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Tema: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

  1. #1
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    Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla




  2. #2
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    Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    ¿?¿?¿?¿?

    ENLACE


    La primera bandera del Perú
    El 21 de octubre de 1820, el general José de San Martín creó mediante decreto la primera bandera peruana. El cruce de dos líneas diagonales dividía en cuatro campos la bandera. Los espacios superior e inferior eran de color blanco, mientras que los extremos eran de color rojo. Al centro figuraba una corona ovalada de laurel y dentro de ella un sol surgiendo por detrás de elevadas montañas sobre un mar tranquilo.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  3. #3
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    Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    Pues sí, fíjate si San Martín era idiota e ignorante, tomó esa bandera por los colores habsbúrgicos y de San Andrés, el Sol de la tradición imperial del Incario. El cruce se toma por la de San Andrés.

  4. #4
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    Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    Según la web se la inventó San Martín y se usó 5 meses. Osea, que ni tradicional, ni de Nueva Castilla, ni nada de nada.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

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  5. #5
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    Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    La web esa es Palabra de Dios...

  6. #6
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    Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    No, la palabra de Dios eres tú, pues parece que no necesitas argumentar ni lo más mínimo tus afirmaciones, las cosas vienen de donde tú quieres y no hay más que hablar. Resulta que la web que cito está enlazada desde Flags of the World, que es la primera referencia en banderas de la red. Tú vienes de la web "Movimiento Nacional Socialista Despierta Perú", donde te has encontrado el dibujo por casualidad.

    Otro enlaces:

    Wipikedia
    Esta bandera es la que tradicionalmente se acepta como "primera bandera del Perú", la creó el General José de San Martín. La tradición cuenta que el general José de San Martín, "se quedó dormido y soñó una bandada de pájaros rojos y blancos y diseñó una vez despierto, la bandera del Perú"; al márgen de "historias románticas", lo cierto es que vió parihuanas, que tienen plumaje rojo y blanco, en la zona de desembarco, por ser la zona un paraíso de aves migratorias y en base de lo que vió, diseñó la primera bandera (segunda bandera del Perú), que se muestra en la gráfica.



    Segunda bandera del Perú; según la tradición, "Primera bandera del Perú", creada el 21 de octubre de 1820 por el general José de San Martín


    Alegoría del orígen de la Bandera del Perú

    Como se aprecia en la gráfica, tenía los campos en diagonal, con los colores rojo y blanco y llevaba como escudo, el entorno ecológico del Imperio Inca, la cordillera de los Andes y el "Inti" (sol de los Incas), saliendo detrás de esa cordillera; y como primer plano el océano; se repite con respecto a la primera bandera, la inconografía inca tomada del reino Chincha: el mar.


    Ese mar, que dio orígen a los primeros asentamientos peruanos; no hay que olvidar, que el primer asentamiento sedentario en América, fue la cultura Paracas, hacia el año 10,000 atrás, en el mar; muy cerca a la zona de desembarco de San Martín, en 1920, en el actual distrito de Paracas, provincia de Pisco, región Ica.

    El 21 de octubre de 1820, el general José de San Martín, creó mediante decreto la "primera bandera" peruana. "El cruce de dos líneas diagonales dividía en cuatro campos la bandera. Los espacios superior e inferior eran de color blanco, mientras que los extremos eran de color rojo. Al centro figuraba una corona ovalada de laurel y, dentro de ella, un sol surgiendo por detrás de elevadas montañas sobre un mar tranquilo".


    Portal del Estado Peruano

    El libertador José de San Martín, en Pisco, por decreto del 21 de octubre de 1821, resolvió la creación de la bandera nacional, que debía ser "de seda o lienzo, de 8 pies de largo y 6 de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior, y encarnados los laterales". Como la confección de esta bandera ofrecía dificultades, el 15 de marzo de 1822 se dispuso hacer la bandera nacional "de una faja blanca transversal entre dos encarnadas de la misma anchura". Este nuevo diseño tampoco prosperó, porque podía confundirse con el de la bandera española por decoloración de la franja amarilla de esta última, por lo que, el 31 de mayo de 1822, se estableció: "será de 3 listas verticales o perpendiculares, la del centro blanca, y la de los extremos encarnados", y así es desde entonces la bandera del Perú
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

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  7. #7
    Avatar de Ulibarri
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    Algo sobre el Perú hispánico

    Pizarro, Francisco (1478-1541)

    Como la mayor parte de
    los conquistadores castellanos, Pizarro era de origen humilde, concretamente el hijo natural de un alférez del ejército de los Reyes Católicos. Pronto se incorporó a las expediciones que se dirigían a América, participando como lugarteniente de Alonso de Ojeda en la conquista de Caribana. También tomó parte en la expedición que fundó Santa María la Antigua, junto a Martín Fernández de Enciso, y acompañó a Núñez de Balboa en el descubrimiento del Océano Pacífico en 1513. Como recompensa por estas acciones, Pizarro recibió del gobernador Pedro Arias de Avila la alcaldía de la ciudad de Panamá. En 1524 se asoció con Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque para descubrir el Imperio de los Incas, objetivo que Pascual de Andagoya abandonó tras su enfermedad. Tres fueron los viajes que efectuaron antes de conseguir la definitiva conquista. El primer viaje se realizó en 1524 y tuvo como punto de partida Panamá, participando en la empresa 112 hombres. Pizarro partió en primer lugar y fue seguido por Almagro con 80 hombres más pero la aventura se saldó en fracaso ya que los indios con los que se encontraron no les recibieron amigablemente y Almagro perdió un ojo por culpa de una flecha. Pizarro no se amilanó por la desgraciada operación e inició una segunda expedición en 1526. También partieron de Panamá alcanzando la isla del Gallo. El hambre y las enfermedades diezmaron a la escasa tropa por lo que Almagro regresó a Panamá en busca de provisiones. Pizarro se mantuvo en la isla junto a un amplio grupo de hombres que se negaban a continuar. La llegada de Almagro a Panamá sirvió para que el gobernador Pedro de los Ríos -convencido de la inutilidad de la empresa- enviara una expedición para recoger al conquistador y sus hombres. Pizarro se negó a embarcar junto a 13 fieles -los llamados "Trece de las fama"- y permaneció en la isla hasta que en 1528 uno de sus pilotos llegó a isla del Gallo con un barco, dispuesto a seguir a su jefe en la empresa peruana. La costa ecuatoriana fue explorada y llegaron a Tumbez, ciudad que confirmaba la existencia del reino que buscaban. El 3 de mayo de 1528 Pizarro decidía regresar a Panamá donde se encontró con la tajante negativa del gobernador a apoyar la empresa. El siguiente paso de Pizarro será hacer un viaje a España para informar al emperador Carlos de las riquezas de Tumbez. En Toledo conoció al ya famoso Hernán Cortés y consiguió la firma de la Capitulación de Toledo -26 de julio de 1529- por la cual se concedía a Pizarro el cargo de Capitán General y Gobernador de Nueva Castilla, nombre otorgado a las tierras peruanas, así como una pensión de 1.000 ducados. Almagro recibiría el título de hidalgo y el oficio de alcaide de Tumbez mientras que Luque obtendría el obispado de Nueva Valencia y los "Trece de la fama" recibían el privilegio de hidalguía. Para la próxima y definitiva expedición involucró a sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo. A su llegada a Panamá Pizarro y Almagro se enzarzaron en una disputa por los beneficios obtenidos por el primero en la capitulación, disputas que se solventaron cuando se inició el tercer viaje, a principios de 1531. Al llegar a Tumbez contemplaron como la ciudad había sido arrasada con motivo de la guerra civil entre Huascar y Atahualpa, iniciada al fallecer el padre de ambos, Huayna Capac. La primera decisión de Pizarro sería penetrar en el país incaico manteniendo a sus tropas a pie y a caballo en las cercanías del litoral. Llegados a la localidad de Saña se dirigieron al corazón del Imperio: los Andes. A pesar de las dificultades, el 15 de noviembre de 1532 alcanzaron Cajamarca, encontrándose la ciudad abandonada. Se envió una embajada a Atahualpa -reciente vencedor de su rival, Huascar- en la que se le indicaba la presencia hispana en la zona y los deseos de reunirse con él. Atahualpa llegó acompañado de 10.000 quiteños desarmados lo que facilitó su captura. El inca ofreció a los españoles una gran cantidad de riquezas a cambio de la libertad. Las riquezas llegaron con fluidez a Cajamarca y serían repartidas entre los conquistadores. Temiendo que los recién llegados nombraran inca a Huascar, Atahualpa mandó asesinar a su rival, aportando a Pizarro una excelente excusa para condenarle a muerte. Atahualpa será ejecutado el 26 de julio de 1533. En agosto Pizarro -acompañado de las escasas tropas españolas y de los auxiliares quechuas, enemigos de la dominación inca- se dirige a Cuzco, la capital del Imperio Inca, tomando la ciudad y convirtiéndose en el dueño del Perú, a pesar de reconocer como inca a un tercer hermano, Manco Cayac. El 18 de enero de 1535 se funda la nueva capital, la Ciudad de Los Reyes, la actual Lima. Almagro es nombrado gobernador de Nueva Toledo -las tierras del sur del dominio de Pizarro- y parte hacia la región de Chile para realizar su conquista. En Cuzco se reproducirán los momentos de tensión al huir de la ciudad el inca Manco, quien organizó un potente ejército y regresó a la capital para enfrentarse a Pizarro. El regreso de Almagro de tierras chilenas -debido a no poder someter a las guerreras tribus de la región- resultó providencial ya que los sublevados tuvieron que levantar el sitio, refugiándose en Vilcabamba desde donde Manco inició una guerra de guerrillas contra los conquistadores
    . Inmediatamente se desencadenó una guerra abierta entre los partidarios de Almagro y los de Pizarro, lucha que se saldó con la muerte de Almagro en la Guerra de Salinas al ser hecho prisionero, juzgado y ejecutado (1538). El hijo de Almagro, también llamado Diego de Almagro "el Mozo", decidió vengar la muerte de su padre por lo que invadió el palacio del gobernador Pizarro en la Ciudad de los Reyes, donde el conquistador de Trujillo ponía fin a sus días el 26 de junio de 1541
    Última edición por Ulibarri; 05/05/2005 a las 13:37

  8. #8
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    Algo sobre el Perú hispánico

    Los últimos estandartes del rey


    Los comuneros de la sierra de Huanta en Ayacucho (Perú) son conocidos con el nombre de Iquichanos por el pueblo de San José de Iquicha. Ellos desde tiempo fueron amantes del Rey, a quien consideraban como un padre común, un enviado de Dios que se convirtió para ellos en el Inca Católico. Por esto el vínculo de vasallaje que los unía a la corona estaba potenciado por una poderosa relación sacral.

    La conmoción que significó el ocaso de la Monarquía Católica en las Pampas de Quinúa se evidenció desde el primer momento. El signo visible de esto lo tenemos al observar que inmediatamente después de la batalla de Ayacucho (9-IX-1824) las guerrillas indígenas realistas ajusticiaron al Teniente Coronel Medina quien, como mensajero, llevaba a Lima los partes de esa victoria para Simón Bolívar.

    Partiendo de este hecho, se inició un movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el «infame gobierno de la patria» como ellos decían. Por esta razón las represalias no se hicieron esperar; «En castigo por su militancia realista, la provincia de Huanta fue grabada en 1825 con un impuesto de 50.000 pesos por orden del Libertador» (Méndez: 1992, p. 23). Esta militancia leal y persistente era de vieja data y había sido reconocida en 1821, cuando el Virrey La Serna le otorgó a la ciudad un escudo con una divisa que rezaba «jamás desfalleció».

    La conmoción que representaba el cuestionamiento del régimen republicano lo apreciamos claramente cuando el 6 de agosto de 1826, segundo aniversario de la Batalla de Junín, dos escuadrones de patrióticos «Húsares de Junín» se sublevaron en Huancayo y marcharon para unirse con los monárquicos de Huanta. Como consecuencia de este suceso se originó una represión indiscriminada contra las comunidades Iquichanas.

    La situación se hizo tan crítica que el Mariscal Santa Cruz, encargado del mando, tuvo que salir en secreto de Lima (17-VII-1827) a pacificar la región, para lo cual dio en Huanta un indulto general que reforzaba una Ley de Pacificación, que había sancionado el Congreso (14-VII-1827). Un nuevo indulto dado por el Presidente La Mar meses después evidencia que en realidad la pacificación era aparente.

    El problema era de principio, la República era considerada por los andinos como enemiga de su pueblo y de su Fe. Así, las comunidades siguieron a Antonio Navala Huachaca, un nativo que había jurado defender a su Rey, y la Fe Católica. Tan grande fue su fidelidad y firmeza en el combate, que durante la Guerra de Separación, el Virrey lo recompensó ascendiéndolo al alto rango de Brigadier General de los Reales ejércitos del Perú.

    Tal era la personalidad del caudillo que el campesinado huantino llegó a identificarse absolutamente con su líder y su causa, proclamándolo en las montañas y en los desfiladeros andinos a gritos de Navala Victoria!!! y que eran respondidos por un Mamacha Rosario!!! en recuerdo de Nuestra Señora.

    Lo cierto es que en Huanta el Estado Republicano fue realmente abolido por Huachaca que desde su Castillo, sus tribunales y sus cabildos administraba el poder nombrando a sus delegados o alcaldes, así como organizando diezmeros1 que recaudaban fondos para la causa de «Su Majestad Católica».

    Pero esto no fue lo único: «Este seudo Estado llegó a disponer la movilización de mano de obra para la "refacción de puentes y caminos" y más sorprendente aún, sus atribuciones abarcaron reglamentación del orden público, estableciendo patrones éticos de conducta para los individuos bajo su jurisdicción». (Méndez: 1991, p. 183).

    En este mismo orden de cosas, existía un Ejército Iquichano de rifles, lanzas y hondas que estaba muy bien organizado en Guerrillas y Columnas de Honderos, todos uniformados2 y con una oficialidad bien disciplinada. Al lado de la infantería estaba también la caballería denominada Los Lanceros de Santiago conocidos por su bravura (Cavero: 1953, p.183). Este ejército si bien tenía una estructura regular era apoyado por mujeres y jóvenes constituyendo en sí una verdadera cruzada popular.

    El caudillo andino en una carta al Prefecto republicano manifestaba su crítica al nuevo régimen diciendo: «Ustedes son más bien los usurpadores de la religión, de la Corona y del suelo patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante tres años de vuestro poder? la tiranía, el desconsuelo y la ruina en un reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En quién recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros nos cargamos semejante tiranía»3.

    El 12 de Noviembre de 1827, los iquichanos sorpresivamente tomaron Huanta después de una débil resistencia del batallón «Pichincha» al mando del huidizo, sargento mayor Narciso Tudela (Cavero: 1953, p.197). Los iquichanos estaban dirigidos por su caudillo, el «General Huachaca», y por los comandantes de las fuerzas guerrilleras, entre los que destacaban el vasco francés Nicolás Soregui, Francisco Garay, Francisco Lanche, Tadeo Chocce, tratado de excelentísimo coronel, Prudencio Huachaca, hermano del caudillo, y el presbítero Mariano Meneses, Capellán del ejército iquichano.

    En las alturas de Iquicha se había alzado nuevamente el estandarte monárquico. Sus planes eran de la mayor envergadura, tomar Huanta, liberar Huamanga y Huancavelica, y por fin, la «Restauración del Reino»4, extirpando a los republicanos, proclamando un ideario contrarevolucionario y antiliberal, el que se ve apoyado por clérigos como: «el padre Pacheco, llamado en documentos oficiales el Apostata y el sacerdote Navarro, quienes acostumbrados a enardecer los ánimos y a convencer a las masas desde el púlpito, cambian los hábitos clericales por la casaca de guerrilleros para dirigir los combates con sable en mano y pistola de chispa al cinto» (Cavero: 1953, p.197).

    En estos cruzados de Dios, vemos al bajo clero ortodoxo dirigiendo la logística de los indígenas excluídos, mientras eran acusados y excomulgados por el alto clero liberal por «apostasía», y ello por haberse alejado de la sumisión burocrática que significaba patronato republicano.

    Ante los sucesos de Huanta, el prefecto de Ayacucho, Domingo García Tristán, preparó la defensa de la capital departamental constituyendo una alianza defensiva entre los gremios y oficios de la ciudad, conocidos como "cívicos" y los Andahuaylinos y Morochucos, comunidades históricamente enemigas de los huantinos.

    En la mañana del 29 de noviembre de 1827, se produjo el esperado ataque a Ayacucho, donde el ejército campesino iquichano izaba sus banderas con la cruz de Borgoña a gritos de ¡Viva el Rey! Pero los Morochucos y Andahuaylinos, bien armados y en número de 2000 lograron contener el ataque y contrarrestarlo en la Pampa de Arcos.

    Inmediatamente, después del asalto a Ayacucho, el coronel Francisco Vidal, ocupó la ciudad de Huanta y se lanzó a la persecución de los indígenas, que se habían refugiado en las alturas después de producirse la ocupación de la ciudad5. Lo dramático de estos acontecimientos fue relatado, poco tiempo después de los sucesos, por el comerciante alemán Heinrich Witt, quien escribía en su diario:

    «Las tropas del gobierno tomaron nuevamente, posesión de la ciudad y si se puede creer a los huantinos se portaron peor de lo que lo habían hecho los indios, no sólo saquearon las casas, sino que ni siquiera respetaron la iglesia, de donde se llevaron las vasijas sagradas hechas de plata, estatuas de ángeles del mismo valioso metal, flecos de oro y plata, en resumen, todo lo de valor. Un oficial fue acusado de haber enviado a Huamanga no menos de nueve mulas cargadas de cosas robadas» (Witt: 1992, p.232).

    La diferencia con el proceder republicano estuvo, como dice Cavero, en que: «Los iquichanos pelean, únicamente, contra los soldados armados, contra ellos pero nunca hicieron daño a personas indefensas ajenas al conflicto, ni arrancharon las propiedades de sus enemigos ni incendiaron los pueblos, se limitaron a prender fuego a los edificios que sirvieron de cuarteles a sus contrarios como sucedió con el Cabildo de Huanta, pero los expedicionarios, usualmente llamados Pacificadores fueron mil veces más sangrientos y crueles porque después de vencer la resistencia de los guerrilleros masacraron a los indígenas sin discriminación de ninguno y fusilaron a los prisioneros sin previo proceso de ninguna clase». (Cavero: 1953, p.57)

    Después de la caída de Huanta comenzó la fase irregular de la campaña conocida como guerrillera o de los castillos de Iquicha porque las cumbres andinas sirvieron como fortalezas para la resistencia monárquica del campesinado indígena. El coronel Vidal organizó una campaña de contramontoneras para reprimir y exterminar a los «fanáticos» que sostenían la tradición como ancestral derecho a su auto-determinación.

    El más notable suceso de esta etapa, fue el combate de Uchuraccay (25-VIII-1828), donde el comandante Gabriel Quintanilla al mando de los bien armados «cívicos» enfrentaron a los valerosos iquichanos equipados sólo de lanzas y hondas por un lapso de 2 horas. En este combate cayó valientemente Prudencio Huachaca y el sargento mayor Pedro Cárdenas, entre otros, así mismo el capitulado Valle que falleció pocos días después. No habiendo podido capturar al general Huachaca, los vencedores se ensañaron con su esposa e hijos, los llamados cadetes, quienes fueron hechos prisioneros y remitidos a Ayacucho.

    Poco después se produjo el último combate contra las fuerzas gubernamentales en Ccano. Habían transcurrido siete cruentos meses y los republicanos habían logrado «controlar» a las fuerzas indígenas. Se había capturado a Sorequi, Garay, Ramos, al Padre Pacheco y al presbítero Meneses. Pero el indomable Huachaca, como su pueblo no había sido sometido, seguía cabalgando en su caballo alazan tostado de nombre «Rifle»' y era seguido por su séquito, yendo de «castillo» en «castillo» y resistiendo a los liberales.

    Entre 1828 y 1838, los iquichanos se mantuvieron al margen de la política pero conservando su orden cerrado y añorando la restauración de su deseado Rey. Del Pino dice sobre este último año que: «En 1838, Huanta o los iquichanos se encariñaron con la causa de la Confederación. El Protector Gran Mariscal Santa Cruz, en su tránsito por aquel lugar, obsequió un vestido de general a un indio Huachaca confiriéndole tan alta clase por el conocimiento de su audacia y porque era el primero que representaba la ferocidad de su raza». (Del Pino: 1955, p.29)

    En este hecho, vemos una evidencia de la idea imperial, es decir, pluri-étnica y poliárquica de la Confederación Perú-Boliviana, la cual respetaba una heterogeneidad que atentaba contra de la identidad criollo-nacional que postulaba la burguesía costeña. Esta Confederación venía a significar en nuestra historia la continuación del Imperio por otros medios6.

    Esta defensa del derecho a la diversidad y la tradición es lo que podría haber querido sostener el reaccionario García del Rio, en el texto del diario «Perú-Boliviano» que nos presenta Cecilia Méndez en su excepcional ensayo La República sin Indios y, donde el articulista critica a los legisladores de la burguesía porque: «se olvidaron de que cada pueblo encierra en sí el germen de su legislación, que no siempre lo más perfecto es lo mejor». (Méndez: 1992,p 35)

    Mas la Confederación estaba sentenciada a muerte por la anglófila burguesía de Chile, que aliada con los «emigrados peruanos» la ahogaron en sangre. Así ocurrieron las primeras invasiones chilenas y la Batalla de Yungay, tras la cual vino su disolución el 20 de febrero de 1839.

    Para marzo de 1839, el General Huachaca y los indígenas iquichanos estaban nuevamente en armas contra una «restauración» criolla, ahora sostenida por las ballonetas extranjeras. Por ello el ejército católico se despertó de su sueño guerrero para sitiar nuevamente Huanta que estaba ocupada por el batallón chileno «Cazadores».

    Ante esta grave situación el Prefecto de Ayacucho, Coronel Lopera, envió de refuerzo al batallón chileno «Valdivia» que rompió el asedio y comenzó una cruel expedición en las punas contra la «indiada».

    En junio de 1839, se produjo el combate de Campamento-Oroco, donde el general Huachaca sorprendió a los «expedicionarios» y en medio de una tempestad los obligó a una retirada desastrosa. El contingente republicano para vengar la humillación infringida: «...hizo una verdadera carnicería de hombres, sin distinguir ancianos, niños, ni mujeres y de ganados» (Cavero: 1953,p.218)

    En este contexto incierto, el Prefecto Lopera propició un acuerdo con las fuerzas iquichanas para encontrar una salida negociada al conflicto. Por esto, en noviembre de 1839, se firmó el Convenio de Yanallay, entre el Prefecto y el Jefe iquichano, Tadeo Chocce. Así con un tratado de paz y no con una rendición acababa la Guerra de Iquicha. Terminaba la resistencia iquichana, que sostuvo su caudillo, el Gran General Huacacha, pero este no firmó el pacto; pues prefirió internarse en las selvas del Apurímac antes de ceder su monarquismo ante los que creía «anticristos» republicanos.

    Cuando en 1896, los Partidos Civilista y Demócrata decretaron una contribución sobre la sal afectando los derechos históricos de los huantinos, ellos respondieron como siempre con la tradición monárquica como privilegio diciendo que: «...desde los tiempos del rey jamás habían pagado por la sal, que Dios la había creado de los cerros para los pobres y con la sal se habían bautizado...» (Husson: 1992, p.133).

    Bibliografía



    1. Altuve-Febres, Fernán. Los Reinos del Perú. Lima l996.

    2. Cavero, Luis E. Monografía de la Provincia de Huanta. Editoral Rímac. Lima, 1953.

    3. Cotler, Julio. Clases, Estado y Nación en el Perú. IEP. Lima, 1978.

    4. Del Pino, Juan José. Las Sublevaciones Indígenas de Huanta (1827-36). Aguilar Editoral. Huanta, 1955.

    5. Fowler, Luis. Monografía del Departamento de Ayacucho. Imprenta Torres Aguilar. Lima, 1924.

    6. Husson, Patrick. De la Guerra a la Rebelión. CBC. Cuzco, 1992.

    7. La Faye, Jacques, Mesías, Cruzados y Utopías. FCE. México, 1992.

    8. Méndez, Cecilia. Los campesinos, la independencia y la iniciación de la república. En Poder y Violencia en los Andes. CBC. Cuzco, 1991.

    - La República sin indios. En Tradición y Modernidad en los Andes. CBC. Cuzco, 1992.

    9. Rioja, Juan. -México Martir. Editoral Revista Católica. Texas, 1935.

    10. Witt, Henrich. Diario 1824-90. Un Testimonio personal sobre el Perú del Siglo XIX. Vol. 1. Lima, 1991 .



    Fernán Altuve-Febres

  9. #9
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    Respuesta: Re: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

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    Esta bandera es la que tradicionalmente se acepta como "primera bandera del Perú", la creó el General José de San Martín. La tradición cuenta que el general José de San Martín, "se quedó dormido y soñó una bandada de pájaros rojos y blancos y diseñó una vez despierto, la bandera del Perú"; al márgen de "historias románticas", lo cierto es que vió parihuanas, que tienen plumaje rojo y blanco, en la zona de desembarco, por ser la zona un paraíso de aves migratorias y en base de lo que vió, diseñó la primera bandera (segunda bandera del Perú), que se muestra en la gráfica...
    Hace buen tiempo, en un programa de televisión nuestro, en señal abierta, el historiador Fernando -o Francisco- Ayllón, director del Museo de la Santa Inquisión declaró que posiblemente José de San Martín se inspiró en el estandarte de Castilla para crear la bandera peruana, la cual es presentada en los textos escolares como la primera de mi país. No figuran en ellos la bandera de fondo azul de Miller (información de Wikipedia). San Martín "inclinó" 45º el diseño del estandarte castellano para elaborar el primero del Perú. Lo del sueño de las aves de blanco plumaje (parihuanas) con las alas "encarnadas" es una tradición literaria, creación del escritor Abraham Valdelomar. El programa trataba sobre la desmitificación de pasajes de la historia peruana
    Última edición por GiulioRudolph; 06/05/2009 a las 03:02

  10. #10
    Avatar de NovoCastellano
    NovoCastellano está desconectado Miembro graduado
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    Respuesta: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

    Bueno en tiempos del Imperio, el emblema patrio era la Cruz de Borgoña o Cruz de San Andres, sin embargo creo yo de que mas impotancia recibiria el escudo, se trata del escudo de Lima, que estaba adherido al de la corono castellana. Aqui algunos modelos:



    Este es el actual modelo del escudo de Lima, lleva las tres coronas en representacion a los tres reyes magos, y la frase "Hoc signum vere regum est", que significa: Este es el verdadero signo de los reyes.



    Aqui un tallado del escudo limeño en la Biblioteca de Lima, se aprecia el aguila bicefala, en representacion del Sacro Imperio Romano-Germanico del que Carlos I fue el titular.

  11. #11
    Avatar de camiloplaza
    camiloplaza está desconectado Miembro novel
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    Respuesta: Bandera tradicional del Perú/Nueva Castilla

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    Hoc signum vere regum est

    Por este signo [la ciudad] es de verdad regia

    By this insignia [the city] is truly royal

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