LO QUE SE PERDIÓ EN VILLALAR


El nacimiento de Villalar como símbolo se remonta tiempo atrás. Ya en el siglo XVIII León del Arroyal, ilustrado economista y destacado protoliberal, manifestaba que Villalar fue "el último suspiro de la libertad castellana".

La famosa frase de Pi y Margall, «Castilla fue entre las naciones de España la primera que perdió sus libertades en Villalar bajo el primer rey de la Casa de Austria», también daba a entender una falsa creencia que aún prevalece, que tras la derrota comunera el pueblo castellano perdió sus derechos, unos derechos entonces inexistentes en un régimen de transición del feudalismo al absolutismo.

La derrota comunera en los campos de Villalar, al desalentar por un gran tiempo un antagonismo realmente serio, consagró la victoria de la monarquía; la aristocracia, carente de los beneficios políticos que pensaba obtener con su intervención en el conflicto, se refugió en sus dominios y se dedicó a defender sus intereses económicos: la marea señorial subirá durante todo el siglo XVI y aún más; la burguesía, dividida y vencida, continuó su «traición» invirtiendo su dinero en tierras; sus hijos abandonaron los negocios para entrar en las universidades, en los cargos públicos, en las órdenes, cuando no eran tentados por la aventura colonial o militar —Iglesia o mar o casa real—; el ideal de la renta se convirtió —como ha demostrado perfectamente B. Bennassar— en la principal preocupación de una sociedad, junto al ansia de consideración social —afán de hidalguía —, la obsesión de la pureza de sangre, valores que muestran la confusión de una sociedad cada vez más alejada de la realidad.

Pere Corominas, intelectual catalán de izquierdas, escribe en su libro "Por Castilla adentro" (1930): "el carácter eminentemente nacionalista de la guerra de las Comunidades de Castilla". Según él, las pretensiones que la Santa Junta remiotó al rey es "la más bella y libre Constitución que se haya dado nunca la nación castellana". Corominas afirma que el sentimiento de la libertad política "hace de los comuneros un núcleo precursor de las revoluciones inglesa y francesa. No sé si en lengua alguna se ha defendido el principio de soberanía popular en una forma tan elegante y humana como la usada por la Santa Junta en su mensaje al emperador". En aquellos años el profesor Misael Bañuelos manifestó que "Castilla deja de ser Castilla en los campos de Villalar, y el castellano deja de parecerse al antiguo castellano, coincidiendo con aquel suceso desgraciado de nuestra historia que aniquila la personalidad de Castilla (...)".



Para cerrar, la épica frase final del libro de Joseph Pérez sobre las Comunidades Castellanas:

"Sin duda, la tradición liberal no erraba al situar la fecha de 1521 con el comienzo de la decadencia. Lo que desapareció en Villalar no fueron las "libertades" castellanas, es decir, franquicias anacrónicas, sino quizá la libertad política y la posibilidad de imaginar otro destino distinto al de la España Imperial con sus grandezas y sus miserias, sus hidalgos y sus pícaros. Lo que durante el reinado de los Reyes Católicos y el gobierno de Cisneros se había preparado, una nación independiente y moderna, Carlos V la abortó sin duda."

Joseph Pérez, "La Revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521)"