación humanística, con su extraordinaria sensibilidad, lo ha penetrado todo. El tachirense letrado si no ha estudiado en Colombia ha estudiado en textos colombianos, ha tenido maestros colombianos y ha aprendido a leer, lo que se dice leer, en los escritores de Colombia.
La influencia de Colombia
La influencia de Colombia sobre el Táchira puede verificarse en los más diversos aspectos. Esta influencia, siempre presente, ha sido ejercida de dos maneras.
Directamente:
a) Desde el gobierno y con el gobierno mientras el Táchira formó parte de la Nueva Granada,
b) Desde la educación y con la educación, ya delimitados los dos países mediante los numerosos profesores colombianos que han trabajado en el Táchira, como Teodosio V. Sánchez y Teodoro Gutiérrez Calderón; y mediante la utilización en todos nuestros planteles de textos colombianos como el "Análisis Lógico" de los Padres Budistas.
c) Mediante la presencia y el ejemplo dé los escritores que han residido en el Táchira, como José María Vargas Vila y José Fulgencio Gutiérrez.
d) A través de los colegios de la frontera Cúcuta, Bucaramanga, Pamplona y de las universidades bogotanas, donde se han formado numerosos hombres ilustres del Táchira, como Antonio Rómulo Costa.
Indirectamente:
a) Por intermedio de la prensa, como "El Tiempo" de Bogotá, que es uno de los mejores diarios de Hispanoamérica y que llega a San Cristóbal todos los días.
b) Por intermedio de la radio.
c) Por intermedie de la televisión.
d) Por medio del ejemplo de los grandes escritores nacionales, como Guillermo Valencia. e) Por medio del ejemplo de los grandes dirigentes políticos, como Jorge Eliécer Gaitán. Refiriendo esta influencia al campo específico de las letras, tenemos que reconocer factores como los siguientes:
La lengua popular, coloquial, cotidiana, del tachirense está penetrada del espíritu colombiano. Contiene palabras de uso familiar -ala- pelado, lagarto-que nos identifican, por ejemplo con el bogotano de pura cepa. En parecida dimensión contiene modismos, giros, refranes, que provienen del antiguo Nuevo Reino de Granada. En todo caso, el habla tachirense que es habla característica con Colombia en la misma medida en que nos separa del resto de Venezuela.
La música tachirense, por ejemplo, de quien revela más influencia es de Colombia. En el Táchira ha hallado casa propia el bambuco. La música tachirense, tan distinta de toda la del resto de Venezuela, podría pasar por colombiana ante el oído de cualquier desprevenido. Colombia, por otra parte, es dentro del ambiente hispanoamericano, el país humanístico por antonomasia, Tal humanismo ha entrado profundamente en el Táchira. Unos tres ejemplos bastan para convencernos del hecho. El de Emilio Constantino Guerrero, que fue filólogo, historiador, ensayista, crítico, novelista y lírico. El de Luis López Méndez, que fue una de las figuras señeras del positivismo venezolano. El de Rafael Angarita Arvelo, el primer revisor de la novela nacional Y entre los clásicos tachirenses contemporáneos, basta con que citemos a Monseñor Carlos Sánchez Espejo, a Aurelio Ferrero Tamayo, a Horacio Cárdenas, al Pbro. J.G. Pérez Rojas, a Ramón J. Velásquez.
Manuel Felipe Rúgeles en cuanto a la poesía es el mayor lírico de la generación del 18. Su obra corresponde, sin posibilidad de duda, a un momento cenital de la poesía venezolana. Se realizó al través de cuatro libros capital "Aldea en la Niebla" "Puerta del Cielo", "Memoria de la Tierra”. "Dorada Estación" El lector de estos libros comprueba a la primera lectura que es verdaderamente auténtico en dos aspectos: en la elaboración estética del poema, por menor que le confiere indiscutible unidad a su obra y en el estilo, el cual se mantiene a igual distancia de lo tradicional y de lo vanguardista. En Rúgeles, en este sentido, se daban la mano fraterna el espíritu colombiano y el desenfado venezolano.
Conclusión Final
Por todo cuanto queda expresado, aunque sólo esquemáticamente el autor se ha permitido en repetidas oportunidades, declarar que el Táchira tiene una situación privilegiada bajo dos capitales. Una capital administrativa, un tanto distante siempre, que es Caracas; y una capital espiritual, siempre bastante cercana, que es Bogotá. El Táchira está a igual distancia geográfica y aérea de estas dos capitales. Las letras en el periodismo y en la novela, en la historia y en el poema, lo han testimoniado en cada una de sus etapas. Como símbolo de esta circunstancia, bien pudiéramos reconocer el ejemplo del poeta y pedagogo Teodoro Gutiérrez Calderón, cuando se aburría de vivir y de trabajar en Cúcuta, se venía a vivir y a trabajar en el Táchira Los cucuteños lo consideran, con razón, suyo. Los tachirenses también. Quien venga al Táchira, que estudie la realidad, quien se residencie aquí, tiene que tener todo esto en cuenta. No le costará mucho seguramente. Porque aquí en San Cristóbal sin dejar de ser venezolanos, ya somos colombianos.
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Última edición por Michael; 16/11/2012 a las 21:41
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