Re: Santo Domingo
Puerto Rico, las yolas y dominicanos
Por: Por Fernando Peña*
Motivado por la grave crisis económica de los ochenta, se profundizó la migración de carácter mayormente indocumentado y laboral, pero además motivada, matizada por la política migratoria de los Estados Unidos.
Bueno es precisar que a partir de la muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo, y con el levantamiento de las estrictas restricciones a la emigración impuesta por éste, la emigración dominicana aumentó dramáticamente.
Pero, en las últimas décadas el factor que ha predominado para el crecimiento masivo de la migración indocumentada hacia Puerto Rico ha sido la crisis económica y social de República Dominicana. Al extremo que, según las encuestas, más del 70 por ciento de la población dominicana quiere una visa para Estados Unidos o Europa.
Triste resulta reconocer que la gran mayoría de nuestros jóvenes, y muchos no tan jóvenes, para lograr estabilidad económica y social solo piensan en una visa para viajar a territorio de Estado Unidos, las drogas y los viajes “ilegales” en yola a Puerto Rico.
Puerto Rico es trampolín para llegar a las urbes norteamericanas, también es destino primario para miles de dominicanos que se han integrado a su economía. Son miles los dominicanos que cada año cruzan las cien millas de mar que nos separan, arriesgan sus vidas tratando, en esos mares llenos de tiburones, de llegar en frágiles y hacinadas yolas.
La crisis que durante décadas ha vivido la República Dominicana es el motivo evidente por lo que semanalmente frágiles embarcaciones, con decenas de personas, sean interceptadas en alta mar por el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos.
Miles de desesperados indocumentados cruzan el Canal de la Mona en busca de esperanza, de sueños irrealizables. Si, de sueños irrealizables.
Y es que Puerto Rico, debido a esta recesión que marca al mundo, debido al descuido de cultivar y desarrollar una cultura de empresarios y de autogestión; por el mucho financiamiento, los fondos federales, etc., ha caído en una crisis de proporciones inimaginables.
Poco o nada pueden hacer los dominicanos en Puerto Rico, más aún si son indocumentados.
Ante la crisis del petróleo, ante la crisis alimentaría a nivel mundial, lo de Puerto Rico es triste, porque han construido un país devorador de petróleo, dependen del petróleo en un 72 por ciento para hacer energía. Le pasaron el rolo al terreno sembrando concreto. Solo tienen un 28 por ciento de la tierra con capacidad agrícola para producir.
La realidad latinoamericana está tocando puerta en Puerto Rico. Cada vez tienen menos países para mirar por encima del hombro.
Al igual que muchos dominicanos, tendrán que dejar de vivir como si tuvieran opulencia, hay que dejar de vivir como se fuéramos un país del primer mundo.
Ya ese ritmo de crecimiento del producto nacional bruto de Puerto Rico, que anduvo por el 10 por ciento durante más de veinte años, es solo un sueño. Ya no tienen exclusividad en el mercado estadounidense, otros países han obtenido los mismos beneficios que ellos. Otras oportunidades de producción industrial se abrieron en el mundo.
Pero además, las ayudas, esa red social que amortiguan las protestas y el caer en una mayor crisis, están menguando.
Que lo sepan los que quieren llegar a Puerto Rico, aun arriesgando su vida en el Canal de la Mona, que ya en la querida isla del encanto, están las estampas de la utilización de las bicicletas como método de transporte, el uso masivo de transportes colectivos, la abundancia de quioscos en las vías públicas en busca del peso. Los cordeles de ropa en los patios, el uso de las motoras, los carros pequeños de cuatro cilindros, etc. Y es que somos vivo ejemplo de lo que es un país tercermundista.
La diferencia marcada en termino económico entre el entrono boricua y el latinoamericano parece llegar a su fin.
Ante la nueva realidad que nos abates a Boricuas y dominicanos, se hace imperativo unirnos para enfrentar junto nuestras realidades y dificultades.
Se que algunos puertorriqueños dirán: ¡Que qué!
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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