MASONES DE PICO Y PALA
LA PROFANACIÓN DE CADÁVERES Y TUMBAS
Hemos tenido ocasión de ver -en artículos anteriores a éste- que los masones han perpetrado, a lo largo de la historia, las más crueles venganzas contra sus enemigos, sobrepasando el menor de los respetos que se le debe a los cadáveres. En efecto, veíamos de qué manera espantosa fue descuartizado Vicente de Quesada en 1836 y de qué modo macabro y execrable enterraron pedazos de su carne en una logia, como trofeo. También hemos contado cómo, tras asesinarlo en un tumulto, empaparon sus pañuelos en la sangre del Cura Vinuesa, allá por el Trienio Negro liberal, aireándolos a la luz del día, en plena calle, como señal de triunfo.
Los adeptos a la masonería y sus apologetas siempre podrían alegar que estos casos que hemos referido pertenecen a un pasado de hervores políticos (del siglo XIX) que, por supuesto -se apresurarían a decirnos- no tienen nada que ver con los tiempos actuales; podrían aducir que esos capítulos pudieron ser no otra cosa que casos aislados y excesos particulares, tras los cuales no cabe ver la mano de la secta. Pero, la historia nos muestra que no hay que remontarse tan lejos, para sorprender a los hermanos francmasones, pico y pala al hombro, entrando en un cementerio, exhumando las osamentas para quemarlas o llevárselas a otro paradero.
En 1936 así lo hicieron con las reliquias de Beata Madre Petra de San José, fundadora de la Congregación de Madres de Desamparados. Madre Petra subió al cielo en Barcelona y sus restos mortales fueron inhumados en el santuario barcelonés de San José de la Montaña. En 1936 los milicianos irrumpen en este santuario, lo saquean e incendian, y expulsan a las religiosas. Las hijas de Madre Petra retornaron al santuario de San José de la Montaña, y se encontraron los restos carbonizados del ataúd de su Fundadora por lo que pensaron, hasta el año 1981, que los milicianos rojos habían profanado la tumba de la Fundadora, quemando los restos de Beata Petra.
Pero muy otra había sido la historia.
En Valencia, la Congregación de Madres de los Desamparados había realizado (tal y como realiza desde su fundación hasta nuestros días) una labor muy encomiable en favor de los pobres por caridad de Dios, y Madre Petra, la fundadora, tenía fama de santidad. Desencadenado el conflicto de 1936, masones de una logia valenciana deciden en un capítulo secreto que hay que asestar un golpe a la devoción cristiana por Madre Petra (no se trata, pues, de una acción promovida por particulares; se trata de una orden impartida en el seno de la logia, no de la torpe y espontánea ocurrencia de un fanático). Para tan nefando crimen se asigna llevar a cabo la misión a unos determinados h.'. (hermanos). Y, obedientes a la orden recibida por sus superiores, ni cortos ni perezosos, así lo hicieron los masones.
Hay que desplazarse desde Valencia a Barcelona (se trata, pues, de una acción perfectamente planificada; no es una barbaridad que se comete en un mal pronto -y, recordémoslo, España estaba en plena guerra intestina).
Una vez en la Ciudad Condal, los secuaces masónicos profanan la tumba de Madre Petra, sacan del sepulcro los restos del cadáver de la bienaventurada religiosa y los trasladan en secreto a otro sitio, haciéndolos desaparecer de su lugar para privar así a los fieles cristianos del lugar donde puedan venerar sus reliquias. Con el mayor secretismo, con nocturnidad y alevosía, cometieron la profanación de la tumba, extrayendo los restos de Madre Petra, pero -contra lo que hubiera sido lo habitual- no los cremaron, sino que los trasladaron a un descampado próximo a Puzol (Valencia) y allí los enterraron.
Uno de aquellos masones valencianos, de los que habían profanado la tumba de Madre Petra, se encontraba allá por 1952 acogido a un asilo de las Siervas de Jesús, en donde acabó sus días. Aquel viejo cascarrabias mostraba su anticlericalismo y un día se le fue la lengua, confesando que había intervenido en la execrable profanación. Una monjita que lo escuchó se lo reveló a una hija de Madre Petra en 1981. En 1983, con las debidas licencias eclesiásticas, se logró localizar el lugar exacto en el que los masones habían ocultado las reliquias.
LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA
Hola, me he suscrito solo por puntualizar el escrito anterior.
Leí la historia a mediados de los 80 en una revista de las Siervas de Jesús. No sé si conservo la revista, después de tantos expurgos y no la encuentro en el maremágnum de libros que me quedan, y aunque escaneé la historia y testimonio para mi interés y porque me pareció increíble y con su punto milagroso. No tenía permiso para fotocopiarlo y ha permanecido en mi memoria más de 30 años. Espero localizarla para ponerla extensamente y con precisión. La sierva de Jesús tardó 30 años en dar a conocer lo sucedido porque se sintió obligada a no llevarse ese secreto a la tumba, cuando además la otra comunidad también se veía favorecida. No dio nombres del masón.
El masón había sido alcalde y en su mandato guardó bajo llave en su despacho la imagen la de Virgen de los Desamparados y posteriormente rescató de la incineración 'a lo bestia' el cuerpo de la Madre Petra, con no recuerdo qué argumentos, pues participó en la excursión que pretendía destruir los restos.
Cuando enfermó su familia no sabía de su pertenencia ala masonería. contrataron el servicio de la religiosa que haría luego las declaraciones. La buena religiosa lo encomendaba continuamente y durante muchísimo tiempo, sin conseguir ni siquiera la afabilidad. Después de muchos meses, el mason pidió que fuera un jesuita que él conocía a confesarlo (o a hablar con él, no recuerdo)... Posteriormente contó la historia de su rescate de la imagen de la Virgen y de donde estaban los restos de la madre Petra a la religiosa con la prohibición de contarlo a nadie. Murió en la fe.
Su conversión la interpreté como una gracia, muy, muy especial, de la Virgen y de la intercesión de la Madre Petra con quienes tuvo tanto respeto. si un vaso de agua no se queda sin premio...
La sierva de Jesús lo encomendaba a la madre Josefa, hoy canonizada, fundadora de las siervas de Jesús.
Entre lo que recuerdo, hubo una prohibición de recibir visitas de sus 'amigos' masones al enfermo después de su conversión con el fin de evitar su influencia.
. No recuerdo si su hija llegó a saber la historia de su padre.
Hay una breve referencia en
Un caso insólito: la Beata Petra de San José
Con su sugestiva personalidad y su entrega sin condiciones a los más pobres, la Beata Petra de San José sintió que el Señor le llamaba a fundar la Congregación de Madres de Desamparados, en 1881. Fundó 11 casas, y falleció a los 60 años en el mismo santuario de San José de la Montaña, en Barcelona. Allí, en el año 1936, los milicianos entraron, saquearon e incendiaron todo lo que encontraron a su paso y expulsaron a las religiosas. Éstas, al volver, se encontraron algunos restos quemados del ataúd de su fundadora, y pensaron que su cuerpo había sido destruido por las llamas. Así lo creyeron durante 47 años.
El 19 de febrero de 1981, una religiosa Sierva de Jesús, sor Soledad Díaz, habló, en Zaragoza, con una religiosa de la Congregación, que le aseguró que los restos de la Madre Petra no habían sido quemados, sino robados.
Según esta religiosa, en el año 1952, cuidando enfermos en Valencia, se encontró con un caso muy difícil de un enfermo que rechazaba los cuidados y la insultaba. Un día, le confesó que era masón, y que, comisionado por su logia, había viajado de Valencia a Barcelona junto con otros compañeros, y había robado los restos de la Madre Petra. En Barcelona, la Madre Petra despertaba una gran devoción y querían acabar con «esas supersticiones». Sin embargo, no destruyeron los restos, sino que los enterraron en un campo próximo al pueblo valenciano de Puzol. Aquel hombre murió arrepentido y reconciliado con Dios.
La noticia, evidentemente, revolucionó a la Congregación de Madres de Desamparados y, con la ayuda del arzobispo de Valencia, entonces monseñor Miguel Roca Cabañellas, se nombró un tribunal para el caso. Efectivamente, en el año 1983, se localizó el campo y lograron exhumarse los restos, en un acto que tuvo lugar en presencia del propio arzobispo y más autoridades. De nuevo, los restos de la Madre Petra descansan en el camarín de la iglesia de San José de la Montaña. 2008.
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