BERNARDO DE MIERA Y PACHECO, CARTÓGRAFO DEL OESTE AMERICANO

Ricardo Aller Hernández 02/09/2022




Quizás el más prolífico e importante cartógrafo de la Nueva España(New Mexico Humanities Council)

Octubre de 1776.

Cuando Bernardo de Miera y Pacheco aceptó formar parte de la expedición comandada por los padres Escalante y Domínguez jamás pensó que iba a resultar tan duro. Dos meses después de haber salido de Santa Fe, la exigua partida –– apenas diez hombre, más los guías nativos ―, puede dar fe de que el Gran Norte es la región más inhóspita del oeste americano, una región donde las abruptas cadenas montañosas se alternan con altiplanos desérticos de magnitud inconmensurable, una auténtica Terra Incógnita donde han tenido que hacer frente a temperaturas frías, vientos borrascosos, suelos blandos, densos bosques de álamos y arbustos y desfiladeros.

Mil penurias que han encontrado su punto álgido esta mañana, cuando tras internarse por el fondo de un gran y profundo cañón, que ya divisara García López de Cárdenas, a principios del siglo XVII, han llegado a un lugar inaccesible y sin apenas provisiones.

El problema de los víveres es primordial y la solución, única: hay que sacrificar un caballo para alimentarse y mañana habrá que buscar agua. Eso, piensa Miera, si no se ha muerto. El cartógrafo ha estado gravemente enfermo; de hecho, sintiéndose incapaz de comer y casi de hablar, aunque hoy se encuentra un poco mejor gracias a las medicinas indígenas que le ha dado Joaquín, uno de los utes que los están guiando por estas tierras.



A pesar de todo, Miera no se arrepiente de haber aceptado formar parte de una misión que le está dando la oportunidad de
elaborar un mapa bastante preciso sobre un terreno desconocido que abarca desde Santa Fe hasta el valle del Lago Salado. El primero que se hace en el mundo, se recuerda a sí mismo, lo que le despierta el sentimiento de legítimo orgullo de aquel que sabe que sabe que con su esfuerzo y talento está haciendo historia.

Eso siempre y cuando, advierte mientras ve cómo varios hombres emplean sus cuchillos para descuartizar al caballo, sobreviva a las inclemencias del tiempo, a un terreno hostil, a los indios, a las enfermedades y a la falta de comida, agua y pastos.




EL PERSONAJE

Competente en astronomía, cartografía, matemáticas, geografía, geología, geometría, tácticas militares, comercio, ganadería, enología, metalurgia, idiomas, iconología, iconografía, liturgia, pintura, escultura y dibujo, Bernardo de Miera y Pacheco (New México Museum of Art).

Bernardo de Miera y Pacheco nació el 4 de agosto de 1713 en el valle de Carriedo (Cantabria), en el seno de una familia de marcada ascendencia militar, tradición que él mismo continuó al convertirse en ingeniero militar.

Ya como soldado emigró a la Nueva España, donde ejerció de comerciante, recaudador de deudas, ranchero, minero, capitán de milicias, sirviendo en cinco campañas, alcalde mayor, artista y cartógrafo. A nivel personal, en 1741 se casó en Janos (en la actual Chihuahua) con María Estefanía Domínguez de Mendoza, con quien tendría dos hijos, y en 1743, la familia se estableció en El Paso.

En 1747, el capitán Miera dirigió un destacamento militar en apoyo a la misión evangelizadora emprendida por el padre Juan Menchero para convertir a los indios navajos y reasentarlos alrededor de Ceboletta, hoy Nuevo México. La expedición fracasó, pero el polifacético Bernardo aprovechó para elaborar el primer mapa del territorio que atravesaron, el primero de muchos que vendrían, como en 1749, cuando cartografió el río Grande desde El Paso río abajo hasta su confluencia con el rio Conchos.
En 1755 o 1756 trasladó a su familia a Santa Fe. Fue nombrado alcalde de los pueblos de Pecos y Galisteo durante cuatro años, de 1756 a 1760, y participó en tres campañas contra los comanches que ocupaban una amplia región al norte de la frontera imperial y asaltaban de forma frecuente ranchos y misiones.

Cuando el virrey de Nueva España ordenó que se confeccionaran mapas de sus territorios, Francisco Antonio Marín del Valle, gobernador y capitán general de Nuevo México, le encomendó la tarea a Miera, quien realizaría una campaña para recoger información desde finales de junio hasta el 1 de diciembre de 1757 que plasmaría en un mapa concluido en 1758. Miera volvería a hacer al menos otros dos mapas para Marín, trabajo que se le pagó en especie al serle otorgada la propiedad de una legua de tierra alrededor de Ceboletta.

El original de su mapa de 1758 desapareció algún tiempo después de 1930 en la Ciudad de México, pero se realizó una copia reconstruida en los años 70 a partir de las fotografías que se conservaban del original.

LA EXPEDICIÓN DE DOMÍNGUEZ Y ESCALANTE

Tierra exuberante y montañosa llena caza y madera, extrañas ruinas de ciudades y pueblos de piedra, y ríos que muestran signos de metales preciosos.

En el año 1776 se organizó una expedición de diez hombres liderada por el joven misionero Silvestre Vélez de Escalante y el inspector franciscano Francisco Atanasio Domínguez, con el objetivo de establecer una ruta por tierra desde Santa Fe hasta las misiones católicas en California, en particular a la de Monterrey, pasando por el territorio del actual estado de Colorado hasta el actual valle de Utah. Uno de los integrantes de aquella partida era Bernardo de Miera.

La caravana, formada por solo diez expedicionarios, llegó al punto más lejano tierra adentro explorado por los españoles en el Gran Norte, siendo los primeros hombres blancos que recorrieron una ruta por la meseta de Colorado y por Utah, regresando a través de Arizona a Nuevo México.

DIARIO DE UNA AVENTURA

30 de julio de 1776

Tras pasar una primera noche en Santa Clara viajamos nueve leguas, más o menos, y llegaron al pueblo de Santa Rosa de Abiquiú, donde a causa de diversas circunstancias permanecimos hasta el 31 sin viajar, y donde mediante una misa solemne de nuevo imploramos la ayuda de nuestros más santos patronos. Una vez allí, continuaron viajando al norte y noroeste hasta una localización cercana a la actual Dulce.

10 de agosto

Desde Dulce se dirigieron al actual Colorado a través de Árboles, acampando en la base de las montañas de La Plata, cerca del actual Parque nacional Mesa Verde.

El padre fray Francisco Atanasio [Domínguez] despertó preocupado por la fiebre reumática que sentía en su cara y cabeza ya el día anterior, y que era deseable que armáramos el campamento aquí hasta que estuviera mejor, pero las continua lluvias, las inclemencias del tiempo, y la gran humedad del lugar nos obligaron a salir de allí. Yendo al norte, y después de haber viajado un poco más de media legua, giramos al noroeste, yendo una legua y entonces caímos al oeste a través de valles de muy hermosa madera y abundantes pastos, rosas, y otras varias flores. Después de pasar dos leguas nos cayó de nuevo una lluvia muy pesada. El padre fray Francisco Atanasio se sintió peor y el camino intransitable, y así, después de haber viajado a duras penas dos leguas más al oeste, tuvimos que acampar en la orilla del primero de dos pequeños ríos que forman el San Lázaro, también llamado río de Los Mancos. El pasto sigue en gran abundancia. Hoy cuatro leguas y media. (Escalante)

Los hombres acamparon junto al río de los Mancos, llamado así porque uno de los hombres cayera en un río, lesionándose la mano



13 de agostoCerca de la actual Dolores, la expedición encontró ruinas anasazis, en el suroeste de Colorado. Aquellos españoles serían los primeros hombres blancos que las vieron.

Tras fundar las poblaciones de Escalante y Domínguez continuaron su viaje manteniéndose al oeste de las montañas de San Juan. Cruzaron el río Dolores varias veces y luego acamparon en sus orillas al noreste de la actual Cahone, donde se encontraron con dos esclavos nativos americanos, a los que llamaron Genízaro y Coyote, posteriormente conocidos como Felipe y Juan Domingo.

La expedición continuó por el actual cañón del Colorado, viajando a lo largo del río San Miguel hasta un área a unos cinco kilómetros al oeste de Nucla. A medida que avanzaban la tierra se volvía cada vez más árida, con menos tierras de pastos e insuficiente agua para los caballos. Después de haber visto signos de asentamientos que llamaron rancherías y al darse cuenta de que necesitaban asistencia, exploraron para dar con utes que les pudieran servir como sus guías.



23 de agosto

Acamparon junto a un arroyo del río San Miguel y luego viajaron al este. Al enterarse de la ubicación de miembros de la tribu timpanog, reanudaron la marcha en dirección noroeste, cruzando el ramal Norte del río Gunnison y llegando a lo que hoy es Hotchkiss.

1 y 2 de septiembre

Se produjo un encuentro con ochenta utes en caballos. Los indios les aconsejaron regresar, advirtiéndoles de la existencia de comanches. A pesar de las advertencias, continuaron el camino dejándose guiar por el ute «Silvestre» y un niño que llamaron «Joaquín», viajando al norte y al oeste, alcanzando lo que hoy se conoce como Rio Blanco. Después de semanas de montañas, cañones y mesas, la tierra aquí era más llana y siguieron un sendero de bisontes que se dirigía en la dirección en la que deseaban viajar.

11 de septiembre

El grupo llegó al actual condado de Uintah, en Utah.

Aquí tiene abundantes prados y buena tierra para el cultivo de cosechas, con instalaciones para la irrigación. Debe tener algo más de una legua de ancho y su longitud puede llegar a cinco leguas. El río entra en esta pradera entre dos altos acantilados que, después de formar una especie de corral, llegan tan juntos que apenas se puede ver la abertura por la que llega el río.

20 de septiembre

La expedición se encontró con temperaturas frías, vientos borrascosos, suelos blandos, densos bosques de álamos y arbustos y desfiladeros.

22 de septiembre,

Desde lo alto de la última loma vimos frente a nosotros y no muy lejos muchas columnas de humo que surgían en la misma sierra. El guía Silvestre dijo que debían de ser hechas por su pueblo, que estaban cazando. Nosotros les respondimos con otras señales de humo por lo que si ya nos habían visto no nos considerarían enemigos y no huirían o sino nos darían la bienvenida con flechas. Respondieron con señales de humo más grandes en el paso a través del que debíamos de viajar hasta el Lago, y esto nos hizo creer que ya nos habían visto, porque esta es la señal más rápida y común usada en todo acontecimiento extraordinario por la gente de esta parte de América… Y sobre las dos en la mañana, la hora en que según la opinión [Silvestre], no podía haber más de uno o más indios cerca, hizo un largo discurso en su lengua, dando a entender que éramos gente pacífica, amable y buena.




23 de septiembre

Llegaron al lago de los timpanogs, que más tarde se conocería como lago Utah. Allí se relacionarían con los nativos. Comprendiendo el deseo de retornar de los españoles, la tribu ofreció el uso de sus tierras para construir casas para otros españoles que pudieran unirse a ellos en sus tierras después de haber completado su viaje.

26 de septiembre

Tras varios encuentros con diferentes grupos nativos el camino volvió a recrudecerse. A veces la única agua que podían encontrar era agua de las salinas, lo que hizo que los caballos enfermasen.

5 de octubre

Azotados por un viento frío, fuertes nevadas, granizo y lluvia, los españoles se plantearon la idoneidad de continuar hasta California, a lo que se sumó que ya solo tenían como guía a Joaquín. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos decidieron ir hacia el sur, lo que sería el actual estado de Arizona




16 y 17 de octubre

La expedición quería viajar al sur del río Colorado, pero supo por ocho nativos que era inaccesible, discurriendo por el fondo de un gran y profundo cañón (el Gran Cañón). Escasos de provisiones, sacrificaron uno de los caballos para alimentarse y el día siguiente buscaron agua. Miera cayó enfermo, incapaz de comer y casi de hablar. El propio cartógrafo, para aplacar sus achaques, recurrió a los chamanes y la medicina indígenas

22 de octubre

Los españoles continuaron experimentando dificultades debido a enfermedades y falta de agua, pastos y suministros mientras se abrían camino hacia el este a través de lo que hoy es el estado de Arizona, . Finalmente regresaron a Santa Fe.



Los mapas elaborados por Bernardo de Miera proporcionaron una información útil para futuros viajes y su ruta desde Santa Fe hasta el Valle del Lago Salado se hizo conocida como el Viejo Sendero Español (Old Spanish Trail]).

Fue su experiencia como cartógrafo lo que hizo que esa expedición fuese histórica al publicar un informe y un mapa del recorrido en 1778, que se incluye en Herbert E. Bolton, Pageant in the Wilderness: The Story of the Escalante Expedition to the Interior Basin



ÚLTIMOS AÑOS

En 1779, Miera acompañó al gobernador de Nuevo México, Juan Bautista de Anza, en una campaña punitiva contra los comanches del jefe indio Cuerno Verde, que habían estado incursionando en Taos. Durante aquella misión dibujó un mapa cubriendo una zona centrada en el río Grande desde Santa Fe hasta el río Arkansas. Además, participó junto a sus dos hijos en la construcción de una línea defensiva impenetrable y pacificar a las tribus hostiles. Esto se logró a principios de septiembre de 1779, con la muerte en combate de Cuerno Verde, su séquito y su primogénito. Aunque no lo vería ratificado en vida, el cántabro participó activamente en el proceso para alcanzar un tratado de paz.

En los últimos años de vida, don Bernardo sirvió como soldado distinguido en el presidio de Santa Fe, la villa más septentrional del imperio español en América, una zona fronteriza, remota y peligrosa, sometida al acoso constante de los belicosos apaches y comanches.

Miera falleció en abril de 1785, en Santa Fe. Su esposa, Estefanía, había muerto menos de un año y medio antes.

De su mano salieron los mapas más relevantes y precisos de la frontera norte en la segunda mitad del siglo XVIII, sirviendo de gran ayuda a exploradores posteriores, como Alexander von Humboldt, quien su vez compartió la información con el presidente americano Thomas Jefferson.



IMPORTANCIA HISTÓRICA

Bernardo de Miera también dibujó el «Plano de la Provincia Interna de el Nuebo Mexico», que demarcaba los distritos dispersos que conformaban la provincia. Aparte de su faceta como cartógrafo, Miera también fue pintor y tallista. Algunas de sus obras sobreviven en iglesias y museos. En la iglesia de Cristo Rey, en Santa Fe, es de su autoría la pantalla del altar de Castrense y unas estatuillas que se encontraban en la iglesia Zuni.





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