Aparecen nuevas hipótesis al respecto y aunque parecen ser contundentes, seguro que seguiremos sin tener una certeza y seguirán las investigaciones.
«I-span-ya», el misterioso origen de la palabra España
CÉSAR CERVERA / MADRID
Día 29/08/2014 - 12.59h
La palabra «Hispania» tiene su origen en la denominación que servía a la civilización romana para el conjunto de la Península Ibérica, y cuyo significado vinculaban los escritores latinos a «tierra de conejos». Entre ellos Plinio el Viejo, Catón el Viejo y Catulo, quienes citaban las tierras ibéricas como un lugar repleto de conejos, más concretamente de damanes (unos mamíferos parecidos al conejo y extendidos en África). De hecho, en algunas representaciones y monedas acuñadas en «Hispania» suele aparecer una dama con un conejo a sus pies.
No en vano, su raíz no latina advirtió a los historiadores de que con toda seguridad la palabra «Hispania» procede de la fenicia «I-span-ya». Una civilización –la fenicia– heredera de muchas de las colonias mediterráneas griegas, que en torno al siglo V antes de Cristo ya se encontraba fuertemente asentada en la Península Ibérica. Posteriormente las colonias fenicias pasaron a ser controladas por Cartago.
Aunque nunca se han podido encontrar fuentes que expliquen si los fenicios denominaban «I-span-ya» a toda la Península Ibérica o cuál era el significado de esta palabra, a través de estudios filológicos se han podido desarrollar distintas teorías. Según expuso Cándido María Trigueros en 1767, el término podría significar la «tierra del norte», aduciendo que los fenicios habían descubierto la costa de «Hispania» bordeando la costa africana, y ésta les quedaba al norte. Así «spn» (sphan en hebreo y arameo) significaría en fenicio «el norte».
«Spy» en fenicio (raíz de la palabra «span») significa batir metales.
Pero la teoría más aceptada en la actualidad sugiere que «I-span-ya» se traduce como tierra donde se forjan metales, ya que «spy» en fenicio (raíz de la palabra «span») significa batir metales. Detrás de esta hipótesis de reciente creación se encuentra Jesús Luis Cunchillos y José Ángel Zamora, expertos en filología semita del CSIC, quienes realizaron un estudio filológico comparativo entre varias lenguas semitas y determinaron que el nombre tiene su origen en la fama de las minas de oro de la Península Ibérica.
Sin embargo, además de la corriente de estudios que ha argumentado el origen fenicio de «Hispania», han existido teorías de todo tipo y condición. Desde principios de la Edad Moderna hasta 1927 se defendió la creencia de que «Hispania» es una deformación de Hispalis, palabra de origen íbero que significaría la ciudad de occidente, y que, al ser Hispalis la ciudad principal de la península, los fenicios y, posteriormente, los romanos dieron su nombre a todo su territorio.
«Tierra de serpientes», para los griegos.
Inicialmente, los griegos designaron a las actuales tierras que pueblan España y Portugal como la «Península Ophioússa», que significa «tierra de serpientes». Si bien los romanos creían que «Hispania» era una tierra poblada por los conejos, los griegos la pensaban abundante de este tipo de reptiles. Con los años, los griegos terminaron designando a la península como Iberia, pues «iber» era una palabra que oían constantemente entre los habitantes de la península.
«I-span-ya», el misterioso origen de la palabra España - ABC.es
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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