DESCUBRIMIENTO DEL AMAZONAS POR FRANCISCO DE ORELLANA
El expedicionario Francisco de Orellana ha pasado a la historia por liderar la primera navegación a través del río Amazonas, el río más caudaloso y extenso del mundo en 1541. Un periplo que partió desde Quito, en la cordillera de los Andes, al mando y Gonzalo de Pizarro en busca del denominado País de la Canela y el Dorado, y que terminó en su desembocadura atlántica. Estuvo apoyado por a penas sesenta hombres y provisto de dos improvisadas embarcaciones.
Una las más formidables hazañas de descubrimiento y exploración geográfica de la historia, que situaba la mayor cuenca hidrográfica en los mapamundis de la Era de los Descubrimientos.
Francisco de Orellana nació en 1511, en Trujillo (Cáceres), villa extremeña ubicada a 48 kilómetros de Cáceres. De allí salieron algunos de los más notables conquistadores y descubridores de América del siglo XVI: Francisco Pizarro fue el conquistador del Imperio inca, García de Paredes fue el padre del Derecho de asilo en América, o Nuño de Chaces, entre otros.
Orellana estaba emparentado con la familia de Francisco Pizarro. Sus hidalgos padres fueron Francisco de Orellana y Francisca de Torres.
En 1527, a los 16 años de edad, se trasladó a Sevilla con intención de pasar a América. Llegó a América Central, en tierras delal actual estado de Nicaragua, para forma parte de la expedición de Alvarado.
En 1535, participó en la conquista del Imperio inca, enrolado en las huestes de su primo Francisco Pizarro, y en la fundación del Virreinato del Perú. Durante un enfrentamiento contra los indios macabíes perdió un ojo por el impacto de un flechazo, a los 24 años. Por este hecho, pasaron a apodarle el Tuerto. En un principio recibieron a los españoles con ofrendas y regalos, ya que estaba convencidos de que, o bien eran enviados por los dioses, o bien eran las propias divinidades que habían encarnado en aquellos extraños seres. El historiador búlgaro Tzevetan Todoro reflejó la sorpresa que causaban aquellos hombres a lomos de sus musculosos caballos, al punto de que cuando alguno caía de su montura, se producían escenas de pánico como esta:
"… como los indios vieron dividirse aquel animal en dos partes, teniendo por cierto que todo era una cosa, fue tanto miedo que tuvieron, que volvieron las espaldas dando voces a los suyos diciendo que se habían hecho dos, haciendo admiración de ello, lo cual no fue sin misterio."
Siempre fie y leal con su allegado, respaldó la causa pizarrista, tomando parte en el asedio de Cuzco entre 1536-1537 y en la batalla de las Salinas, en 1538. Este enfrentamiento los hombres de Pizarro vencieron definitivamente a los de Diego de Almagro.
Por su apoyo, Pizarro le recompensó con la gobernación de la provincia de la Culata, en la cuenca del Guayas, en el actual estado de Ecuador. Además de ocuparse de la gobernación de la Villa Nueva de Puerto Viejo, tuvo que refundar la ciudad de Santiago de Guayaquil, la perla del Pacífico. Esta había sido fundada en 1534 por Sebastián de Belalcázar y, posteriormente, destruida por indios nativos.
Durante su gobernación, se ocupó de aprender algunos de los dialectos más extendidos de cuantos se hablaban en las selvas más allá de la cordillera de los Andes, estudió sus usos y costumbres, y se convirtió en un respetado administrador colonial.
Sebastián de Belalcázar conquistó San Francisco de Quito, ciudad que hoy es capital del estado de Ecuador, incorporándolo al Virreinato del Perú. Allí, los expedicionarios tuvieron noticias de la celebración de una ceremonia en el altiplano cundiboyacense, donde un cacique local se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada. Más tarde, el relato fue exagerado y se llegó a pensar que se trataba de una región construida básicamente en oro. Previamente, ya habían partido otras infructuosas expediciones al otro lado de las montañas de los Andes, como la de Gonzalo Díaz de Pineda en 1538-1539.
Belalcázar pretendía conquistar estos territorios, acumular riquezas minerales y llegar a las costas del mar Caribe. Desde un puerto, desobedecería a Pizarro y regresaría a España. La expedición de Belalcázar llegó hasta la sabana de Bogotá, donde coincidieron con las tropas de Nicolás de Féderman y Gonzalo Jiménez de Quesada, que llegaron desde Coro y Santa Marta, respectivamente.
Mientras tanto, a las ciudades del Virreinato comenzaron a llegar noticias de la conquista de Quito y de la existencia de ese mítico reino con yacimientos de oro. Francisco Pizarro supo de la traición y nombró a su hermano Gonzalo Pizarro como gobernador de Quito y capitán general de la expedición que debía conquistar las legendarias tierras del Dorado y el País de la Canela.
Otra de las legendarias tierras que fueron apareciendo en las imaginarias mentes de los colonizadores españoles de la primera hornada fue el llamado País de la Canela. En aquella época las especias como la canela o el clavo eran un producto de lujo, muy apreciado en Europa, y dada su escasez y dificultad para conseguirlas, alcanzaban precios muy parecidos a de los metales preciosos. Llegaron noticias de la existencia de abundantes cantidades de esta especia al este de Quito y de la cuenca del Amazonas. Gonzalo Pizarro estaba decidido a encontrar aquel provechoso País de la Canela.
En febrero de 1541, partió al mando de una expedición formada por 220 españoles y 4.000 indios porteadores, cerca de 200 caballos, más de 2.000 piezas de ganado, numerosas llamas que eran utilizadas como bestias de carga y una gran jauría de perros de presa alanos, una raza canina española de gran fiereza adiestrada para la caza. Uno de los mayores méritos del colonizador extremeño fue ganarse la confianza de los indígenas, a los que consideraba como unos españoles más.
Algunos religiosos también tomaron parte, como el cronista fray Gaspar de Carvajal. Su Relación del nuevo descubrimiento del famoso río grande de las Amazonas que descubrió el capitán Francisco de Orellana es un apasionante relato de aventuras, pero también la primera gran descripción geográfica de la selva amazónica.
Francisco de Orellana quiso unirse a la aventura desde Guayaquil, por lo que arriesgó su propia fortuna para tomar parte de aquella empresa acompañado de 23 hombres fieles y leales. Al llegar a Quito, la expedición pizarrista ya había salido días antes. Por encargo de Gonzalo, debía seguir sus pasos hasta darles alcance.
La cordillera de los Andes es especialmente escarpada, alcanzando cotas que superan los 6.000 metros, alcanzando el Nevado Huascarán de 6.768 metros, por ejemplo. La ascensión fue peno, larga y desmoralizante. A ambos lados del sendero que iban abriendo entre las lascas de las montañas se abrían inmensos cortados, profundas quebradas donde no se vía el fondo. Al llegar al altiplano de la montaña en forma de desierto de altura, observaron cómo al otro lado se extendía la infinita mancha verde de un selva por explorar.
Tras pasar por Quijos y Zumaco, las huestes de Orellana tuvieron que pasar del frío de la montaña a los lodazales del valle. Del frío, el vértigo, la altitud y las noches al raso pasaron a sufrir una insoportable humedad y una temperatura que envolvía el entorno de una atmósfera asfixiante, a los que añadir los enjambres de insectos y las mordeduras de serpientes. Finalmente, el pequeño contingente que acompañaba a Orellana avistó una columna de humo que señalaba el posible campamento de la expedición de Pizarro, en el valle de Zumaco.
En julio de 1541, se materializó la fusión de ambas partes expedicionarias, bien adentrados en la inexpugnable selva, llegado al río Coca. El contingente de Pizarro se había reducido en consideración entre los españoles, y cerca de la mitad de los indios de servicio habían fallecido.
Como la jungla parecía inabarcable y los suministros empezaban a escasear, Pizarro ordenó a Orellana ponerse el mando de 57 hombres para adentrase por el río Napo, cerca de la confluencia con el Aguarico, en busca de alimentos. En el mismo río las hueste de Orellana construyeron un pequeño bergantín sin prácticamente recursos, el San Pedro, que medía unos 10 metros de eslora. Para fabricar clavos que ensamblaran las piezas de madera se fundieron herraduras de caballo en una improvisada fragua, cuyo fuelle se construyó con piel de caballos muertos. Es probable que utilizaran la caoba americana, una madera abundante y fácil de trabajar.
Así lo relató Gaspar de Carvajal:
"Y allí el capitán Orellana, visto esto, anduvo por todo el real buscando hierro para clavos y echando a cada uno la madera que había de traer, y de esta manera y con el trabajo de todos se hizo el dicho barco."
El 26 de diciembre de 1541, la expedición de Orellana partió a bordo del cascarón San Pedro para surcar los cauces de los ríos Coca y Napo. Mientras tanto, los expedicionarios de Gonzalo Pizarro continuarían la misión por tierra, bordeando la orilla hasta reencontrarse de nuevo en un punto determinado.
Pero esta nueva situación no mejoró las condiciones de vida de las tripulación, que pasaba semanas sin poner pie a tierra, pasando hambre, llegando a comer cordones, suelas y cuero de sus ropas que mezclaban con hierbas desconocidas en una suerte de incomestibles guisos.
A inicios de enero de 1542, observaron que en una de las orillas del río Napo surgían casas hechas de chonta. Allí había un asentamiento humano llamado Aparia, cuyo cacique que hacía además de chamán y gobernante, les recibió con muestra de buena voluntad y grandes cantidades de alimento.
Los días pasaron mientras la tripulación se recuperaba y Orellana comenzaba a tramar un plan para remontar el río, que había subido su caudal en más de dos metros y arrastraba en su deriva troncos y ramales. Era lo acordado entre ambos jefes expedicionarios extremeños. Tras reconocer el territorio, Orellana intentó regresar, pero sus huestes amenazaron con rebelarse si se atrevía a remontar el río, ya que las fuertes corrientes podrían hundir la embarcación y creían imposible remontar tanta distancia.
Según la relación que hizo Carbajal:
"Salió al contrario de como todos pensábamos y, como el río corría mucho, andábamos a veinte y veinte y cinco leguas, porque ya el río iba creciendo y aumentando. Caminamos tres días sin poblado ninguno; púsose en plática entre el capitán y los compañeros la dificultad y la vuelta. Buscando el consejo de lo que se debía hacer, platicando nuestra aflicción y trabajos, acordóse que eligiésemos de dos males el que al Capitán y todos pareciese menor, que fue ir adelante y seguir el río o morir."
Mientras tanto, durante la estancia en Aparia, construyeron una nueva embarcación que llamaron con el simbólico nombre de Victoria, en homenaje a Juan Sebastián Elcano. Después de un mes de espera, creyeron que los de Pizarro habían perecido en la selva, pues era improbable que que sobrevivieran durante ese tiempo en la selva, mucho menos realizando el brutal esfuerzo de abrirse camino entre la vegetación. No estuvieron muy equivocados pues, tras varios intentos de reunión, Pizarro ya había vuelto hacia Quito por otra ruta más al norte, con solo 80 hombres supervivientes.
Ante esta circunstancia, los hombres de Orellana nombraron al extremeño jefe de la expedición. Con tan solo dos cascarones, algunas canoas, y un grupo de españoles, debían descubrir el río más caudaloso y extenso del mundo.
En febrero de 1542, la expedición llegaba a las impresionantes aguas del río Marañón, "tan inmenso que más bien parece el mar", conocido popularmente con los nombres de Amazonas, Orellana y Bracamoros, entre otros. Era la desembocadura del afluente Napo, por el que descendían, y el principal Amazonas, una descomunal masa acuática que separaba a ambas orillas. Aquí, Carvajal explicó por primera vez de la abundancia de mosquitos, fenómeno muy típico en todo el curso del alto Amazonas:
"Había tantos mosquitos... que no nos podíamos valer ni de día ni de noche sin que lo unos a los otros nos amosqueásemos."
La abundancia de mosquitos derivó en la proliferación de enfermedades entre la tripulación, destacando especialmente la malaria y el dengue. La malaria producía fiebre y trastornos en el sistema nervioso, consecuencia de la picadura del anopheles, que medía 7,5 milímetros. El dengue era un virus transmitido por el mosquito aedes aegipti, que medía 5 milímetros y cría en agua estancada. Los más afectados fueron los indígenas de Quito, pues de los los 4.000 iniciales no regresaría ninguno.
En el largo descenso del río avistaban con frecuencia poblados diversos en las márgenes. Es probable que el tamaño de dicho río actuase de protección natural frente a los ataques desde tierra de comunidades indígenas cada vez más peligrosos: los omaguas, los jíbaros, los aucas, los machiparaos, etc.
Los indígenas utilizaban como principal arma el arco y las flechas, cuyas puntas eran afiladas mediante la sección longitudinal de tallos de bambú. Después, untaban sus puntas con la exudación de ranas (kambó), que segrega una potente droga llamada ayahuasca, haciendo función de veneno. Como armas de larga distancia, los expedicionarios contaban con arcabuces, que causaban pánico entre los indígenas por su estruendoso ruido en la detonación, pero la recarga era lenta y aparatosa.
Los pueblos que existían a partir del río Tapajós hasta la desembocadura causaron terror en la tripulación debido a la supuesta creencia de prácticas caníbales: los ichipayos, los aripunnas, o los couayacos.
Solo cuando se les acababan los víveres desembarcaban para procurárselos. Unas veces los aborígenes eran pacíficos y se los entregaban; pero en otras ocasiones debían defender de algún tipo de enfrentamiento. Esto sucedió en mayo de 1542, cuando alcanzaron Machipara, capital del reino de la tribu de los omaguas, en pleno centro del territorio amazónico, donde fueron atacados.
A finales de mes, avistaron la triple desembocadura del afluente Purús, que denominaron Trinidad. Eran aquellas tierras de poblaciones muy grandes y ricas, pero el prudente Orellana decidió seguir el curso del río "por se los pueblos tantos y tan grandes y haber gente", evitando así cualquier enfrentamiento.
El viaje continuó curso abajo en una permanente descripción de pueblos y de notables descubrimientos geográficos que Carvajal iba anotando meticulosamente. En un momento dado, los indios les comentaron de ciertos lugares donde abundaba el oro y la plata; pero los españoles no mostraron interés real por la noticia, pese a tener a su disposición dos bergantines. Carvajal dio explicaciones al respecto:"También se halló en este pueblo oro y plata, pero como nuestra intención no era sino de buscar de comer y procurar cómo salvásemos las vidas y diésemos noticia de tan gran cosa, no curábamos ni se nos daba por ninguna riqueza."
A inicios de junio de 1542, hallaron el río Negro. Tras dejar el estuario del Madeira y más tarde el del Tapajós, a finales de mes, la expedición llegó al mítico reino de las amazonas. No parecían ser una fantasía, sino una poderosa tribu real de mujeres guerreras, lideradas por la cacique Conori.
Así relató Gaspar de Carvajal el encuentro de Orellana con las míticas amazonas:
"Estas mujeres son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y entrenzado y revuelto a la cabeza y son muy membrudas y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos haciendo tanta guerra de flecha por uno de los bergantines y otras qué menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín."
Las amazonas vestían túnicas de algodón y mantas de lana con brillantes plumas. Cada año hacían incursiones en las tribus vecinas, selva adentro, atrapando a los mancebos para convertirlos en esclavos y aparearse.
"Y después, cuando viene el tiempo que han de parir, si paren hijo le matan, y si hija la crían con gran solemnidad y la imponen en las cosas de la guerra."
Y en honor de aquellas extrañas mujeres guerreras dieron nombre al recorrido del río, denominado río Grande de las Amazonas. Les recordaba a otras mujeres guerreras de la mitología griega, que habitaron en Europa, entre Escitia y Sarmacia, a orillas del mar Negro, cuya reina Pentesilea participó en la guerra de Troya narrada por Homero.
Ante la fertilidad y riqueza de esta parte del río, entre los afluentes Negro y Tapajós, que les recordaba a su tierra natal, los españoles la llamaron Provincia de San Juan.
La última parte del viaje, aproximadamente desde el río Tapajós hasta la desembocadura, fue tal vez la más dura con los indios, que eran caníbales y utilizaban flechas envenenadas para sus ataques. La esperanza llegó en forma de mareas sobre el río, prueba demostrable de que el mar estaba cerca.
A finales de agosto, la expedición orellánica alcanzó el mar abierto por una de las varias bocas de su estuario, ya que su desembocadura tiene 330 kilómetros de anchura. Según la descripción de Carvajal, viajaron por la orilla izquierda y salieron al mar por la boca de Pacaxaré, el 26 de agosto, y finalmente por el Canal Pringoso, entre las actuales islas de Caviana y Mexiana.
La salida de la desembocadura no fue fácil, pues tuvieron de subir velas y detenerse durante la marea alta, pues los devolvía al río, y como las embarcaciones no tenían anclas utilizaban piedras atadas con cuerdas. Hasta ese punto, habían muerto ocho expedicionarios españoles por enfermedad y tres más por heridas de guerra.
Habían navegado más de 6.000 kilómetros en siete meses de periplo. Francisco de Orellana había conseguido recorrer el río más caudaloso y largo del mundo por primera vez, con sus 6.800 kilómetros de largo y una anchura media de 15. Esta increíble hazaña consiguió ubicar toda la región amazónica en los mapamundis del Renacimiento, una vía de comunicación entre Perú y el océano Atlántico.
Los supervivientes navegaron en los dos bergantines a lo largo de la costa y las islas del mar Dulce. No tenían instrumentos de navegación ni marinos expertos, pero las embarcaciones avanzaban día y noche, alejadas de la costa durante la oscuridad, por prudencia, y de día más cerca. Así hasta llegar a la isla de Cubagua y el golfo del Paria, en la costa venezolana, atracando en la isla Margarita, el 11 de septiembre de 1542, tras 15 días de navegación marítima.
Después de descansar en Cubagua y Santo Domingo, Orellana zarpó a la España peninsular para comunicar al emperador Carlos V el descubrimiento de estos dominios, a los que llamó Nueva Andalucía, y solicitar su gobernación.
En mayo de 1543, Orellana llegó a Valladolid, sede de la Corte española. Allí, en ausencia del emperador Carlos V, pudo entrevistarse con el príncipe Felipe y sus consejeros, causando el asombro y admiración por el relato contado.
No todos fueron buenas noticias para Orellana, ya que fue denunciado por Gonzalo Pizarro desde Quito, quien lo acusaba de alta traición, por haberle abandonado en la selva. Sabía que iba a tener problemas con Gonzalo que era el verdadero líder de la expedición y, por tanto, tenía derecho sobre las nuevas tierras descubiertas. En su defensa, Orellana alegó que la corriente fluvial con la que se tuvo que enfrentar era demasiado fuerte y que todos los esfuerzos por regresar resultaron baldíos. Presentó un documento formado por sus hombres donde se demostraba que la decisión había sido tomada de común acuerdo entre todos. Algunos de sus hombres también declararon en el juicio a su favor, alabando la honestidad y valentía que demostró en la difícil toma de decisiones. El Consejo de Indias desestimó la acusación teniendo en cuenta las circunstancias excepcionales en que se encontró, que le impidieron el regreso, debiendo continuar la navegación para no perecer en la selva.
Tras las negociaciones, en febrero de 1544, se firmaron las Capitulaciones con las Corona y su Real Cédula por las que recibió el título de adelantado, gobernador y capitán general de los territorios descubiertos de la cuenca del Marañón, denominada Nueva Andalucía. Estaba dispuesto a regresar al Amazonas y colonizar aquellas tierras.
Desde Sevilla, ciudad donde se organizaban todas las expediciones a las Indias, comenzó su proyecto, buscando y contratado las naves y tripulaciones necesarias. Mientras tanto, tuvo tiempo para conocer y casarse con una joven sevillana de posición nobiliaria, Ana de Ayala, en noviembre de 1544.
Surgieron retrasos en la preparación debido a la falta de presupuesto. Orellana había empleado toda su recompensa, la Corona no pudo aportar nada, y a través de algunos familiares y diversas fuentes consiguió completar la financiación. Finalmente, la expedición estuvo compuesta por 4 barcos y unos 300 hombres.
En mayo de 1545, Orellana zarpó junto a su mujer desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, al mando de una nueva empresa. Esta nueva expedición tenía como objetivo remontar el río Amazonas desde su estuario, en el actual estado de Brasil, atravesar las tierras de Nueva Andalucía y establecer una línea de comunicación estable que llegara hasta Quito.
En este segundo viaje, la suerte no favoreció a Orellana. Fuertes tempestades hicieron que ya en las islas de Cabo Verde, antes de la travesía oceánica, tuvieran que abandonar la nave capitana gravemente dañada. Durante la singladura atlántica, otro de los barcos naufragó con 77 tripulantes.
En diciembre de 1545, dos de los cuatro iniciales llegaron a la desembocadura del Amazonas que fondearon con dificultades. Acamparon en una de las islas del delta, pero la mala alimentación y las enfermedades comienzan a reducar el número de tripulantes. Entonces, Orellana comenzó una expedición tratando de encontrar alimentos y el canal principal del río con una parte de sus hombres, sin conseguir resultados. Cuando regresó, el campamento estaba vacío y sus habitantes se habían dirigido a la isla Margarita. Durante la búsqueda, sufrieron un ataque de indios caribes con flechas envenenadas causando numerosas bajas.
Debido a unas fiebres sufridas en los pantanos en su intento de navegar río arriba, Orellana moría en noviembre de 1546, a los 46 años, siendo enterrado a orillas del gran río que había descubierto y recorrido por primera vez. Con él también moría el primer intento de colonizar aquella extensa región americana. De hecho, los europeos tardaron cerca de un siglo en volver a intentar la ocupación del valle del Amazonas. Y, de los 300 expedicionarios que partieron desde España, solo sobrevivieron 40, entre ellos Ana de Ayala, que se estableció en Panamá.
ESPAÑA ILUSTRADA: DESCUBRIMIENTO DEL AMAZONAS POR FRANCISCO DE ORELLANA
Avistamiento del Amazonas (12 febrero 1542)
Manuel de Francisco 12/02/2023
Hoy en día la navegación del rio Amazonas es algo bastante peligroso, sobretodo en sus tramos que atraviesan los Andes, pero aquí estamos hablando de mediados del siglo XVI, sin ninguna tecnología moderna ni ayuda de la medicina actual. Encima es una gesta que se inició con una perspectiva y organización terrestre, nadie había previsto tener que navegar durante meses por un rio que mas parece un estuario por la anchura de su cauce y sin embargo consiguieron llegar.
Todo se inició en 1540, cuando Francisco Pizarro, nombró a su hermano Gonzalo gobernador de la provincia del Norte del Perú, con el especifico encargo de organizar una expedición para explorar el oeste del nuevo territorio. Se trataba de buscar un lugar donde según los indígenas habían extensos bosques del árbol de la canela, especie que se cotizaba en Europa por encima del oro. A finales del mismo año Gonzalo reunió en Cuzco una impresionante expedición formada por más de 170 españoles y 3000 nativos. Francisco de Orellana supo del nuevo proyecto y solicitó adherirse al mismo, cosa que Gonzalo aceptó de buen grado.
Finalmente la expedición salió de Quito con más de 340 soldados españoles, 200 de ellos a caballo, 4000 porteadores y auxiliares indígenas, 2000 llamas cargadas con los pertrechos y 2000 cerdos como parte del avituallamiento. Como después se demostró, semejante ejercito no era muy práctico para lo que después se encontraron.
Al cabo de un año, habían conseguido atravesar los Andes, pero no habían encontrado nada de lo que los guías indígenas decían. No había bosques de canela ni civilizaciones indígenas avanzadas. Tan solo bosques, nativos poco evolucionados y muchas enfermedades desconocidas. Finalmente llegaron a orillas de un caudaloso río. Era el Coca, que se encuentra en el este del actual Ecuador. Ahí decidieron construir un bergantín, al que llamaron San Pedro, para transportar heridos y suministros y avanzaron río abajo hasta que encontraron el río Napo, ellos no lo sabían, pero habían descubierto el principal afluente del Amazonas. Siguieron el curso del nuevo río, hasta llegar al Curaray, otro de los importantes afluentes del Amazonas y ahí tuvieron que detenerse para analizar la situación.
Habían perdido más de 100 europeos y casi 3000 indígenas porteadores, entre muertos y deserciones y las provisiones se estaban agotando. Corría el 2 de febrero de 1542, había trascurrido más de un año desde la salida de la expedición y parecía evidente que los guías habían mentido descaradamente. De todas formas no rindieron, estaban hechos de otro material que hoy en día ha desaparecido de nuestra Península y decidieron que Orellana embarcara con 50 hombres en el bergantín y partiera río abajo en busca de algún sitio donde se pudieran encontrar suministros. Era una decisión bastante coherente, ya que dejarse llevar por la corriente del río era mucho más rápido que seguir a pie el curso del mismo.
Con Orellana, iba un dominico, Gaspard e Carvajal, gracias a cuyo relato conocemos muchos detalles de la odisea vivida.. El primer problema fue la fuerza de la corriente, en los primeros días recorrieron más de 200 km al día y de pronto se dieron cuenta que no les era posible volver atrás. La única solución era enviar a voluntarios para que retrocedieran a pie para informar a Gonzalo Pizarro de la situación, sin embargo los tres que se presentaron voluntarios no se consideraron suficientes para realizar el proyecto, pero tampoco podían esperar a que se estableciera de otra forma el contacto ya que estaban quedándose sin víveres. Tras una votación decidieron, que Francisco de Orellana seria el nuevo líder, pues el mandato de este se acaba ahí y que había que bajar río abajo, ya que era conocida la desembocadura del Amazonas, gracias a la expedición de Vicente Yáñez Pinzón, en 1500, e imaginaban que aquel río debía acabar de alguna forma en aquel sitio.
Se lanzaron río abajo y navegaron una semana a gran velocidad, recorriendo casi 1200 km, pero al encontrar un poblado indígena de mediano tamaño, decidieron detenerse para comerciar y obtener los víveres necesarios y de calidad suficiente una expedición de largo recorrido. Se detuvieron para acondicionar las provisiones y fabricar los clavos necesarios que pensaban utilizar en la construcción de un segundo bergantín un poco más grande que el que ya poseían. La aldea que les ayudaba no disponía de los medios suficientes para ayudarlos y su cacique les indico que río abajo había otro pueblo de mayores proporciones y capacidades. Orellana les creyó y partieron río abajo.
El 11 de febrero de 1542, desembocaron en un rio todavía más grande que el que estaban recorriendo. Era el Amazonas y fue la primera vez que unos europeos pusieron sus ojos sobre el curso superior de este río. Por una vez en toda esta historia, las indicaciones de los indígenas fueron correctas y Orellana y sus hombres, que se creían cerca de la desembocadura dada la magnitud de la corriente, tropezaron con un poblado de dimensiones suficientes como permitirles hacer un nuevo acopio de víveres y detenerse para construir un nuevo bergantín mas solido que el primitivo.
Las relaciones con los indígenas fueron también pacificas y a cambio de algunos artículos que para el líder indígena eran extraordinarias, obtuvieron el permiso para detenerse durante un mes poder poner en marcha su proyecto de construcción naval. Pensaban encontrarse cerca del mar y que después solo les esperaba un duro viaje por mar hasta alcanzar las costas de alguna isla antillana.
En varias cosas se equivocaban. Para empezar el mar no estaba cerca esperándoles y además no iban a encontrar poblaciones indígenas que les acogieran pacíficamente.
Como hemos dicho, el relato del viaje lo conocemos gracias a los escritos de Gaspar de Carvajal y lo que hasta aquí fueron narraciones que se ajustan a lo que hoy conocemos de las orillas del Amazonas, a partir de este momento empiezan a surgir elementos que fueron origen de controversia durante siglos. Primero fue la descripción de un gran asentamiento en cuya plaza se encontraban dos estatuas de leones. Aquí se juega en contra de la zoología, porque en América del Sur no habían leones, aunque podían significar estatuas de animales fieros, el hecho es que hasta hace muy poco tiempo no se han encontrado los restos de las civilizaciones Santarém, que construyeron, urbes de casi 400 hectáreas, con secciones a modo de barrios, donde construían casas ordenadas en hileras sobre montículos para afrontar las frecuentes inundaciones.
Más tarde, en junio de 1542, tuvieron el enfrentamiento con las famosas Amazonas que dieron nombre al caudaloso río, pero de las que nunca más se ha sabido. Según el relato de Carvajal, nada más desembarcar al arribar a un gran poblado, Orellana y sus hombres fueron atacados por un grupo de guerreras, armadas con arcos y dotadas de una fuerte agresividad. Orellana no se lo pensó dos veces e hizo formar a sus tropas y repeler la agresión con fuego de arcabuz y ballestas. La defensa tuvo éxito y tan solo un español resultó herido en un ojo; este español resultó ser Carvajal, según su propio relato y descripción. En el mismo texto, aseguraba que las Amazonas eran las dirigentes que dominaban un amplio territorio alrededor del río.
Durante años se puso en duda el relato, pero lo cierto es que cuando años más tarde, Gaspar de Carvajal fue elegido sub prior del convento de San Rosario en Lima, se le describe como tuerto y que como hemos dicho anteriormente, las excavaciones contemporáneas han descubierto unas estructuras, diques, montículos, etc, de una magnitud que no cuadran con los indígenas que hoy conocemos en la zona y que indican que los españoles se tropezaron con los últimos estertores de un imperio amazónico en pleno declive pero que todavía era capaz de organizar grandes grupos humanos. Puede que Carvajal, confundiera a indios barbilampiños y de pelo largo con aguerridas mujeres.
A partir de este momento el escenario cambió pero para peor. Los indígenas eran distintos pero no menos agresivos y encima uno de los bergantines chocó con un tronco de árbol y hubo que detenerse un mes para repararlo, debiendo al mismo momento defenderse de los ataques y la búsqueda y preparación de víveres para el próximo viaje por mar.
El 24 de agosto, después de más de siete meses de viaje por el más caudaloso río del mundo, Orellana y su equipo lograron vislumbrar el mar.
Pero una cosa era verlo, otra llegar a el y lo más difícil, navegar por mar hacia el primer lugar donde pudieran recibir ayuda. Se detuvieron de nuevo para improvisar los aparejos necesarios para la navegación marina y se lanzaron a cruzar la peligrosa barra que separaba la corriente del río de la fuerza del Atlántico. No fue hasta el 6 de agosto, que lograron entrar en mar abierto. Sin cartas de navegación ni instrumentos adecuados para la navegación, ni persona capacitada para dirigir una navegación en el Atlántico, decidieron ir hacia las Antillas y el 11 de septiembre desembarcaron en la isla de Cubagua, establecimiento dedicado a la explotación de perlas, que ya se encontraba en plena decadencia en aquella época, pero que tenia los recursos necesarios para ayudarlos.
Desde la Antillas Orellana inició un accidentado regreso a España, adonde llega vía Portugal. En España debe afrontar un juicio contra él, iniciado por un enfurecido Gonzalo Pizarro que pensaba que Orellana le había abandonado en el alto Amazonas por propia voluntad. Pero esta es otra larga historia que tal vez veremos en otra ocasión.
Manuel de Francisco Fabre
Descubrimiento del río Amazonas – Wikipedia, la enciclopedia libre
Francisco de Orellana – Wikipedia, la enciclopedia libre
Francisco de Orellana (1541-42) | Sociedad Geográfica Española (sge.org)
https://espanaenlahistoria.org/efeme...-febrero-1542/
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