Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal (1880-1962) fue uno de esos escritores cuya obra proyectó la masonería y sus tentáculos durante un tiempo, para luego ser olvidada con su autor. Algo parecido le ocurrió a Blasco Ibáñez. Con las respectivas diferencias que puedan hacerse entre ambos, tanto Ayala como Ibáñez fueron porfiados anticlericales que entendieron que la literatura tenía que convertirse en un arma contra el catolicismo. Cuesta distinguir sus novelas y artículos de un panfleto anticlerical. Pero en esta ocasión nos ocuparemos de Ramón Pérez de Ayala.
La novela que lo catapultó a efímera estrella de la literatura nacional la escribió el año 1910. Nos referimos a "A.M.D.G.". Su autor tenía 30 años de edad. Años antes había dado a la estampa "Tinieblas en las cumbres" (1907) sin mucha pena ni gloria. "A.M.D.G." ya está anunciada al finalizar la novela "Tinieblas en las cumbres", pues "Tinieblas..." acaba con ese acrónimo jesuítico que hay que leer en su entera frase latina: "Ad majorem Dei gloriam"; en español: "A la mayor gloria de Dios”. En "Tinieblas..." está prefigurado toda la sórdida fobia que posee a Ayala contra la Iglesia Católica, teniendo como objeto de todo su odio a la Compañía de Jesús. Los hijos de San Ignacio de Loyola son presentados en esta novela, al igual que en todas las de Ayala, bajo el aspecto de monstruos orgullosos y necios, inmorales y cínicos, movidos por el interés económico -y tampoco se ahorran ciertas sibilinas insinuaciones que acusan de actitudes sexuales depravadas a los jesuítas. En definitiva, Ayala ha plasmado un mensaje negativo contra los jesuitas -contra los católicos, a fin de cuentas- en sus novelas. Y lo ha hecho a través de una técnica que sería empleada con profesionalidad política y criminal por el Doctor Goebbels contra los judíos: la técnica de degradar al enemigo hasta deshumanizarlo, convirtiéndonoslo en el personaje más antipático y odioso que pudiéramos imaginar. En fin: despojar a todo lector del más mínimo respeto y simpatía que se pueda sentir -humanitariamente- por el adversario elegido (jesuítas o semitas) y, de esta forma, insensibilizar la conciencia moral de las masas para que, ante cualquier perjuicio que pueda sucederle al adversario, nadie reaccione y todo genocidio se vea como perfectamente justificable.
La novela "A.M.D.G." es todo un ataque contra la Compañía de Jesús y, por extensión, contra la Iglesia Católica. La magnitud de este ataque -el colosal escándalo que levantó- supuso para el novelista la celebridad que no le había deparado su primera novela. Pero la novela no quedó en el papel impreso; conoció una adaptación dramática que fue estrenada, con la segunda república flamante, en el Teatro Beatriz. Al estreno asistió el mismo Ayala, ocupando el palco de honor con Manuel Azaña Díaz y el gobierno republicano. La puesta en escena de "A.M.D.G." se convirtió en un alboroto cuando los espectadores católicos salieron en defensa de la religión ofendida. El barullo que se montó fue de tal calibre que hubieron de intervenir los agentes de las fuerzas de orden público (la Guardia de Asalto, según Agustín de Foxá en "Madrid, de Corte a checa" donde se hace una alusión fulgurante a este episodio). Aquel estruendoso jaleo derivó en batalla campal cuando el público desafecto a la obra teatral y los guardias de asalto, apoyados por el público afecto, cerraron en batalla; los católicos rompieron las butacas del teatro y blandieron las patas del sillerío, para defenderse, empleándolas a modo de porras con las que sacudir a sus oponentes.
El gobierno republicano encontró en aquel follón la excusa perfecta para detener a José Antonio Primo de Rivera, a un sacerdote y a un militar, a quienes se les culpó de estar involucrados en un complot monárquico. Pérez de Ayala fue nombrado embajador español en Inglaterra. Un periódico británico católico presentó al panfletista carbayón como "un embajador soviético" ("Catholic Herald", 14 de noviembre de 1931). Bien es cierto que el año 1936, dimitió de su cargo y se exilió a Francia, lavándose las manos por todo lo que había dado de sí la situación en España. Dos hijos suyos se alistaron en el ejército de Francisco Franco.
¿Qué ganaba Pérez de Ayala con levantar este enorme escándalo literario? Indudablemente, fama y dinero -podemos decir. ¿Arriesgaba algo Pérez de Ayala con la escenificación de "A.M.D.G."? Teniendo en cuenta que la adaptación teatral se estrenó recién proclamada la segunda república -que a nadie se le oculta que fue desde sus inicios francamente hostil al catolicismo- hay que decir que no era necesaria mucha valentía para alardear de ser el autor de un panfleto antijesuítico. Pérez de Ayala nadaba con la corriente a su favor y con este producto subliterario no se convertía, bajo ningún concepto, en un transgresor que se expusiera a severas consecuencias; el poder político estaba de su parte.
Después de la victoria del general Franco, Ayala seguirá viviendo en Francia y, más tarde, en Argentina; pero su anticlericalismo de los años republicanos no es obstáculo para que el gobierno franquista lo nombre agregado honorario de la embajada española en Buenos Aires. Su condición de exiliado republicano no le impide tampoco realizar algunas visitas a España, hasta que en 1954 se establece definitivamente en España. La circulación de sus libros estaba prohibida en la España de Franco, pero el autor escribía en las páginas del diario ABC, sin ser importunado, hasta que falleció a sus 82 años en la villa y corte de Madrid el año 1962.
Pero, haremos bien en preguntarnos: ¿por qué este odio contra el cristianismo de Pérez de Ayala, aversión focalizada especialmente en la Compañía de Jesús -contra la Iglesia Católica por ende?
Algunos especialistas en la obra de Ayala piensan que las novelas de propaganda antijesuítica de este asturiano encuentran su origen en haber sufrido su autor la mala experiencia de haber sido alumno de colegios jesuitas. Ayala sería, siguiendo ese razonar, una "víctima" de determinado modelo de enseñanza -la católica, la ignaciana. Así piensa Andrés Amorós, expresándolo en sendos párrafos que a veces hasta se tiene la sensación de que son reiterativos; nos referimos al ensayo de Andrés Amorós titulado "La novela intelectual de Ramón Pérez de Ayala". En las poco más de 500 páginas de dicho estudio sobre la novelística de Ayala, Amorós no es capaz ni por un solo momento de establecer la relación entre Ayala y la francmasonería. Y, cuando terminamos de leer el libro, nos surge una hesitación: ¿es Andrés Amorós tan ingenuo que no lo supo... O es que extiende un tupido velo sobre este enfadoso asunto? No queremos pensar mal: Amorós puede ser un ingenuo crítico literario, embelesado en las estructuras y presuntas virtudes estéticas de una obra literaria, por ello es que se conforma -a lo largo de su concienzudo estudio literario- con planear sobre la superficie estética de la obra de Ayala, sin ahondar en las profundas razones que Ayala tenía para convertirse en la "bestia negra literaria" de la Iglesia Católica española de los años 30.
Según el Boletín Oficial del Grande Oriente Español nº 220 (fecha 27 de agosto de 1910), Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal fue propuesto para iniciarse en la masonería, en el seno de la Logia Ibérica, cuando corría el mes de agosto de 1910. "A.M.D.G." fue escrita, sorprendentemente -y como hemos dicho más arriba- el mismo año 1910. ¿Coincidencia? ¿O es que Ayala trataba de hacer méritos para ser admitido en la masonería?
El caso es que "A.M.D.G." fue un hito en esa hedionda literatura anticlerical, subliteratura de cloacas que con la peor baba vino a caldear el ambiente contra los católicos en los años anteriores a la Guerra Civil, cuando se cernían las negras tormentas de las masacres rojas contra el clero, cuando se oscurecía España en una larga y terrible noche en la cual se produjeron orgías de sangre. En 1936, las difamaciones, la calumnias y las mentiras propaladas por ingentes cantidades de tinta y papel derrochados en acusar a la Iglesia católica, deshumanizando al clero y a los fieles católicos, daría su fruto mortífero en la persecución religiosa que supuso el Holocausto de miles y miles de católicos (Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas... Y seglares). A ese incendio contribuyó el combustible literario de Pérez de Ayala con sus novelas de sórdido sectarismo.
Pérez de Ayala fue un propagandista masónico. Y el dictador Francisco Franco, eximio antimasónico español del siglo XX, le dejó morir apaciblemente, de muerte natural, en Madrid a los 82 años de edad. Que cada cual saque sus propias consecuencias.
LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA: PROPAGANDISTAS CRIPTO-MASÓNICOS AL DESCUBIERTO
EL HERMANO "DRACÓN", HERMANO DE FERNANDO VII Y DE CARLOS MARÍA ISIDRO DE BORBÓN
Es uno de los miembros de la Familia Real que pasan más desapercibidos, pero en él se halla la clave de muchos acontecimientos históricos de nuestro aciago siglo XIX. Nos referimos a Francisco de Paula de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865), el benjamín del desgraciado Carlos IV y María Luisa de Parma.
D. Francisco de Paula fue hermano de Fernando VII. Carlos María Isidro de Borbón también era su hermano. Al decir de las malas lenguas de la época y, siendo el hijo menor de Carlos IV, desde su nacimiento cayó sobre él la sombra de la bastardía, pues no eran pocos los que le encontraban un sospechoso parecido fisiognómico con el favorito de María Luisa, el apuesto y traidor Manuel Godoy. Pero, dejando al margen los cotilleos y la chismografía, ateniéndonos a la historia, digamos, pues pocos lo saben, que D. Francisco de Paula se inició en la masonería allá por el año de 1820, adoptando el nombre simbólico de "Dracón". Todo parece indicar que fue su esposa, la intrigante Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, la que lo empujó a ingresar a la masonería. El historiador, masón él, Morayta así nos lo confirma:
"Doña Carlota, nacida en Nápoles, donde la Reina Carolina enseñó a las mujeres a huir de todo género de fanatismos, mostróse siempre inclinada a los liberales. Su esposo, el Infante don Francisco, había sido iniciado en la Masonería, que llegó a depositar en él el gran mallete, símbolo de la Gran Maestría".(Historia de España, tomo VI, pág. 1.052.)D. Francisco de Paula fue, por lo tanto, el cuarto Gran Maestre de la Masonería española, pues "el gran mallete" es el "martillo" simbólico de Gran Maestre. El primero de los Grandes Maestres del Gran Oriente Nacional de España fue el afrancesado Miguel José de Asanza, el segundo Agustín de Argüelles, el tercero Rafael del Riego... Y el cuarto, para mayor escándalo, era un miembro de la Familia Real. Podemos suponer que fue elegido Gran Maestre tras la muerte de Riego en 1823, distinguiéndolo los masones con este "honor" para de esta manera lograr un paraguas bajo el que pasar el chaparrón persecutorio que arreciaría tras el Trienio Negro Liberal.
Y así es como se da la extraña circunstancia, ridícula y surrealista, de dictar Fernando VII furibundos bandos en todas las ciudades, villas y lugares de España, exigiendo la denuncia de masones, carbonarios y comuneros locales, mientras que el mismo rey sentaba a su mesa al mismísimo Gran Maestre de esos masones que eran detenidos y, en no pocos casos, ejecutados. Hasta estos grados de abyección pudo llegar el fatídico reinado de ese tirano miserable al que el ingenuo pueblo llamaba "El Deseado" y al que mejor le convendría el título de "Indeseable".
Como no era fácil para Francisco de Paula frecuentar las "tenidas" (las reuniones masónicas) sin exponerse a caer en las manos de la policía de su hermano, Francisco de Paula de Borbón (a) Dracón viene a nombrar un "fedeicomisario masónico" que sea su "vicario" en las reuniones. Y lo hace en la persona de Matheu, banquero destacado de la época. Francisco de Paula de Borbón cesó en su Gran Maestría el año 1847. Cabe entender que su exaltación a la Gran Maestría, como hemos dicho más arriba, no fuese otra cosa que una estrategia planeada por la masonería extranjera que sabía que, teniéndolo consigo, hasta en el peor de los casos podría sobrevivir a la persecución absolutista de Fernando VII y a otros contratiempos de la vertiginosa política, cuya constante era la incertidumbre, del siglo XIX español.
Como tendremos ocasión de ver en próximos artículos, la privilegiada posición del h.'. (hermano) Dracón, tan peligrosamente cerca del Trono de España, granjeó a la masonería enormes beneficios políticos. Pese a ostentar el grandilocuente título de Gran Maestre, el h.'. Dracón era la burla y chacota de sus compañeros masones, y podemos decir, por lo tanto, que Dracón, más que ejercer como Gran Maestre, fue el gran y dócil siervo de la masonería, intrigando en palacio para que Fernando VII apartara del Trono la candidatura legítima, la de Carlos María Isidro que, para los masones, suponía una auténtica amenaza por el firme catolicismo y el patriotismo sin mancilla de Carlos María Isidro. Tendremos ocasión, en próximos días, de ver que Dracón y su esposa pudieron prestar a la masonería servicios más allá de la "pacífica" intriga palaciega. Más que propagandista de la masonería, este personaje fue un verdadero propagador y protector de la misma.
Sabiendo estas cosas, la Historia de España tendría que volver a escribirse de nuevo.
LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA: PROPAGANDISTAS CRIPTO-MASÓNICOS AL DESCUBIERTO
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