...En realidad, el nacimiento del Partido Integrista no parecía reflejar un éxito sino una decadencia…
Es sintomático que, en 1889, elementos adictos le ofrecieran subvencionarla o suscribirse a varios centenares de números para mantenerla. No es menos sintomático quizá que, en la diócesis de Salamanca, instados los sacerdotes a adherirse al nuevo Partido Integrista, sólo «treinta y tantos» entre «más de trescientos» lo hicieran, en el otoño de 1888.
Tras las elecciones de 1890, ‘La Tradición Navarra’ reconocía de sus propios colegas que «es el partido íntegramente católico tan sumamente reducido, que a duras penas y por la casualidad que por propias fuerzas (no nos duelen prendas) ha logrado sacar triunfante un diputado en toda España.
En definitiva, según un dictamen arzobispal de 1894, el Partido Integrista se había ido aislando cada vez más hasta perder por completo si no el tesón y el espíritu de batalla, la importancia como grupo y la influencia decisiva que alguna vez ejerció... Su influencia en la política se reduce a la que éste [Nocedal] personalmente pueda ejercer; tiene contados elementos en las masas populares, muy pocos en las clases ricas, escasos en las letras y ninguno en el ejército». Y se había enajenado «las simpatías de la mayor parte del Episcopado».
Quedaban, junto a él, otras dos fracciones notables en el tradicionalismo.
De ellas, el carlismo ofrecía «una solución clara, precisa, humana, encarnado en un vástago ilustre de regia estirpe, con un programa bien definido». Era aún, además, «partido numerosísimo, verdaderamente popular y sincera y profundamente cristiano, pujante y vigoroso, acaso el más vigoroso de los partidos españoles, y sin duda alguna el más potente de los partidos católicos. Su núcleo principal estaba en las clases populares, aunque cuenta con muchos partidarios en el Clero, no pocos en la nobleza, bastantes en las clases ricas y algunos en la política, la prensa y las Universidades», además de militares «de inferior graduación, quizás por lo mismo que tiene un ejército propio». Pero la única posibilidad de vencer estribaba en la guerra, y «hoy la guerra no se hace a fuerza de valor, sino a fuerza de dinero».
Por último, siempre según aquel escrito de 1894, Alejandro Pidal acaudillaba «la fracción alfonsina ultramontana que constituye la derecha del partido conservador. Escasos son sus partidarios en el pueblo; pero en el Clero no le faltan, en el ejército los tiene muy numerosos, abundantes en las Universidades, y sobre todo en las Academias, en la literatura, el arte y la política. A su lado figuran o han figurado los nombres de más prestigio de las letras católicas españolas, los Fernández Guerra, los Tamayo y Baus, los Selgas, Cañetes, Rubió y Ors, Milá y Fontanals, Laverde Ruiz, los Menéndez Pelayo, los Marqueses de Pidal y de Vadillo, y tantos otros»: «principalmente los hombres de letras, los políticos, los literatos, los poetas, los hombres de más prestigio en Academias y sociedades científicas y literarias…
la política religiosa en españa 1889 -1913 - digital-csic ...
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