<img src="http://b.scorecardresearch.com/p?c1=8&c2=13280783&c3=902111111111111&c15=&cv=2.0&cj=1" />
HISTORIA DE LAS CRUZADAS.
En septiembre de 2001 se desarrolló un coloquio internacional por iniciativa del grupo de investigación Gerson (surgido del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas). El tema del encuentro: ¿Ha sido la Edad Media Cristiana?
Según los organizadores "las fuentes medievales daría una visión de la Edad Media más religiosa de lo que fue en realidad" porque "somos prisioneros de un efecto óptico, debido al monopolio ejercido por las élites religiosas"
Deseamos buena suerte a los historiadores que busquen una Edad media no religiosa: NO EXISTE. La época medieval creía en Dios; lo atestiguan todos los archivos y documentos encontrados, los humildes oratorios y las macizas catedrales, los millares de pueblos con nombres de Santos patrones y las Cruzadas.
Tras la descomposición del Imperio Romano, cuando los invasores arrollan, los obispos se levantan en defensa de la ciudad.
Entre el V y el VIII, rezando, predicando, construyendo, los monjes evangelizan Europa Occidental, Irlanda, Gales, Escocia, Bretaña, Inglaterra, Germania. Hacia el ¿496? el bautismo de Clodoveo, primer jefe germano convertido, marca una pauta.
El rey franco es cristiano como lo serán el emperador carolingio y los soberanos de Franbcia, Gran Bretaña, España e Italia (estos nombres son argumentativos, designando territorios, al final de las cruzadas las naciones occidentales aún no estaban constituidas y los estados orientales tampoco tenían las fronteras actuales).
Antes de dibujar las fronteras nacionales Europa ya es cristiana: esta fe le confiere una comunidad de civilización. En la Edad Media están ligados lo temporal y lo espiritual. Aunque se esté formando la nación, aunque los Capetos preserven su independencia ante el Papa, la idea moderna de laicidad es inconcebible.
En los estudios de Lucien Febvre sobre Rabelais se demuestra que el ateísmo es imposible para los hombres del Renacimiento (Le problème de l'incroyance au XVI siècle) pero aún es más cierto para la época anterior.
Esta fe medieval (la de Santo Tomás) es objeto de denigración y desprecio propagandístico desde el siglo de las Luces (Rousseau, Voltaire, Víctor Hugo o Michelet) que se burla de su "oscurantismo". Si bien la devoción de la Edad Media se muestra con mucha ingenuidad y se veneran reliquias de dudosa autenticidad las personas que actualmente se burlan de ello (pero que admiraban a un país en que la tumba de Lenin se ofrecía a la piedad de los fieles) omiten mencionar que estos abusos fueron combatidos por el Papa, los obispos, los abades y el clero.
Suele citarse como ejemplo del "oscurantismo" medieval el aturdimiento de la población en el año 1000. El inconveniente de tal afirmación es que NO hay ningún documento que atestigüe tal supuesto pánico colectivo.
Jean Favier relata que, hacia 960, un sacerdote parisino que anunciaba el fin del mundo para el 1000 y en 985 el abate Fleury rechazaba esas inquietudes recordando que nadie sabía: "ni el día ni la hora".
En 1048 el clérigo Raoul le Glabre contará el temor de sus contemporáneos a propósito de una pluviosidad excepcional (Jean Favier en Dictionnaire de la France médiévale, 19933).
El terror al año 1000 no deja de ser otro mito. En 1999, un gran modisto también predijo el fin del mundo para el 2000 y nadie le tildó de oscurantista del XX.
Un error común es intentar explicar o analizar hechos pasados con la mentalidad y actitud actuales. Las estructuras sicológicas medievales no tenían nada que ver con las nuestras.
Lograr la salvación para evitar la condenación eterna era sin duda la meta MÁS IMPORTANTE de la vida de cualquier persona, más que la propia vida.
Todos vivían con relación al cielo y al infierno, y la vida terrenal era un accidente transitorio de poca valía. La Iglesia transmitía la palabra divina y era la salvaguardia del dogma. Nadie (excepto los herejes) pretende discutir los artículos del credo. Las demás religiones son erróneas y esto era algo aceptado, sin dudas, por todos.
Así el Renan anticlerical, en sus Souvenirs d'enfance et de jeunese (recuerdos de infancia y juventud) lamenta tanta seguridad y comenta: "un peso colosal de estupidez ha aplastado el espíritu humano. La espantosa aventura de la Edad Media, está interrupción de mil años en la historia de la civilización, procede menos de los bárbaros que del espíritu dogmático de las masas".
¿Dogmatismo? Si, la Edad Media es dogmática (dogma, del griego = creencia) no tiene nada de peyorativo. La libertad de conciencia es una noción desconocida e ininteligible. Si la verdad no se divide, la libertad religiosa es incomprensible. Y toda Europa occidental comparte, masivamente, esta certeza. Son con estas bases y elementos con los que hay que analizar las Cruzadas.
RESPUESTA A LA EXPANSIÓN DEL ISLAM.
Los que tenemos cierta edad aún recordamos como los libros escolares trataban con cierta imagen favorable las Cruzadas. En la versión católica, era la epopeya de la salvaguarda de los Santos Lugares. En la versión republicana (y colonial) se hicieron para erradicar la cultura francesa más allá de los mares.
Entre los cristianos, el tema roza con el arrepentimiento. Entre los humanistas se consideran como una agresión perpetrada por violentos y codiciosos occidentales contra un tolerante y refinado islam. Se sustituye una Leyenda Negra por una Dorada.
Antes de nada una precisión, el término "cruzada" es posterior a las primeras Cruzadas, surge sobre el XIII. En realidad los cruzados hablaban de peregrinación, de tránsito, de viaje a ultramar, etc. porque el primer objetivo de la cruzada es religioso. seguir los mismos pasos de Cristo.
Tras la conversión (IV) de Constantino se dan a conocer los lugares donde ha vivido Jesús. Viajar a Tierra Santa equivale a obtener el perdón de los pecados, Belén, Nazareth y Jerusalén pasan a convertirse en metas de peregrinación (son tierras y costumbres cristianas anteriores a que exista el islam).
Los árabes extienden militarmente su fe y toman Jerusalén en 638. Se tolera a los cristianos de Palestina pero se les reduce a la condición de dhimmi (pueden practicar su culto pero pagando impuestos especiales: dyzya) y se les prohíbe construir nuevas iglesias o enseñar su fe, es una "tolerante" condena a desaparecer a medio plazo).
Las peregrinaciones se toleran pagando tributos, especialmente para acceder al Santo Sepulcro.
En el 800, los califas abasíes (capital en Bagdad) incluso conceden a Carlomagno la tutela moral sobre los Santos Lugares, las peregrinaciones se incrementan entre el IX y X.
Es a inicios del XI cuando se tensa la cuerda al obligar a los cristianos de la administración del califa a convertirse al islam.
En 1009 el califa Al-Hakim inicia la "tolerancia" de la persecución y manda destruir el Santo Sepulcro. Los peregrinos son agredidos, crucificados, etc. Para empeorar las cosas por Palestina se extiende una nueva invasión: los turcos y en 1078 los selúcidas se apoderan de Jerusalén. A partir de esta fecha las peregrinos se juegan, literalmente, la vida y quedan interrumpidas.
Para un cristiano de la Edad Media peregrinar era algo habitual. A unas leguas de su casa, a un santuario con reliquias, más lejos cuando requiere una penitencia especial, muy lejos para una excepcional. El no poder orar en la tumba de Cristo no es soportable.
La Cruzada responde a una exigencia práctica y moral: liberar los Santos Lugares.
En el VII los musulmanes han ocupado militarmente Palestina y Siria, en el VIII han aniquilado la cristiandad del Norte de África, luego invaden España y Portugal. En el IX conquistan Sicilia. Constantinopla es hostigada continuamente pero aguanta a los turcos.
Pese al cisma de 1054, pese a las diferencias teológicas, nunca se han cortado los puentes entre Bizancio y Roma.
En 1073 el emperador Miguel VII pide ayuda al Papa Gregorio VII, llamamiento reiterado en 1095 por Alejo I a Urbano II.
La Cruzada es una respuesta inevitable a la expansión militar continua del islam y el hostigamiento incesante a los cristianos, una réplica a la implantanción de los árabes y turcos en regiones y ciudades cuna del cristianismo desde muchos siglos antes. Regiones en la que los fieles de Cristo son perseguidos.
En España la reconquista se inicia sobre 1030. Toledo es reconquistada en 1085, pero al año siguiente los almorávides marroquíes lanzan una nueva ofensiva.
En respuesta al llamamiento papal de Urbano II caballeros franceses prestan auxilio a los ejércitos de Aragón, Castilla y Portugal.
En 1095 numerosos participantes provenzales o de Languedoc ya habían luchado en España. En Sicilia los normandos desembarcan en 1040 expulsando a los árabes tras más de 30 años de tolerantes enfrentamientos.
Para Occidente el XI es un momento clave. Las invasiones han sido frenadas, nuevos pueblos son convertidos a la fe de Cristo (húngaros). La conquista de Inglaterra (1066) acerca la isla al continente. Los nacimientos se multiplican, las ciudades se expanden. La Iglesia se ve empujada por la reforma gregoriana y Europa se cubre de monasterios (40.000 fundaciones entre el IX y XII).
Económicamente, hay circulación de moneda, el comercio se reactiva y se acrecienta la riqueza. Occidente se siente fuerte y es en estos momentos cuando los pueblos se vuelven audaces.
LA PRIMERA CRUZADA UN ARREBATO DE FE
Urbano II prosigue la reforma iniciada por Gregorio VII, con ese fin en 1095 efectúa una gira por Francia. En Clermont durante un concilio regional predica ante obispos y abades y hace un llamamiento a la cristiandad: "los turcos extienden su dominio continuamente. Muchos cristianos son abatidos por sus golpes o reducidos a esclavitud, destruyen las iglesias, asolan el reino de Dios". Exhorta a socorrer a los cristianos de ultramar y expulsar esas creencias nefastas.
El Papa se ha dirigido a los nobles y caballeros, gentes de guerra capaces de emprender la expedición. Pero los predicadores extienden la llamada en la ciudad y el campo, el pueblo les oye. A inicios de 1096 se inicia con fervor. Hay testimonios de PUEBLOS ENTEROS que emprenden la ruta de Oriente, es una Cruzada popular con gente humilde de Normandía, Picardía, Lorena, Auvernia, Languedoc, Provenza, etc. y guiada por jefes improvisados. Vienen del norte, de todos lados y se reúnen en Macedonia. El 1 de agosto están en Constantinopla. Es una marea humana humilde, mal pertrechada y escasa de conocimientos militares que será masacrada por los turcos que detiene su avance hasta la llegada de la cruzada de los barones.
En Europa se han formado cuatro ejércitos ¿Cómo han sido reclutados? nadie lo sabe con exactitud. La expedición de 1096 procede de una iniciativa pontificia. En el XI la situación del papado es inestable y por disputas sobre nombramientos de obispos y abades hace que la cruzada no se predique en Italia ni Alemania.
Pero en 1097 hay unos 30.000 hombres en Constantinopla, hablan diversos idiomas, pero al ser mayoría de franceses se les denomina, a todos, francos.
Consiguen apoderarse de Nicea y Antioquía, luego sitian Jerusalén que un año antes había sido arrebatada a los turcos por los egipcios. Finalmente es tomada y la represión es elevada pero no tanto como esas cifras que han ido aumentado con cada siglo de propaganda superando, por mucho, la población real de la ciudad.
La Leyenda Negra aprovecha para presentarla como la prueba del salvajismo cruzado. Pero los francos se han portado siguiendo el estandar y norma militar de la época en el trato al enemigo (el 10 de agosto de 1096 más de 12.000 personas de la "cruzada popular" fueron rematados por los turcos, pasando los árabes a espada hasta el último combatiente de la guarnición cristiana de la fortaleza del Puente de Hierro. Poco después repitieron el procedimiento con una pequeña ciudad que había negociado con los cruzados. Cuando los egipcios, un año antes, se apoderaron de Jerusalén hicieron lo propio con los turcos que defendían la ciudad, etc.) pero ya sabemos que la Leyenda Negra tiene unas intenciones y sentimientos muy "selectivos".
Evidentemente los cruzados matan, saquean, siguen las costumbres (de los ejércitos de ambos lados, nada inusual para su época).
Pero la realidad es que el cruzado arriesgaba sus bienes y vida no solo en la batalla, sino durante el mismo viaje. Muchos se arruinaron, se endeudaron o tuvieron que vender sus posesiones para poder ir.
Según Jacques Heers "está probado que el afán de lucro y las especulaciones mercantiles no estuvieron, con toda certeza, en el origen de la cruzada" (Jacques Heers en Le sens des croissades, 1995).
No fue la sed de bienes materiales o enriquecimiento lo que empujó a los cruzados, fue la devoción. La empresa suponía la ruptura total con las propias costumbres, renuncia al universo familiar. "Dios lo quiere" exclamaban, es un grito de fe.
Según Jean Richard: "la cruzada fue para innumerables cristianos la ocasión de vivir su fe, no en la facilidad, sino con la prueba del sufrimiento y la muerte". (Jean Richard en L'esprit de la croisade, 1969).
Los primeros cruzados eran penitentes cuya motivación inicial era de orden espiritual. Lo temporal ocupaba un segundo plano.
LAS OCHO CRUZADAS. BUENA SIMIENTE Y CIZAÑA
Tras la toma de Jerusalén se instituye un reino latino dirigido por Godofredo de Bouillon con el título de Procurador Judicial del Santo Sepulcro. En 1100 tras su muerte le sustituye su hermano Balduino. Se constituyen otros estados cristianos: Antioquía, condado de Edesa, condado de Trípoli, pero estas fundaciones no figuraban en el plan original del Papa.
Todas las cruzadas posteriores tiene como única finalidad reforzar y/o socorrer estos estados latinos de ultramar. Evidentemente, como analiza Jacques Heers "el acto de fe que fue el principal resorte de las cruzadas: el deseo de afianzar la seguridad de las peregrinaciones al Santo Sepulcro, estuvo en el origen de estos compromisos, pero con el tiempo se impusieron otras preocupaciones, ambiciones que conllevaron desviaciones".
Tras el impulso místico se impone la práctica de la lógica política y militar. Por eso el término de cruzada es engañoso al cubrir acontecimientos durante casi 2 siglos.
(1095-1270).
Tras la toma de Jerusalén, caballeros o pobres, los pregrinos vuelven masivamente a Europa. Los establecimientos de ultramar NO son COLONIAS de repoblación, los francos permanecen pero estarán aislados. Para proteger las peregrinaciones y cubrir la falta de efectivos se crean las órdenes de monjes-soldados: los Hospitalarios (1113) y Templarios (1118).
Edessa es tomada por los musulmanes sirios en 1144.
Presidida por San Bernardo de Claraval, la segunda cruzada es dirigida, 1147, por el emperador Conrado III y el rey Luis VII cuyos desacuerdos consolidan el fracaso.
En 1187, el sultán Saladino tras conquistar Siria, Egipto, Irak, y Asia Menor retoma Jerusalén y gran parte de los territorios de ultramar francos lo que origina la Tercera cruzada.
Dirigida por el emperador Federico Barbarroja, el rey francés Felipe Augusto y el de Inglaterra Ricardo Corazón de León, aunque unidos en Oriente eran rivales en Occidente. No consiguen tomar Jerusalén pero sí que se reanuden las peregrinaciones.
Habrá más cruzadas, en 1270 la octava en Tunicia acaba de forma desastrosa y San Luis muere allí. En 1292 la pérdida de la fortaleza estratégica de Acre finaliza el establecimiento en ultramar.
INTOLERANCIA COMPARTIDA
Las cruzadas causaron una gran confrontación entre Oriente y Occidente, no sólo militar. Los dos siglos de presencia franca comprenden, también, períodos de paz y coexistencia entre cristianos y musulmanes.
Hogaño el multiculturalismo imperante lo quiere elevar al mito del encuentro de civilizaciones.
Entonces Oriente aventajaba a Occidente en algunos campos como astronomía o matemáticas, los cruzados descubrieron allí la naranja y el limón ¿es suficiente esto para describir a los europeos como gente siempre grosera y brutal ante unos orientales delicados y pacíficos?
La crónica de Ibn Dyubayr, musulmán que peregrina a La Meca: "sobre su territorio, los cristianos hacen pagar a los musulmanes una tasa que se aplica con total buena fe. Los mercaderes cristianos, a su vez, pagan en territorio musulmán"
En ningún lugar de Oriente se ve tolerancia tal como la entendemos hoy. Según Laurent Theis (Le Point, 16 agosto 2002): "ya no creemos hoy en día, a pesar de ciertos relatos edificatnes, que se haya producido un verdadero intercambio cultural entre cristianos y musulmanes, en el XII, en el Próximo Oriente".
Además las cruzadas no han constituido un enfrentamiento entre bloque y bloque. Los cristianos, al igual que los musulmanes, estaban divididos: han combatido cristianos contra cristianos, musulmanes contra otros musulmanes (egipcios, selúcidas, etc.). Tribus musulmanes aliadas con cruzados y algunos cristianos orientales al servicio de príncipes musulmanes.
Pero es incuestionable que las cruzadas son una respuesta al acoso del islam, la expansión musulmana NUNCA fue delicada.
Se presenta a Saladino como un soberano liberal. Ciertamente era un hombre inteligente y un adversario caballeroso (Dante le rinde homenaje en la Divina Comedia), hasta era relativamente tolerante y detuvo a los fanáticos que quisieron derribar el Santo Sepulcro. Pero practicó sin escrúpulos la yihad, no sólo en su sentido árabe borrando su sentido común de "guerra santa".
Según Cécile Morrisson (Les croissades, 2001) "la yihad no desemboca como la cruzada en la intolerancia de derecho, sino directamente en la intolerancia de hecho".
Veamos como describe la toma de Jerusalén Imad ad-Din, secretario de Saladino: "íbamos hacia la Jerusalén rebelde para someterla: para acallar el ruido de las campanas cristianas y hacer resonar la llamada islámica a la oración, para que las manos de la fe expulsaran a los infieles, para purificarla de las suciedades de su raza, de las inmundicias de esta humanidad inferior, para reducir su espíritu al silencio dejando mudos sus campanarios". Si bien se respeta la vida del rey de Jerusalén: Guy de Lusignan no corren la misma suerte los hospitalarios y templarios que son exterminados, incluyendo las tropas turcas aliadas de los francos. Los cautivos cristianos que no pueden pagar el rescate son sometidos al tolerante estado de esclavitud excepto que escojan la conversión o la muerte.
Pese a que algunos historiadores sigan la moda "orientalista" y digan que: "aunque separados por la religión, los bizantinos se sienten más próximos a los musulmanes que a los occidentales" los hechos les contradicen. La realidad es a la inversa, los bizantinos quedan fascinados (en el plano religioso) por la concepción teocrática del poder musulmán, pero tras la conquista de Siria por los árabes en 636 militarmente Bizancio se opone y resiste a los musulmanes quienes ya en el XII siguen considerando a los cruzados, no como un elemento nuevo, sino como la prolongación de la guerra con Bizancio por lo que llaman a los cruzados como rûm (bizantinos).
En 1453 cae Constantinopla bajo los turcos. Mohamed II dedica la basílica de Santa Sofía al culto musulmán (luego será museo).
En 1526 la victoria de Moács dará Hungría a Solimán.
En 1529 los otomanos llegan a Viena a la que asedian.
No es hasta 1571 en que la batalla naval de Lepanto logra frenar su expansión continua. Luego en 1638 serán nuevamente frenados, otra vez en Viena.
Durante cuatro siglos Europa central y balcánica vive bajo amenaza de la "tolerancia" turca. No es recordar fantasmas cruzados, son los HECHOS.
Según René Grousset: "hacia 1090 el islam turco, habiendo expulsado casi totalmente a los bizantinos de Asia se prepara para mostrar su tolerancia en Europa. Diez años más tarde no sólo Constantinopla se verá liberada y la mitad de Asia Menor devuelta al helenismo sino que hasta Siria y Palestina serán estados francos.
La catástrofe de 1453 que era inminente en 1090 se retrasó tres siglos y medio.
El balance de las cruzadas es ese lapsus de 350 años que se les da a los cristianos de Oriente". (René Grousset en L'epopée des croisades, 1995).
Será en 1983 cuando el novelista libanés Amin Maalouf acuse a las cruzadas de haber provocado una fisura irremediable entre dos mundos.
¿Las cruzadas una violación? No se sirve a la paz en el mundo cuando se enarbola esta expresión. Pues siempre será posible replicar que fueron los musulmanes quienes invadieron tierras cristianas y los primeros en violar. Todo el Norte de África, Oriente Próximo, etc. eran cristianos varios siglos antes de aparecer el islam. El cristianismo ganó esas tierras con predicación, sacrificio y ejemplo el islam militarmente y por la fuerza ¿violación? sí, pero ¿de quién?
Tampoco se sirve a la paz civil al hacer esas afirmaciones. Unos "documentos "pedagógicos" editados por la Biblioteca Nacional de Francia, proponen este ejercicio para las clases de segundo (similar a 4º de ESO española): A través del conjunto de estos documentos, demuestra en qué representa la yihad una respuesta de los musulmanes a la violencia de las cruzadas y por qué es para ellos un deber religioso" (BnF - Action pédagogique)
Cuando las sociedades europeas se ven confrontadas con la inédita situación de la presencia de fuertes minorías musulmanas en el seno de sus poblaciones, es peligroso enseñar así el pasado, abriendo al islam unos derechos y un crédito que se deben a las víctimas. Es también practicar la amnesia histórica o historia (más bien propaganda) selectiva.
En la Edad Media, la práctica totalidad del pueblo francés era cristiano ¿qué delito es?
Tienes razón, ahora ando mal de tiempo, investigaré haber si encuentro la fuente original (puede ser un error mío de transcripción) o referirse a otro hecho.
Cuando pueda lo miro.
Para mí empieza tres siglos antes en Covadonga.
Balduino IV, el rey «cara cerdo» y «maldito» que humilló a un ejército musulmán con 500 cruzados.
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Balduino IV venció a Saladino gracias a una carga de caballería - Laura Albor Escaño (Infografía interactiva, en el interior del texto.
Recordado como uno de los grandes adalides de la cristiandad en Tierra Santa, este monarca murió a los 24 años por culpa de la lepra, una enfermedad que sufría desde su infancia.
Fue educado desde su infancia para ser rey y suceder a su padre como soberano de Jerusalén -la ciudad de mayor importancia para los cruzados en Tierra Santa en el siglo XII-. Sin embargo, Balduino IV no pudo poner en práctica durante mucho tiempo las lecciones que sus maestros tan sabiamente le habían impartido. Y es que, murió con apenas 24 años aquejado de lepra, una enfermedad que -por aquel entonces- era considerada una maldición divina que caía sobre los pecadores que habían ofendido a los cielos. Con todo, y a pesar de que solo pudo sentar sus reales posaderas en el trono durante 10 años, tuvo la oportunidad de librar grandes batallas en las que su mano llena de llagas empuñó la espada contra los musulmanes. La más famosa fue la de Montgisard, en la que -con apenas medio millar de jinetes y unos pocos miles de infantes- hizo huir al gigantesco ejército del sultán Saladino, formado por unos 30.000 hombres.
Esta victoria no le sirvió para librarse de la lepra ni de su apodo más conocido: el de «rey cerdo». Un mote que había sido extendido después de que su enfermedad le hiciese perder los dedos de los pies y las manos, le deformase la cara y se «comiese» su nariz. Para entonces, además, su cuerpo era incapaz de sentir el dolor provocado por un corte o el contacto con el fuego, un síntoma clásico de su particular maldición.
Con todo, fue un soberano sumamente querido por sus súbditos e, incluso, por el enemigo. Así queda claro cuando se leen los escritos árabes de la época: «A pesar de la enfermedad, los francos [los musulmanes llamaban a todos los cruzados francos] le eran fieles, le daban ánimos y contentos como estaban de tenerle como soberano trataban por todos los medios de mantenerle en el trono, sin prestar atención a su lepra». Estos primeros días de abril, durante el 735 aniversario de la toma de Acre (la última gran ciudad cruzada en caer en Tierra Santa) queremos recordarle como el gran líder que era.
En la Edad Media la enfermedad que padecía Balduino IV era considerada una maldición enviada por Dios para castigar a los pecadores. Así queda claro en la misma Biblia, donde son múltiples los ejemplos en los que el Señor escarmienta a algún ser humano enviándole lepra. Uno de ellos fue Uzias, a quien se define en el libro sagrado como descendiente de Salomón. «Tuvo ira contra los Sacerdotes y le brotó la lepra en su frente, y al mirarlo el sumo Sacerdote vio la lepra en su frente, y así el rey Uzias fue leproso hasta su muerte. Lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales pero fuera de ellos porque dijeron: 'leproso es'», señala el libro sagrado.
No obstante, estas venganzas divinas suelen aparecer en el Antiguo Testamento. En el caso del Nuevo Testamento, por el contrario, esta dolencia sirve como excusa para justificar los milagros de Jesús, a quien se le atribuye la capacidad de «limpiar» (literalmente) a varios afectados.
Pero... ¿Hasta qué punto la lepra era considerada una aberrante maldición? La respuesta la ofrece la historiadora experta en la rama de salud Diana Obregón Torres, quien explica pormenorizadamente en su obra « Batallas contra la lepra: estado, medicina y ciencia en Colombia» el estigma que suponía para todo aquel que la padecía. «La lepra era una enfermedad tanto del alma como del cuerpo. Algunos padres de la Iglesia relacionaban pecados específicos con enfermedades específicas. La lepra se asociaba con la envidia, hipocresía, lujuria, malicia, orgullo, simonía y calumnia, entre otros vicios», explica la experta. A su vez, la lepra era sinónimo de inmoralidad, decadencia ética general y símbolo genuino de la maldad.
Al considerar que habían sido malditos (además de porque se creía que era una enfermedad sumamente contagiosa) aquellos que padecían lepra durante la Edad Media eran expulsados de sus hogares y obligados a vivir lejos de los núcleos urbanos. Con todo, hasta llegar a ese punto había que pasar por varias fases. La primera, como bien señala el doctor Enrique Soto Pérez de Celis en su dossier « La lepra en la Europa Medieval», era estar seguro que de que el paciente padecía esta dolencia.
Esta decisión podía ser tomada por el médico de la región, por el sacerdote y hasta por el barbero. Usualmente, todos se basaban en un síntoma tan claro como era «la destrucción masiva de la cara del paciente», en palabras del experto. Al menos al principio pues, con el paso de los años, una denuncia absurda podía llegar a costar el ingreso en una leprosería o el destierro a una persona inocente. Una vez que el experto confirmaba que el paciente sufría lepra, el sacerdote del pueblo hacía participar al afectado en un oficio similar a los que se celebraban durante un funeral. Algo que no era de extrañar, pues se consideraba que el leproso era ya un muerto en vida al que solo le quedaba esperar pacientemente a que llegase su verdadero paso al otro mundo.
«El sacerdote iba a su casa y lo llevaba a la iglesia entonando cánticos religiosos. Una vez en el templo, el sujeto se confesaba por última vez y se recostaba, como si estuviera muerto, sobre una sábana negra a escuchar misa. Terminada la homilía, se le llevaba a la puerta de la iglesia, donde el sacerdote hacía una pausa para señalar “Ahora mueres para el mundo, pero renaces para Dios”», explica el experto. Luego se llevaba al leproso a las afueras de la ciudad, donde se le daba una capucha negra, unas castañuelas para que avisara de su presencia al resto de los habitantes de la región, y se le obligaba a vivir alejado de la civilización.
Además de todo ello, los leprosos tenían una larga lista de prohibiciones para, según las autoridades, evitar la propagación de la enfermedad. «Se le prohibía la entrada a iglesias, mercados, molinos o cualquier reunión de personas; lavar sus manos o su ropa en cualquier arroyo; salir de su casa sin usar su traje de leproso; tocar con las manos las cosas que quisiera comprar; entrar en tabernas en busca de vino; tener relaciones sexuales excepto con su propia esposa; conversar con personas en los caminos a menos que se encontrara alejado de ellas; tocar las cuerdas y postes de los puentes a menos que se colocara unos guantes; acercarse a los niños y jóvenes; beber en cualquier compañía que no fuera aquella de los leprosos y caminar en la misma dirección que el viento por los caminos», añade el experto. Posteriormente, con el nacimiento de las leproserías, se obligaba también a los enfermos a permanecer en uno de estos edificios hasta la muerte.
El futuro rey leproso, o rey maldito, nació allá por 1161. Su padre fue Amalarico I de Jerusalén, más conocido por enfrentarse a sangre y fuego contra Nur al-Din -uno de los líderes musulmanes más destacados del siglo XII en Tierra Santa- por el control de Egipto. Su madre fue Inés de Courtenay, esposa y, a la vez, pariente lejana de Amalarico (un hecho que hizo que tuvieran que separarse, pues la ley de la época no permitía a un hombre ascender al trono si estaba casado con un pariente).
A pesar de que la separación de sus padres podría haberle dejado fuera de la carrera por el trono, a Balduino se le reconoció rápidamente su derecho a gobernar. Por ello, desde pequeño fue educado por Guillermo de Tiro para ser rey. Este, en sus memorias, afirmó que el pequeño sentía gran interés por la historia y por las letras. A su vez (y tal y como afirma el historiador M. Michaud en su obra « Historia de las cruzadas») «amaba la gloria, la verdad y la justicia». Por su parte, el investigador germano experto en las cruzadas Hans Eberhard Mayer dijo de él que poseía una gran perseverancia, paciencia y sentía gran amor hacia sus caballos.
Todo era felicidad en la vida de Balduino hasta que, con 9 años, su tutor se percató de que el futuro rey no sentía dolor, un síntoma de que podía padecer lepra. Así lo de dejó explicado en su diario, recogido por Ángel Luis Guerrero Peral en su obra « Manifestaciones neurológicas de la lepra del rey Balduino IV de Jerusalén»: «Mientras jugaba con otros niños nobles, y mientras entre ellos se pellizcaban en manos y brazos como suelen hacer a menudo cuando juegan, los otros gritaban cuando eran heridos, mientras que Balduino lo soportaba con gran paciencia y sin muestras de dolor, como alguien acostumbrado a este, pese a que sus amigos no respetaban especialmente su condición principesca en juegos». En ese momento Guillermo de Tiro supo que, aunque no fuera totalmente seguro, era muy probable que el pequeño acabase siendo un leproso.
Algo que, por cierto, extraña a día de hoy mucho a Guerrero Peral (especializado en neurología). Y es que, este experto afirma que -tras examinar las biografías de Amalarico y su esposa- no hay constancia de que ninguno de ellos padeciese esta enfermedad. Por ello, supone que se contagió de ella por culpa de alguien. «No hay evidencia alguna de que Amalarico, Agnes o María Comnena, la segunda esposa de Amalarico, padeciesen lepra. Posiblemente Balduino contrajo la enfermedad en sus primeros años de vida de algún sirviente de la corte; en cualquier caso, ya en el siglo XXI la mitad de los pacientes de lepra no cuenta con una historia clara de exposición a la enfermedad», completa.
Independientemente de la causa, lo cierto es que -tanto los doctores de la corte como el propio Tiro- esperaron hasta que examinaron varias veces al pequeño antes de poner sobre aviso al reino, pues sabían el estigma social que conllevaría a todo un príncipe de Jerusalén aquella maldición. Esto es lo que escribió el tutor tras una de estas exploraciones: «Percibí que la mitad de su mano y brazo estaban muertas, de forma que no podía sentir en absoluto el pinchazo, o ni siquiera si era mordido». Tras llevar hasta la corte a varios médicos musulmanes para corroborar el diagnóstico, y después de que pasaran varios años, se confirmaron los peores temores de Amalarico: el futuro rey era un leproso. La dolencia se confirmó, todavía más, cuando Balduino ascendió hasta el trono a la edad de 13 años tras la muerte de su padre.
El año 1177 sería toda una prueba de valía para el rey leproso. Y es que, fue entonces cuando Saladino (el sultán de una cantidad incontable de regiones como Siria, Palestina, Yemen, Libia y otras tantas más) armó un gigantesco ejército de entre 26.000 y 30.000 musulmanes con los que invadir Jerusalén -entonces bajo dominio cruzado-. Por suerte para el «rey cerdo», los cristianos habían organizado ya un contingente que contaba con tropas de Bizancio y caballeros recién llegados de Europa con el que pensaban conquistar El Cairo.
Esto permitió al soberano reaccionar rápidamente a las amenazas de Saladino. «Balduino se enteró de los planes del musulmán y decidió ir personalmente en su búsqueda. Fue así como [...] comandó a varios miles de infantes y 375 caballeros [según otras fuentes, 500] en marcha fuera de Jerusalén», explica el medievalista Michael Rank en su libro « Las cruzadas y los soldados de la cruz». Junto a ellos partió el obispo de Belén, quien portaba consigo la Vera Cruz. Una reliquia que, según se decía, estaba elaborada con los restos de la cruz en la que pasó sus últimos momentos de vida Jesucristo.
Balduino decidió dirigir a todo este contingente hasta Ascalón -una fortaleza ubicada a 74 kilómetros de Jerusalén- para defenderse allí de Saladino. El rey partió, a pesar de su debilidad, como un caballero más, dirigiendo a sus tropas y lanzándol arengas a pesar de que la lepra le acosaba. Por su parte, los caballeros templarios de la zona decidieron tomar también las armas para unirse al contingente cruzado. No obstante, los «Pobres caballeros de Cristo» se vieron obligados finalmente a retrasar su llegada a Ascalón después de que los soldados de la media luna les sitiaron en Gaza.
Cuando el «rey cerdo» llegó hasta el castillo de Ascalón, por tanto, se encontró con que -para su desgracia- los poderosos caballeros templarios no habían acudido en su ayuda. Así pues, prefirió refigurarse tras las murallas que lanzarse de bruces contra el inmenso ejército musulmán. La situación se puso de cara para el sultán, que -con el contingente cristiano resguardado en el castillo y el paso franco hasta la ciudad santa- ordenó a sus hombres dirigirse hacia Jerusalén para conquistarla. Su última decisión fue dejar un pequeño contingente para evitar que el leproso escapase.
«Saladino creyó que Balduino estaba atrapado en Ascalón y que, incluso si los cruzados lograban huir, sus fuerzas eran demasiado reducidas como para representar una amenaza a su ejército. A consecuencia de ello, Saladino permitió a sus tropas dispersarse a medida que se dirigían lentamente hacia Jerusalén. Avanzó despreocupadamente, deteniéndose en ciertas ocasiones para saquear villas a su paso, como Ramla, Lydda y la costa en dirección sur y formando un trayecto en círculo de regreso para interceptar el paso de Saladino», explica Rank.
La lógica de Saladino era innegable, pero lo que el musulmán no conocía era el arrojo de Balduino. Y es que, a pesar de no poder tenerse en pie por la lepra, el rey escapó con su ejército del bloqueo musulmán de Ascalón y dirigió a sus huestes tras la retaguardia de los hombres de la media luna. Su objetivo no era otro que atacar al gigantesco contingente enemigo cuando estuviese desprevenido y causar el desconcierto entre sus combatientes.
La idea no era mala, y aún fue considerada mejor cuando un centenar de caballeros templarios se unieron al ejército de Balduino después de haber logrado burlar a los enemigos ubicados en las fuerzas de Gaza. «Este pequeño grupo de caballeros tenía un poder formidable. Iban bien acorazados y eran expertos en el uso de sus armas», explica el divulgador histórico Martin J Dougherty en su dossier «Montgisard» (ubicado en la obra coral «Batallas de las cruzadas»). Con más tropas y una energía renovada, los cristianos partieron decididos a arrasar a los musulmanes y evitar la conquista de Jerusalén.
A finales de noviembre, el ejército cruzado dio alcance a las tropas de Saladino a la altura del castillo de Montgisard (cerca de Ramala). La situación no podía ser mejor para los cruzados pues, motivados por el sultán, las tropas musulmanas se habían diseminado a lo largo de kilómetros para saquear todo aquello que pudieran a los principales pueblos católicos. Cuando se percató de que Balduino estaba a su espalda, el árabe trató de reunir a sus combatientes y formar con ellos una línea de batalla aceptable. Pero ya era demasiado tarde y solo pudo lograr que sus combatientes crearan un desigual frente en el que reinaba la descoordinación.
Además, el ejército de la media luna estaba totalmente agotado por haber aprovechado hasta la última brizna de energía en robar. «La mayoría de los soldados de Saladino estaban cansados a consecuencia de la marcha desde Egipto y los posteriores saqueos, lo que los dejaba muy mal parados para luchar contra los cruzados», determina Rank. El día 25, los cristianos formaron filas para atacar a sus enemigos de la mejor forma que sabían: lanzándose de bruces con sus caballeros totalmente acorazados (al modo europeo) contra la formación contraria hasta que esta huyera. En sus filas se sumaban entre 375 y 500 jinetes, 80 templarios y varios miles de infantes. Por su parte, Saladino tenía desperdigado a su gran ejército de entre 26.000 y 30.000 combatientes.
En las cercanías de Montgisar, y bajo el sol abrasador de Tierra Santa, Balduino hizo los preparativos para lanzarse sobre los musulmanes mientras estos todavía trataban desesperadamente de organizarse. Apenas podía tenerse en pie por lo avanzada que estaba su enfermedad, pero sabía que su mera presencia inspiraba a los cristianos. Por ello, hizo un esfuerzo para postrarse sobre la Vera Cruz y rezó para que Dios le ayudase a expulsar de aquellas tierras sagradas a los enemigos más odiados de los cruzados. Acabado el rezo y -según Dougherty- con cierto temor ante la visión de un contingente tan grande como el comandado por el sultán, el rey maldito dio la orden de atacar. Así fue como el medio millar de jinetes que portaban sobre su armadura la cruz de Cristo se lanzaron a voz en grito contra los invasores.
La primera carga fue devastadora, pues las lanzas de caballería aplastaron las primeras líneas de la formación enemiga. Además, fue más efectiva todavía gracias a que Saladino no pudo recurrir a una táctica habitual entre los generales musulmanes. «Una razón por la cual los cruzados muchas veces fracasaban cuando arremetían contra las fuerzas enemigas era la inteligente forma en que maniobraban estas últimas, de modo que los cruzados se encontraban con un espacio vacío en su embestida. A continuación, cuando los caballeros salían en persecución de sus objetivos, que se batían en retirada, se acercaban otras unidades y les disparaban una lluvia de flechas para luego acabar con los agotados supervivientes en un asalto final cuerpo a cuerpo», añade el anglosajón. En este caso, sin embargo, no pudieron más que tratar de resistir la embestida de los jinetes de la cruz. Fue una masacre.
Mientras la carga se sucedía, Balduino rompió los esquemas de todos sus combatientes al no apartarse de la lucha. Por el contrario, prefirió ponerse unos gruesos guantes sobre sus manos llenas de llagas y, al poco, lanzarse también a la carga. Renovados por el ímpetu del monarca de Jerusalén, los caballeros siguieron combatiendo con gran valor hasta que, como si sus lanzas hubiesen sido bendecidas por el mismísimo Dios, atravesaron la formación enemiga. Según cuentan las crónicas, Saladino vio tan mal la situación que huyó a lomos de su camello. Al parecer estuvo a punto de ser asesinado por los cristianos, pero logró huir gracias a la intervención de su guardia personal.
«La victoria de Balduino fue total. Su ejército capturó a la mayor parte de sus fuerzas, incluido a su guardaespaldas mameluco , y mató a su sobrino, Taqi al-Din. Solo el 10 por ciento de las fuerzas de Saladino regresó a Egipto después de la aplastante derrota. Por el lado de Balduino, los registros señalan que murieron alrededor de 1.100 hombres y 750 resultaron heridos», explica Rank. Aquella fue la gran victoria del rey. Una de las últimas, pues la lepra terminó con su vida allá por 1185.
https://www.abc.es/historia/abci-bal...3_noticia.html
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