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Tema: Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional

  1. #1
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional



    Los fusilamientos de 1942

    (extraído de: "Falangistas en la Oposición"- pag.33. - Gustavo Morales)



    Finalizada la Guerra Civil, en plena Segunda Guerra Mundial, en distintos puntos de España se sucedieron diversos incidentes con falangistas rebeldes que les llevaron frente a un pelotón de fusilamiento de los nacionales, sus camaradas de armas.

    a) Durruti


    Hay dos casos llamativos por el apellido. Marciano y Pedro Durruti, hermanos de Buenaventura, el líder anarquista asesinado el 20 de noviembre de 1936, eran falangistas. Pedro había sido miembro del grupo anarquista leonés Paz y Amor en septiembre de 1932. Cayó en las sacas republicanas de Madrid. El caso más interesante es el de Marciano, quien ingresó en Falange en febrero de 1936, avalado por José Antonio Primo de Rivera, y el 1 de abril le entregaron el carnet número 1501 de FE de las JONS. Su hermana Rosa Durruti le bordó el yugo y las flechas. Marciano realizó gestiones para un encuentro nonato entre Buenaventura Durruti, líder de la Federación Anarquista Ibérica, y Primo de Rivera. Sí hubo reunión con Ángel Pestaña el 3 de mayo de 1935. Asistieron José Antonio y Diego Abad de Santillán. El encuentro lo facilitó la amistad con Marciano Durruti. Marciano había coincidido con José Antonio en la cárcel Modelo de Madrid. Pero mientras el líder falangista era trasladado a Alicante, Marciano Durruti fue liberado gracias a gestiones de su madre ante la CNT-FAI. En cuanto pudo, Marciano se pasó a zona nacional y volvió a León donde era conocido por sus andanzas anteriores, de carácter anarcosindicalista.

    Marciano tuvo aún peor suerte con las derechas. En 1937 fue detenido por los nacionales y encerrado en el penal leonés de San Marcos. El grafista Siro coincidió con él en la prisión: «Me metieron en la cárcel con Durruti. A él lo fusilaron. Me dijeron: a usted le toca mañana. Les propuse que mejor montábamos un periódico. Me sacaron de la cárcel y creamos Proa».12 Según el sumario del consejo de guerra celebrado contra él entre el 21 y el 22 de agosto de 1937, Marciano Durruti iba proclamando con descaro, en público, ideas corrosivas como... la subordinación del Ejército a la Falange (Garcival 2007). Fue el sumario 405/37. Le acusaban de infiltrado y de afirmar en público: «Que había que trabajar y llevar a Falange el mayor número de personas, importando poco que fueran socialistas o comunistas, puesto que el objeto era crear un partido fuerte para en su día hacerse dueños del poder y que todos los mandos fueran falangistas, ya que el Ejército, en el que había demasiadas estrellas, quería mangonear, siendo así que el saludo debía hacerlo el Ejército a Falange […]. Añadió, para mejor convencer a sus oyentes, que contaban con los Guardias de Asalto y estaba preparado en Valladolid el personal designado para ocupar los cargos y que era necesario realizar estos planes
    antes de terminar la guerra». El fallo acusa a Marciano Durruti «de un delito de adhesión a la rebelión con circunstancias agravantes». Marciano Durruti, con 26 años de edad, fue fusilado por un pelotón en El Ferral de Bernesga, León, a las seis de la tarde del 22 de agosto de 1937.

    Narciso Perales se refiere al fusilamiento: «como tú soñé toda mi vida con la revolución. Pero es obvio que no con la de Buenaventura Durruti, sino con la de José Antonio, con la que también soñaron Pedro Durruti, falangista antiguo, fusilado en Barcelona [sic], al comenzar la guerra, y Marcelo [sic] Durruti, fusilado en León por los enemigos de la Falange, poco después de su incorporación a ella» (de Guzmán 1977).

    Pedro Durruti murió el día 22 de agosto en un asalto de milicianos republicanos a la Cárcel Modelo de Madrid con Julio Ruiz de Alda y cientos más.

    b) Pérez de Cabo


    Autor del primer libro falangista (prologado por JAPR)

    El falangista J. Pérez de Cabo, autor del libro "Arriba España", prologado por José Antonio Primo de Rivera en agosto de 193513, fue fusilado por un pelotón del Ejército en Valencia, en 1942. Pérez de Cabo fue el primero en escribir un libro sobre Falange que prologó José Antonio Primo de Rivera: «le agradecemos de por vida que se haya acercado a nosotros trayendo, como los niños un pan, un libro bajo el brazo»14.

    Pérez de Cabo era un teórico en ciernes del nacionalsindicalismo. Francisco Blanco da cuenta de los proyectos que presenta ante el secretario general de Falange Española para implantar el partido en Méjico15.

    Pérez de Cabo trabajaba en «Auxilio Social» de Valencia cuando le acusaron de apoderarse de fondos. Dicen que vendió en el mercado negro unas partidas de trigo para obtener financiación para la Falange clandestina, a la que pertenecía, en 1942. Fue el general Varela, deseoso de acabar con la «insolencia falangista» quien descubrió la acción de Pérez de Cabo y forzó su juicio y su condena a muerte. «Debe tratarse de uno de los pocos casos en que una infracción administrativa se saldaba con la pena capital»16.

    En la pugna entre militares y falangistas, éstos pagaban con la muerte. En la misma página de un periódico que anuncia la ejecución de Pérez de Cabo, se publica la concesión de una medalla al valor por su heroísmo en la guerra. En 1942 Narciso Perales y Patricio González de Canales vuelven a ser detenidos. Otros falangistas lo pasarán peor...


    (...continúa en el siguiente mensaje)



    CITAS:

    12 Entrevista a Siro de Verónica Viñas [www.diariodeleon.es/reportajes/noticia.jsp?CAT=345& TEXTO=4306775]

    13 PRIMO DE RIVERA, JOSÉ ANTONIO: Obras Completas LA TRADICIÓN Y LA REVOLUCIÓN

    14 PRIMO DE RIVERA, JOSÉ ANTONIO: Obras Completas pag. 648/649.
    "P" Diccionario de la Falange - Plataforma 2003.

    15 BLANCO, FRANCISCO: «La proyección de la Falange en México». El Rastro de la Historia nº 11.
    [www.rumbos.net/rastroria/rastroria11/lindo_querido.htm].

    16 BLANCO, FRANCISCO: «Hacia una historia del FES» El Rastro de la Historia nº 14.
    [www.rumbos.net/rastroria/rastroria04/Historia_FES_III.htm].
    Última edición por jasarhez; 13/01/2013 a las 01:00
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  2. #2
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    Re: Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional

    Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional (...continuación)
    (extraído de: "Falangistas en la Oposición"- pag.33. - Gustavo Morales)


    c)
    Begoña



    La viuda Celia y su hija muestran
    la fotografía del marido fusilado

    El 16 de agosto de 1942, en el Santuario de Nuestra Señora de Begoña de Bilbao, el bilaureado general Varela asiste a Misa en sufragio por las almas de los requetés muertos del Tercio Nuestra Señora de Begoña en la Guerra Civil. Después de la misa, los carlistas coreaban consignas monárquicas y cantaban estribillos antifalangistas. Se oían gritos de «¡Viva el Rey!», «¡Viva Fal Conde!», «¡Abajo el Socialismo de Estado!», «¡Abajo la Falange!», y algunos dijeron haber oído «¡Abajo Franco!».

    Tres falangistas bilbaínos paseaban con sus novias por las inmediaciones. Berastegui, Calleja y Mortón. Ante la algarabía tradicionalista, gritan «¡Viva la Falange!», y «¡Arriba España!», provocación para los carlistas porque la emprendieron a golpes. Pasaron por allí otros cinco falangistas, que acudían a Archanda, para ir después a Irún, a recibir a algunos repatriados de la División Azul. Eran Jorge Hernández Bravo, Luis Lorenzo Salgado, Virgilio Hernández Rivaduya, Juan José Domínguez, Roberto Balero y Mariano Sánchez Covisa. Al pasar por Begoña, ante los gritos, acudieron en ayuda de sus camaradas. Juan José Domínguez dispersó a los carlistas tirando dos granadas. Los carlistas acusaron a los falangistas de «ataque al Ejército», por la presencia de Varela, quien, en el vestíbulo del hotel Carlton de Bilbao prometió: «Se hará justicia. Yo me encargo de ello».

    En el juicio se tuvo en cuenta el hecho de que los veteranos falangistas estuvieran presentes allí y de que llevasen armas, incluidas granadas de mano. Los heridos Alfredo Amestoy los cifra en «70 heridos leves, carlistas en su mayoría. El general Varela, presente, se adjudicó sin razón ser él el objetivo del supuesto atentado». «Los falangistas Domínguez y Calleja, que han sido detenidos, son dos ex divisionarios que han ido expresamente a cazarle […]. Varela habla con varios colegas de armas que están en sintonía y extraen la conclusión de que el momento es oportunísimo para asestar el golpe de gracia a la Falange» (Palacios 1999: 387). Varela aprovechó el incidente como una oportunidad para acusar a la Falange en general y a Serrano Suñer en particular. Explicó el caso como un ataque falangista contra el Ejército, envió por su cuenta un comunicado a los capitanes generales de toda España, sin consultar con Franco. Varela y otros generales exigían una compensación inmediata, hasta el punto de que la conversación grabada entre Varela y Franco fue exaltada. En ella Varela acusa a Franco de no gritar nunca «Viva España» a lo que el Generalísimo le contesta: «Porque doy el “Arriba España” […] es un grito más dinámico […] mientras que el “Viva España” es un grito decadente».

    Los carlistas agrandaron las cifras a 117 heridos, tres de ellos graves, 25 con pronóstico reservado y cuatro de ellos muy graves de los que, más tarde, murieron tres a consecuencia de las heridas recibidas: Francisco Martínez Priegue, Roberto Mota Aranaga y Juan Ortuzar Arriaga.

    El general Castejón presidió el consejo de guerra y firmó la sentencia el 24 de agosto. El resultado fue la condena de los falangistas Hernando Calleja, subjefe provincial de FET de Valladolid; Juan Domínguez, inspector nacional del SEU; Hernández Rivadulla, periodista, y Mariano Sánchez Covisa, excombatiente de la División Azul. Dos de ellos fueron condenados a muerte, el vieja guardia de Valladolid Hernando Calleja Calleja y Juan José Domínguez. Calleja salvó la vida por ser caballero mutilado de guerra.

    Los esfuerzos llevados a cabo por figuras relevantes de la Falange, como Narciso Perales, Miguel Primo de Rivera, Girón, Valdés, Guitarte, Ridruejo, Tovar e incluso por el führer Hitler, que concedió a Domínguez una prestigiosa condecoración alemana, la Cruz de la Orden del Águila Alemana, no sirvieron para salvar la vida del falangista, al que se llegó a difamar como espía de Inglaterra. Domínguez era un «vieja guardia», muy activo en la creación del falangismo andaluz. «En Sevilla, Narciso Perales y Juan Domínguez ponían a punto una sección local, integrada por una treintena de estudiantes, que se revelaría enseguida de las más activas de la naciente Falange» (Gil Pecharroman 1996: 179). Tampoco le tuvieron en cuenta los servicios prestados en ocasiones señaladas, antes de la guerra, como el tiroteo de Aznalcóllar, donde Narciso Perales y él habían arrebatado la bandera enemiga en el ayuntamiento de Aznalcóllar, rescatando a la par a varios camaradas presos, en medio de una refriega de tiros del 9 largo. Durante la guerra, Domínguez pasó repetidas veces de una zona a otra, en misiones de información18.

    El 20 de agosto de 1942 Franco presidió una concentración falangista en Vigo. En ella habló de peleas mezquinas, de torpes luchas entre hermanos y se refirió a que en España intentan retoñar pasiones y miserias. Tres días después en La Coruña, el mismo Franco se pregunta: «Camaradas del Ejército y de la Falange, ¿habrá diferencias que puedan desunirnos?».

    Evidentemente las había (López Rodó 1979: 31). Los militares tenían a uno de los suyos en el poder y no lo querían compartir; los falangistas habían sido la vanguardia en la lucha contra la sangrienta república y ponían la forma que vestía al nuevo Estado y algunos creían que también aportaban parte de la esencia. Serrano Suñer cuenta que le dijo a Franco: «Desde luego es intolerable que la intervención irresponsable de media docena de falangistas en una concentración en la que se grita“¡Viva el rey!” y hasta –creo– algún “¡Muera Franco!”, se presente como una pugna entre la Falange y el Ejército [...]. A ese chico no se le puede matar. Ya sé que por mucho que allí se gritara a favor del rey, eso no le autoriza a tirar una bomba. Pero no ha habido muertos, él no es más que un alocado idealista, y lo hizo además porque creía que iban a matar a un compañero. Hay que castigarlo, sin duda, pero el castigo no puede ser la muerte». Lo fue. Cuando el obispo de Madrid le pidió al Caudillo clemencia para Juan José Domínguez, Franco le contestó enigmático que tendría que condecorarlo pero ha de ejecutarle.

    El 1 de septiembre de 1942 Domínguez fue fusilado. Cuando ya estaba en capilla le permitieron estar con su hija Mari Celi, de cuatro meses, y su esposa, una gallegaleonesa de Cacabelos.

    «Cuando fue colocado ante el piquete de ejecución, en el verano del 42, Juan José Domínguez cantaba el Cara al sol» (Amestoy 2002). Serrano Suñer lo explicaba así poco antes de morir: «Lo de Begoña fue un suceso lamentable, pero no hubo ni fuerza ni unión ni para salvar a Domínguez ni para mantener el poder. En aquel momento vivíamos con un dinamismo trepidante, pero Franco, en seguida, se dio cuenta de que esos falangistas que parecían tan intransigentes, los Arrese, los Fernández-Cuesta, los Girón, venían a comer de la mano. Y ése fue el principio del fin. El gran amigo de todas las horas, Dionisio Ridruejo, dimitió de todos sus cargos el 29 de agosto y lo mismo hizo Narciso Perales, Palma de Plata y el tercer hombre en el mando de la Falange después de José Antonio y Hedilla. Fue por eso por lo que yo propuse que la Falange fuera “dignamente licenciada”» (Amestoy 2002).

    Celia Martínez, la viuda de Domínguez, reconoce: «Narciso Perales se movió lo indecible, pero con su dimisión el día 29, por la pena de muerte a mi marido, ya no tuvo influencias. Incluso fue confinado». Perales fue desterrado durante más de un año al Campo de Gibraltar. La bomba de Begoña se politizó íntegramente. Por un lado estaban los que rodeaban a Franco, en especial Arrese, que pensaban que había que castigar al camisa vieja para complacer al Ejército. Por otro, la gente de Girón, entonces y siempre el rebelde Narciso Perales. Algunos jefes del carlismo franquista y del falangismo militante, como protesta, abandonan las filas de FET y de las JONS.

    Hay otros casos de falangistas muertos en la inmediata postguerra. Son casos de lenta investigación. «José Fernández Fernández, Vieja Guardia de la Falange, Medalla Militar Individual, asesinado el 28 de agosto de 1942, contra las tapias del cementerio de Alía, junto con sus padres y otros vecinos de las localidades de La Calera y Alía (Extremadura), por cuestionar la autoridad del entonces teniente coronel de la Guardia Civil, Manuel Gómez Cantos, al intentar evitar que fusilara a toda aquella gente»19. Estos casos evidencian que los roces fueron muchos. De forma especial cuando los falangistas empezaron a comprender que las promesas postbélicas de un Estado nacionalsindicalista eran como la definición del horizonte: una línea imaginaria que a medida que uno se acerca, se va alejando. El poder lo detentaban quienes tenían las armas y Franco sobre todos.

    «La desradicalización que estaba llevando a cabo Arrese entre las bases de la Falange era un proceso lento y progresivo que necesitaría algunos años para completarse. Mientras tanto, seguía creciendo el resentimiento de los oficiales hacia los falangistas en general y Serrano en particular. Algunos de los generales más abiertos le exigieron personalmente a Franco que echara a su cuñado del Gobierno. Los falangistas radicales mantuvieron reuniones subversivas con los oficiales del Partido Nazi, mientras generales destacados comentaban la necesidad de llevar a cabo cambios básicos en el Gobierno español. El General Antonio Aranda […] alardeaba con los diplomáticos británicos –de quienes, al parecer, recibió enormes sobornos– de ser el líder de una “junta de generales que planeaba derrocar a Franco”, aunque no hay duda de que era una exageración»20.

    Para Franco los falangistas seguían comportándose como niñatos a quienes gustaban las broncas y las bravuconadas. Así se lo expresará con desprecio el Caudillo a su médico personal: «Vicente, los falangistas, en definitiva, sois unos chulos de algarada» (Gil 1981: 93). Para Franco todas estas revueltas azules no harían sino deteriorar más el prestigio de España en el exterior.

    A principios de ese mes, Franco había desencadenado la crisis ministerial. El 2 de septiembre de 1942, el Caudillo cesó a Varela en el Ministerio del Ejército y a Galarza en Gobernación. Por consejo de Carrero Blanco, también fue destituido Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores y presidente de la Junta Política de FET. Franco eliminaba las presencias más molestas cuando era necesario acercarse a los Aliados y también se deshacía de las espigas más altas de su Gobierno. Por el referido fusilamiento, como quedó dicho, dimitieron los falangistas Narciso Perales y Dionisio Ridruejo: «La Falange […] no es ni siquiera una fuerza. Está dispersa, decaída, desarmada, articulada como una masa borreguil […]. De la “Falange esencial” no me voy» (Palacios 1999: 396-398).

    Franco quiso dar satisfacción a los camisas viejas; comprendía que el fusilamiento había sido necesario para calmar a sus compañeros de armas pero se estaba produciendo un terremoto en el partido. Nombró a Blas Pérez González para sustituir al monárquico Galarza en las responsabilidades de Interior. «El elegido para Gobernación no se quitaba el uniforme de Falange ni para dormir y era amigo de Girón» (Merino 2004). Pero los sinsabores de los falangistas no habían acabado ese año. Rafael García Serrano, voluntario falangista navarro, ganó el premio nacional de literatura «José Antonio Primo de Rivera» con su novela "La fiel infantería", sobre la vida en los frentes. A pesar del galardón recibido, su obra fue censurada por el clero. Fue editada, casi completa, en 1964, unos 22 años después.

    Aunque no quedan huellas aparentes en los periódicos de la época de las actuaciones falangistas rebeldes, sí las hay en los expedientes gubernativos. «La existencia de rebeldes falangistas en torno a una “Falange Auténtica” queda demostrada por los intentos de reprimirla desde el Ministerio de Gobernación. En 1943, el antifalangista Galarza cursaba al Ministro Secretario General un escrito en el que se interesaba por las relaciones entre miembros de una denominada “Falange Auténtica” y la Secretaría General del Movimiento, ya que se iba a proceder contra aquéllos»21.

    Los reclusos falangistas fueron concentrados en la prisión de Alfaro, en Logroño. Los militantes detenidos en otras cárceles estaban acusados de delitos comunes, como fue el caso de Pérez de Cabo.


    CITAS:

    17 La conversación está recogida por Laureano López Rodó en el anexo de "La larga marcha hacia la monarquía". Aparece extractada en "La España totalitaria" de Jesús Palacios.

    18 «Juan-José Domínguez: falangista fusilado por Franco», El Rastro de la Historia. Nº 12 -
    [www.rumbos.net/rastroria/rastroria12/dominguez_.htm].ALFREDO ALFREDO AMESTOY: [El falangista que fusiló Franco - Suplemente Diario "El Mundo"]

    19 El ave fénix maldita
    [www.falange-autentica.org/article.php?sid=299].

    20 PAYNE, STANLEY G.: Tensión política interna España Época: Primer franquismo 1942 Franco y la Segunda Guerra Mundial.
    [Franco y la Segunda Guerra Mundial - Contextos - ARTEHISTORIA V2

    21ALFREDO AMESTOY. "El falangista que fusiló Franco"
    [http://www.elmundo.es/cronica/2002/359/1030952812.html]
    Última edición por jasarhez; 13/01/2013 a las 01:49
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  3. #3
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    Re: Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional

    No conocía estos sucesos. El atentado de Bilbao por lo visto fue bien aprovechado por el General Franco para reducir la influencia de unos y otros. No sé yo si el falangista Domínguez merecía ser fusilado, pero sin duda podía haber matado a alguien, no sé si era esa su intención. Uno no puede liarse a arrojar granadas contra sus compañeros de victoria, los tradicionalistas, por mucho que se sintiera ofendido porque alguien gritara supuestamente "abajo la Falange".
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  4. #4
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    Re: Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional

    Cita Iniciado por Rodrigo Ver mensaje
    No conocía estos sucesos. El atentado de Bilbao por lo visto fue bien aprovechado por el General Franco para reducir la influencia de unos y otros. No sé yo si el falangista Domínguez merecía ser fusilado, pero sin duda podía haber matado a alguien, no sé si era esa su intención. Uno no puede liarse a arrojar granadas contra sus compañeros de victoria, los tradicionalistas, por mucho que se sintiera ofendido porque alguien gritara supuestamente "abajo la Falange".
    Según cuenta Alfredo Amestoy en su crónica del diario "El Mundo" ( El falangista que fusiló Franco ) hubieron 70 personas heridas. Son muchas personas heridas.... y como tu dices, uno no puede ir por ahí, y menos aún en tiempos de paz (1942), nada menos que con una granada de mano por la calle, como si llevara una bolsa de castañas asadas... y mucho menos lanzarla a un lugar donde hay una gran concentración de gente, por mucho que éstas gritaran cosas que a uno le molestan.

    Me parecería razonable el enfado, e incluso que éste hubiera llevado a unos cuantos roces y bofetadas mutuas entre ellos, a lo sumo... pero de ahí a terminar lanzando una bomba contra una multitud de gente que sale de una iglesia en un acto multitudinario, va un trecho muy largo... demasiado largo, diría. De todas maneras, la condena a muerte de Dominguez quizás fué excesiva, dado que no hubieron muertos (según cuenta esta crónica, al menos...). Había que castigarlo, sí, sin duda alguna, pero el castigo no podía ser el paredón. Hasta el Sr. Obispo de Madrid pidió clemencia.... sin resultados.

    De todas formas, el general Varela lo tomó como un atentado directo contra su persona y contra el ejército, por lo que Franco aprovechó esos sucesos para reafirmar su poder, aprovechándose del pulso que existía entre el Ejército y los falangistas. Estos sucesos, además, le costaron el puesto a tres ministros muy influyentes por aquellos días: a Valentín Galarza (Ministro de Gobernación), a Serrano Suñer (el famoso cuñadísimo) y al propio general Varela (Ministro del Ejército por aquellos días) que le salió el tiro por la culata.

    Cuenta Alfredo Amestoy que su viuda le explicaba cómo
    "Juan José Domínguez llegó al extremo de negarse a aceptar una fuga que se había preparado. «Se consiguieron», explica Celia (su viuda), «dos millones de pesetas para comprar a dos funcionarios de prisiones.Tenían un barco para la huida, que hundirían para simular un naufragio. Los guardianes estaban dispuestos, pero era tal el pavor que le entró a Jorge Hernández Bravo, por las represalias que podrían tomar contra él, que mi marido renunció a perjudicarle con la fuga». Ese gesto, le honra...
    Última edición por jasarhez; 15/01/2013 a las 00:52
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  5. #5
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    Re: Los fusilamientos de 1942 en zona Nacional

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    ROMÁN ALONSO URDIALES, EL FALANGISTA QUE LLAMÓ TRAIDOR A FRANCO EN SU PROPIA CARA



    • Año 1960




    Es una historia desconocida para el gran público, silenciada como tantas otras de la que los periódicos de aquella época no publicaron ni una sola línea. Pero lo cierto es que Román Alonso Urdiales es el único español condenado a cumplir una larga pena de cárcel por llamar traidor a Franco en su propia cara (como se diría vulgarmente, con dos bemoles...).

    Entonces Román tenía 22 años y una carrera de Magisterio recién terminada; ocho meses de «mili» y unas profundas convicciones falangistas. Había ingresado en las Falanges Juveniles en el año 1950. El 22 de noviembre de 1960 en el funeral por José Antonio en el Valle de los Caídos, aprovechando el silencio durante la Consagración en la misa, Román Alonso Urdiales, un militante de las Falanges Juveniles que había mandado el hogar San Fernando de la madrileña Plaza de España, gritó a pleno pulmón: «¡Franco, eres un traidor!».

    Todo el templo lo escuchó. Unos policías, vestidos de falangistas, se arrojaron y detuvieron por error a otro camarada. Román desbarató valiente el error confesando ser quien había gritado. Urdiales fue detenido. Arias Navarro preguntó al rebelde el porqué de su grito, y éste le respondió sin miedo: «Porque yo no vivo del Régimen como usted». Los mandos quisieron ocultar la afiliación de Alonso Urdiales, que pertenecía al Distrito de La Latina. Era hijo de un guardia civil, estaba cumpliendo el servicio militar y acababa de terminar la carrera de Magisterio, como digo. Por el grito fue encarcelado en la prisión de Alcalá de Henares y juzgado en Consejo de Guerra, contando con la defensa del capitán Pedro Martín Fernández.

    En el Consejo de Guerra, y ante una sala de los juzgados militares de la calle del Reloj completamente abarrotada, Román explicaría los motivos de su conducta. «Fui al Valle de los Caídos porque para los falangistas todo lo de José Antonio es como un imán; hay que ir. Con mi grito quise protestar ante la Falange oficial, porque no cumple… Están aburguesados y son pancistas. Y por eso se lo dije al Jefe Nacional. Le llamé traidor porque no cumple con lo que la Falange prometía. La Falange está traicionando su doctrina …».

    Para el abogado Martín Fernández, la actuación de Román Alonso Urdiales tenía que verse «desde el ángulo de la Falange». Su defendido no había insultado al Jefe de Estado, sino que elevó una protesta ante el Jefe Nacional de la Falange, en un acto de entraña falangista al que Franco acudió vistiendo el uniforme de la Falange. «Mi patrocinado protestó ante el Jefe Nacional, bajo el tuteo de la Falange: “Franco, eres…”. Franco es trino de cargos: jefe del Estado, Generalísimo y Jefe Nacional de la Falange. Si los hechos se produjeron dentro de la órbita del partido. ¿Por qué va a ser el Ejército o los tribunales civiles quienes juzguen? No. Que sea la Falange quien sancione y castigue.»

    En otro momento de su intervención, el abogado intentó llevar su defensa por otros derroteros, pero Román se lo impidió. «Mi defensor intentó hacer ver que yo no había llamado traidor a Franco, que yo dirigía mis palabras contra aquellos que le rodeaban. Pero yo me levanté y dije que aquello no era así. Creo que el abogado hacía eso para que me rebajaran la pena, pero yo no estaba de acuerdo con esa defensa.»

    Sin embargo, de nada sirvieron todas las alegaciones que la defensa presentó ante el Consejo de Guerra. Según cuentan quienes vivieron aquellos momentos, Franco no podía permitir que un insulto a su persona -y mucho menos en su presencia- quedara impune. El Consejo de Guerra primero y el capitán general de Madrid después, el general Rodriga, dieron por buenas las conclusiones definitivas elevadas por el fiscal. El Juzgado Militar Especial Nacional de Actividades Extremistas le impuso al joven falangista Román Urdiales por esas cuatro palabras una pena de 12 años de prisión mayor e ingreso en una unidad disciplinaria del Ejército, como autor de un delito de «injurias al Jefe del Estado y a un superior militar».

    De la DGS, Román fue trasladado a las cárceles de Carabanchel y Alcalá de Henares. Una centuria de la Escuela Provincial de Mandos de Madrid, honró al falangista preso, desfilando delante de la cárcel, y saludaron ante el ventanuco de la celda que ocupaba Urdiales. Más tarde, fué llevado a un batallón disciplinario en el desierto del Sáhara: Smara, Hausa, Villa Cisneros y El Aaiún.

    «Allí pusieron junto a mí a dos agentes franquistas, miembros del Servicio de Información Militar, que se hicieron pasar por militantes comunistas. Eran dos tipos muy preparados y me engañaron. Quizás ahora me hubiera dado cuenta antes de quiénes eran en realidad. Pero, en aquel momento, me creí que eran lo que decían e, incluso, me hice amigo de ellos. No obstante, un día me percaté de que no eran sino dos policías … Algún día contaré cómo me di cuenta de ello. Luego, estuve dos veces en el pelotón de castigo; por dar la cara. Aquello fue realmente terrible. Porque si ya era duro el batallón disciplinario, aquello era mucho peor aún…».

    A finales de 1965, Román Alonso Urdiales recobraba la libertad. Había cumplido cinco años de condena y, finalmente, había sido uno más de los beneficiados por el llamado «Indulto del Papa». «Cuando recobré la libertad estuve tres años y medio sin encontrar trabajo alguno. Sobre mi se cernió un boicot total. Y los amigos -esos amigos por los que yo hubiera dado la vida- me negaron su ayuda. Fui a visitar a muchos de ellos, algunos directores de grandes empresas. Pero ninguno me echó una mano. Supongo que fue por el miedo, por las presiones de la policía. Pero todos ellos me dieron la espalda».

    Al mismo tiempo, el estigma del condenado político rodeó todos sus movimientos, alargando en la vida cotidiana los horrores de su período de encarcelamiento. «Al volver a mi casa, se presentó la policía y advirtió al portero del edificio que yo había estado detenido y que acababa de salir de la prisión. Y el portero lo fue diciendo piso por piso, previniendo a los vecinos de mi presencia, sin explicar los motivos por los que había sido condenado, y creando una atmósfera hostil en torno a mí, como si yo fuera un delincuente».

    Al final, se vino abajo. Las secuelas de los padecimientos soportados en el batallón disciplinario saharaui y el boicot que tuvo que padecer en su vida profesional le acarrearon serios perjuicios para su salud, que quedó seriamente quebrantada. Y el 16 de enero de 1976 Román Alonso Urdiales fue internado en un psiquiátrico, en donde permaneció durante algún tiempo...


    Última edición por jasarhez; 15/01/2013 a las 00:48
    Pious dio el Víctor.

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