No soy un analista financiero, tampoco un especialista en bolsa ni en grandes negocios y desconozco totalmente todo lo que se refiere a la economía de los grandes números. Sólo soy un historiador que vive en el mundo actual y que cada día recibe por todos los medios de comunicación un aluvión de información sobre la situación financiera mundial y en especial la de la llamada “Zona Euro”.
En ella, por lo que escucho y veo, el estado de las finanzas está, sobre todo en algunos países, al borde de la quiebra o como también se dice, de la bancarrota, para mí esta denominación es más eufónica.
Grecia y Portugal han tenido que ser ingresadas en la UVI monetaria. En Finlandia han llevado a su presidente ante los tribunales por no haber sabido gestionar debidamente el desastre económico en el que su pueblo se encontraba.
La confianza en los mercados se derrumba. Los inversores exigen cada vez más garantías a los Estados de que el dinero que les van a prestar, mediante la compra de bonos que los gobiernos, al borde de la desesperación, procuran colocar, por ello los intereses que han de pagar son cada día más elevados.
El panorama que cada día contemplamos al levantarnos es éste: Una situación de casi total desconfianza en los medios financieros, una falta de fe en los gobiernos de los países que se ven afectados por ellos y una grave preocupación de que podamos dejar atrás este lastre que nos tiene a todos, países y ciudadanos, como atados a una bola de presidiario para que no nos podamos mover con libertad y todos los esfuerzos que se hagan por alejar este entorno sean inútiles. Este es el marco que nos circunda y que costará mucho romper.
Por naturaleza soy optimista y pienso que la mala racha pasará, lo que no sé es cuanto durará, pero como historiador he estudiado un momento histórico de nuestra España en el que las bancarrotas de la corona española se cebaron sobre nuestro país y duraron aproximadamente un siglo, desde 1557 a1664[1].
Algunas se produjeron en periodos tan cortos como la de 1652 que fue cinco años después de la de 1647 o la de 1664 que ocurrió ocho años tras la de 1656.
Fue precisamente la época de mayor esplendor de España y las quiebras que sufrió vinieron como consecuencia del papel preponderante que nuestro País tenía en el mundo.
El emperador Carlos emprendió unas tareas colosales al enfrentarse a los turcos, a los franceses y a los príncipes alemanes que se habían decantado por las doctrinas luteranas. Los gastos que ocasionaban tantos frentes de guerra eran inconmensurables y a pesar del fluir constante del oro de las Indias, las alcabalas y las tercias no hubo suficiente dinero para sufragar tan ingentes costos.
Salvando las distancias, pero es incontrovertible, los reinos, los gobiernos democráticos y cualquier forma que se instaure para dirigir una nación no tienen una varita mágica parra hacer dinero; éste, simplificando mucho, procede de los impuestos que les cobra a sus ciudadanos.
Como a veces tiene más necesidad de gastar que el dinero que percibe, se inventa una fórmula de crear unos juros (se iniciaron en tiempos de los RR.CC) que mutatis mutandis vienen a ser lo que ahora llamamos bonos del Estado o Deuda Pública.
Los juros eran unos documentos en los que se acreditaba que cierto particular o entidad prestaba dinero al Reino que les pagaba unos intereses por él, a veces hasta de un catorce por ciento, pero que le iban, cual dogal, oprimiendo el cuello financiero, porque cada vez gastaba más e ingresaba menos. Se recurrieron a los préstamos y endeudamientos con los banqueros alemanes, pero el resultado fue el mismo. Los Welser junto con los Függer, hicieron pingües beneficios con sus préstamos al Emperador en tantos apuros económicos como pasó, de tal manera que, según nos dice Herman Kellenbenz, cuando Felipe II se hizo cargo del gobierno las deudas de la Corona eran 7 millones de ducados, de los que nada menos que un tercio eran préstamos dados por Antón Függer[2].
Carlos I no sufrió el mordisco de la bancarrota o quiebra de la Corona española, pero su hijo Felipe y sus sucesores la padecieron durante algo más de cien años. Al siguiente de la proclamaciónde Felipe II como rey de las España y de todos sus dominios se produjo la primera que fue bastante extensa en el tiempo.
Espero, deseo y anhelo que la situación que padecemos no dure tanto como la que sufrieron los Austria españoles, pero el momento que ahora atravesamos, salvando las distancias es muy parecido al que vivió España desde 1557 hasta 1664.
Como decían los latinos Nil novum sub sole. No hay nada nuevo bajo el sol.
Uno de los argumentos que usamos los historiadores para explicar el continuo llegar a ser de la Historia es el de los ciclos, o sea, a grandes rasgos, en cada periodo de tiempo se suceden las mismas cosas que ya han ocurrido en otro
Me parece que la única diferencia estriba en que aquellas bancarrotas de la Corona española vinieron como consecuencia de mantener el prestigio y hacer prevalecer unos valores que para los españoles de entonces eran irrenunciables y ahora estamos en el lugar que nos hallamos, por haber gastado-dilapidado- nuestro patrimonio, tanto a nivel de Estado, cuanto a situación particular, en unos dispendios que no nos podíamos permitir.
Manuel Villegas Ruiz
Doctor en Filosofía y Letras (Gª e Hª)
[1] Años de bancarrota:1557, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647, 1652, 1656 y 1664
[2] Kellenbenz, H., en Otazu, A. (Edit.), Dinero y Crédito (siglos XVI al XIX). Actas del Primer Coloquio Internacional de historia Económica. Madrid 1978. Pág. 20
Sr. Doctor Villegas
La presente crisis de deudas soberanas de la eurozona tiene una triple origen: la perniciosa falta de regulación del sistema financiero internacional, el desequilibrio estructural de las economías de los países europeos periféricos y la manera como el eje franco-alemán exploró las dos anteriores para sacar ventajas a expensas de los contribuyentes de toda Europa.
Explicando de forma simple:
la falta de regulación de los mercados financieros llevó que por años se invirtieran millones en no se sabe qué, no se sabiendo donde. Hasta que entró en falencia el banco de los hermanos Lehman y muchos lo quisieron saber. Lo que descubrieron fue que había sido en productos financieros de productos financieros de productos financieros, con una distancia de ocho leguas para lo que fuera de economía real; y que también había sido prestado, a muy longo plazo y sin garantías, para la compra de casas sobre-valoradas por la presión de una demanda empujada por este tipo de crédito instantáneo (sub prime). A esto se llamó la "burbuja inmobiliaria".
Los inversores entraron en pánico, rescatando a sus inversiones y causando el derrumbe en cadena de diversas instituciones financieras y bancarias y dañando a muchas otras. Lo que fue un tiro certero en las sobre-endeudadas economías (y estados) de los países europeos periféricos, que por encima decidieron salvar de la falencia (recurriendo a más préstamos) a algunos bancos que han considerado críticos para su funcionamiento. Quien prestó el dinero a estos países para hacerlo? Sobretodo bancos alemanes y franceses.
Surge la crisis de deuda greca en 2009, cuando el nuevo gobierno del PASOK revela que las cuentas nacionales que heredó son un embuste; y luego a los gobiernos alemán y más tarde francés les surge una buena idea: "y si rescatásemos el dinero de nuestros industriales y banqueros enterrado en Grecia a costas de los contribuyentes de toda la Eurozona (y también el FMI)y al mismo tiempo aprovechásemos para presionar la crisis en otros pequeños países para que el euro baje su posición de cambio ante el dolar y otras monedas, haciendo así nuestras exportaciones más baratas en el extranjero? Por encima podemos imponerles que nos vendan su patrimonio a precios de rebaja hacer con que trabajen por años exclusivamente para nos pagar interés!!!" Así nació el llamado "rescate financiero".
Las economías de Grecia, Irlanda y Portugal juntas representan no más que 6% del valor de euro. El riesgo de la crisis de deuda en estos países acabar con el euro - algo que no es deseado en Berlin y Paris - era muy reducida por lo que valía la pena intentarlo... y ha valido la pena. La tendencia de subida del euro fue sucesivamente frenada - ora por las noticias de dificultades en aquellos países, o por convenientes cortes de notación de las agencias de rating o, faltando estos dos, por cáusticos y estratégicos discursos de Merkel criticando los gobiernos de los periféricos. Un éxito!! Por más de dos años el eje franco-alemán lleva sumando ganancias, en la finanza y en el comercio externo, como países exportadores de estos dos bienes, gracias a un euro desvalorado a costas de nuestro sacrificio!
En suma, Sr. Doctor Villegas, le faltó subrayar que, esta vez, la bancarrota también nos está siendo impuesta de afuera, como en veces anteriores. Los enemigos son los mismos; pero las notas de banco son de esta vez las armas y no el medio para comprarlas. La otra diferencia es que, como bien señaló Vd, de esta vez nuestra causa no es justa - lo hablo por España como por mi propio país, Portugal.
PD 1: El eje franco-alemán quiere que la crisis arrase España, pero que no entre en bancarrota: la economía española corresponde a más del doble de las de Grecia, Portugal y Irlanda juntas. Es demasiado grande para ser "rescatada". El euro se hundiría y los acreedores franceses y alemanes tendrían que suportar, ellos mismos, enormes pierdas, lo que de todo no quieren. Si esto pasa, será por haber la situación huido a su control. Lo que es siempre posible.
PD 2:Corrección: No fue en Finlandia sino en Islandia.
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