De D. Ramón Menéndez Pidal ("El Idioma español en sus primeros tiempos", 1942):
“...El habla de los mozárabes, ora de Zaragoza y Valencia, ora de Córdoba, Granada o Toledo (ss. IX-XII) tenía ciertos caracteres comunes que la distinguían después cultivada en Castilla (ss. XI-XII), y que no podía poseer sino como continuación de los caracteres propios del idioma usado en la generalidad del reino visigodo.
La lengua más corriente en el reino visigodo no poseía, pues, los rasgos que hoy principalmente distinguen al idioma español (castellano) moderno, sino al contrario, los que el gallego, el leonés, el aragonés y el catalán poseen en común, en contra del habla literaria del centro. Y creo, en suma, que el habla toledana, usada por los nobles y el pueblo de la corte del rey Rodrigo, se parecían antes bien al gallego y al asturiano o leonés occidental que al castellano.
Desde entonces, ¡cuánta honda conmoción de razas y dominaciones trastornó a la imperial ciudad de Toledo, antes que su claustro catedral, su Zocodober y sus tenerías viniesen a ser el centro y norma del buen decir castellano, para todas las clases sociales, según creían los contemporáneos de Cervantes!
En fin, esta opinión trae como consecuencia una sumaria teoría del estado prehistórico de los idiomas romances en la Península. Estos hallábanse hasta el siglo X distribuidos en forma muy diversa de la que después estuvieron.
En el mapa lingüistico de España desde el siglo XIII acá los dos extremos dialectales, es decir, el portugués con el leonés al Occidente, y el catalán con el aragonés al Oriente, están en absoluto aislados por el castellano, que entre uno y otro se dilata en una zona central ensanchada notablemente conforme avanza hacia el Sur.
Muy diverso nos hemos de representar el mapa antiguo: esos dos extremos no solo se acercaban más por el Norte, sino que se unían en el Centro y el Sur, mediante el habla de las regiones de Toledo y Andalucía, análoga a la de los extremos. Es decir, lo mismo la Corte que las principales provincias del reino visigodo hablaban una lengua bastante uniforme en rasgos lingüisticos, hecho que nos explica las chocantes semejanzas que enfrente del castellano encontramos entre el portugués y el leonés de un lado, comparados al catalán y aragonés de otro.
Pero allá, al norte del reino visigótico, se alimentaba latente una radical disidencia lingüistica, en un rincón de la Cantabria, en la tiera encastillada y fuerte, que luego vino a ser foco de una disidencia política, proclamada y afirmada por rebeldes famosos, como el gran conde Fernán González.
Y más tarde, a partir de los tiempos del Cid, en los siglos XI y XII, la expansión militar y social de ese pequeño rincón de España, el empuje que Castilla supo dar a la Reconquista y a la literatura, propagó el dialecto castellano, antes insignificante, mezclándolo íntimamente al leonés y al aragonés, y dilatándolo por el Sur, de donde desalojó al empobrecido idioma de los mozárabes. Así quedó roto el lazo de unión que antes existía entre los dos extremos oriental y occidental.
He aquí por qué hoy aparecen totalmente aislados, a pesar de sus chocantes semejanzas, el portugués y leonés del catalán y aragonés, dialectos extremos que antes se daban la mano por el intermedio de una serie de dialectos afines que se hablaban en Toledo y en Andalucía.”
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