Cada vez hay más pruebas que confirman lo que se sabía/intuía pero se callaba: Que Shakespeare era católico, de familia católica, y se mantuvo católico, y se le nota todavía en sus obras. Pero tuvo que camuflar su fe, porque tenía que vivir. Es el prosaico primum vivere deinde philosophare, tan crudo y realista, transportado al plano de la fe: Primero vivir, después creer; antes subisistir y la fe luego.
Así sobrevivieron en la Inglaterra de Isabel I Tudor los hijos de los católicos que sobrevivieron a Henry VIII Tudor; fueron los resistentes que tuvieron un respiro durante los años de Mary I, la esposa de Felipe II y la esperanza del restablecimiento del catolicismo inglés. Terminaron cripto-católicos en la Inglaterra de Elizabeth. Entre la política real y la posible, pudieron más los empeños afincados de monasterios y predios eclesiásticos, ya en manos de propietarios comprados por el rey a precio de abadías y tierras monacales. Es dificil vencer la causa de una fe que se traduce en tener que devolver y reponer. Así se afianzan enemigos, no se re-convierten almas; mucho menos naciones, para las que el oro sonante presente vale más que la trompeta del Juicio que sonará.
Los cripto-católicos ingleses fueron admirables señores de medio pelo y poca hacienda, Shakespeare, Tallis, Marlowe, o el Dowland semper dolens, a la sombra de la corte o de los mecenas de moda. Me los imagino con la vida de día y el rezo de noche, boca riente al sol y corazón azorado en la alcoba. Dejando suspiros piadosos en una melodía, o en un verso una huella de fe. Y a vivir creyendo en silencio.
Y sin embargo, el hereje protestante César Vidal denuncia solo la persecución católica:
Bonner, el obispo de Londres, anunció a la reina que el episodio no era sino un castigo divino por no llevar a cabo con suficiente entusiasmo la persecución de los protestantes. María tomó buena nota del consejo episcopal y en los tres meses siguientes fueron quemadas en la hoguera cincuenta personas relacionadas con la fe de la Reforma.
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