LA RECONQUISTA PERMANENTE

Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón y Pamplona


Conferencia pronunciada el 12 de julio de 2014 en el Albergue Juvenil de Jaén, con motivo de los actos de homenaje a los Héroes de la Batalla de Navas de Tolosa y Bailén, organizados por la Asociación Iberia Cruor de Jaén.


LA RECONQUISTA PERMANENTE
La teoría del reflujo del poblamiento y la reconquista


Manuel Fernández Espinosa
La situación geográfica de un país determina en gran medida su historia. La Península Ibérica, situada en el extremo occidental de Europa, con una cara atlántica y otra mediterránea, bordeada de litoral a excepción de su istmo septentrional que la une al continente europeo ha sido la presa de la ambición y codicia de muchos imperialismos extranjeros. Ángel Ganivet decía que la Península Ibérica era una casa con dos puertas y, por lo tanto: mala de guardar. Mala de guardar incluso con una muralla natural en los Pirineos al norte y a pesar de que, al sur, un foso natural la separa de África: el estrecho de Gibraltar. En nuestra historia de poco han servido esas barreras geográficas.
Si nos paramos a pensarlo, aquí y ahora, cuando conmemoramos dos de las batallas más relevantes de nuestra Historia, le daremos la razón a Ganivet: en 1212 en Navas de Tolosa vencimos a los invasores africanos que habían atravesado el Estrecho de Gibraltar; en 1808 vencimos en Bailén a los invasores europeos que habían penetrado en la Península Ibérica atravesando los Pirineos. Ambas fueron guerras de supervivencia y liberación. En ellas nos vimos implicados todos los peninsulares, antes de las divisiones nacionalistas. En los grandes dilemas se manifiesta lo que un pueblo vale: era o los invasores o nosotros. Y nunca quisimos dejar de ser nosotros.
Sin embargo, con la libertad que me han concedido sus organizadores, esta conferencia no versará sobre la Batalla de las Navas de Tolosa que conmemoramos en esta jornada patriótica. Es mi propósito disertar sobre cuestiones que podríamos llamar “meta-históricas”, esto es: anteriores a todo acontecimiento histórico en bruto, como fue la Batalla de las Navas de Tolosa de 1212. Anteriores en el tiempo y pudiéramos decir que también cuestiones cuya prelacía está más allá de cualquier exposición de índole histórica, siendo factores que obran a manera de “condiciones de posibilidad” que anticiparán y sentarán las bases para que cientos de años después se complete la Reconquista. Algo que no es un objeto que tengamos que mirar como el entomólogo observa un insecto, sino que es -nada más y nada menos- lo que nos ha hecho ser quienes somos.
Yo no soy historiador profesional: soy aprendiz de filósofo que presta mucha atención a la Historia y la considera con la aspiración de comprender el presente y la patente voluntad práctica de configurar el futuro. Lo que traigo a la consideración de este distinguido público no es repetir una serie de hechos históricos, contándolos mejor o peor que lo cuentan los libros. Lo que vengo a postular es una teoría propia: una teoría articulada por mí mismo, sobre la base de mis estudios históricos; una teoría avanzada hace años en algunas publicaciones de muy limitado público; una teoría comprobada posteriormente a la luz de algunos trabajos que han venido a darme la razón y que es inexpugnable en su verdad práctica. Es, por lo tanto, una teoría propia que sirve para recuperar el concepto de Reconquista que está peligrando debido a muchos intereses bastardos que tratan de eliminarla de la conciencia popular. Y es mi teoría la de un filósofo -no el trabajo de un historiador; pues no miro la Historia como hacen los “profesionales” que viven de ella, que no se dejan interpelar y presumen estar al margen de ella.
La teoría de Américo Castro (uno de los artífices del paradigma histórico hoy vigente: la “Teoría de las Tres Culturas”) tampoco era la teoría de un historiador, sino la teoría de un filólogo entrometido en Historia. El que le plazca que me llame “filósofo entrometido en Historia”: me importa un bledo. Por otra parte, es normal que la comunidad científica no acepte teorías como la mía de la noche a la mañana; además de suponer un trastorno para sus acomodadas posaderas en las cátedras universitarias, admitir mi teoría y contribuir a su difusión es algo que ningún poder fáctico estaría dispuesto a subvencionar, por estar mi teoría frontalmente en contra de lo que ellos imponen. A esta teoría que hoy expongo por vez primera en público en esta disertación la llamo provisionalmente la “Teoría del reflujo del poblamiento y la Reconquista”.
Con la ayuda de Dios y la intercesión de su Madre la Santísima Virgen María y encomendándome bajo la égida de Señor Santiago, a quienes nuestros cruzados encomendaban todas sus empresas guerreras, procedamos con ésta:

EL CONCEPTO DE “RECONQUISTA”

En el curso de toda la historiografía peninsular (también en la bibliografía portuguesa), la Reconquista ha sido un vocablo que significaba el esfuerzo político (con especial desarrollo en su dimensión bélica) mantenido durante ocho siglos contra el invasor mahometano que ocupó la España de los Godos (Hispania Gothorum) el año 711. A partir del siglo XIX, con el incremento de los estudios arabistas en España, se va abriendo una brecha en la concepción monolítica de la Reconquista (que nadie ponía en cuestión) y tímidamente se va ejerciendo una actividad crítica sobre el mismo concepto “Reconquista”, poniéndolo en tela de juicio, rebajando y desacreditando todo el esfuerzo de nuestros antepasados por liberarse de los invasores. Ya a principios del siglo XX los hay (indocumentados como Blas Infante o, más cultos, como Américo Castro) que mantienen y difunden el escepticismo sobre la Reconquista, la minusvaloran o directamente la reprueban, sin recatarse a la hora de conceptuar como algo negativo lo que supuso la “Reconquista”: ignorancia, amnesia, manías exóticas y románticas, confusión, relativismo, falta de identidad y mucha ingratitud son las raíces de esa vergonzosa actitud que hoy ha ganado tantos adeptos y que pasará factura a esta sociedad pasiva y pusilánime.
Para algunos, el mismo hecho de haber tardado ocho siglos en reintegrar España a su estado anterior al 711 ponía en tela de juicio que la “reconquista” hubiera sido algo real, algo enraizado en la voluntad de nuestros ancestros y perpetuado piadosamente a través de las generaciones: esto es, el concepto “Reconquista”, según algunos, era algo inventado posteriormente por intereses políticos e historiográficos espurios. La reconquista (afirman) no existió. Y esto que dicen es MENTIRA.
Podríamos acumular los documentos históricos para confirmar que desde el año 711 siempre se habló entre los españoles de la “Pérdida de España”. Esto quiere decir que por parte de los autóctonos (hispanorromanos y visigodos: españoles les llamaremos con toda legitimidad) se percibía y lamentaba unánimemente que España (la España surgida con Recaredo) se había perdido a manos de unos invasores (puede argüirse que algunas veces el relato de esta destrucción de España, es cierto, adquiría ecos de leyenda: el Rey Rodrigo y sus supuestas transgresiones contra la moral y la superstición habían atraído la desgracia del Reino de los Godos en España, etcétera), pero que se tenía clara noción de esa pérdida y que esa pérdida se valoraba como provisional no puede ponerse en duda y, quien siembra la duda sobre ello ejerce una labor poco edificante desde el punto de vista científico. Los cristianos reorganizados en el norte alimentaban la noble aspiración de restaurar el Reino Godo de Toledo; los cristianos que habían quedado en tierra ocupada por el invasor sentían en toda su crudeza las vejaciones y maltratos de las fuerzas extranjeras de ocupación que habían destruido España: por eso, muchos de estos cristianos emigraron al norte, para levantar los monasterios mozárabes como el de Sahagún (fundado por cristianos andaluces, “mozárabes”) y, como vamos a tener ocasión aquí, los que no abandonaban la tierra ocupada por el invasor sentían el anhelo de ser liberados de la opresión de sus tiranos extranjeros. Existía, por lo tanto, una común nostalgia del Reino Godo de Toledo, un sentimiento de estar sometidos y, por parte de la mayoría de españoles, también existía la firme voluntad de recuperar España, restaurando el Reino Godo de Toledo. La Reconquista era recuperación del territorio y a su vez “liberación” de los españoles uncidos bajo el yugo musulmán: a esa liberación se la llama muchas veces “delibranza” en las antiguas crónicas castellanas.
Para comprobarlo, bástenos leer un testimonio del siglo XI; lo más interesante de este testimonio es que está extraído de las memorias del último rey zirí de Granada, Abd Allah. Se trata, pues, de un material nada sospechoso de estar manipulado por los “reconquistadores”. Escribe Abdalá que el conde godo Sisnando, con el que mantenía trato, le confesó un día:
“Al Andalus era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y arrinconaron en Galicia, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el transcurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo”.
No cabe una declaración de propósitos tan franca como la de este conde godo que se la hace a su enemigo, en la persona del mismísimo rey de Granada. Según párrafo que reproduce Abdalá en su libro, confirmamos que:
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ALFONSO EL BATALLADOR Y LA HUESTE ESPAÑOLA

A partir del año 1090 los almorávides fueron apoderándose de los reinos de Taifas en que se había ido fragmentando la antigua hegemonía mahometana en España. Los almorávides se asentaron en España, pero estaban con un pie en Al Andalus y el otro pie en el norte de África. Sin embargo, allá por el año 1125 los almorávides empezaron a tener problemas por la aparición de los almohades, sus rivales.
Y justo en ese año 1125 será cuando se emprenda una de las expediciones cristianas más exitosas y menos rememoradas de nuestra Historia. Esta expedición militar explica a su vez muchas cosas que, hasta este momento, han sido ignoradas por los historiadores profesionales (que, por lo que se ve, están interesados en otras cosas). Allá por septiembre u octubre de 1125, Alfonso I Rey de Aragón y Rey de Pamplona, conocido por su nombre de guerra como “Alfonso el Batallador” acomete una expedición militar que no tiene precedentes y que algunos historiadores denominan la “Hueste de España”.
La expedición se internará en territorio del Al Andalus, todavía bajo control almorávide, y se desarrollará hasta el mes de junio de 1126 que es cuando el gran monarca aragonés retorna con sus mesnadas a sus reinos del norte.
La expedición de Alfonso el Batallador apenas es mencionada en los manuales de historia, pero sería una empresa reconquistadora que pone sobre el tapete varias cuestiones:
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<>3.-Exterminio de población.

-Maltratos y esclavitud reservada para muchos de los mozárabes supervivientes y, por último:

-Deportación al Magreb. Entre los que sufrieron la deportación hemos de decir que algunos (como los Farfán de los Godos) retornaron del Magreb, generaciones después de su destierro, para añadirse a la lucha peninsular contra el moro.
LA RECONQUISTA PERMANENTE

Apenas se recuerda la grandiosa gesta de Alfonso I el Batallador, ésta su expedición de Andalucía. Pero 711 años después de la incursión que protagonizó Alfonso I el Batallador, un carlista de Torredonjimeno, mi General D. Miguel Sancho Gomez Damas, reeditó la misma heroica empresa: internarse en territorio ocupado por la Anti-España, para devolver la libertad a los españoles sometidos al gobierno impostor de María Cristina y sus cipayos masónicos que arrendaban España a las potencias europeas: las minas a la banca Rothschild, por ejemplo. La Reconquista no duró 800 años, la Reconquista llegó a 1836, a 1936 y durará siempre, mientras existamos españoles que ansiemos nuestra libertad.
El 26 de junio de 1836, mi paisano el General Gómez salió de Amurrio en Álava emprendiendo lo que sería la denominada Expedición Gómez. Después de haber llegado a Santiago de Compostela, improvisó y saltándose las instrucciones del mando carlista, Gómez se interna en territorio ocupado por el gobierno liberal, realizando su prodigiosa cabalgada: vascos, navarros, asturianos, castellanos, portugueses, gallegos, aragoneses, catalanes y valencianos, todos juntos en una Hueste Española que quiso alzar a la España secuestrada por la gavilla liberal. Como Alfonso el Batallador hiciera en su día, Gómez se internó en la España controlada por el gobierno liberal para “delibrar” a los españoles de un poder extraño: el liberalismo. La expedición de Gómez regresó al campo carlista en Euscalerría en diciembre de 1836.
¿Sabía Miguel Gómez las andanzas de Alfonso el Batallador? Sí, puedo aseverarlo, pues una tradición que se ha conservado en Torredonjimeno hasta hoy, la misma que a mí me ha dado los elementos para esta disertación, transmitió, a través de los frailes franciscanos y mínimos la gesta del Batallador: son los libros del padre franciscano fray Juan Lendínez y del padre victorio fray Alejandro del Barco, que vivieron en el siglo XVIII y disponían de las crónicas aragonesas. Gómez no ignoraba la expedición del Batallador y su intención fue arriesgarlo todo para levantar a la España oprimida por el liberalismo a favor del carlismo, emulando al gran rey aragonés.
Es curioso, pero se da la “coincidencia” de que una familia que partió con Alfonso el Batallador entre los mozárabes, que se asentó en Álava (los Fernández de Arciniega) regresó a Andalucía con Fernando III el Santo y se estableció en Torredonjimeno, siendo el tronco familiar de cuantos se apellidan hoy “Martos”. Y solo a los modernos puede sorprenderles, pero resulta que el año 1836, un Fernández de Arciniega (de la familia que se había quedado en el norte) participó en la Expedición del General Gómez.
La Reconquista no duró ocho siglos. La Reconquista llegó al siglo XIX. La Reconquista es urgente acometerla hoy también, en el siglo XXI… Pues siempre en peligro de perder la libertad y el territorio, la identidad y la patria, nuestra RECONQUISTA ES Y SERÁ PERMANENTE.
BIBLIOGRAFÍA:

"Alfonso I el Batallador. rey de Aragón y Pamplona (1104-1134)", José Ángel Lema Pueyo, Ediciones Trea, Gijón, 2008.

"El siglo XI en 1ª persona. Las "memorias" de 'Abd Allah, último rey ziri de Granada, destronado por los almorávides (1090) traducidas por E. Lévi-Provençal y Emilio García Gómez, Alianza Tres, Madrid, 1993.

"El Alto Guadalquivir en época islámica", Vicente Salvatierra Cuenca, Universidad de Jaén, Jaén, 2006.

"Los reinos de taifas (Al Andalus del XI al XIII", María J. Viguera Molins, Biblioteca Historia de España,

"El santoral Hispano-Mozárabe en la Diócesis de Córdoba", Manuel Nieto Cumplido, Memoria ecclesiae, nº. 33. 2009, págs. 467-536.

"Apologético", Abad Sansón, Edición de José Palacios Royán, Akal: Clásicos Latinos Medievales, Madrid, 1998.

"Introducción al Jaén islámico. (Estudio geográfico-histórico)", E. Javier Aguirre Sádaba y Mª del Carmen Jiménez Mata, Instituto de Estudios Giennenses, Excma. Diputación Provincial, Jaén, 1979.

"Nobleza de Andalucía", Gonzalo Argote de Molina, Riquelme y Vargas Ediciones, Jaén 1991.

"España en su historia. Cristianos, moros y judíos", Américo Castro, Círculo de Lectores, Visiones de España, Barcelona, 1988.

"Sobre la libertad humana en el reino asturleonés hace mil años", Claudio Sánchez-Albornoz, Espasa-Calpe, Madrid, 1978.

"Obras completas de San Eulogio de Córdoba", edición de Pedro Herrera Roldán, Akal Clásicos Latinos Medievales y Renacentistas, año 2005.

"Augusta Gemela Ilustrada con los pueblos de su partido hoy villa de Martos", manuscrito de fray Juan Lendínez, año 1778.

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