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Tema: Carlos Calderón y Vasco, General carlista granadino

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    Carlos Calderón y Vasco, General carlista granadino

    Extraido de las memorias del conde de Melgar, secretario de Don Carlos VII: "Veinte años con don Carlos".

    Carlos Calderón

    Don Carlos Calderón fue uno de los jefes carlistas con quien más intimidad tuvo don Carlos y a quien yo traté más hasta el último día de su vida. Sus antecedentes nada tenían de carlista. Decíase que su padre, que pereció siendo él muy joven, había hecho la mayor parte de su fortuna con la compra de bienes nacionales, cosa vitanda para los carlistas; lo cual no predisponía mucho a favor de éstos a su heredero. Sus temores carecían de fundamento, pues don Carlos había declarado pública y privadamente que él no sería nunca más papista que el Papa, y que desde el momento en que la Santa Sede había echado un velo sobre la desamortización y no quería que se molestara a los que se habían aprovechado de ella, éstos podían estar tranquilos. Pero no opinaban así los carlistas más exaltados, que consideraban nefanda toda la obra de la revolución; más aún, todos los progresos de la civilización material, que creían haber sido anatematizados por Pío IX en el Syllabus.

    Así, por ejemplo, al veterano general Yoldi, que había hecho la guerra de los Siete Años, se le hacía la boca agua pensando que el día que subiese al trono Carlos VII desaparecerían de España el telégrafo y los ferrocarriles; atrocidad de la que no pudo disuadirle nunca ni el mismo don Carlos por más esfuerzos que hizo.
    – Aunque el Rey no quisiera –decía Yoldi–, el pueblo leal arrasaría todos esos inventos diabólicos que sólo sirven para desmoralizar a los pueblos. Si por las razones antedichas don Carlos Calderón no se sentía atraído hacia los carlistas, le inclinaba, en cambio, a éstos la influencia de su madre, doña Josefa Vasco, que era profundamente cristiana y a la que horrorizaron los comienzos tan descaradamente antirreligiosos de la revolución de septiembre.

    Cuando ésta estalló, Carlos Calderón, teniente de caballería, era agregado militar de España en la Embajada de San Petersburgo al lado del Duque de Osuna, embajador, que le quería entrañablemente; las malas lenguas añadían que, sin embargo, nunca tanto como su mujer. Es de advertir que Calderón era una arrogante figura del más puro tipo árabe. Apenas caída Isabel II, el joven agregado abandonó la carrera diplomática al mismo tiempo que el ejército y se vino a vivir a España, cerca de su madre, a la que encontró metida de lleno en los centros más ardientemente carlistas, con los cuales se puso tanto más fácilmente en contacto cuanto que en ellos se encontraban sus amigos personales más íntimos: los Marqueses de la Romana, Cavero, etcétera, etc. Por otra parte, sentía la nostalgia de la carrera militar y al persuadirse de que venía encima la guerra se resolvió a ofrecer su espada a don Carlos, al que se presentó en París con este objeto.

    Tanto él como su madre, a la que don Carlos agració posteriormente con el título de Marquesa de la Caridad, en recompensa de los servicios que había prestado a la Cruz Roja carlista, que llevaba aquel nombre y que presidía en persona doña Margarita, teniendo como primera vicepresidenta a doña Josefa Vasco de Calderón, hicieron generosos sacrificios pecuniarios en los preparativos de la guerra, en la que Carlos Calderón tomó la parte que todos saben como coronel del famoso segundo de Navarra, el batallón de Radica, del cual era inseparable.

    En las operaciones se condujo con tanto valor como poca fortuna, habiendo tenido la desgracia de que, al atacar a Estella el general Primo de Rivera, se le encomendase a él la defensa de la plaza al frente de una división navarra muy levantisca y desfavorablemente impresionada, la cual se le desbandó en el momento decisivo, presa de indescriptible pánico; por lo que se vió obligado a capitular el jefe carlista.

    El general vencedor, que le conocía personalmente, se negó a recibirle la espada cuando se la entregó en el momento de rendirse. Aquella galante delicadeza y otras muchas que con él usó sacaron de quicio a los revoltosos navarros, entre los cuales empezó a circular la voz de que su general los había traicionado, habiendo vendido Montejurra al enemigo por cinco mil duros…, suma que él se gastaba en la menor de las fiestas que con frecuencia ofrecía.
    Esta voz persistió tanto tiempo, que aun al año siguiente de la guerra, hallándome yo en el palacio de la Marquesa de la Rochejacquelein, en París, que daba alojamiento a mi amigo el general don Antonio Lizárraga, al anunciar al general Calderón, Lizárraga, que bajo las apariencias de gran dulzura tenía un genio violentísimo y compartía las ideas de los navarros, tan ofensivas para el honor de Calderón, no quiso estrechar la mano que éste le tendía, y abandonó el salón sin saludarle.

    Claro está que la disparatada calumnia no hizo nunca la menor mella en el ánimo de don Carlos, que le conservó hasta la muerte grandísimo afecto, conviniendo los dos que, mientras vivieran, pasarían juntos todos los años el día de su santo.

    En cumplimiento de esta palabra, todos los años Calderón llegaba a Venecia el 2 o el 3 de noviembre y permanecía en el palacio Loredán un par de semanas, hasta el año de 1891, en que recibí yo la víspera de San Carlos una carta suya diciéndome que rogara al Rey perdonarle si, por primera vez, faltaba a su promesa; pero que le era materialmente imposible salir de París, porque en aquel instante acababan de llegar allí los grandes Duques Vladimiro de Rusia, que le habían distinguido extraordinariamente durante el tiempo que había permanecido en la Embajada de San Petersburgo, y que se veía obligado a no separarse de ellos los ocho o diez días que duraría su estancia en la capital de Francia. «De todos modos –terminaba diciéndome–, estaré libre antes de terminar el mes, y si el Rey lo permite iré a que celebremos juntos el día de nuestro santo, aunque sea en su octava o en su quincena.»

    Esta fue la última carta que escribió al palacio Loredán. El 9 de noviembre nos sorprendió dolorosamente un telegrama de su fiel ayuda de cámara, Robledo, que había sido asistente suyo durante toda la guerra, participando la muerte repentina de su amo.

    Pocos días después se presentó en Venecia el mismo Robledo, llorando a lágrima viva, y nos contó las circunstancias que habían precedido y acompañado a la muerte. La víspera había dado en su lujoso piso del bulevard Malesherbes una espléndida fiesta en honor de los grandes Duques Vladimiro; en ella fueron aplaudidos los primeros cantantes de la Ópera y las más famosas actrices de la Comédie Francaise, así como una vidente (Robledo creía que era la famosa madame de Thèbes), que invitó a los asistentes a una sesión de espiritismo.

    Principiando por el amo de la casa, le rogó que evocase con el pensamiento, sin pronunciar su nombre, algún muerto, con quien le pondría en contacto. Carlos Calderón evocó a la difunta Duquesa de Osuna, con quien había tenido tan íntimas relaciones, y le preguntó dónde se hallaba en aquel momento y si estaba contenta con su suerte, a lo que contestó la evocada por boca de la vidente:
    — Estoy en un sitio horroroso, donde padezco de insoportables torturas; pero hoy he recobrado un poco de ánimo porque acabo de saber que dentro de breves momentos te tendré a mi lado.

    El pobre Robledo nos refirió todo esto tal como a él se lo había contado su amo mientras le desnudaba terminada la fiesta. Carlos Calderón era famoso por su manera de reír, y el calificativo de homérico encajaba perfectamente con sus carcajadas, que hacían temblar las paredes; pero su criado dice que nunca le había oído reír tan de buena gana como al hacer aquel relato.

    Aunque Robledo tenía orden de no despertarle hasta que él le llamase, cuando vió que había pasado medio día sin que diese señales de vida se asomó a la alcoba, pues Calderón, como todos los grandes trabajadores –y él lo era en medio de su vida de placeres–, era madrugador. Se hallaba, en efecto, despierto, pero con aire muy fatigado, y le dijo: — Me siento muy oprimido; vuelve dentro de un par de horas. Quisiera descansar un poco.

    Volvió a las tres o las cuatro, y lo encontró desfigurado, agitándose en el lecho y diciendo: «Un cura, que venga un cura. ¡Me muero!» Mientras fueron a buscar al sacerdote, el moribundo, pues ya lo era, encargó a su ayuda de cámara que, apenas le enterrasen, se fuese a Venecia y entregase a don Carlos, para que los conservase en la sala de banderas del palacio Loredán, varios recuerdos, entre ellos el último sable que había usado durante la guerra, sus condecoraciones y el casco de la granada que mató a Ollo, Radica y Escudero, y al cual estaba todavía adherido un pedazo de paño rojo de un pantalón de uniforme.
    Donoso dio el Víctor.
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

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    Re: Carlos Calderón y Vasco, General carlista granadino

    ABC (Madrid) - 15/10/1955, p. 3 - ABC.es Hemeroteca

    BRADOMINES


    Carlos Calderon.jpg

    “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido” dijo Antonio Machado abriendo la puerta del lenguaje figurado de uso común a un mito literario de creación reciente, aunque parezca antinómico calificar de mito a un personaje perfectamente identificable, por su origen, con toda suerte de circunstancias, ya que ha sido elaborado a la vista de gentes coetáneas. Pero, ¿cómo no ha de ser, o resultar, fabuloso, el Bradomín de las “Sonatas” si el propio autor, Valle-Inclán, es fabuloso también? Es así como Bradomín se empareja con Mañara o con Tenorio, entre históricos y legendarios, personificaciones del muy español donjuanismo. A los tres se les pueden aplicar los calificativos que emplea el Diccionario de la Real Academia Española, para definir al protagonista de “El burlador de Sevilla”, en el sentido figurado a que estamos aludiendo: “galanteador, audaz y pendenciero”, si bien con variantes. La diferencia específica de Bradomín estriba en la condición de cruzado que Valle-Inclán le atribuye, a su manera, teniendo a la libre estilización de un tipo y no, ciertamente, al análisis de un carácter. Bradomín fue guardia noble del Papa, anduvo por Tierra Santa y sirvió a su Rey, el Carlos VII de la dinastía tradicionalista, como capitán de Lanceros.

    Si Valle-Inclán dota a su Bradomín de esa biografía caballeresca, es para hacer notar la fiel adscripción del personaje a la calidad de noble que posee y de la que se ufana con su habitual jactancia, en eso como en todo, incluídas, naturalmente, sus aventuras de amor. Ese tipo de gran señor, mujeriego y galante, valiente y generoso, más creyente que practicante, al modo de pecadores hombres de mundo, no dejó de darse en las filas carlistas, de igual suerte que en las de cualquier otro legitimismo en armas, porque, indudablemente, la adhesión al llamado “Antiguo régimen”, por alusión al fenecido en el siglo XVIII, engloba muy típicas virtudes y limitaciones. Por lo que Bradomín, no obstante su convencionalismo literario, cifra, en insuperable prosa, un cierto modo histórico de ser.
    No en vano el propio don Carlos escribe en su poco leído y sabroso “Diario íntimo”: “En el campo de batalla, los calaveras se distinguen ordinariamente. Eso lo decía mi tío el sesudo y moral duque de Módena.” Recoge don Carlos esta observación a propósito de su íntimo amigo, luego general del Ejército carlista, el aristócrata granadino Carlos Calderón y Vasco, militar de carrera, agregado que había sido a la Embajada de España en San Petersburgo, cuando la desempeñó el famoso duque de Osuna.

    Tipo muy representativo es Carlos Calderón del donjuanimso al uso del siglo XIX, en la Corte, en los salones y en los campamentos. Pero, aunque la cita sea larga, conviene reproducir el excelente retrato de Calderón en 1870, por su Rey don Carlos. “Tendrá ahora veinticinco años, y cuando se siente un poco, creo que valdrá. Tiene corazón y bastante buen criterio; es valiente y decidido. Algo corredor y muy alborotado. Ha hecho sacrificios pecuniarios por la Causa y está dispuesto a hacer más. Tiene un buen fondo, pero ha sido mal educado. No le han inculcado principio alguno, pero defiende los nuestros con entusiasmo, aunque no practica la Religión. A mí me quiere de veras. Nunca adula; si peca, será por el lado contrario. Tiene la noble ambición de la Ordenanza; es muy pundoroso y desea llegar a ser algo, pero mereciéndolo. Le gusta discutir, y en la discusión da a conocer que no carece de talento, pero un talento natural al cual falta el pulimiento. A veces, pasa horas enteras con Aparisi, y dice que piensa idénticamente como él, lo que no deja de sorprender a los que le conocen y saben lo calavera que es, pero buen calavera. Tiene buenos modales en sociedad, y era uno de los elegante de París. Espero, dentro de unos años, escribir otra vez sobre Calderón y decir de él cosas grandes, pues le creo capaz de ellas.”

    La última guerra carlista deparó a Calderón reiteradas ocasiones, en efecto, para acreditar su bizarría, su denuedo, su desinterés, su lealtad. Se distinguió en Eraul por una carga de caballería que se hizo famosa; en Velabieta, donde perdió su caballo y hubo de defenderse a pie como un soldado más. Mandó el romancesco batallón denominado “Guías del Rey”, y al caer prisionero en la toma de Estella por el Ejército liberal, mereció que el general Primo de Rivera le devolviese su espada de gallardo paladín vencido.

    Un singular pudor, característico de nuestro pueblo, que a tantos y a tantos españoles impide airear su vida íntima en “Memorias” y “Epistolarios”, pero no en sobremesas y tertulias, es causa de que la Historia –la “pequeña Historia”, “Historia menuda”, como prefiere decir “Azorín”– no pueda recoger la arrogante figura de Carlos Calderón en todos sus perfiles. Pero el primer conde de Melgar se hace eco en sus “Veinte años con don Carlos”, de la sostenida murmuración de los amores del héroe carlista y la duquesa de Osuna, refiriendo que, años después de fallecida, se le apareció a Calderón, en la suntuosa fiesta con que él obsequiaa a los grandes duques Wladimiro de Rusia, en su espléndida residencia de París.

    “Estoy en un sitio horroroso –gimió el espectro de la duquesa– donde padezo insoportables torturas, pero hoy he recobrado un poco de ánimo porque acabo de saber que dentro de breves momentos te tendré a mi lado.” El Ciutti de este nuevo Don Juan, su ayuda de cámara, Robledo, contó a Melgar que Calderón no pudo contener la risa, en una de aquellas carcajadas, tan suyas, que “hacían temblar las paredes”. Calderón atribuyó el lance a una broma de sus amigos, pero falleció al siguiente día no sin reclamar, angustiado, la asistencia de un sacerdote.

    No sería necesario que Valle-Inclán reconociese –como alguna vez le oímos– la inspiración debida por él a Carlos Calderón, para componer la figura de su marqués de Bradomín, puesto que basta internarse un poco en la crónica, sobremanera atractiva, del carlismo, para descubrir en ése y en otros próceres de la Causa, renovados donjuanes, un inequívoco aire de familia. En unos u otros rasgos, lo acusan al barón de Sangarrén, Carlos Algarra, Amador del Villar, el marqués de Vallecerrato, que acompañó a don Carlos en su frustrada expedición a Figueras para besar la tierra patria, según un ingenuo romance… A todos esos caballeros gustaba de citar Valle-Inclán, que en su primer viaje a Méjico rastreó las huellas de Calderón, residente algún tiempo, como Bradomín, en Nueva España. Y a Granada querái volver don Ramón para evocar, entre las frondas y las fuentes de los Mártires, a Carlos Calderón, dueño que fue del paradisíaco y célebre Carmen.

    M. FERNANDEZ ALMAGRO
    de la Real Academia Española



    Carmen de los Mártires en Granada

    Última edición por Rodrigo; 23/05/2013 a las 00:06
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  3. #3
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    Re: Carlos Calderón y Vasco, General carlista granadino

    El Carmen de los mártires fue vendido por doña Josefa Vasco a su hijo, don Carlos María Calderón y Vasco, general del ejército carlista, nacido en Granada el 13 de junio de 1845 y fallecido en París el 9 de noviembre de 1891. Le otorgó escritura en Madrid, ante don Antonio Olalla Megía, el 13 de julio de 1870.

    Don Carlos debió ser un personaje interesante, y Valle Inclán reconoció que se había inspirado en él para el personaje del Marqués de Bradomin, en su «Sonata de Otoño», 1902, definiéndolo como «feo, católico y sentimental». Melchor Fernández Almagro, publicó en «ABC» de Madrid un trabajo al respecto titulado «Bradomines», que iniciaba con las palabras de Antonio Machado «Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido». Don Carlos Calderón es descrito como guardia noble del Papa, viajero en Tierra Santa y Méjico, agregado en la Embajada de España ante el Zar en San Petesburgo siendo Embajador el fastuoso Duque de Osuna. Generoso y no practicante religioso, calavera y valiente militar cayó prisionero en la Toma de Estella ante Primo de Rivera. A su final se le relaciona amorosamente con la Duquesa de Osuna, se la apareció en sueños el día antes de su muerte anunciándosela...

    En 1874, al incorporarse al ejército carlista como brigadier con mando en el Norte, le embargaron entre otras propiedades el Carmen, por Real Decreto de 18 de julio; en 1876 se canceló la anotación por Real Orden de 19 de mayo de 1876.

    El poeta José Zorrilla residió en esta finca desde el 15 de junio al 23 de julio de 1889, durante su estancia en Granada para ser coronado Poeta Nacional el 22 de junio en el Palacio de Carlos V El 2 de julio le festejaron aquí con una «leila», ésta de pretendida inspiración árabe, noctuna, a la que asistieron más de ocho mil invitados. Como recuerdo de ello se conserva una lápida de la época en la fachada posterior del palacete, y en el centenario se ha colocado otra, bajo la explanada de acceso, realizada por piedra del Torcal con letra imperial romana por el escultor Martínez Labrador con los versos del poeta «Hija del Sol, Granada, fanal del Paraíso».

    Falleció don Carlos María Calderón y Vasco en París, el 9 de noviembre y le heredó su sobrino el Conde de Adanero don Gonzalo de Ulloa y Calderón. En testamento otorgado ante don Ignacio Palomar en Madrid, el 4 de febrero de 1886 instituía herederos a sus sobrinos, hijos de sus hermanas doña María de la Concepción y doña Matilde, adjudicándosele al mencionado por escritura de partición aprobada el 15 de febrero de 1895 ante el notario de Madrid don Francisco Tobar y Vitón. Don Carlos fue enterrado en la capilla familiar de la finca de Valparaíso, en el Valle del Río Darro, y dejó en la ciudad una fundación religiosa para enseñanza en las calles Recogidas y Solarillo de Gracia, demolida hace años.

    http://www.granada.org/inet/wagenda....F?opendocument
    Última edición por Rodrigo; 23/05/2013 a las 00:09
    Ordóñez dio el Víctor.
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  4. #4
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    El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    Don Carlos Calderón en Montejurra
    Este precioso cuadro al óleo del notable pintor D. E. Estévan, cuya fotografía proporcionó a la revista El Estandarte Real el General D. Antonio Brea, constituye un glorioso recuerdo de la campaña de 1872-76.

    El hecho a que se refiere es el siguiente:

    El 17 de Febrero de 1876 se vio atacado el Brigadier Calderón por dos divisiones en la parte de la Solana y una brigada en la de Esquinza; para hacerlas frente sólo contaba con los batallones 1º y 12º de Navarra y algunas compañías alavesas; no obstante, sostuvo todo el día un rudo combate en el que hizo 400 bajas al enemigo; aquella noche atacó a éste a la cabeza de dos compañías, desalojándole de Arellano y haciéndole numerosos prisioneros. Reanudada la acción al día siguiente, viose el Brigadier Calderón atacado por tres puntos a la vez; pero el Coronel Barón de Sangarrén en unas zanjas; el 1º de Navarra sobre Monverde y Calderón con el 12º en el bosque de Arellano, hicieron retroceder cinco veces al enemigo con otras tantas cargas a la bayoneta, hasta que al verse completamente rodeados y abrumados por tantas fuerzas, y fatigada ya la gente de Calderón, mientras que el enemigo era reforzado con ocho batallones al mando del General Tassara, empezaron los carlistas a despeñarse huyendo hacia Estella.

    Siguió, a pesar de todo, batiéndose el Brigadier Calderón ordenando otra nueva carga (en la que cayó herido su jefe de Estado Mayor D. Ricardo Suarep) y se retiró ordenadamente al fuerte aprovechando el desorden que acababa de introducir en los batallones liberales. Cesó el fuego, pero rehechos al fin los enemigos al cabo de una hora, se lanzaron por varios puntos sobre el fuerte, defendiéndolo bravamente por espacio de media hora los pocos voluntarios que en él habían quedado, pero viéndose desbordados y acosados por todas partes, se apoderó de ellos el pánico y huyeron hacia Estella, dejando solo con su Ayudante Sr. Henestrosa al Brigadier Calderón, quien, aunque ya había sido herido, no quiso abandonar el fuerte, cayendo éste así, huérfano de defensores en poder de las tropas liberales, al frente de las cuales felicitaron los Generales enemigos Primo de Rivera y Cortijo al Brigadier D. Carlos Calderón, por la heroica defensa que había hecho, devolviéndole la espada, así como a su Ayudante, y dejándoles prisioneros bajo su palabra.

    Don Carlos de Borbón premió el brillante comportamiento de Calderón con la faja de Mariscal de campo.

    Pocos han tenido ocasiones como nuestro infortunado amigo, de hacer simpático y respetable el nombre español fuera de nuestras fronteras, y pocos se han dedicado a esta tarea con éxito aproximado, pues la nota saliente de su personalidad era el más acendrado patriotismo.

    Este sentimiento puede decirse que fue el que exclusivamente le trajo a nuestro campo y creó entre Carlos VII y él una indestructible intimidad que por igual honra a ambos.

    Cosmopolita por su educación y por sus hábitos, pero español rancio por su corazón, tenía la evidencia de que sólo la Monarquía representada por Don Carlos podía, y eso en poquísimo tiempo, sacar a España del lugar secundario a que está relegada y elevarla rápidamente a potencia de primer orden.

    ¿Don Carlos podía efectuar ese milagro? Calderón estaba seguro de ello, y esa certeza le bastaba para ofrecer a Don Carlos su vida, sin alambicar ni sus principios ni sus derechos por más que fuera respetuoso y defensor de los unos y de los otros.

    En el destierro fue Calderón acaso el más asíduo visitante de su Rey proscripto, a quien iba a ver a lo menos una vez cada año, a París, a Londres, a Frohsdorf, a Venecia, a donde quiera que estuviese, causando siempre sus visitas singular regocijo a Don Carlos que estimaba en alto grado todas sus condiciones personales, la nobleza de su carácter afable y abierto, su bravura como soldado, su exquisita cortesía como hombre de mundo, su actividad infatigable como trabajador y su fidelidad a toda prueba como carlista.

    Llórale hoy, no sólo como General, sino como amigo muy querido y probablemente los primeros sufragios que se habrán celebrado por el ilustre difunto, serán los que don Carlos ordenó en el momento de saber su muerte inesperada, dando la coincidencia providencial de que la primera Misa dicha por su alma en Venecia, se celebró precisamente el día 10, fiesta de San Andrés Avelino, protector de los cristianos en las muertes repentinas.

    La noche antes de su muerte, el General Calderón obsequió, en su casa en París, con regio banquete y recepción a SS. AA. II. el Gran duque y la Gran Duquesa Wladimiro, al Gran Duque Alejo y a los Duques de Leuchtemberg... y a las pocas horas de retirarse a descansar, una angina de pecho acabó en breves instantes con su preciada existencia.

    Los funerales han sido espléndidas manifestaciones de duelo y generales simpatías.

    En las exequias de París presidieron el Duque de la Unión de Cuba y el Conde de Adanero, en representación de la familia, el General Mergeliza de Vera, en representación de Don Carlos, y el Sr. Angulo, en representación de la Compañía Trasatlántica, de la que era Director así como de los caminos de hierro mejicanos nuestro entendido y bizarro general. Entre la concurrencia, tan numerosa como brillante, figuraron el Gran Duque Wladimiro, los Duques de Leuchtemberg, de Almenara Alta, de Lerma, de Fernán Núñez, de Montellano, de Tamames y de Croig; los Marqueses de la Torrecilla, de la Mina, de la Romana, de Casa-Riera y de Salamanca, los Príncipes Orloff y Troubeskoi; los Condes de Bressón, de Lambertye, de Pradire, de Peralada, de Estrada, de Santovenia y de Torres de Luzón y el barón de Rothschild.

    En los funerales de Madrid, la concurrencia fue tan numerosa que no cabía en la extensa nave de la Iglesia de Santa María. Allí estuvieron brillantemente representados todos los partidos políticos, el clero, la aristocracia, la banca, las letras, las artes y las industrias, sin faltar tampoco generales, jefes y oficiales del ejército, algunos de uniforme, y entre ellos el que le hizo prisionero en Montejurra, el General Primo de Rivera, al lado de nuestro Jefe Delegado el Marqués de Cerralbo, a quien acompañaban D. Pablo Morales y el General Brea (hermano, más que amigo, de Calderón), el Dipudado por Tolosa don Benigno Rezusta, los Condes de Balazote y de Casasola, el Sr. Herrero, en representación de El Correo Español, e innumerables correligionarios nuestros, entre ellos muchos voluntarios de los batallones guías del Rey y 2º de Navarra.

    Todas las clases sociales, altas y bajas, han rendido el último homenaje de cariño y de respeto al cumplido caballero.

    ¡Descanse en paz el General Calderón!

    Extraído de la revista El Estandarte Real. Diciembre de 1891. http://prensahistorica.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?interno=S&posicion=18&path=6010273&forma=&presentacion=pagina

    Reino de Granada
    Rodrigo dio el Víctor.

  5. #5
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    Muchas gracias por subirlo, Hyeronimus. Ya había otro hilo sobre el General Calderón: Carlos Calderón y Vasco, General carlista granadino
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  6. #6
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    Granada también tuvo su Don Juan

    Los herederos del Don Juan granadino Carlos Calderón fundaron el Colegio Calderón, llamado desde 1998 Regina Mundi. Uno de sus amoríos se le apareció anunciándole su muerte; y así fue Carlos María Calderón y Vasco debió ser una perla; lo más parecido al famoso Don Juan Tenorio que nos dejó Zorrilla
    JOSÉ LUIS DELGADO | ACTUALIZADO 01.11.2010 - 01:00




    ES tiempo de otoño, es tiempo de recordar a Zorrilla representando el Don Juan Tenorio; pues sepan los granadinos que también aquí tuvimos nuestro particular Don Juan.

    Dicen que cuando Valle-Inclán escribió sus Sonatas y escogió como protagonista al Marqués de Bradomín, "feo, católico y sentimental", se inspiró en un aristócrata granadino llamado Carlos María Calderón y Vasco, nacido en el Carmen de los Mártires en 1845. Se trata de un típico personaje de ésos en los que se encuadran los legendarios donjuanes españoles que tanto juego han dado en nuestra literatura. Galantes, audaces, pendencieros, religiosos pero nada practicantes, dados a las mujeres, generosos y encantados de haberse conocido.

    Quienes hayan visitado el Carmen de los Mártires o tengan alguna relación con el Colegio Regina Mundi, antiguamente conocido como Colegio Calderón, situado entonces y hasta 1968 en la calle Recogidas, tal vez hayan oído hablar de este curioso personaje.

    Don Carlos María Calderón debió ser un perla; lo más parecido al Don Juan Tenorio que nos dejó Zorrilla. Una típica representación del romanticismo granadino de mediados del siglo XIX. Fue un general carlista, seguidor del rey Carlos VII, guardia noble del Papa y Agregado a la Embajada española en San Petersburgo, cuando estaba allí de embajador el Duque de Osuna. Reconocido calavera, mal educado, religioso no practicante y algo fanfarrón.

    Anunciaron su muerte

    Cuentan que tuvo sus amoríos con la Duquesa de Osuna y que poco después de fallecer ésta se le apareció una noche en forma de espectro, lamentándose de que venía de un lugar oscuro y tenebroso para anunciarle que muy pronto él la acompañaría. "Estoy en un sitio horroroso donde padezco horribles torturas", dice que le dijo. Tal ataque de risa le dio al "donjuan" granadino que al día siguiente se murió. Eso sí, dice su criado Robledo que momentos antes de morir reclamó la asistencia de un sacerdote.

    En 1870 el Rey don Carlos, en su Diario íntimo, refiriéndose a Calderón, al que tenía gran afecto por ser uno de los más fieles seguidores de la causa carlista, dejó escrito esto: "tiene corazón y bastante buen criterio; es valiente y decidido; algo corredor y muy alborotado; tiene buen fondo pero ha sido mal educado; es algo calavera, pero buen calavera, porque tiene modales en sociedad y era uno de los elegantes de París".

    Debió ser valiente efectivamente porque cuando fue hecho prisionero en la Toma de Estella en 1876, uno de los episodios de la tercera Guerra Carlista, el propio General Primo de Rivera le devolvió su espada como prueba de su valentía.

    El Carmen de los Mártires, que por tantas manos pasó desde que fuera Convento de Carmelitas en la época de los Reyes Católicos, había sido comprado por su padre, don Carlos Manuel Calderón y Molina, en 1846; al fallecer éste en 1864 pasó a su viuda y luego a su hijo Carlos María. Fueron luego sus herederos los que dejaron en el testamento la orden de fundar en 1896 una institución religiosa para la enseñanza. Ahí nació el Colegio La Purísima Concepción, conocido popularmente como Calderón, en las calles Recogidas y Solarillo de Gracia, hasta que fue trasladado en 1968 a la calle Arabial con el nombre de Regina Mundi.

    Allí y durante más de 40 años lleva dirigiéndolo otro curioso personaje del paisanaje granadino, aunque ella hubiera nacido en Ávila, la incombustible y muy inteligente Sor Teresa que supongo que con sus rezos y sus sacrificios habrá mandado de patitas al cielo al pecador "donjuan" granadino, aunque sea en agradecimiento por la fundación de tan ilustre Colegio.


    Granada también tuvo su Don Juan
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  7. #7
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    ¡Conservemos la tumba del General Calderón!
    Posted: 06 Feb 2015 03:23 PM PST
    A poco más de un mes de la celebración señera de los carlistas, la Festividad de los Mártires de la Tradición, desde el Círculo General Carlos Calderón realizamos un llamamiento a todos los correligionarios para que cooperen con nosotros por salvar la tumba del ilustre titular de nuestro humilde círculo.

    Repasemos su biografía:

    Don Carlos Calderón y Vasco (Granada, 1845 — París, 1891), de quien hemos hablado en otras ocasiones (cf. CXXIII Aniversario de Carlos Calderón y Vasco; El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco; Carlos Calderón y Vasco, general carlista granadino) fue un militar que tras el estallido de la Revolución de Septiembre de 1868 se presentó en París para ofrecer su espada a Don Carlos VII, que lo nombra Capitán. Durante la III Guerra Carlista llegó a ser Brigadier y acabada la misma, por su lealtad y servicios prestados, el Duque de Madrid —gran amigo suyo hasta el final de sus días— lo ascendió a General de División.

    El nombre de Calderón sonó mucho en la guerra y sus cargas a la bayoneta fueron célebres. Oroquieta, Monreal, Oñate, Eraul, Lecumberri, Estella y Dicastillo podrían hablar del heroísmo de don Carlos Calderón.

    En febrero de 1876 se le encargó la defensa de Montejurra y al mando solamente de tres batallones, un escuadrón y una batería, logró poner su enardecido entusiasmo a la mayor altura de la gloria militar. Al ser tomada Estella por los liberales, el General Primo de Rivera, como recompensa al valor demostrado por Calderón, le devolvió su espada, haciéndolo prisionero bajo palabra de honor.

    Quizá debido a este gesto de caballerosidad por parte del enemigo, algunos revoltosos navarros empezaron a circular el rumor de que Calderón los había traicionado, habiendo vendido Montejurra al enemigo por cinco mil duros, suma que él se gastaba en la menor de las fiestas que con frecuencia ofrecía. Esta disparatada calumnia no hizo nunca la menor mella en el ánimo de Carlos VII, que le conservó hasta la muerte grandísimo afecto, conviniendo los dos que, mientras vivieran, pasarían juntos todos los años el día de San Carlos, patrón de ambos.

    Prueba de la dedicación y entrega no sólo militar, sino también pecuniaria, de Carlos Calderón a la Sagrada Causa de la Tradición —que jamás abandonó— son las palabras del rey legítimo en 1870:
    «Tiene corazón y bastante buen criterio; es valiente y decidido. [...] Ha hecho sacrificios pecuniarios por la Causa y está dispuesto a hacer más.»

    Antiguo Colegio Calderón
    colegioreginamundi.com
    Como curiosidad, puede citarse el personaje de las Sonatas de Valle-Inclán, el Marqués de Bradomín, todo un Don Juan inspirado en la figura del General Calderón.

    Para la ciudad de Granada la familia Calderón fue una gran benefactora. El padre de D. Carlos Calderón y Vasco, D. Carlos Manuel Calderón y Molina, construyó el carmen de los Mártires; y su señora madre, D.ª Josefa Calderón Gómez, se entregó por completo a la caridad cristiana que le valió recibir el título de Marquesa de la Caridad por Carlos VII en 1874. Muestra del ejercicio de esta virtud teologal por parte de la familia Calderón es el Colegio que donaron a la ciudad de Granada para la enseñanza de los pobres: el Colegio Calderón, hoy Regina Mundi, cuyo edificio original se encontraba en la calle Recogidas.

    Acabada la guerra, Carlos Calderón se dedicó a sus importantes negocios en el extranjero y llegó a ser director de la Compañía Transatlántica y de los ferrocarriles mexicanos.

    Su muerte le sorprendió en París la madrugada del 9 de noviembre de 1891, tras haber celebrado una fiesta en honor de los Grandes Duques Vladimiro. Los restos mortales de nuestro General fueron trasladados a Granada desde la capital de Francia y recibió cristiana sepultura en la finca Jesús del Valle, antiguo convento jesuita propiedad de la familia Calderón.

    La tumba

    En dicha hacienda-convento permanecieron enterrados los huesos del General Calderón hasta 1980, cuando la familia tuvo que venderla. Actualmente, el antiguo convento de la Compañía de Jesús (una víctima más de la terrible desamortización de Mendizábal), que adquirió el padre del General Calderón, se encuentra en estado ruinoso. El buen criterio y piedad de los bisnietos de Concepción Calderón y Vasco, hermana de Carlos Calderón, motivó el traslado de los restos mortales de sus mayores, entre ellos el General Calderón, al Cementerio San José de Granada.

    Uno de los familiares de estirpe carlista granadina nos ha relatado una anécdota de su traslado:
    «Recuerdo escucharle a alguno de mis tíos que estuvieron allí presentes que el uniforme militar del general Calderón se encontraba impecable, que la boina roja se encontraba en perfecto estado y que el sepulturero se extrañó de lo bien conservado que estaba todo. Realismo mágico granaíno.»

    No obstante, la sobrina-bisnieta titular de la tumba del General ha fallecido hace pocos años y sus herederos no han mostrado interés en la conservación de la misma.

    El Cementerio de Granada, gestionado impropiamente por una empresa privada, Emucesa, que pone a disposición de los musulmanes un gran terreno separado para el enterramiento de estos, siempre bajo suelo y separado de aquellos que no son seguidores de Mahoma, como mandan las leyes de su falso profeta y en virtud de la ley socialista de 1992, que otorga este privilegio sólo a judíos y mahometanos y no a los católicos (ley conservada, como es lógico por los posteriores gobiernos conservadores del Partido Popular), no tiene ningún reparo en exhumar los cadáveres de los difuntos cristianos y depositarlos en una fosa común a la mínima que sus familiares se descuidan en el pago de las tasas, obteniendo así más espacio para nuevos "clientes". Prueba de ello son los innumerables avisos de exhumación inminente que pueden verse en las tumbas al visitar el cementerio.

    Para que se conserve la tumba del General Calderón y evitar que sus restos acaben en una fosa común, es preciso pagar las tasas atrasadas desde hace 11 años, que ascienden a 341 euros. Pero los integrantes del Círculo General Calderón no nos conformamos con eso y queremos dotarle además de una lápida de la que actualmente carece y cuyo valor asciende a no menos de 700 euros.

    Por todo ello, realizamos un llamamiento a nuestros amigos y correligionarios para que realicen una contribución económica, en las medidas de sus posibilidades, honrando así la memoria de aquel que tan valiente y lealmente luchara por la bandera de Dios, la Patria y el Rey, como reza nuestro sagrado lema.

    Para hacer un donativo a tan noble fin, puede hacer un ingreso por PayPal o transferencia bancaria:

    PayPal: circulogeneralcalderon@gmail.com

    Número de cuenta corriente
    IBAN: ES09 1465 0120 31 2009412098
    BIC: INGDESMMXXX

    ¡Se aceptan propuestas de epitafio y diseño de la lápida por parte de quienes contribuyan generosamente!
    Fotografía frente a la tumba del General
    Carlos Calderón y Vasco (2014)

    REQUIESCAT IN PACE


    * El lector que desee cerciorarse de la veracidad de los hechos que exponemos, puede dirigirse por teléfono al Cementerio San José de Granada en el 958 221 864 (www.emucesa.es).
    Última edición por Rodrigo; 10/02/2015 a las 23:37
    Donoso y Hyeronimus dieron el Víctor.
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  8. #8
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    No es tanto dinero y la causa es incuestionable, si el general Calderón pudo pelear toda su vida sin poner excusas seguro que a nadie le dolerán unos euros ahora.
    Rodrigo dio el Víctor.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  9. #9
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    Ayuntamiento Granada niega a Carlos Calderón y familia la condición de personas ilustres


    Granada, 16 octubre 2015, Santa Eduvigis, viuda. Los seguidores de FARO y los lectores del cuaderno de bitácora Reino de Granada sabrán de la reciente campaña del Círculo Tradicionalista de Granada para salvar los restos del General Calderón, oficial granadino de la Carlistada de 1872-1876.

    Con el fin de salvar los huesos de don Carlos Calderón a perpetuidad (condición que el cementerio secular/empresa de Granada ha dejado de ofrecer a "sus clientes", llegando a exhumar a quienes en su día fueron sepultados expresamente a perpetuidad con el fin de ganar más espacio y dinero) los integrantes del Círculo Tradicionalista de Granada remitieron una carta al Ayuntamiento para que considerase la inclusión de Carlos Calderón y los familiares con él enterrados como personalidades ilustres de Granada.

    He aquí el escrito en cuestión:


    (...) solicito (...) que sean reconocidos como personajes ilustres los excelentísimos señores difuntos:

    - D. Carlos Calderón y Vasco (enterrado en la bóveda 6, sección 32 del patio S. Gregorio), nacido en Granada en 1845 y fallecido en 1891 en París, por tratarse de un importante oficial del Ejército carlista durante la guerra de 1872-1876, en la que se destacó como Capitán, siendo ascendido posteriormente a Brigadier y acabada la misma a General de División por el reclamante del trono conocido como Don Carlos VII, de quien fue íntimo amigo hasta su muerte. D. Carlos Calderón y Vasco también obtuvo acta de Diputado a Cortes por el distrito de Santa Fe en 1872, fue caballero de la Orden Militar de Alcántara y propietario del Carmen de los Mártires de Granada, dejando a la ciudad de Granada el Colegio Calderón (hoy Regina Mundi), cuyo edificio principal se encontraba en la calle Recogidas. Tras la guerra carlista, D. Carlos Calderón y Vasco se dedicó a sus importantes negocios en el extranjero y llegó a ser director de la Compañía Transatlántica y de los ferrocarriles mexicanos. Como curiosidad, el personaje literario "Marqués de Bradomín" de las Sonatas del escritor Valle-Inclán, está inspirado en la figura de D. Carlos Calderón y Vasco.

    - D. Carlos Calderón y Molina (enterrado en la bóveda 6, sección 32 del patio S. Gregorio), nacido en Granada en 1816 y fallecido en 1864, padre de D. Carlos Calderón y Vasco, por tratarse de una alta personalidad de Granada, siendo Diputado a Cortes por el distrito del Sagrario de Granada en 1857 y Senador vitalicio en 1861. Fue caballero profeso de la Orden Militar de Alcántara, gran cruz de Isabel la Católica y de Beneficencia y gentil-hombre de S.M. Construyó el Carmen de los Mártires como su residencia de verano (...). También acumuló un importante patrimonio rústico, como comprador de fincas en las distintas desamortizaciones de la época, en los municipios de Albolote, Calicasas y Cogollos Vega. En su trabajo parlamentario, en la legislatura de 1857 formó parte de las Comisiones de Presupuestos y del Ensanche de la Puerta del Sol y en la legislatura de 1858 se integró en la Comisión del Ferrocarril de Utrera a Morón.

    - D.ª María de las Angustias Gómez y Molina (enterrada en la bóveda 6, sección 32 del patio S. Gregorio), nacida en Granada en 1806 y fallecida en 1855, abuela materna de D. Carlos Calderón y Vasco, por haber sido la propietaria de la hacienda Jesús del Valle, antiguo convento de la Compañía de Jesús, y tratarse de la esposa de D. Juan Manuel Vasco y Sarriá, natural de Cádiz, Caballero de la Orden Militar de Alcántara y Brigadier de los Ejércitos.

    - D.ª María de la Concepción Molina y Henry (enterrada en la bóveda 6, sección 32 del patio S. Gregorio), nacida en Sevilla en 1776 y fallecida en 1849, madre de D.ª María de las Angustias Gómez y Molina, por tratarse de la esposa de Juan Andrés Gómez y Moreno, Señor de la Villa de Camarma del Caño, ministro vocal de la Real Junta de Comercio de la ciudad de Granada.

    Asimismo, solicito el reconocimiento como personajes ilustres de Josefa Vasco y Gómez (Marquesa de la Caridad) esposa de Carlos Calderón y Molina; de los expresados Juan Andrés Gómez Moreno y Juan Manuel Vasco y Sarriá; y de Francisco de Asís Calderón Vasco y Josefa Calderón Vasco, hermanos de D. Carlos Calderón y Vasco (...).

    En respuesta a esta petición, el Ayuntamiento de Granada, gobernado por el PP, considera que ningún miembro de la familia que donó un colegio y un palacio a la ciudad llega a la categoría de ilustre, por lo que desestima la solicitud:




    El desprecio mostrado por la administración local granadina hacia la personalidad histórica de don Carlos Calderón contrasta con lo que de él decía con motivo de su muerte la prensa liberal de Madrid, para cuyos redactores --coetáneos del oficial carlista-- sí se trataba de una personalidad ilustre, dando como tal la noticia de su muerte, por encima de diferencias políticas:




    Para visualizar los facsímiles de la prensa de la época y de la vergonzosa negativa del Ayuntamiento de Granada en la entrada original de Reino de Granada, clic sobre el título siguiente:

    El Ayuntamiento de Granada gobernado por el PP niega a Carlos Calderón y a su familia la condición de personas ilustres




    Agencia FARO

  10. #10
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    Re: El general carlista granadino Don Carlos Calderón y Vasco

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Fuente: Boletín Fal Conde, Mayo 1987, páginas 3 y 4.



    El General Calderón y la Marquesa de la Caridad



    En el Cementerio de San José de Granada, perdidos en el triste y frío anonimato de una bóveda sin lápida, reposan los restos de Doña Josefa Vasco y Gómez –Marquesa de la Caridad–, y los de Don Carlos M.ª Calderón y Vasco, su hijo.

    Nació Pepa Calderón –como la llamaba Doña Margarita– el 8 de Enero de 1827 en la granadina calle de la Cuesta de Gomérez, en el seno de una familia liberal. De su matrimonio, 17 años después, con Don Carlos Manuel Calderón, nació Carlos M.ª, sólo 18 años menor que ella, al que profesaría un entrañable cariño, y el que ejercería en su madre tal influencia que lograría se hiciera Carlista.

    Ambos son prototipo de los muchos hombres y mujeres que lucharon por el triunfo de una Causa en la que creían como única solución para salvar a España; de los muchos hombres y mujeres Carlistas que no supieron de intrigas, ni pactos con los más “próximos”. Que no pretendían condecoraciones ni honores; que no entendían lo del “mal menor”; y que, como otros muchos, plenamente convencidos de las “soluciones” del Carlismo, ofrecieron vida, hacienda e incluso el destierro para siempre, en aras de su Ideal, sin trasnochados romanticismos, sin demagógicos gestos: todo lo hicieron con la grandiosa actitud, con la natural sencillez que sólo poseen las almas generosamente nobles.

    Cuando en 1864 Doña Josefa Vasco queda viuda, cambia el rumbo de su vida dedicándose a dirigir y conservar su cuantioso patrimonio, pero retirada de la vida social que a su posición correspondía. Cuatro años más tarde, su hijo, ya al servicio de Don Carlos a raíz de La Gloriosa, recibe de Doña Margarita la insinuación de que su madre la visite: «No dejes de felicitar a tu madre de nuestra parte, Calderón, aunque sentimos no conocerla». La viuda de Calderón se apresuró a cumplir el deseo de S. M. iniciándose a partir de entonces una amistad que duraría para siempre, formando parte de la Corte de Vevey al casarse la menor de sus hijas, Matilde, con el joven Duque de La Unión de Cuba, fiel servidor del Rey.

    Fruto de esta amistad y del deseo de servicio a sus semejantes surge, en Agosto de 1873, en Tartifume, lo que sería el servicio de socorro de campaña “La Caridad”, con el lema “Dios, Patria, Rey”, y bajo la advocación de la Santísima Virgen. Sus artífices, S. M. la Reina Doña Margarita, Pepa Calderón –Secretaria del reciente cuerpo–, y la Marquesa de la Romana, mujer emprendedora y tenaz como pocas.

    La granadina era generosa, emprendedora, valiente, muy decidida y acostumbrada a mandar, cualidades que derrochó en favor de los heridos, adentrándose incluso en los campos de batalla para socorrerlos. Sus constantes desvelos y actos de valor le valieron la concesión, en Febrero de 1875, de la Cruz de Carlos VII, y más tarde el de Marquesa de la Caridad.

    Supo sufrir con entereza los intentos que el Gobierno liberal hizo para arruinarlos, la prisión de su hijo, el destierro voluntario del mismo, y el 12 de Agosto de 1878 fallecía, con sólo 51 años, en una clínica de Bonn, esta gran señora, que llegó incluso a atravesar las filas liberales para entrevistarse con el General Serrano y recordarle que había roto la promesa que le hiciera de no bombardear ni Portugalete ni Santurce, aclarándole que «… en dichos hospitales tengo cobijados a muchos liberales». Esta persuasiva mujer le arrancó, además, la promesa de que dejarían evacuar por mar a más de dos mil Carlistas que estaban hospitalizados en Santurce, lo cual consiguió. El antiguo Regente, admirado del valor de aquella dama, ofreciéndole el brazo le ayudó lentamente a cruzar las trincheras liberales, dejándola al borde mismo de las posiciones carlistas, donde fue recibida con una cariñosa ovación, rodeándola los voluntarios, que la acompañaron entusiasmados hasta que subió al coche para regresar a Santurce. Ese día, 1 de Abril de 1874, su hijo estaba de Jefe de Día en las trincheras del centro.

    Una gran señora, madre de un valiente voluntario, Carlos M.ª Calderón y Vasco.

    Nació Carlos M.ª en la misma calle granadina de la Cuesta de Gomérez en que lo hiciera su madre, el 13 de Junio de 1845. Con sólo 19 años era ya Ayudante del Duque de Osuna en San Petersburgo, cuando éste fue embajador de España en la Corte de los Zares. Don Carlos VII en sus Memorias y Diario dice de él: «Carlos Calderón y Vasco era oficial del ejército… y se me presentó en París con varios compañeros suyos. Le nombré Oficial de Órdenes con el empleo de Capitán. Me ha servido bien, con mucho celo y buen deseo. Tendrá ahora 25 años, y cuando se siente un poco, creo que valdrá… Nunca adula; si peca, será por el lado contrario. Le he enviado a muchas comisiones y las desempeñó todas bien. Tiene la noble ambición de la Ordenanza; es muy pundonoroso y desea llegar a ser algo, pero mereciéndolo. Le gusta discutir y en la discusión da a conocer que no carece de talento, pero un talento natural, al cual falta el pulimento. A veces pasa horas enteras con Aparisi y dice que piensa idénticamente como él, lo que no deja de sorprender a los que le conocen y saben lo calavera que es; pero buen calavera. Tiene muy buenos modales de sociedad y era uno de los elegantes de París. Espero dentro de unos años escribir otra vez sobre Calderón y decir de él cosas grandes, pues le creo capaz de ellas; en el campo de batalla, los calaveras se distinguen ordinariamente».

    En efecto, diputado a Cortes por los Carlistas en 1872, renunció a su cargo para dedicarse por entero a la guerra. Logró empréstitos y armas para el ejército de Don Carlos. Se distinguió en las acciones de Monreal, Eraul, Oñate, Azpeitia, Puente la Reina, Lecumberri y Dicastillo entre otras. Ascendió a Brigadier en la Batalla de Lácar. Herido en el pecho en la Batalla de Montejurra, y hecho prisionero bajo palabra de honor junto con su Ayudante, les fueron devueltas sus espadas a ambos por los Generales Primo de Rivera y Cortijo; tal fue su derroche de valor y heroísmo. Por el comportamiento de esta batalla fue ascendido por S. M. a Mariscal de Campo.

    De su carácter y talante baste una sola anécdota: «Don Carlos había salido de Tolosa, antigua capital de la provincia de Guipúzcoa, para ir a Navarra al encuentro de su esposa, que hacía su primera entrada en el reino que deseaba conquistar.

    Al Príncipe le acompañaban todo el Cuartel Real y el batallón de Guías del Rey, cuyo coronel era Carlos Calderón. De Ezcurra a Santesteban andaban por estrechos y cortados caminos con grandes precipicios. Don Carlos ve al borde de uno de ellos a un voluntario que lloraba enjugando su cara ensangrentada.

    – ¿Te has caído? ¿Estás herido?

    – No Señor, es mi Capitán que me ha dado un golpe de sable en la cara.

    Le pregunta el nombre, se lo dice y Don Carlos manda llamarle. Se presenta y le pregunta si es verdad que había herido de un sablazo a un soldado, y al contestar el Capitán [que sí] por haberle desobedecido y sembrar el desorden en la marcha, el Rey enfadado le dice:

    – Yo te he dado un sable para pegar a mis enemigos, no a mis soldados; devuélvemelo, eres indigno de llevarlo.

    Quedó el Oficial lívido y tembloroso: preguntándose todos con temor lo que iba a suceder. Por fin, tiró su sable de la vaina y rodilla en tierra lo tendió a su Rey. Éste, molesto, lo cogió, y echándolo a uno de sus criados que iban tras él, le dijo: “Tómalo”.

    Calderón, que no había presenciado la escena, vio al Capitán petrificado al borde del camino, le interrogó, y, al enterarse de lo sucedido, espoleó el caballo corriendo por el estrecho desfiladero hasta llega a Don Carlos, ante quien, cuadrándose, le dijo:

    – Señor, vengo a entregaros mi dimisión y solicitar el permiso a V. M. para marcharme esta misma noche a Francia.

    – ¿Qué te pasa? ¿Qué te han hecho?, –preguntó el Rey.

    – V. M. ha deshonrado a uno de mis Oficiales, y, por tanto, me ha deshonrado a mí.

    – ¿Estás loco? ¿En qué he ofendido tu honor?

    – Señor, cuando un Rey recoge la espada de un Oficial no la da a su criado para que la lleve, sino que la entrega al Coronel de dicho Oficial.

    – Está bien. Ya me hablarás de ello esta noche después de llegar la Reina.

    Calderón estaba indignado y sólo la habilidad de Doña Margarita consiguió calmarle. El Oficial y el soldado fueron sometidos a Consejo de Guerra, y se les hizo justicia, quedando Calderón fiel hasta su muerte a la Causa de la Legitimidad».

    Desterrado, murió en París en su casa de la calle Marignan, el 9 de Noviembre de 1891, cuando sólo contaba 46 años. Vivió poco pero intensamente. Viajero incansable, bueno en las finanzas, leal a su Causa, a su Rey y a su Patria, simpático don Juan con las Damas, responsable de sus hombres, heroico en el campo del honor, estaba en posesión de tres Cruces Rojas del Mérito Militar, y vestía el hábito de Caballero de Alcántara.

    De todo ello se despojó ante la muerte; sólo el uniforme y la Boina de General Carlista cubrió su cuerpo.

    Durante 89 años, embalsamado, reposó en la capilla de su casa de Jesús del Valle en Granada, junto a los suyos. Hoy, por motivos particulares de sus descendientes, lo hace con su madre, la Marquesa de la Caridad, en el cementerio de San José de esta Ciudad.

    Tal vez nunca oísteis hablar de Josefa Vasco y Gómez y de Carlos M.ª Calderón y Vasco; tal vez, acabado de leer este esbozo de semblanza, los olvidéis; pero elevad una Oración por sus almas, porque hombres y mujeres como ellos hicieron posible que hoy –aunque sólo sea en apariencia– siga habiendo CARLISMO.



    M.ª de las Nieves Bertos Herrera

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