PELAYOS
Somos niños los Pelayos
mas seremos sin tardar
los soldados más valientes
que a su Patria salvarán.
Los PELAYOS también tienen su historia en la Guerra Civil Española. Muchos de ellos no pudieron conformarse con hacer la instrucción y desfilar en la retaguardia. Fueron muchos los servicios que prestaron los hijos de la tradición y muchos se escaparon de sus casas para presentarse a en los Tercios de Requetés y aun cuando eran devueltos por los Jefes de las Unidades. "Algunos" burlaron esta disciplina, bien ocultando la edad, bien permaneciendo ocultos por los Requetés mayores.
EL HEROICO PELAYO
Según nos cuenta Casariego:......... En Peña del Salto había centenar y medio de valientes Requetés que vigilaban desde sus hondas trincheras, tras una doble alambrada de espino. Los mandaba un Capitán cuarentón, curtido en las Guerras Marroquíes.
Con los Requetés estaba también un PELAYO, niño que hacía poco había cumplido los 13 años. Un hombrecito serio y sereno que servía de enlace, y todos los amaneceres, montando en un borriquillo gris, bajaba al pueblo, silbando el Oriamendi, a recoger los periódicos y paquetes para los voluntarios.
Muchas noches, el pequeño PELAYO, salía de su "garigolo" y, sentándose sobre los sacos terreros, se ponía tocar con una gran armónica melancólicos aires de la tierra o himnos patrióticos....
Un día empezaron a llover mortíferos proyectiles de la artillería debido a un ataqué del enemigo. La tierra temblaba bajo la metralla y el estruendo de la trilita y la pólvora. Durante cuatro horas los bravos Requetés soportaron un chaparrón de hierro de la artillería enemiga y llegó el momento de hacer frente el asalto de la infantería. ERA EL MOMENTO CULMINANTE PARA TODO GUERRERO. CUANDO EL CORAZÓN PARECE UN CORCEL DESBOCADO Y UN MANO INVISIBLE APRIETA LA GARGANTA CON SENSACIÓN DE ANGUSTIA.
--Serenidad, muchachos. No un solo tiro todavía ¡Mucho cuidado con precipitarse!. Ordenó el Capitán.
Entre tanto. el enemigo seguía subiendo. Primero lo hicieron tímidamente. Después, viendo que no pasaba nada, creyendo sin duda que los Requetés habían huido, empezaron a salir en masa y llenos de optimismo subían en actitud guerrera.
En el Grupo más avanzado del enemigo venía un Teniente del Ejercito Popular que esgrimiendo una pistola de reglamento gritaba:
-- ¡Arriba cobardes!
-- Al que se eche p'atras desnúcolo
Cuando el enemigo estaba a la altura de las alambradas el Capitán de los Requetés ordenó.
-- ¡Fuego!
-- Viva España
NO HAY PLUMA CAPAZ DE DESCRIBIR LO QUE PASO EN AQUELLOS MOMENTOS.
Y otra vez el intento de asalto, y otra vez la artillería enemiga, y así todo el día hasta el oscurecer, en que el enemigo seguía más obstinado que nunca en abatir aquel bastión de ESPAÑA.
La situación era dificilísima. Había muchas bajas y ni un mal refugio para evacuar a los heridos. Las trincheras estaban destrozadas; las alambradas, rotas y las máquinas, inutilizadas.
El Capitán herido en un brazo, requirió lleno de energía:
-- ¡A ver, un enlace!.
-- ¡A sus órdenes!
Tranquilo el PELAYO, el niño soldado, estaba cuadrado ante el Jefe de la Unidad
--¿Pero Tú? ¡Tu no me sirves!.
--¿Que no mi Capitán? Mejor que nadie. Como soy un chaval, me cubro más en el monte y no me ven pasar.
Y añadió suplicante:
--Ande déjeme llevar el parte. Ya verá como llega.
El Capitán le miró un momento de pies a cabeza. Sacó el lapicero y el cuadernillo, y escribió unas líneas. Dobló el papel y puso al dorso:
Capitán Jefe de Peña del Salto a Comandante X. Entregándoselo al niño le abrazó fuertemente.
--Anda con Dios, "peque", te portas como un HOMBRE.
Y luego, más confidencial:
--Tengo fe en ti; que llegué el parte, Haz que llegué, que si no, estamos perdidos.
Uno de los Alféreces le dijo:
-- Oye, rapaz; Fíjate bien lo que haces, que un PELAYO NO PUEDE MENOS QUE NADIE EN EL MUNDO.
-- Harélo, mi alfrez. Júroselo.
Salio de la posición. En aquel momento, el fuego se reducía a un tiroteo aislado de "Paqueo". La noche estaba cerrando y el cuerpo de aquel pequeño enlace desapareció en seguida entre los matorrales de aquel camino, que tan bien conocía.....
SOLO DIOS SABE LO QUE PASO AQUELLA PAVOROSA NOCHE DE LOBOS, DE TORMENTA Y DE TIROS.
El niño PELAYO llegó a las avanzadillas de socorro. Pregunta por el Jefe. Casi no se puede cuadrar. Entregó el parte. Iba inmensamente pálido, con balazo en el costado.
Lo llevaron al Hospital. Las Seráficas Hermanas y las dulces Enfermeras lo acostaron en una cama, como acuesta a un hijito enfermo una Madre Amorosa.
Los Médicos y Sanitarios se miraban con asombro. Al filo de la madrugada murió. Su pálida carita tenía una sonrisa de Triunfo y de Dolor.
A BUEN SEGURO QUE ALLÁ EN EL CIELO, LA VIRGEN DE COVADONGA, LA "SANTINA" PEQUEÑA Y GALANA, REINA DE AQUELLAS MONTAÑAS, LE ESPERABA CON LOS BRAZOS ABIERTOS PARA AUPARLO JUNTO AL NIÑO DIVINO. Aquí en la Tierra, los duros REQUETÉS INVENCIBLES de la Nueva Reconquista, rindieron sus armas poderosas y los estándares INVICTOS del LAUREADO Tercio de Nuestra Señora de Covadonga cuando, en su blanco ataúd, pasó aquel angelito que supo morir como un GIGANTE DE ESPAÑA.
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