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Tema: Agustín Agualongo

  1. #1
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    Agustín Agualongo

    Agustín Agualongo


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    Agustín Agualongo (1780-1824), fue un líder indígena y un militar realista durante la guerra de independencia de la Nueva Granada (hoy Colombia) que hizo oposición armada a los ejércitos republicanos. Inició su carrera militar a los 31 años de edad en 1811.



    En 1822, tres después de la independencia definitiva de la Nueva Granada, Agualongo declaró la guerra contra la de La República de Colombia en el nombre de Fernando VII y de la religión católica y lideró una guerra de guerrillos contra la nueva república. Dirigió la toma de Pasto en junio de 1823 y avanzó hacia el Ecuador donde fue derrotado por Bolívar cerca de la población de Ibarra. Llevó a cabo una segunda toma de Pasto en agosto de 1823 y una tercera en febrero de 1824.



    En su última batalla, en Barbacoas, Nariño, se enfrentó al futuro cuatro veces presidente Tomás Cipriano de Mosquera. Finalmente, Agualongo fue capturado por José María Obando en junio de 1824 y fusilado en Popayán el 13 de julio.



    Agualongo fue considerado un traidor por los republicanos, quienes no entendieron que Agualongo y los indígenas de la época jamás consideraron a los criollos como sus libertadores, sino como perturbadores y enemigos de un orden que venía de lo alto. Además, Agualongo no consideraba a los patriotas como líderes confiables y por lo tanto capaces de garantizar a los indígenas el derecho antes garantizado por la Corona española.

  2. #2
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    Re: Agustín Agualongo

    (2)


    (1780-1824), Nacio en Pasto el 25 de agosto de 1780, líder Criollo y un militar realista durante la guerra de independencia de la Nueva Granada (hoy Colombia) que hizo oposición armada a los ejércitos republicanos. Inició su carrera militar a los 31 años de edad en 1811 el 7 de Marzo.

    En 1822, tres después de la independencia definitiva de la Nueva Granada, Agualongo declaró la guerra contra la de La República de Colombia en el nombre de Fernando VII y de la religión católica y lideró una guerra de guerrillos contra la nueva república. Dirigió la toma de Pasto en junio de 1823 y avanzó hacia el Ecuador donde fue derrotado por Bolívar cerca de la población de Ibarra. Llevó a cabo una segunda toma de Pasto en agosto de 1823 y una tercera en febrero de 1824.

    En su última batalla, en Barbacoas, Nariño, se enfrentó al futuro cuatro veces presidente Tomás Cipriano de Mosquera. Finalmente, Agualongo fue capturado por José María Obando en junio de 1824 Al entrar agualongo prisionero a Popayán, se congrego una inmensa muchedumbre para ver al indio que había sido el terror de la comarca durante varios años; y alguien al observar su menguada estatura y sus facciones duras y fea, exclamó: “es aquel hombre tan bajito y tan feo el que nos ha tenido en alarma durante tanto tiempo?”. Sí. Contesto Agualongo, taladrando con la mirada feroz de sus grandes ojos negros.”Dentro de este cuerpo tan pequeño se alberga el corazón de un gigante”

    Muere por fusilamiento en Popayán el 13 de julio. Al ser condenado a muerte, pidió y se le concedió la gracia de vestir el uniforme de coronel. Ante el pelotón de fusilamiento exclamo que, Si tuviese veinte vidas, estaba dispuesto a inmolarlas por su religión y por su Rey de España, suplico que no le vendaran, porque quería morir cara al sol, mirando la muerte de frente, sin pestañear, siempre recio, como su suelo y su estirpe.

    Los despojos mortales de Agustin Agualongo que reposaban en la cripta de la concatedral de San Juan de Pasto, la iglesia de San Juan Bautista, fueron sustraidos en 1987 por el grupo subersivo M-19 y solo devueltos en 1990 en un acto simbólico y simultaneo con la entrega en las montañas de las armas al gobierno de ese entonces, y estan depositados en el lado Izquierdo de la misma iglesia, junto con los despojos de Hernando de Cepeda y Ahumada hermano de Teresa de Cepeda y Ahumada la Santa de Avila, que fue regidor y encomendero en la ciudad de San Juan De Pasto.(Colombia)
    Última edición por Ordóñez; 04/02/2007 a las 00:27

  3. #3
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    Re: Agustín Agualongo

    San Juan de Pasto, 10-13 febrero 2005. S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, acompañado -como durante toda su estancia en la Nueva Granada- por el padre José Ramón García Gallardo FSSPX y por el jefe de su S.P. se desplazó a San Juan de Pasto, en el sur de Colombia, cerca de la frontera ecuatoriana.
    Fueron recibidos en el aeropuerto por los directivos de la Fundación Manuel de Santa Cruz Loydi, en concreto por su presidente don Isidoro Medina y sus colaboradores el historiador Enrique Herrera Henríquez y la filóloga Liza Higuera Rubio. Igualmente estaban presentes Patricia España, Directora del Fondo Mixto de Promoción Turística de Nariño, y el procurador Jorge Enrique Benavides.

    Se trasladron inmediatamente a San Ignacio, el pueblecito fundado por el Cura Santa Cruz, en el término municipal de Buesaco, hasta hace poco bajo el control de la guerrilla. Don Manuel de Santa Cruz fue guerrillero en la Tercera Guerra Carlista y pasó sus últimos años dedicado al apostolado en Pasto, donde murió en 1926. La población estaba a la puerta de la iglesia para recibir a la comitiva. Tras rezar unos momentos delante de la tumba del legendario cura, el padre García Gallardo celebró la Santa Misa según el rito romano tradicional. En medio de un gran fervor de los asistentes, el padre García Gallardo, desde el púlpito en que predicaba el Cura Santa Cruz, dirigió un breve sermón a los presentes. Don Sixto Enrique saludó y departió con todos.

    De vuelta hacia Pasto se detuvieron en Rosal del Monte, a visitar a Amador Armero, de 95 años, que conoció de niño a don Manuel. Entre una vegetación abrupta y verde, que recuerda en cierto sentido, aun cuando sea más abierta, a la de los valles guipuzcoanos en que transcurrió la primera parte de su vida, llegaron a Pasto, presidido por la imagen del volcán Galeras, a cuyos pies se extiende la ciudad.

    San Juan de Pasto, ciudad llena de iglesias del barroco virreinal, se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien le llegó de Madrid el despacho de brigadier cuando ya era demasiado tarde, pues había sido fusilado por los liberales independentistas. Luego, por ese realismo que todavía se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte de Bolívar. Ya en la ciudad, el Abanderado de la Tradición y su comitiva también acudieron a la vieja catedral de Pasto, donde se encuentra enterrado Agualongo, a rezar una oración. Observaron que no había lápida alguna, quizá como precaución después de que años atrás los guerrilleros del M-19 sustrajeran y profanaran sus restos. Vieron en cambio una lápida que corresponde a los restos de un hermana de Santa Teresa de Jesús, de los varios que vivieron en San Juan de Pasto, y otra relativa al período en que San Ezequiel Moreno fue obispo de la diócesis, entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. San Ezequiel Moreno, tan cercano al Carlismo y tan acérrimo enemigo por razones teológicas del liberalismo, falleció en su pueblo natal de Monteagudo, en la Rioja, tras haber regresado desde Pasto.

    Así pues día lleno de emociones monárquicas y carlistas con el Cura Santa Cruz, Agustín Agualongo y San Ezequiel Moreno.

    Por la noche fueron invitados por los amigos de la Fundación Santa Cruz a una cena amenizada con canciones tradicionales por el poeta y escritor Álvaro Martínez Betancourt, de extraordinaria simpatía y agudeza.

    Al día siguiente se trasladó la comitiva, integrada por los amigos mencionados, hasta el santuario de Nuestra Señora de las Lajas, lugar de peregrinación de Ecuador y el sur de Colombia, donde el padre García Gallardo volvió a celebrar la Santa Misa, siempre en el rito de San Pío V, y donde Don Sixto Enrique fue aclamado por los numerosísimos peregrinos presentes. Por la tarde, el Duque de Aranjuez visitó la sede de la Fundación Santa Cruz, donde fue objeto de diversos obsequios, que agradeció sinceramente, y a continuación participó, acompañado por el profesor Ayuso, en un coloquio desarrollado en el Club Colombia sobre "Hispanidad y Tradición", organizado por la Fundación Agualongo, que preside el ex-gobernador Álvaro Zarama, y la Academia Nariñense de Historia. Con un salón lleno de las personalidades más señaladas de Pasto, el Regente respondió a las preguntas de los presentes, durante cerca de dos horas, ofreciéndose a continuación un cóctel.

    Cerrado al día siguiente el aeropuerto por el mal tiempo, tuvieron ocasión de alargar casi cuarenta y ocho horas más la estancia en la encantadora ciudad y profundizar así en la amistad sobre todo con los miembros de la Fundación Santa Cruz. En concreto, don Isidoro Medina, hombre entusiasta, dinámico y emprendedor les hizo partícipes de sus proyectos próximos: la segunda edición ampliada de su libro sobre el Cura Santa Cruz, que salió hace dos años y se agotó inmediatamente, y un nuevo libro titulado "Pasto, nación española arrasada por Bolívar".

    En Bogotá reunió con el Consejero de Estado Alejandro Ordoñez. S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón acudió el día 14, junto con el padre José Ramón García Gallardo y el tradicionalista colombiano Rafael Durán, al programa "Espacio libre" de Teleamiga, donde los dos primeros fueron entrevistados por José Galat a propósito del tema "Hispanidad y leyendas negras"; cenaron luego en el Club El Nogal con el destacado político, periodista y rector de la Universidad La Gran Colombia. De este modo el Duque de Aranjuez puso fin a su estancia novogranadina.

  4. #4
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    Re: Agustín Agualongo

    Las gentes de Pasto, sencillas, buenas y cristianas, son objeto de chistes similares a los de leperos en España y los de gallegos en Argentina. La venganza de los liberales todavía dura...

  5. #5
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    Re: Agustín Agualongo

    El Manifiesto de hoy habla de Agualongo. Como el artículo no añade mucho a lo que ya se hablado aquí, por esta vez no lo reproduzco y doy solo el enlace.

    http://www.elmanifiesto.com/articulo...darticulo=2725

  6. #6
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    Re: Agustín Agualongo

    Pues se necesitaron mas hombres como este para evitar la tragica independencia de Nueva Granada

  7. #7
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    Re: Agustín Agualongo

    Debo decir que el caso de Agualongo, si es por participación de sangre indigena se trata, no es un caso aislado. Aqui en Chile, los indigenas reches -que mapuche es una palabra nueva- o raucanos, pelearon por las banderas relaistas, a sabiendas que la seguridad de justicia que tenian se perderia en el caso de la independencia. Y asi, aunque casi 70 años despues, fue.

    En el caso de nosotros los chilenos no debemos olvidar que los araucanos, en las guerras de independencia, pelearon acyivamente en favor del rey, aunque este no mereciera el apoyo siquiera de nuestros primos peninsulares. Asi con este pelele Fernando VII, una verguenza para la hispandad.

    Una verdadera lección para los supuestos indigenistas de hoy.

  8. #8
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    Re: Agustín Agualongo

    De hecho, indios realistas hubo por toda la América española, aunque los historiadores rehúyan hablar del asunto.

  9. #9
    Avatar de Ordóñez
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    Re: Agustín Agualongo


  10. #10
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    Re: Agustín Agualongo

    LOS PROTOCARLISTAS NEOGRANADINOS

    El primer alzamiento carlista se dio el 2 de octubre de 1833. Sin embargo, ya en 1823, diez años antes, los pastusos llamaban a luchar por Dios, por la Patria y el Rey (y sin duda lo hicieron desde el comienzo de la revolución secesionista):


    «Ahora es tiempo, fieles pastusos, que uniendo nuestros corazones llenos de un valor invicto, defendamos acordes la religión, el rey y la patria, pues si no sigue en aumento nuestro furor santo en defender los más sagrados derechos, nos veremos segunda vez en manos de los enemigos de la iglesia y de la humanidad». (Proclama del Coronel don Agustín Agualongo y de don Estanislao Merchancano a los pastusos, junio 13 de 1823).



    Batalla de los ejidos de Pasto (1814).



    Sí, tuvimos protocarlistas en este Nuevo Reino. Tuvimos soldados de la doctrina católico-monárquica: soldados de la Tradición.



    Y a nosotros, los carlistas, nos corresponde seguir su ejemplo: debemos mantener en alto la bandera de Dios, la Patria y el Rey legítimo.


    Gloria en Cristo Rey a Agualongo, a Merchancano y a todos los mártires de la Tradición.





  11. #11
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    Re: Agustín Agualongo

    AGUSTÍN AGUALONGO, otro indigena contra Bolivar

    Cesáreo Jarabo 02/02/2022




    Agustín Agualongofue un patriota del alto Ecuador, «indio, feo y de corta estatura» una pesadilla para Bolívar. Nació en la ciudad de San Juan de Pasto el 25 de agosto de 1780, militar realista durante la guerra separatista de la Nueva Granada (hoy Colombia), luchador infatigable que encabezó una guerra de guerrillas que lo haría legendario. En 1822 declaró la guerra a la república de Colombia, en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica. .

    El 7 de Marzo de 1811, Agualongo, de 31 años de edad, ingresó en la tercera Compañía de Milicias del Rey.
    El 13 de Agosto de 1812 el ejército nacional venció enCatambuco a las fuerzas del separatista Juan María de la Villota. La actuación de Agualongo le valió el grado de sargento. Sería su primer ascenso en la carrera militar, como consecuencia de su actividad frente a los intentos separatistas por recuperar Pasto.



    En 1822 ya era teniente coronel. Tras la batalla de Pichincha, donde no combatió, se unió a Benito Boves, Juan Muñoz y Estanislao Merchancano, reiniciando las operaciones militares, en una guerra de guerrillas que contó con el apoyo de las comunidades indígenas de los contornos, venciendo a Sucre en la Cuchilla del Tambo; pero el 25 de Diciembre, Sucre tomó Pasto imponiendo una dura represión. Agualongo, ya coronel, retomó Pasto.

    El caso de Pasto es digno de especial atención. Representó el primer lugar de actuación de Agualongo, pero es que Agualongo era pastuso, y los pastusos significaron siempre la resistencia al separatismo americano. Siempre fieles a la Patria, sufrieron el genocidio y el escarnio por parte de los agentes coautores de la secesión.

    El tremendo odio que Simón Bolívar sentía contra Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, tomó cuerpo en la Navidad de 1822, cuando las tropas separatistas, al mando de Antonio José de Sucre, tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra. Fue una verdadera orgía de muerte y violencia, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos.



    El 24 de diciembre de 1822 Antonio José de Sucre, como un acto de desprecio por el nacimiento de Nuestro Señor, masacró Pasto. El ejército separatista, al que comandaba, llegó a la ciudad. La población huyó o se refugió en las iglesias, y finalmente salió en procesión con la imagen de Santiago. Las tropas de Sucre no respetaron ni a los ancianos de 80 años ni a los niños de pecho. Quien más destacó fue Apolinar Morillo, el mismo que tiempo después sería la mano ejecutora en la conjura masónica dirigida por José María Obando, y que acabaría asesinando al propio Sucre, liberándolo así de los posibles remordimientos que la caridad cristiana insiste esperanzada en encontrar en la mente del autor material de tamaño genocidio que con toda justicia lo señala como Caín de América.

    La orgía de sangre del ejército separatista, compuesto mayormente por mercenarios ingleses, no se detuvo ante nadie ni ante nada. Arrasaron los templos con sus caballos, arrastraron las imágenes con sogas, saquearon todos los bienes materiales, profanaron los sagrados, violaban a las mujeres para después degollarlas…



    Los detalles dantescos serían anuncio del porvenir que le esperaba a la Patria tras la derrota: todas las mujeres que fueron sorprendidas en Pasto ese 24 de diciembre de 1822, la Navidad Negra, fueron víctimas de vejámenes sexuales.

    Abusos, robos, asesinatos, excesos de todo tipo, donde el general José María Obando (oficial del ejército nacional y, posteriormente, en 1831, Presidente de la República de la Nueva Granada) no vacila al encontrar un responsable directo: Antonio José de Sucre.



    Las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas

    Igual que había sucedido en la Península, tanto en las intervenciones de las tropas francesas como de las inglesas, los separatistas se entregaron al saqueo y al asesinato durante tres días que debieron parecer eternos a los pastusos, y de sus atropellos, como en la Península, no se salvaron los archivos públicos y los libros parroquiales.

    Bolívar, a juzgar por sus opiniones sobre Pasto, habría deseado que nunca hubiese existido o tal vez exterminarlo como más tarde hizo con el pueblo selkman en la Patagonia.

    Pero si los separatistas no fueron capaces de pastuso seguirá siendo un ejemplo para el pueblo hispánico. Solo un genocida sin exterminar físicamente a los pastusos, lo intentaron en otros ámbitos; así, el imaginario forzado por los agentes británicos, como extensión de la Leyenda Negra contra España, ha condenado al pueblo de Pasto a ser la irrisión de quienes basan sus conocimientos en la propaganda.

    Y ante la heroica resistencia del pueblo sólo un desalmado, o sencillamente un demente, pudo ordenar tan despiadada actuación.

    Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, dejaron en Pasto muestras suficientes de su odio y su desprecio por la Humanidad.



    El genocidio de Pasto, por otra parte, no fue sino una etapa más de la guerra a muerte que había decretado en 1813. Pero en la mente de Bolívar debió ser algo más. Su odio hacia los pastusos parece alcanzar un grado de enfermedad, a juzgar por lo descrito por Luis Perú de Lacroix, masón y edecán de Bolívar, que escribió en sus memorias algunas sentencias de éste:

    Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos.

    Pero esa posible desviación mental encontraría apoyo en quienes se encontraban interesados, no por enfermedad, sino por codicia, en el exterminio de Pasto. Y es que Pasto representaba un excelente polo de desarrollo industrial y comercial, al margen de los intereses británicos; algo que era necesario allanar.

    Si penoso es el genocidio per se, adquiere tintes incalificables cuando observamos que no es producto de enfermedad mental sino de codicia. ¿Qué actuación cabe al respecto?

    Es el caso que, tras los estragos llevados a cabo sobre Pasto, la mayoría de los jefes patriotas cayeron en la pesadumbre. No es el caso de Agualongo, quien creía haber encontrado el momento de la revancha y se lanzó sobre Quito con un ejército de unos ochocientos voluntarios. En el curso de esta campaña tomó Ibarra el 12 de Julio de 1823; pero el 17 tuvo un nuevo encuentro que resultó fatal.



    El enfrentamiento de Ibarra se convirtió en otra catástrofe a sumar en el triste balance de los pastusos y de la Hispanidad: en un acto de ¿suerte?, ¿astucia?… El ejército separatista, comandado por el agente de los británicos Simón Bolívar, infligió una terrible derrota a los pastusos, de los que la práctica totalidad pagó con su vida la ilusión de la venganza.

    Pero el odio de Bolívar no desapareció con esta nueva masacre. Muy al contrario, quedó reflejado en la orden que, tras la victoria de ese aciago día, dio al General Bartolomé Salom. Entre otras, marcaba las siguientes medidas:

    Destruirá US. todos los bandidos que se han levantado contra la República.
    Mandará US. partidas en todas direcciones a destruir estos facciosos.
    Las familias de estos facciosos vendrán todas a Quito para destinarlas a Guayaquil.
    Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados.
    Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil.
    No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad.
    Se ofrecerá el territorio de Pasto a los habitantes patriotas [separatistas] que lo quieran habitar…



    Odio que quedaría remarcado en su carta de 21 de Julio de 1823 al general Francisco José de Paula Santander, en la que decía Simón Bolívar:

    Pasto es la puerta del sur (decía) y si no la tenemos expedita, estamos siempre cortados, por consiguiente es de necesidad que no haya un solo enemigo nuestro en esa garganta (…)(los pastusos tienen) una alma de acero que no pliega por nada. Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más tenaz que ese. Acuérdese Vd. lo que le dije sobre la capitulación de Pasto, porque desde entonces conocí la importancia de ganar esos malvados. Ya está visto que no se pueden ganar y por lo mismo es preciso destruirlos hasta en sus elementos.



    Era una guerra de reveses. Finalmente, José Mires tomaría Pasto, quedando Agualongo encerrado en el convento de las monjas Conceptas, de donde acabó huyendo para sufrir nueva derrota en Buenaventura, esta vez definitiva, a manos de Tomás Cipriano Mosquera. El 24 de Junio de l824 fue sorprendido por el General José María Obando, el mismo que acabaría asesinando a Sucre.

    Agualongo fue tomado prisionero, sometido a juicio (curioso el dato para quienes actuaban como habían hecho en Pasto), y fue condenado a muerte, sentencia que fue ejecutada el trece de julio de 1824.

    El héroe contaba cuarenta y cuatro años de edad, y justo en esos momentos llegaba la orden de su ascenso a General de Brigada.

    Ante el pelotón de fusilamiento exclamó que, si tuviese veinte vidas, estaba dispuesto a inmolarlas por su religión y por su Rey de España; suplicó que no le vendaran, porque quería morir cara al sol, mirando la muerte de frente, sin pestañear, siempre recio, como su suelo y su estirpe.



    Gran espíritu hispánico de Agualongo, quien debe ser reconocido como héroe de la Hispanidad; un personaje visionario que supo detectar la mala fe en aquellos criollos que con tanto ardor buscaron y consiguieron la ruptura de la patria con el único objetivo de satisfacer sus ansias economicistas.

    Agualongo se manifestó reiteradamente contra la actitud de los criollos separatistas, y en esas manifestaciones argüía aspectos que acabaron confirmándose tras laindependencia… que los indígenas iban a perder sus tierras. Evidentemente era un visionario.

    La marea de la tiranía no pudo ser contenida por el patriota Agualongo, que tuvo que sufrir la pasión y la muerte a manos del invasor sin que el coraje hispánico pudiese frenar la codicia de los agentes británicos, quienes encontraron su labor trillada por la indolencia del pueblo español, que sin remedio e incomprensiblemente incluso para ellos, sucumbiría ante su tiranía.

    Bolívar encontró en Pasto resistencia patriótica que arrasó a sangre y fuego, pero no fue Pasto el único lugar que el tirano miraba con desconfianza. Así, con relación a Coro, que tantas muestras había dado de mantenerse fiel a la Patria, manifestaba el genocida de Pasto en carta a Rafael Urdaneta el 24 de diciembre de 1826:

    El resto del pueblo lo creo tan godo como antes. Ni aún por mi llegada se acercan a verme, como que sus pastores son jefes españoles. Yo creo que si los españoles se acercan a estas costas, levantarán 4 ó 5.000 indios en esta sola provincia. La nobleza de este país permanece renuente y abstraída de todo; pero cobrando millones y Coro no ha valido jamás un millón.

    Pero España estaba perdida, y las peores pesadillas de sus enemigos no pudieron verse cumplidas, aunque, además de ser el mejor sueño de los patriotas, hubiese sido la más lógica de las soluciones.




    https://espanaenlahistoria.org/perso...ontra-bolivar/


  12. #12
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    Re: Agustín Agualongo

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    AGUSTÍN AGUALONGO

    25 agosto, 2022 Fran de La Nao

    Juan Agustín Agualongo Cisneros (1780 – 1824) fue un mestizo que ascendió por méritos propios de soldado a General de Brigada del ejército español y ​que durante trece años combatió a los ejércitos separatistas en la mal llamada guerra de independencia, en Nueva Granada (actual Colombia). Símbolo de esperanza de un pueblo defraudado, sus fuerzas se batieron contra las del propio Simón Bolívar en la Batalla de Ibarra, en 1823.

    Agustín Agualongo nació en San Juan de Pasto, Nueva Granada (actual Colombia) y hasta la guerra no había tenido ningún interés ni contacto con el ejército. De niño había estudiado pintura al óleo y esa era su dedicación. De aquella etapa se conserva un cuadro de su obra, “La huida a Egipto“, de temática religiosa que se encuentra en el Monasterio de las Hermanas Conceptas, en Pasto, su ciudad natal. Se sabe que se casó en el año 1801 y tuvo una hija al año siguiente y poco más se sabe de su vida hasta que estalló la guerra en Hispanoamérica.

    En 1809 los separatistas de Quito se hicieron con la ciudad y desde allí comenzaron su guerra para imponer la separación con España, pues sino era por las armas, la mayoría de la población estaba en contra del delirio “Libertador”. La guerra llegó al sur de la región de Pasto en octubre pero los rebeldes fueron derrotados sin la necesidad de una gran movilización, por lo que Agualongo continuó dedicado a sus labores.

    Pero en 1811 la fiebre independentista vuelve a atacar la región con más fuerza y en marzo Agualongo decide alistarse en la Tercera Compañía de las Milicias de Pasto. En su ficha alega ser pintor al óleo y luchar para “servir en nombre del rey”. Bajo el mando del coronel Basilio García tuvo su bautismo de fuego el 21 de septiembre durante la defensa de la ciudad de Pasto, contra el ejército separatista que consiguió hacerse con la ciudad. Pese a la inicial derrota, el ejército realista siguió hostigando a los separatistas hasta que consiguieron echarlos de la ciudad el 12 de mayo de 1812.

    Ascendido a cabo segundo, su siguiente ascenso fue tras la batalla en Catambuco el 13 de agosto de 1812, al derrotar a las tropas del norteamericano Alejandro Macaulay. Por esta acción fue ascendido a sargento segundo. En 1813 participó de nuevo en combate en el Valle del Cauca, pacificando esa región. Al año siguiente, en 1814, de nuevo la ciudad de Pasto sufre una ofensiva de las tropas separatistas. Agualongo estaba en la Cuarta Compañía del Primer Batallón de Milicias de Pasto. Según el parte de el teniente coronel, Agualongo destacó en la defensa de Pasto del 10 de mayo (Batalla de los ejidos de Pasto), donde fueron derrotadas decisivamente las tropas separatistas dirigidas por Antonio Nariño, quien fue capturado.

    En 1816 siendo subteniente participó en la batalla de la Cuchilla de El Tambo, cerca de Popayán, el 29 de junio. Una importante victoria del ejército realista, mayoritariamente compuesto por mestizos e indígenas, quienes fueron mayoritariamente leales a la continuidad con España y contrarios a la independencia propuesta por Simón Bolívar. Para entonces, Agualongo ya era un destacado hombre de confianza del mando realista y estaba agregado al Virrey de Nueva Granada.

    Batalla de la Cuchilla de El Tambo. Obra de José María Espinosa Prieto, 1850

    En 1819, el ejército de Simón Bolívar -compuesto por 2.100 soldados ingleses- se hizo con el control de Bogotá, teniendo que huir el virrey, por lo que Nueva Granada ya no existía, ahora se llamaba Gran Colombia (actuales Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela) pero como la independencia había sido impuesta a sangre y pólvora por los “libertadores” en contra de la mayoría del pueblo, aún quedaban muchas regiones que no aceptaban el nuevo régimen.

    En 1820 fue enviado a socorrer a la ciudad de Guayaquil (actual Ecuador), derrotando a los separatistas en Huachi, el 22 de noviembre y siendo ascendido a capitán. Un mes después, el 20 de diciembre, vuelve a derrotar al ejército separatista en Verdeloma, por lo que es ascendido a Comandante.

    En abril de 1822 estaba en Quito (actual Ecuador) y participó en la batalla de Pichincha, donde el ejército realista sufrió una derrotada (pactada entre masones según algunos), que supuso la derrota y fue hecho prisionero durante unos meses pero logró escapar de la prisión junto a otro compañero de armas y regresó a Pasto, su ciudad natal, que había caído en manos de los separatistas en junio de aquel año.

    El 28 de octubre de 1822, a petición popular, Agustín Agualongo y otro teniente coronel llamado Benito Boves, se declararon rebeldes en la Plaza Mayor de Pasto y declararon la guerra “a los enemigos de la religión católica y del rey”. Para aplastar aquella sublevación popular, Simón Bolívar envió un ejército bajo el mando del infame Mariscal Sucre, que fue derrotado por los hombres de Agualongo en Taindalá, el 24 de noviembre. Como había sido una derrota humillante para un “prócer” de la independencia, Bolívar, que ya había mostrado públicamente su visceral odio a los habitantes de Pasto, envió al mariscal Sucre al Batallón Rifles, un regimiento de fusileros ingleses que formaban parte de la Legión Británica, el ejército inglés que el rey de Inglaterra había enviado a Simón Bolívar en 1818.

    El Mariscal Sucre, con su batallón británico, derrotó a la milicia de Pasto en batalla de la Cuchilla de Taindalá el 22 de diciembre y en el Guáitara el 23 de diciembre. Sucre entró en Pasto el 24 de diciembre de 1822 y no tuvo piedad. 200 Años después, la matanza todavía está presente en la memoria colectiva de Pasto. Los atroces crímenes cometidos por los hombres de Sucre, se conocen como la Navidad Negra. Los soldados de Sucre saquearon la ciudad, destruyeron archivos públicos, libros parroquiales, asesinaron a más de 400 civiles; hombres, mujeres, ancianos y niños.

    “Noche mala en vez de Nochebuena, fue para Pasto la del 24 de diciembre de 1822. Casa por casa la ciudad fue tomada. Los guerrilleros caían por docenas cada minuto. Se vengaron implacablemente; unos rendidos, otros heridos, todos fueron muertos. Familias enteras desaparecieron. Entraron a caballo en la iglesia de San Francisco y mataron a todos los allí refugiados, incluyendo mujeres y niños”
    “Colombia ayer, Colombia hoy”

    El propio Simón Bolívar en persona ejecutó el genocidio y el 2 de enero llegó a la ciudad. Forzó a 1.000 hombres contra su voluntad para ser enviados a Perú, donde continuaba la guerra. Muchos murieron en en el trayecto por las penurias. También se confiscaron gran cantidad de bienes, hizo un decreto de confiscación de bienes, impuso una contribución de 30.000 pesos, confiscó el ganado y 2.500 caballos para el ejército, y utilizó el llamado “matrimonio cívico”, consistente en lanzar parejas de indios a las aguas del río Guáitara para ahorrar munición. El 30 de enero, Simón Bolívar escribió a su general Santander:

    «El famoso Pasto, que suponíamos tan abundante de medios, no tenía nada que valiera un comino; ya está aniquilado sin mucho empeño»

    Pero el líder unionista, el mestizo Agustín Agualongo, había huido con otros pocos hombres de la matanza. Encontró refugio fuera de la ciudad en una hacienda de Doña Joaquina Enríquez, una importante mujer de la región que estaba en contra de la separación con España. Allí pudieron recomponer un pequeño ejército de 2.500 hombres, todos mestizos e indígenas, del cual se nombró por unanimidad a Agualongo como jefe militar. Estaban mal armados, con viejos fusiles reacondicionados y otras armas rudimentarias pero pese a ello, el 12 de junio de 1823 derrotaron al ejército de Bolívar en Catambuco y lograron recuperar la ciudad de Pasto, donde a su entrada se ofició un Te Deum y se leyó una proclama que llamaba a los pastusos a:

    “armarse de una santa intrepidez para defender la santa causa, vencer a los enemigos y así vivir felices”

    Agustín Agualongo. Autor desconocido. Fuente: Wikipedia

    Agualongo, al frente de 1500 milicianos atacó la Villa de Ibarra pero debido a la inferioridad numérica y militar, tuvieron que huir hacia las montañas perseguidos por el ejército gubernamental y cientos de milicianos murieron en la retirada. Otra vez Simón Bolívar ordenó la venganza sobre la ciudad de Pasto y envió al general Bartolomé Salom con órdenes concretas:

    “Marchará a pacificar la Provincia de Pasto. Destruirá a todos los que se han levantado contra la República. Mandará partidas en todas direcciones, a destruir a esos facciosos. Las familias de todos ellos vendrán a Quito, para destinarlas a Guayaquil. Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados. Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil. Se ofrecerá el territorio a las familias patriotas que lo quieran habitar. Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes, serán aplicadas a beneficio del ejército y del erario nacional. Llame Usted al Coronel Flórez para que se haga cargo del gobierno de los Pastos”

    Y otra vez Agustín Agualongo se resistió a la rendición. En agosto volvieron a retomar la ciudad de Pasto y de manera bastante humillante para los hombres de Simón Bolívar. El general Bartolomé Salom tuvo que huir y fue capturado un importante oficial que unos años más tarde llegaría a ser presidente de la Republica de Colombia; Pedro Alcántara Herrán, quien de rodillas ante Agualongo suplicó para que no lo fusilara. Agualongo le respondió:

    “No mato rendidos”

    La historia se repitió varias veces, Pasto fue tomada y retomada por unos y otros en distintas ocasiones, en una guerra de desgaste que llevaban las de perder los hombres de Agualongo, como por desgracia terminó ocurriendo. Tras una batalla en Barbacoas (a 240 kilómetros de Pasto), Agustín Agualongo fue herido en una pierna y tuvo que retirarse de la batalla, no sin antes enviar un mensaje indicando la ruta que iba a seguir y el destino final. Desgraciadamente, el mensajero fue capturado y Agualongo fue capturado en una emboscada, por otro oficial de Bolívar que también años más tarde sería presidente de la Republica.

    Agualongo fue enviado a Popayán y junto a otros tres compañeros, fue juzgado por un Tribunal que más que sospechoso se puede llamar farsante. Fue condenado a muerte. Cuentan las crónicas que el asesor jurídico

    “se separó de la pena capital porque vio que no había materia para aplicarla. Sin embargo, el intendente, ignorando todo derecho, mandó ejecutarla”.

    El día anterior a su fusilamiento, se le conmutó la pena de muerte a cambio de jurar fidelidad a la nueva constitución de la república pero Agustín Agualongo era profundamente cristiano y leal a sus ideales, no era hombre de traicionarlos ni a los que había dado su vida ni a los iban a darla por ellos y dijo su frase más recordada:

    «Sí tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España»

    Vestido con el uniforme de coronel del ejército español y con los ojos descubiertos, murió al grito de:

    ¡¡¡Viva el Rey!!!

    Un día antes de su fusilamiento, llegó a Pasto la real cédula por la cual el Rey de España le confería el grado de general de brigada de los Ejércitos del Rey.







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