Un pamplonés funda la Guardia Cívil. Iruñería en la Virgen del Pilar
Querido lector, hoy celebramos la festividad de la Virgen del Pilar, y por ello de muchas otras cosas. Ella es la roca sobre la que comenzó y que protege la Fé cristiana en toda España y los países hispanos. Por eso todo el resto de celebraciones de hoy son secundarias y derivadas de que ella es patrona de España, de la Hispanidad, Aragón y hasta de Lecumberri, cuyas fiestas eran las últimas que disfrutábamos en nuestros veraneos en Leiza. Además es también la protectora de la Guardia Civil, y esto viene a colación en torno a una "iruñería" que el aitacho escribió explicando que el fundador de la benemérita fue precisamente… un pamplonica, pamplonés o irunsheme, como te cuento a continuación.
HACE 120 AÑOS FUNDO UN PAMPLONESLA GUARDIA CIVIL
En el año de gracia de 1797, Carlos III nombró virrey y capitán general del reino de Navarra a Jerónimo Girón Moctezuma Ahumada y Salcedo, marqués de las Amarillas, regidor perpetuo de las ciudades de Ronda y Marvella, factor en la segunda, Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida orden de Carlos III, comendador de Museros en la de Santiago y...... pongo un etc., etc… porque de estampar todos sus títulos tendría que publicar un número extraordinario.
El susodicho don Jerónimo… etc… etc, con fecha 19 de diciembre de dicho año, hizo saber desde Madrid a la Diputación de Navarra que: “Habiéndose dignado la piedad del soberano” concederle el Virreinato y Capitanía General de Navarra, por salida que de ellos había hecho don Joaquín de Fondesviela y Ondeano, caballero Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, comendador de Huélamos en la de Santiago. Teniente general de los ejércitos de su Majestad… (convendrá arrear a este otro etc., etc., no vaya a ser que me quede sin cinta en la máquina) llegaría al reino de Navarra hacia abril del siguiente año de 1798.
La Diputación del Reino empezó enseguida a tomar las medidas necesarias para el recibimiento, y lo primero que acordó fue nombrar a los señores do Máximo Echalaz, González de Sepúlveda y don Jerónimo López de Ceriain para que saliesen a la frontera de Navarra y Castilla, por la parte de Guipúzcoa, a cumplimentar al señor virrey, pues el viaje de Madrid a Pamplona debía hacerlo por Vitoria y Tolosa.
Al mismo tiempo, se avisó a doña María Manuela de Ezcurdia, de Betelu, previniéndole que tuviera dispuesta su casa para el 26 de ese mes a fin de que en ella se alojara el señor virrey a la llegada a dicha villa. La susodicha, una vez repuesta del apuro en que le metía la diputación, respondió con mucho respeto, que: aunque su casa no estaba decente y equipada como lo estuviera antes de la guerra con Francia, a causa de los estragos del enemigo, sin embargo, se vería honradísima de recibir a tan egregio huésped. Y cuentan crónicas que cumplió a la perfección y con toda dignidad su cometido, como acostumbran hacerlo todas las echecoandres son y han sido en nuestra noble montaña.
También se comunicó a los jurados de Erice que preparasen la casa de Goñi por si el virrey se detenía en el camino, pues se tenía noticia de que la dicha casa era la más aparente del lugar.
Llegó por fin a Pamplona el virrey, y con todas las formalidades del caso se instaló en su palacio, hoy gobierno militar[1], y en él vivió tan feliz y contento en unión de su esposa doña Isabel de las Casas, siendo muy queridos y respetados de todos los pamploneses y de toda Navarra en general.
Así las cosas, resulta que un hijo de los virreyes, guapo y gallardo mozo, por una de esas bromas que urde Cupido, se enamoró de una dama pamplonesa, hija de los condes de Ezpeleta de Beire. Los progenitores de ambos y después de los “dichos” y demás ceremonias precursoras al sacramento, dieron cuenta a las amistades del proyectado enlace. El marqués de las Amarillas lo comunicó a la ciudad de Pamplona en este oficio: “Muy señor mío: tengo la satisfacción de comunicar a V.S. el ajustado casamiento de mi hijo único don Pedro Agustín Girón y las Casas con doña Concepción Ezpeleta y Enrique, hija mayor de los Excmos. Señores condes de Ezpeleta de Beire, y para que no falte circunstancia de satisfacción a este tratado, espero sea de la aprobación de V.S. a quien he creído mi deber notificarlo por la estimación particular que por tantos títulos me merece. Nuestro Señor guarde a V.S. muchos años. Pamplona 20 de febrero de 1802. El marqués de las Amarillas”.
Leída esta notificación en sesión de 23 de febrero, acordó la ciudad, después de consultar antecedentes mil, marchar en corporación a felicitar a los virreyes y a su hijo por el proyectado matrimonio. Y así, el día 25 a las 11 de la mañana, reunidos en cuerpo de ciudad todos los señores regidores, de gran gala, acompañados de clarines, timbales, mazas y ministros de justicia, pasaron al palacio real donde: con toda pompa y ceremonia exteriorizaron al marqués su satisfacción por el enlace de su hijo con una dama pamplonesa de tan conocida nobleza y abolengo. Pasaron luego los regidores a las habitaciones de la virreina, donde el barón de Beorlegui, en nombre de la ciudad, volvió a repetir las enhorabuenas y demás manifestaciones de oficial, al par que sincera satisfacción.
La novia, doña Concepción, era hija de don José de Ezpeleta y Galdeano, Dicastillo y Prado, decimoquinto señor de Beire y San Martín de Unx, y primer conde de Ezpeleta, por gracia del rey Carlos IV.
Esta familia de Ezpeleta era una de las más antiguas del reino de Navarra. Procede del país de Laburdi, hoy dependiente del departamento de los Pirineos Atlánticos, en Francia. Fieles servidores de los monarcas navarros en cuantas empresas guerreras emprendían estos, se veía flotar siempre en primera línea el blanco estandarte de los Ezpeleta, ostentando el león rampante de gules, blasón de su linaje. Los guerreros que seguían este pendón llevaban en la cimera de sus cascos la figura de un perro braco navarro, que les distinguía de los qyue militaban en otras banderas.
En el año 1789, fue nombrado virrey del nuevo reino de Granada , en América, el arriba mencionado don José de Ezpeleta, de quien un escritor de la República de Colombia, al hacer la crítica de los virreyes españoles de aquel país, decía así: “Ezpeleta, hombre de gobierno, avezado ya en el de la Isla de Cuba, , hizo florecer las misiones, que, en su tiempo, llegaron a contar hasta 20.000 indios reducidos; fomentó el hospicio de Bogotá, los organizó y desenredó sus cuentas; hizo enlosar las principales calles de la ciudad; abrió el paseo de la Alameda y creó un cuerpo de policía urbana”.
Siendo capitán general de la Isla de Cuba, casó allá con doña María de la Paz Enrile y Acedo. Por parte de padre era esta señora descendiente de una nobilísima familia genovesa, que llevaba por armas una flor de lis de oro en campo de azur. Un hermano suyo mandaba el navío “Montañés” en la batalla de Trafalgar, y en ella, dando frente al enemigo, halló gloriosa muerte.
El matrimonio Ezpeleta Enrile tuvo la lucida sucesión de diez hijos, cuatro varones y seis hembras, una de las cuales, doña María de la Concepción Donata, es la que casó con el hijo del virrey marqués de las Amarillas y primer duque de Ahumada. Y como suele suceder generalmente en casos tales, Dios bendijo la unión de la feliz y aristocrática pareja enviándoles un cigüeñita llevando en su largo pico un precioso mocé: don Francisco Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada, marqués de las Amarillas, Grande de España, teniente general y senador del reino, más conocido que por todos estos títulos por ser fundador, del cuerpo de la Guardia Civil.
El benemérito instituto de la Guardia Civil, cuya misión es atender a la conservación del orden público, a la protección de las personas en poblado y despoblado contra toda clase de malhechores, a la persecución de los mismos y estar siempre al servicio de las leyes, fue creado en 1844 por los Reales Decretos de 28 de marzo, 12 de abril y finalmente por el de 13 de mayo del mismo año. Es decir, que lleva 120 años de existencia.
El duque de Ahumada siempre tuvo a gala ser Pamplonés, y se cuenta, que en agosto de 1845, asistiendo a una tienta en el cortijo de reses bravas del conde de Guadalete en unión del general Quesada y otros personajes, salieron a la palestra varios aficionados que realizaron muy buenas suertes. Entre ellos figuraban varios jóvenes navarros, de la escolta del Marqués, que suplían su falta de destreza taurina con sobra de temeridad, así es que más se les veía por los aires que fijos en el suelo. Ahumada se reía de estos lances y dirigiéndose a los demás asistentes al acto dijo:
-Señores, es preciso conocer que mis paisanos no han nacido toreros.
También hubo un general irlandés que se aventuró a salir al ruedo y se llevó la gran paliza celtobritánica.
Tenía razón Ahumada. Para aquella época se había perdido la tradición del toreo navarro, siendo el último en sostenerla con gloria hasta 1815, el gran peraltés Joaquín Lapuya.
Iruñerías, Diario de Navarra 1964, Premín de Iruña
Monumento al pamplonés Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, en la Avenida de Galicia en Pamplona
La ciudad de Pamplona, queriendo honrar la memoria de su paisano el Duque de Ahumada, le dedicó una de sus calles, que es la que empezando en la avenida de Carlos III el Noble, esquina del antiguo Crédito Navarro, hoy Banco Central, llega hasta la Estafeta.
Así la Virgen del Pilar, en su capillica de la paroquia de San Nicolás en Pamplona, nos cubra con su manto en las adversidades a todos los seguidores de este blog, para que “aunque nuestro amor le olvidare Ella no se olvide de nosotros”. Mañana si Dios quiere seguiremos con la biografía del aitacho y una real muerte o muerte real.
Féliz día de la Virgen del Pilar
[1] Hoy Archivo General de Navarra
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