El gran fracaso vikingo





(Por Porfirio Gorriti) –

La llegada al continente americano de exploradores vikingos en época pretérita al Descubrimiento español, fue considerado por la ciencia histórica hasta la década de los 60 del siglo XX, como una hipótesis de la que no existían evidencias científicas. Los diferentes pueblos escandinavos, en el período de la Alta Edad Media, desarrollaron eficaces técnicas de navegación y con ellas, en el siglo X, descubrieron el litoral de Groenlandia y lo colonizaron. La cultura escandinava medieval no desarrolló la escritura y no ha dejado legados para la Historia. En la tradición oral nórdica, las llamadas Sagas, se relatan diferentes versiones de viajes al oeste de Groenlandia, donde se cuenta que los vikingos descubrieron otras tierras y lucharon contra sus pobladores. Estas leyendas orales incluían el mito de Vinlandia, tierra verde y fértil donde los vikingos encontraron uvas para elaborar vino. Desde el otro punto de vista continental, se admite histórica y antropológicamente, que cazadores avanzados de los pueblos indígenas árticos, fueron capaces de llegar hasta las latitudes de Groenlandia en busca de grandes presas. Este otro hecho posible es la clave de este gran enigma histórico, como compartiremos después.

La cultura anglosajona respira un profundo resentimiento con España por el Descubrimiento de América, si bien sus más brillantes intelectuales nunca han dudado en reconocer la verdad histórica y el papel de la Hispanidad católica en el continente americano. La posibilidad de demostrar científicamente que navegantes nórdicos hubiesen sido, realmente, los primeros europeos en pisar tierra americana, es el sueño palpitante de una gran caterva de científicos. Esta ira y frustración, incontrolables para algunos, se tradujeron en los siglos XIX y XX en la repetida falsificación de pruebas de la presencia vikinga en América antes de las carabelas de Colón. Podemos recordar hoy, con satisfacción, los casos de las reliquias de Beardmore, la piedra de Kensington, el mapa de Vinlandia y la moneda de Mellgren. Todos estos antecedentes fueron hallazgos sensacionalistas y espectaculares en su tiempo y, en todos ellos, acabó demostrándose su naturaleza manipulada y falsaria. La pretensión de cambiar la Historia es una corrupción humana intemporal.

En un enclave de costa de la isla de Terranova, hoy integrante de Canadá, llamado L’Anse aux Meadows, existen unos restos arqueológicos que eran considerados, hasta la década de los 60, los vestigios de un arcaico poblado esquimal. Esta concepción fue destruida por la irrupción en la zona del matrimonio noruego Ingstad, quienes tras someter al lugar a unos intensos trabajos excavatorios durante casi una década, anunciaron al mundo que las trazas de poblamiento antiguo humano de L’Anse aux Meadows correspondían en realidad a un asentamiento vikingo del siglo X. La revolucionaria historia fue recibida inicialmente con un obligado escepticismo. Los Ingstad defendieron su teoría en el tipo de arquitectura encontrada y, sobre todo, en el hallazgo de objetos metálicos fragmentarios que corresponden a la metalurgia medieval europea. Los Ingstad sostuvieron alborozados que los hallazgos de su investigación no podían atribuirse a los indígenas nativos de la isla y que habían encontrado la prueba científica del descubrimiento vikingo de América. Progresivamente, el entusiasmo por la teoría de los noruegos fue floreciendo en unas instituciones internacionales en las que amanecía la Globalización. En 1968, el gobierno de Canadá reconoció oficialmente a L’Anse aux Meadows como el primer asentamiento europeo en América y, en 1978, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Un lugar perdido de la olvidada punta septentrional americana había resquebrajado el mito de Colón por la base. La historia anglosajona estaba vengada.


Estos son los principales vestigios vikingos desenterrados por las excavaciones de los Insgtad ¿Qué prueban estos objetos, realmente, en un orden antropológico?

En los canales de divulgación cultural más accesibles a la población a través de Internet, pueden encontrarse descripciones sorprendentemente detalladas de la supuesta población nórdica en Terranova, cuya trascendencia histórica ha estallado en el tiempo presente con la reciente investigación de la Universidad de Groningen. Este equipo holandés—nuestros viejos enemigos protestantes vuelven a la carga— afirma que, a través del estudio de las huellas de la radiación cósmica en el fósil de una madera cortada con herramienta de hierro, puede datarse la construcción del poblado de L’Anse aux Meadows en el año 1021. La publicidad de esta investigación en la revista Nature ha tenido un eco mediático enorme y ha convertido el lugar de Terranova en un punto de atracción mundial para la sociedad de hoy, aunque hayan pasado cincuenta años de la teoría de su reinterpretación. Buena parte del éxito divulgativo de la «prueba científica del descubrimiento vikingo de América» radica en el momento en el que ha llegado: vivimos una época de nuevas y terribles corrientes manipuladoras contra el pasado de la América española y la figura de Cristóbal Colón. Tristemente, la totalidad de los grandes medios españoles ha participado como voz acrítica en la noticia del «rayo cósmico vikingo» y la supuesta prueba científica de un asentamiento nórdico en América, quinientos años antes del Descubrimiento español, ha circulado con absurda alegría en la huera España actual de Pedro Sánchez. Los múltiples antecedentes de intentos de estafa, mediante la manipulación de objetos, para cambiar la historia del primer contacto entre Europa y América deberían haber creado una firme actitud de escepticismo internacional en las academias de historia. La historiografía sobre L’Anse aux Meadow demuestra que no ha sido así.

Admitiendo que no existen dudas, por el momento, sobre la honestidad de los hallazgos que conducen a la interpretación oficial hoy sobre los restos arqueológicos de L’Anse aux Meadow, destacamos a nuestros lectores los principales criterios que no sostienen la teoría de presencia vikinga en Terranova en el siglo XI.

En un orden de crítica interna, el yacimiento carece de vestigios inherentes a un asentamiento medieval humano como restos de animales de granja y restos óseos humanos; los escasos objetos metálicos encontrados, como una aguja y restos de ejes, no corresponden a una industria de época que señale un enclave con población asentada. Tampoco se han hallado elementos de navegación u otros objetos de inequívoco origen vikingo.

En un orden de crítica externa, es esencial señalar que se han encontrado restos arqueológicos específicos de origen vikingo en otros lugares del archipiélago ártico canadiense. Las islas septentrionales de Baffin y de Ellesmere, territorio ancestral de caza de la etnia Inuit, están situadas a menos de mil kilómetros de la costa oeste de Groenlandia. En ambas islas, muy alejadas de Terranova, existen algunos contados hallazgos arqueológicos que pertenecen inequívocamente a la artesanía escandinava como cuerdas y tejidos. Según notorios antropólogos, este conjunto de hallazgos arqueológicos escasos y dispersos, sin huellas materiales de una población invasora en la punta norte de Norteamérica, ofrece una explicación histórica diferente que el de un poblamiento vikingo temporal: se trataría de pruebas de la existencia de contactos entre cazadores primitivos Inuit con los primeros colonos nórdicos groenlandeses, o con los pecios de sus asentamientos. Así, el pequeño poblado de L’Anse aux Meadow sería realmente lo que fue considerado en un principio: un milenario campamento esquimal de caza donde llegaron algunas piezas nórdicas que los Inuit obtuvieron o encontraron en sus expediciones.


Una visión geográfica desde el noroeste de la Tierra sobre Groenlandia (Gr) y las tierras que la rodean: Islandia al este (punto negro), Isla de Ellesmere (pintada de rojo), Isla de Baffin (pintada de naranja) y Terranova (punto verde). Islandia y Groenlandia fueron islas colonizadas por los vikingos que pasaron a pertenecer a la cultura escandinava. En las islas citadas y Terranova han aparecido mínimos y dispersos restos vikingos ¿Cuál es el auténtico significado de estos hallazgos? De lo que no hay duda es que el Mar del Labrador del Atlántico Norte fue la frontera natural donde los Vikingos fracasaron en su expansión natural hacia el Oeste.

El mar del Labrador que separa Groenlandia de Terranova no constituía una distancia insalvable para los drakkar de los feroces escandinavos de la Alta Edad Media, pero la cultura vikinga no poseía el conocimiento del astrolabio y sus navegantes no disponían de medios para orientarse en mar abierto. Aquellos pueblos nórdicos dominaron la navegación antigua que se basaba en el conocimiento de vientos y corrientes, pero necesitaban referencias visuales en sus travesías. El viaje a Groenlandia se realizaba navegando de isla en isla ¿Lograron los capitanes vikingos descubrir una ruta marítima por el Atlántico Norte, llegar a tierras americanas y asentarse en América? La corriente oficial actual lo admite como un hecho demostrado científicamente, pero en este blog nos posicionamos con la minoría científica que sostiene que sigue sin haber pruebas concluyentes de asentamientos nórdicos precolombinos en las islas septentrionales norteamericanas. Los mínimos y dispersos vestigios que de ellos se han encontrado en el ártico canadiense, encuentran una explicación antropológica más convincente en su transporte por los antepasados esquimales, unas poblaciones humanas ancestralmente adaptadas a la vida en el hielo del polo norte. La gran paradoja que puede arrojar el revisionismo histórico—auténticamente científico—del Descubrimiento de América, es que fuesen realmente los indígenas americanos los que descubriesen a los europeos.

La pregunta de quién fue el primer europeo en pisar tierra americana, es tan apasionante y enigmática como anecdótica para la Historia de la Humanidad.

La pregunta esencial no es si algunos guerreros vikingos pisaron tierra americana siglos antes de la llegada de las carabelas españolas a Guanahaní, sino cuál ha sido su trascendencia en la acción histórica de América.

La respuesta es indubitada: la cultura escandinava altomedieval, bárbara y pagana, fracasó absolutamente en su posible expansión natural geográfica por el norte de América. Si los vikingos lograron abordar las tierras indígenas de lo que hoy es Canadá, no pudieron mantener ningún punto de población establecida que influyese de algún modo en los pueblos autóctonos. América es el gran fracaso vikingo, aunque ahora se cree un parque temático en L’Anse aux Meadow o Hollywood y Netflix orquesten sus producciones fantasiosas sobre la saga de Erik el Rojo.

El Nuevo Orden Mundial le quiere robar a España la Historia y debemos luchar con todas nuestras fuerzas contra esta última infamia. La América moderna comienza el 12 de octubre de 1492, con la llegada de la cruz de Cristo en las velas católicas del Gran Almirante Colón. La gloria de la gesta de tan poco número de españoles en tan vasto continente, solo se explicará por la intervención divina. La vieja España cumplió con su destino.

En nuestra nueva época, los tradicionalistas estamos obligados a declarar la guerra cultural a la tiranía globalista.
Dios quiera que sea la época de la Nueva Reconquista de España.





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