Irradiación del dialecto de Castilla desde los tiempos del Cid (ss. XI y XII)
Supremacía lingüistica de Castilla: irradiación del castellano por la Península
Rasgos fonéticos esenciales del castellano; su armonía y sonoridad. El castellano, lengua de la épica y el provenzal, de la lírica. Galicismos primitivos. La lengua escrita. La literatura árabe andaluza.
Proviene de aquí: Hª lengua española 6: Reinos de Asturias y León; lengua mozárabe.
Hacia la segunda mitad del siglo XI, el leonés dejó de ser el dialecto preponderante y en su lugar el castellano mantuvo desde entonces la hegemonía lingüistica. Era natural que así sucediese: Navarra y sobre todo, León, perdían su antigua supremacía; los musulmanes se veían privados ya de la unidad que el califato les había dado y se encontraban ahora desunidos bajo el régimen de reinos de Taifas.
Castilla, en cambio, frente a la general decadencia política de los reinos vecinos, se alzaba para dirigir la gran tarea nacional de reconstrucción y reconquista de la España goda. De condado pasaba a ser un reino, cuyo primer monarca, Fernando I (1035-1065), hijo del rey de Navarra y amigo de Santo Domingo de Silos, anexionaba León a Castilla.
Su hijo Alfonso VI (1072-1109) ensanchaba sus territorios por la Rioja y conquistaba la gran ciudad musulmana de Toledo (1085).
El Cid, héroe de Castilla, penetraba hasta Valencia, por él conquistada en 1094. Y un nieto del anterior monarca, Alfonso VII (1125-1157), ya en el siglo XII, época del arte románico, era coronado solemnemente como “Emperador” ante los reinos moros y cristianos, que le rendían vasallaje, y llegaba en sus incursiones por el Sur hasta Almería, Cádiz y Jerez.
Esta impetuosa energía vital de Castilla en lo político fue unida a la irradiación por León, Navarra y la Rioja y por las tierras de mozárabes, de su propio dialecto, encerrado hasta entonces dentro de aquella pequeña Castilla de los Condes.
La difusión del castellano, entonces y después, siguió los mismos caminos que la Reconquista y que Castilla, creadora y unificadora con su espada y con su habla de una nueva España medieval. Por eso los dialectos peninsulares fueron, poco a poco, entonces y después, cediendo terreno al castellano, y tan sólo los extremos occidental y oriental de la Península dejaron de recibir la penetración lingüistica castellana. las hablas rezagadas, gallega y levantina, quedaron aisladas desde entonces, una vez deshecho el lazo de unión que el lenguaje mozárabe formaba.
Las características principales del castellano medieval, por las cuales se distinguía de los demás dialectos, eran y son las siguientes:
Reducción de ai en e: laicum dio lego; frente a los demás dialectos que vacilaban o conservaban ai o ei: leigo en gallego.
Diptongación de o tónica y breve en ue: portam dio puerta, pasando antes por puarta y puorta; al contrario de otros dialectos que o pronunciaban los diptongos intermedios ua, uo, o no diptongaban: porta en gallego y catalán.
Sustitución de f inicial por h aspirada, o pérdida de uno u otro sonido: ferrarium dio herrero (o errero); mientras en catalán ferrer, o en gallego ferreriro, la f se conserva.
Desaparición de g- inicial: generum dio ierno; mientras en gallego genro y en catalán gendre, la g- se conserva.
Aparición de j sonora procedente de li- ante vocal, o de c´l o de g´l: filium dio hijo (con j); mientras en gallego dio fillo y en catalán fill (con ll). Oculum dio ojo; mientras en gallego dio olho y en catalán ull. Coagulum dio cuajo; mientras en gallego es coalho y en catalán coall.
Aparición de ch procedente de ct o de ult: pectus dio pecho; mientras en gallego es peito y en catalán pit. De multum procede mucho; mientras en gallego es muito y en catalán molt.
Claramente se ve, a través de estas características, cómo en Castilla se formó un dialecto que en su evolución del romance hispanogodo iba mucho más lejos que todos los otros que le rodeaban, pues el leonés, el gallego-portugués, el mozárabe, el aragonés y el catalán eran dialectos arcaizantes, de bastante semejanza entre sí y muy próximos a su origen, el romance visigodo. Todo lo contrario del castellano, dialecto singular por su potencia creadora, pareja de la energía histórica de Castilla.
Mostraban además las generaciones castellanas un exquisito gusto acústico en la obtención y fijación de los sonidos vocálicos más eufónicos: se oía en otros puntos de la Península, por ejemplo, puarta, puorta; en cambio Castilla decía puerta. Y se oía también Castialla, pero en Amaya o en Burgos decían Castiella y aun Castilla.
Concedían los castellanos a su dialecto una gran preferencia por las vocales latinas más abiertas y de mayor perceptibilidad: La a –reina de las vocales españolas- era, y es, el más abundante de los sonidos españoles tanto vocálicos como consonánticos; la u –la más débil y oscura vocal- era, y es, la menos frecuente de todas, pues casi toda u latina, los castellanos habíanla convertido en o (taurum, toro), siempre de mayor alcance sonoro. (Escribía en 1793 Vargas Ponce, sobre la u, estas graciosas impresiones: “la u obscura y tristísima es apta para elegías y cantares lúgubres; así hay por ventura más de ellas en sola la canción a la muerte de la Reyna Doña Margarita, de Bartolomé Argensola, que en sus demás poesías juntas; y en la Elegía de Garcilaso a la del Duque de Alva, más que en sus églogas unidas. Sirve para presagiar o referir desastres y desdichas: Herrera en su pérdida “Gigantomachia”: Un profundo murmullo lejos suena”).
No tenían ni tienen, además sus vocales matiz nasal alguno, siempre eran firmes, claras y sencillas, sin que dentro de cada una se hubieren de marcar intencionadamente diferencias de largas o breves, abiertas o cerradas. Y así resultaba el castellano el más sonoro y armonioso de los dialectos hispánicos y aun luego la más hermosa de las lenguas del mundo.
A los mozárabes de la España liberada les producía cuando la oían por primera vez la misma impresión que el autor del poema latino del siglo XII sobre la toma de Almería, el cual, al referir la expedición de Alfonso VII, exclamaba a propósito de la lengua de los castellanos: “illorum lingua resonat quasi tympano tuba.”
Análogo efecto produce hoy a las gentes del norte de Europa: un ilustre filólogo F. Wulff ha definido el castellano como el idioma más sonoro, armonioso, elegante y expresivo entre las lenguas neolatinas. Y un inglés, Borrow, dijo de manera terminante que es el español la lengua más sonora que existe.
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