Un 10 de febrero en Krasny Bor
FEBRERO 10, 2018 BY DISIDENCIA1 COMMENT
“Como tropa, los españoles son una banda de granujas. Para ellos el rifle es algo que no se limpia nunca bajo pretexto alguno. Sus centinelas existen sólo de nombre. No ocupan sus puestos o si lo hacen, se duermen en ellos. Cuando los rusos llegan, los nativos tienen que despertarles. Pero los españoles no han cedido un sólo centímetro de terreno. Nadie puede imaginar unos tipos con menos miedo. No se refugian nunca, desprecian la muerte. Sé que en cualquier caso, nuestros hombres siempre estarán contentos de tener a los españoles como vecinos en su sector.”
Adolf Hitler
Hoy, hace 75 años, a las 6:45 de la mañana, sobre un pequeño pueblo de las afueras de San Petersburgo cayó el Infierno en forma de bombardeo artillero y batallones de tanques T-34. Comenzaba la operación Estrella Polar, que una vez levantado el cerco de la entonces llamada Leningrado pocos días antes pretendía destruir cualquier posibilidad alemana de sitiar de nuevo la ciudad imperial y liberar la vital carretera entre ella y Moscú. Tres divisiones de infantería soviéticas (dos de ellas de Guardias), dos brigadas de esquiadores y una de tanques, con apoyo artillero y aviación hacían presagiar el éxito de la operación tan cuidadosamente planeada por el gran mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhukov, posiblemente de los mejores comandantes soviéticos.
Frente a ellos sólo había dos divisiones del 18º Ejército alemán. Una de ellas eran policías municipales convertidos en infantería de las SS.
La otra eran españoles y con esto no contaba Zhukov.
Ni nadie.
Tras el avance inicial, los soviéticos se estancan. Cada palmo de terreno es una pesadilla. En un paisaje lunar donde nada parecía quedar vivo, por los restos de los blocaos y los cráteres se esconden cientos de hombres venidos del Sur, aunque bien podrían ser demonios que con fusiles, cócteles Molotov, granadas y ametralladoras mantienen a raya al Ejército Rojo. Se diría por la fiereza y tenacidad con que defienden sus posiciones que los extranjeros no son los que llevan la camisa azul Mahón sino los que portan la Estrella Roja.
La División Azul
¿Qué pintaban unos españoles pasando frío en las orillas del Vóljov? Para nuestros lectores damnificados por la LOGSE, se trató del medio que encontró Franco (antes de que se vuelva ilegal, repetimos que era el mejor gobernante español del siglo XX, aunque no es un listón muy alto) para matar dos pájaros de un tiro.
Por un lado, los alemanes e italianos reclamaban que les devolviese de algún modo la ayuda aportada en la Guerra Civil, sin la cual consideraban que no habría podido vencer a los republicanos primero y los comunistas después.
Por el otro, las presiones internas de “devolver la visita” a dichos comunistas, que fueron la mayor parte de la ayuda recibida por la República. El mismo cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, fue quien puso lema a ese sentimiento de revancha. En una arenga pronunciada en pleno centro de Madrid, la sentencia era clara; “Rusia es culpable“. Quién nos diría que hoy iba a coincidir el Serrano Suñer con el Partido Demócrata de los EEUU.
En cualquier caso, se organiza una división con mandos sacados del Ejército y tropa mayoritariamente falangista. Se trató de un cuerpo variopinto, hay quien dice que se trata de la unidad de combate con mayor proporción de licenciados universitarios de todos los tiempos. Entre ellos habían algunos con familia republicana que para “hacerse perdonar” tal hecho y de paso ganarse una soldada para alimentar a dicha familia se alistaron voluntarios. Porque esa es otra, nadie fue alistado a la fuerza y de hecho hubo bastante gente rechazada por no cumplir los requisitos. Entre los divisionarios destacaron Luis García Berlanga o Luis Ciges, aunque no fueron los únicos cineastas en ella, también estuvo Pedro Lazaga. Había escritores y humoristas como Álvaro de Laiglesia, médicos, y hasta dos de los protagonistas del golpe de Estado del 23-F, Alfonso Armada y Jaime Miláns del Bosch.
Al frente de ella se pone uno de los mejores comandantes de los que dispone España, Agustín Muñoz Grandes. Por ser bastante afín a los alemanes se le acaba sustituyendo por el más anglófilo Emilio Esteban Infantes. La experiencia de éste en las batallas de Brunete y de Teruel (con temperaturas que bajaban de veinte grados bajo cero) fue muy útil en el frente de Leningrado.
Tras una instrucción en Grafenwöhr (hoy cuartel del Ejército de los EEUU en Alemania) se les manda en tren a Polonia y, debido al cambio de ancho de vía en la frontera con la URSS, el resto del camino a pie.
Durante todo su desempeño en la instrucción y el trato con los civiles, los divisionarios demostraron ser españoles de cabo a rabo: de pequeña estatura, inquietos como monos, desaliñados y pícaros como gitanos, pero generosos y simpáticos, según relata Pío Moa que pensaban los rusos de la época.
Luego vino el combate. Y aquí demostraron ser aún más españoles.
El desenlace
Son ya tres días de combate infernal en inferioridad numérica de seis a uno, con unas temperaturas imposiblemente bajas y con apenas un breve apoyo aéreo a mediados del primer día. El propio Krasny Bor se lo quedan los soviéticos pero los españoles logran mantener la línea a base de épica; cada vez que el Ejército Rojo alcanza algún puesto avanzado no ven ningún repliegue. El mando español al ver su puesto perdido descuelga el teléfono que les une con artillería y sabiendo que es su final piden fuego sobre su posición.
El objetivo principal del plan de Zhúkov, hacer pinza sobre el saliente norte del frente alemán no se logró. Atrás quedaron 3645 muertos y heridos españoles, 300 desaparecidos y unos cuantos prisioneros que engrosaron el número de Embajadores en el Infierno:
Las bajas soviéticas según las estimaciones más realistas se cifran en 20.000.
Demostrada la valía en combate de los españoles, con una guerra que empezaba a virar contra el III Reich y con poco que ganar ya, al poco tiempo quedaba disuelta la División Azul, la mayoría de los efectivos volvieron a España. Algunos, normalmente los más afines al nazismo, integraron una Legión Azul que duró hasta 1944. Unos pocos españoles, al mando de Miguel Ezquerra y encuadrados en las Waffen-SS, lucharon en la batalla de Berlín.
La mayoría de exdivisionarios volvieron a una vida normal en España. No convenía recordarlos, restos de una inconveniente alianza del Régimen que molestaba a los aliados americanos a partir de los 50. No obstante, a los encerrados en campos de prisioneros en la URSS aún se les recordó lo suficiente para organizar su repatriación en el Semíramis, ya en 1954.
Aún hoy esos hombres son de recuerdo incómodo. La Ley de Desmemoria Histérica quiere quitar su calle a los caídos. Contrasta esto con la actitud de los propios rusos, los supuestamente agraviados por la División Española de Voluntarios. Ellos se limitan a mantener limpio y adecentado el cementerio militar de Nóvgorod, primer destino de la División 250 de Infantería y donde están enterrados los caídos que nadie reclamó, en el punto exacto donde los esquiadores españoles cruzaron el lago Ilmen para socorrer a sus camaradas de armas. Ahí es donde crecen las Cruces de Hierro.
Caídos por Dios y por España, ¡presentes!
http://disidencia.info/10-febrero-krasny-bor/
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