La batalla de Tarqui se libró el 27 de febrero de 1829 en el llamado Portete de Tarqui, a pocos kilómetros de Cuenca (actual Ecuador), entre tropas de la República de la Gran Colombia (Compuesta por las actuales repúblicas de Ecuador, Colombia, Venezuela y Panamá), comandadas por Antonio José de Sucre, y el Ejercito del Perú comandadas por el General Rio Platense nacionalizado Peruano Don José María Plaza. El Ejército Peruano enfrentaba nuevamente a las ambiciones del Dictador y Genocida simón bolívar quien pretendía seguir desmembrando al Perú, (recordemos que bolívar fue expulsado del Perú en 1826 y sus tropas Gran Colombianas invasoras y causantes de la separación forzada del Perú de nuestra Patria es decir del Reino de España.) reclamaban para si los territorios de Jaén, Maynas y Tumbes.
Luego de la derrota en Saraguro, el Ejército Peruano se concentró en San Fernando donde se acordó ocupar Cuenca. La División del General Don José María Plaza, del Ejército del Norte, compuesta de casi mil hombres, fue enviada para iniciar este avance al lugar llamado Portete de Tarqui (Ecuador), uno de esos nudos que de trecho en trecho enlazan por el centro los dos ramales de los Andes ecuatorianos. El General Plaza observó, con razón, que convenía que todo el ejército marchase en masa, pues la cercanía del enemigo compuesta de 3 mil hombres al mando de general sucre, liberal y masón, estaba indicada que un encuentro podría tener lugar cuando menos se esperaba y se le prometió hacerlo así; pero de hecho la División del General Plaza quedó aislada. Al marchar se le oyó decir al General Plaza: “si no se tratara de mi honor, pediría licencia”. Comprendía que se le enviaba al sacrificio con toda su gente, privándole del auxilio de las demás divisiones, en caso de un ataque enemigo.
El General Plaza llegó a Tarqui en la noche del 26 de febrero y colocó al batallón “Callao” en masa en el Portete, y el batallón “Ayacucho” ocupó la derecha. No había caballería, ni siquiera un cañón y no tenían más municiones que la de la cartuchera, con la que podrían haber batido en campo abierto, pero no sostener una posición hasta la llegada del refuerzo que quedaba tres leguas más abajo. sucre no dejó de aprovechar la oportunidad que se le ofrecía y, mejor enterado de nuestros movimientos, resolvió salir inmediatamente con todo su ejército y llegó a Tarqui en la madrugada del día siguiente. Ordenó que a las dos de la mañana el capitán Piedrahita con 150 hombres y el escuadrón “Cedeño” marchara a la vanguardia por un desfiladero estrecho que corre paralelo al Portete. Él continuó con la primera división, a las cuatro y media se detuvo para esperar a la segunda división y a la caballería, que se habían atrasado. Piedrahita se extravió en el camino y como el escuadrón iba a la cabeza se dio de manos a boca con la avanzada del Capitán Uría del Callao, el cual lo destrozó, pero a su vez perdió buena parte de su tropa.
Al oír los primeros tiros, sucre comprendió lo que pasaba; destacó a Rifles en apoyo del escuadrón y, habiendo caído Piedrahita por la retaguardia del Cedeño, supuso que se trataba del enemigo y lo tiroteó hasta que la claridad del día cayó en su error. En la madrugada Piedrahita apareció al frente del Callao, que le esperaba a pie firme. La compañía de cazadores del “Yaguachi” atacó las breñas de la izquierda, y Flores, al avanzar por la selva de la derecha con el resto del “Yaguachi” y el “Caracas”, fue rechazado por dos veces. Momento después, reforzado con el Rifles, logró cruzar la quebrada y desplegó frente al “Ayacucho”. El combate se había generalizado, cerca de dos mil hombres de la Gran Colombia estaban atacando a la División Peruana del General Plaza, pero los Peruanos defendieron con valor su posición, y vencían al enemigo en diferentes puntos. Situación que llevó a “sucre a la desesperación” y decidió enviar todo su ejército, los 4 mil hombres, sobre el Portete. Piedrahita y los cazadores fueron rechazados, pero volviendo al asalto con nuevas tropas desalojaron a las compañías que defendían nuestro flanco izquierdo. El General Plaza desprendió una compañía en el centro y dio orden al Coronel Quiroz que contuviera a la caballería enemiga, que por ese lado amenazaba cortar nuestra retaguardia y en el camino se encontró Quiroz con el “General Gamarra” liberal y masón y lamentablemente Peruano, este ultimo venia deseando la Presidencia del Perú desde hace mucho tiempo, y había decidido regalar(Traición) el triunfo a sucre, como lo hizo también en Saraguro, y luego, bajo pretextos de la guerra, dar un golpe de estado al presidente General La Mar. Gamarra, para muchos historiadores, en esta guerra fue un traidor. Quiroz le dijo que el General Plaza esperaba los refuerzos que le había prometido, pero Gamarra, movió los hombros en expresión de no interesarle la batalla y se marchó a las afueras de Tarqui con el pretexto de que iba a reunir a los dispersos, estas actitudes e intereses mezquinos creo la separación del Perú de la Corona.
Entretanto, la derecha era igualmente arrollada; los Cazadores de Ayacucho no eran bastantes a resistir el fuego del enemigo, por lo que el General Plaza los reforzó con la mitad del Granadero y ordenó que la otra mitad cargase al frente a la bayoneta. Con sus ayudantes Mendiburu y Quiroz, le ordenó al Comandante Allende que reforzara el Portete, pero ya había llegado la segunda división colombiana y, a su avance, el Ayacucho, falto de municiones, fue desalojado, parapetándose los soldados en el bosque inmediato, donde llevados de su ardimiento continuaron la lucha al arma blanca. Viendo el General Plaza que todo esfuerzo era inútil, enarboló en la punta de su espada un pañuelo blanco para detener al enemigo, según dice en su parte y también para que no se apoderase del Portete y dar tiempo a que llegase el General La Mar con el resto del Ejército Peruano. La vista del pañuelo enardeció a la tropa que se agrupó en alrededor suyo, pidiendo retirara la señal y manifestando que preferían morir a capitular. El General Plaza que no le cedía a nadie en valor, no pudo menos de secundar a sus bravos soldados y bajó la espada resuelto a dejar allí la vida. Escapó felizmente de la muerte, pero en cambio lo hallaron el bravo Raulet, los dos edecanes que combatían a su lado, y fue hecho prisionero junto con el Coronel Sufrátegui que estaba herido. Dos batallones Peruanos (El “Callao” y “Ayacucho”) habían resistido el empuje del Yaguachi, Rifles y Caracas y aun los obligaron a retroceder, después de tres horas de enconada lucha. La segunda División Peruana, con el Pichincha, al mando del Presidente General La Mar, intervino demasiado tarde, y no pudo detener el avance enemigo.
Este había tenido una fuerte guerrilla en la garganta del llano y como el escuadrón Cedeño, al mando de O’Leary, atacase a los nuestros que se dirigían a un otero a fin de proteger la artillería, el General Necochea tomó el primer escuadrón de los Húsares de Junín, al mando del General Orbegoso, y como una avalancha destrozó a los Gran Colombianos y aun a la infantería que fue enviada en su auxilio. Apenas escaparon algunos de esta carga, en la cual se distinguió el General Nieto, que atravesó con su lanza a Camacaro y los comandantes Nadal y Villarino, que resultaron muertos. Este hecho salvo a nuestro Ejército y le impuso respeto al enemigo que no se atrevió a bajar el llano, aun cuando los Peruanos les insistían que bajasen para continuar la batalla, el felón de sucre después de vérselas con la División del General Plaza no quiso arriesgar a enfrentarse con todo el Ejército Peruano que lo superaba en número.
Tal fue la memorable acción del Portete de Tarqui, en la cual brilló a gran altura el valor de nuestras tropas, comandadas por el General Don José Maria Plaza, que muchos colombianos desertaron ese mismo día del campo de batalla, al ver el acercamiento de la segunda División Peruana. Concluida la batalla, los Gran Colombianos cometieron inhumanos atropellos contra los prisioneros Peruanos, a quienes los asesinaban de manera cruel y cobarde. Aun el General Plaza estuvo a punto de corre la misma suerte, cuando el general Urdaneta otro felón liberal y masón, con inaudita saña, ordenó que se fusilara a los prisioneros y como el General Plaza, que se encontraba entre ellos, le pregunto el motivo de una orden tan contraria a los usos de la guerra entre hombres civilizados, el general Gran Colombiano, por toda respuesta, le tiró una lanza de la que escapó por su habilidad de evadirla y le persuadió de batirse solos. Más tarde, para excusarse, dijo que lo hacía porque estaba mortalmente herido. Sucre, que conocía el valor de nuestro General y la cobardía de Urdaneta, quien podría matarlo a traición, no quiso exponer al General Plaza a un atropello y se lo llevó consigo a Riobamba. En cambio, muy distinto fue en el Ejército Peruano, cuando habiendo caído prisionero el capitán gran colombiano Bravo, ofreció unas onzas a sus captores, temiendo lo asesinaran, pero ellos se dieron por ofendidos y rechazaron la oferta. En vez de ello, mostraron generosidad y curaron sus heridas y una vez sano, pudo volver a su patria. Generosidad Peruana característica heredada del Real Ejercito del Perú al cual pertenecieron la mayoría de los jefes del Ejército Peruano de ese entonces.
Esta batalla dio fin a la guerra entre la Gran Colombia y el Perú, ese mismo día se firmó el convenio de Girón donde se acordó que las provincias en disputa seguirían perteneciendo al Perú, a cambio de ello, los Peruanos deberían abandonar Guayaquil y todo el ejército regresaría al Perú. Sin embargo, luego de la batalla, hubo falta de sinceridad por parte del enemigo, Sucre había mandado a erigir un monumento con la siguiente inscripción: “El ejército Peruano de 8.000 hombres, que invadió la tierra de sus libertadores, fue vencido por 4.000 bravos de Colombia”. Era un descaro, por decir lo menos, alterar de este modo la verdad histórica, que ni siquiera el mismo bolívar se lo creyó, más, por fortuna para el mismo sucre, el monumento quedó por hacerse y nunca se hizo.
Una vez libre, el General Don José Maria Plaza retornó al Perú radicando en la hacienda de su propiedad Talla de Guadalupe, su residencia oficial. No hubo comitiva que lo recibiera, tampoco se le ascendió de grado, y muchos menos recibieron una carta de agradecimiento por parte del Gobierno Peruano. Los héroes Peruanos que pelearon en Tarqui por defender el honor del Perú quedaron en el total olvido. Aun hoy en día se desconoce la importancia de Tarqui y su máximo héroe, EL GENERAL JOSE MARIA PLAZA, quien a pesar de haber nacido en el Virreynato del Rio de la Plata, siempre se consideraba Peruano, quien formó una familia en el pueblo que él llamaba en sus cartas “Mi amada Guadalupe”. A todos estos héroes les rindo un homenaje póstumo con estas breves líneas de un Peruano agradecido; estas guerras fratricidas entre hermanos y muchas otras cosas más causo la desgracia de haber perdido la Corona y la Patria a manos de traidores liberales, masones y agentes del enemigo Ingles y Norteamericano.
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¡HONOR Y GLORIA A LOS HÉROES DE TARQUI!
Saludos en Xto Rex et Maria Regina
Pro Deo Patria et Rex
No se ama lo que no se conoce
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