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Tema: Contribución económica del Estado a la Iglesia, bajo Franco

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    Contribución económica del Estado a la Iglesia, bajo Franco

    Aunque el artículo está escrito desde una óptica independiente, creo que sus datos sirven para retorcer contra la Iglesia española posconciliar esa anhelada "independencia económica del Estado", que tan abiertamente proclamaba la Jerarquía pero que era reacia a plasmar en hechos.

    (Autor: Juan Antonio Monroy, 1976)

    Contribución económica del Estado a la Iglesia, bajo Franco

    “Anclada de tal manera en el poder, destacando en los distintos gobiernos a hombres que protegían sus intereses, la Iglesia católica ha gozado en los últimos cuarenta años de vida española de los más grandes privilegios económicos en toda su historia. El Concordato firmado en 1953 entre el Estado español y el Vaticano obliga a España a conceder a la Iglesia católica una larga serie de privilegios, entre los que destacan los de signo económico.

    La Iglesia católica ha costado muy cara al régimen de Franco. Y aún no se sabe cuándo acabará esta sangría de nuestra economía en favor de una institución que no da más que disgustos al Estado.

    Detallar la cuantía de esta contribución no es empresa fácil. Por un lado, la Iglesia recibe dinero de tantos y tan diversos departamentos ministeriales, que un control absoluto resulta complicadísimo. Por otro lado, la jerarquía de la Iglesia católica en España ha tenido sumo cuidado en preservar el misterio. Los datos que yo poseo son de procedencia estatal. Y también el Estado ha sido cauteloso en la declaración de tales contribuciones.

    Creo que fue mediada la década de los sesenta cuando la prensa publicó por vez primera cifras concretas. El 23 de enero de 1965, apareció un artículo en el desaparecido semanario «El Español» con el título de «Florecimiento de la Iglesia en España». En aquel documento se decía que el régimen de Franco había dado a la Iglesia, hasta entonces, 4.520 millones largos de pesetas tan sólo para la construcción y reparación de edificios eclesiásticos. El mismo artículo añadía que en el presupuesto del Estado español cerrado el año anterior, la rúbrica «obligaciones eclesiásticas» comprendía la cantidad de 1.026 millones de pesetas. «El presupuesto actual, antes reseñado, de más de 1.000 millones de pesetas —continuaba el artículo— está a punto de ser superado por la aplicación de la Ley de 28 de julio de 1963, para satisfacer la sobredotación del clero».

    En marzo de 1968, hubo un pequeño revuelo en las Cortes españolas. El procurador por el tercio familiar, Fernando Suárez, leonés, doctor en Derecho, al presentar una enmienda a los presupuestos del Estado descubrió que el Estado había entregado a la Universidad del Opus Dei en Navarra 100 millones largos de pesetas entre 1966 y 1967. EI diario «Pueblo», en una nota de redacción, señaló que el total del dinero asignado por el Gobierno para la investigación durante los años 1966 y 1967 fue entregado a la Universidad católica de Navarra.

    Pero no quedó ahí todo. En el mismo informe se decía que durante los dos años mencionados, los veinticuatro Colegios Mayores del Estado recibieron un total de 6,6 millones de pesetas, en tanto que a los catorce Colegios Mayores del Opus Dei se les entregó en el mismo plazo de tiempo 6,25 millones de pesetas. Si se distribuyen proporcionalmente las cifras, la conclusión es que cada uno de estos Colegios católicos recibió casi el doble de ayuda que los Colegios del Estado. Puestos a tirar de la manta, también se dijo que aquel Gobierno concedió durante 1967 un total de 17.359 pesetas como subvención a cada alumno de la Universidad católica de Navarra, en tanto que los alumnos de la Universidad estatal de Barcelona, según el rector de la misma, recibieron como subvención a sus estudios diez mil solitarias pesetas.

    En diciembre de 1968, la agencia de noticias Europa Press daba nuevas informaciones sobre la contribución económica del Estado a la Iglesia católica. Representantes del Gobierno y del clero se reunieron en Madrid para estudiar la subida del sueldo a los sacerdotes. Se pedía un incremento del cien por cien, y puesto que en aquélla época la contribución del Estado era de 650 millones de pesetas, la nueva cifra presupuestada ascendía a 1.300 millones de pesetas anuales. Esto, no más, como escribirían en Méjico, que para sueldos de los sacerdotes católicos.

    En julio de 1970, se celebró en Madrid la XII Conferencia Plenaria de Obispos Españoles, que tuvo amplio eco en la prensa nacional. Con tal motivo, algunos periódicos y revistas dieron en escribir sobre la contribución económica del Estado a la Iglesia. Tanto insistieron en el tema que la jerarquía católica se decidió a hablar y la Secretaría Técnica de la Comisión Episcopal de Asuntos Eclesiásticos admitió que sólo a través de un ministerio, el de Justicia, la Iglesia católica recibía 2.000 millones de pesetas al año. En círculos entendidos se dijo que la cifra era «notabilísimamente mayor».

    Las relaciones entre la Iglesia y el Estado se pusieron al rojo vivo en el verano y primeros meses del otoño de 1971. Tanto, que en la manifestación celebrada en la Plaza de Oriente en apoyo de Franco, al cumplirse treinta y cinco años de su exaltación a la Jefatura del Estado, hubo una vigilancia especial en previsión de que el pueblo se metiera con el clero. El cardenal primado (Tarancón)fue muy maltratado por un sector de la prensa. Algunas iglesias católicas de Madrid dijeron misas especiales de desagravio al cardenal.

    En medio de una gran tensión se había celebrado, entre el 13 y el 18 de septiembre de aquel año, una Asamblea conjunta obispos sacerdotes. Aquí se trató de nuevo la cuestión económica. En el curso de la primera ponencia, presentada a la asamblea por el sacerdote de la diócesis de Córdoba, Juan Moreno, tras ofrecer números, conceptos y otros datos reveladores, el ponente concluyó diciendo que la Iglesia católica recibía del Estado español 3.050 millones de pesetas al año.
    Una cifra de auténtico mareo, pero incompleta porque, poco después, el 21 de noviembre del mismo año, la Agencia Europa Press, en un detallado estudio, hacia subir esta cantidad a 6.000 millones de pesetas. Fue una revelación sorprendente y desconcertante para el pueblo español.

    Esta es la última información que yo poseo sobre cantidades fijas. El Estado español, es decir, el pueblo español, da a la Iglesia católica 6.000 millones de pesetas al año. No hay quien dé más. Esto era lo que decía el periodista Joaquín Aguirre Bellver el 17 de septiembre de 1971 en un artículo publicado en el diario «Pueblo», de Madrid. Dirigiéndose a los obispos españoles, el periodista escribía: «Oigan, señores, que yo he seguido la Ley de Educación; que este país ya no puede entregarles más, que no hay más que conceder, que nos hemos pasado de rosca. ¿Y todavía les parece poco? Pero, señores míos, ¡si acabamos de destrozar lo mejor que teníamos en el país, que eran los Institutos de Enseñanza Media, para que no les hagan la competencia a ustedes! No tienten al diablo de la irritación, reverendos hermanos en Cristo».

    Como dato final añadiré la cifra dada por el desaparecido almirante Carrero Blanco. El 7 de diciembre de 1972, en un discurso pronunciado ante el Jefe del Estado, dijo que en los últimos treinta y tres años el Estado español había dado a la Iglesia católica 300.000 millones de pesetas. He aquí las palabras del Almirante: «De cómo la España regida por Vuestra Excelencia quiso servir a Dios sirviendo a su Iglesia, puede dar medida, aunque sólo sea en el orden material, el hecho de que desde 1939 el Estado ha gastado unos 300.000 millones de pesetas en construcción de templos, seminarios, centros de caridad y de enseñanza, sostenimiento del culto, etcétera. Ningún gobernante, en ninguna época de nuestra historia, ha hecho más por la iglesia católica que Vuestra Excelencia, y ello, y esto es muy importante, sin otra mira que el mejor servicio de Dios y de la Patria, al que habéis consagrado vuestra vida con ejemplar entrega. «Es lamentable que, con el transcurso de los años algunos, entre los que se cuentan quienes por su condición y carácter menos debieran hacerlo, hayan olvidado esto, no quieran recordarlo, pero este hecho es lamentable, principalmente para ellos, porque Dios sabe bien lo que hay en el corazón de los hombres y Dios no olvida. Esto es lo que verdaderamente importa».

    La afirmación de Carrero Blanco sobre la excepcional contribución del régimen de Franco a la Iglesia católica es ocasionalmente reconocida por el mismo clero. El 11 de febrero de 1969, habló por las pantallas de Televisión Española el obispo (creo que es obispo, ignoro si ha ascendido) Valentín Pacheco Pérez, doméstico de Pablo VI y secretario de la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales. Después de referirse a la ayuda que la Iglesia recibe del Estado, terminó diciendo que «jamás en la historia se ha visto un Gobierno que haya ayudado tanto a la Iglesia como lo ha hecho este nuestro del Generalísimo Franco».

    Esta es la realidad. Ahí están los datos. Así es la situación. Me queda una pregunta por hacer. ¿Quiere la Iglesia católica desprenderse de esta ayuda? ¿Desea, realmente, ser una Iglesia libre, independiente, sin privilegios estatales? Tanto en la homilía pronunciada por el cardenal Tarancón (Nov. 1975) en la exaltación al trono de Juan Carlos I como en la Asamblea celebrada por los obispos españoles días después, se habla de libertad y de independencia de la Iglesia, de renuncia a cuantos privilegios recibe aún del Estado español. Pero me temo que todo quede en palabras.

    Cierro este punto con opiniones expuestas por el conocido intelectual español José Luis López Aranguren, católico, defensor del catolicismo y especialista en asuntos eclesiásticos. En una entrevista publicada en la revista «Sábado Gráfico» (7 al 13 de enero de 1976) le preguntan por el papel que puede jugar la Iglesia católica en los cambios que se están efectuando en el país. Y Aranguren, pensando en el cardenal Tarancón y en su aireada homilía, dice:
    «A todo el mundo le ha parecido bien la homilía del cardenal Tarancón. Y, sin embargo a mi me hubiera gustado hablar con uno de aquellos extranjeros presentes, del Cuerpo Diplomático o así que entendieran poco español o nada. ¡Qué gran actor! Me produjo una gran impresión. Seguía representando el papel de jerarca de la Iglesia; trataba al Rey como adoctrinándolo, lo cual nos devolvía a una época teocrática. Aparte de que el contenido fuera interesante, tal como lo decía, tenía el aire de gobernar el país. De inquisidor para arriba, todo lo que se quiera».
    «La Iglesia española tendría, lo primero, que destruirse desde dentro. Romper esa costura autoritaria, ser más espontánea, de grupos...» «Cuando Monseñor u otros hablan de la separación Iglesia-Estado, no se lo creen ni ellos. Ni lo piensan. Hoy no pueden separarse por razones sumamente económicas. La clientela principal de la Iglesia es económicamente la burguesía, y ésta no entendería por qué empezar ahora a sufragar los gastos de culto, clero y todo eso, cuando resulta que los está pagando el Estado, por poco que pague.»

    «La burguesía está bloqueada, y sólo es capaz de reaccionar en una situación, como en la República, de enfrentamiento. La iglesia le importa porque está identificada con sus intereses. Después de esa ruptura es el Estado el que rompe con la Iglesia. La burguesía tendría que correr con los gastos, pero no en una situación como la actual. Tarancón lo sabe perfectamente, y cuando dice lo contrario, quizá haga demagogia pura».

    A demagogia pura suenan casi siempre los discursos eclesiásticos. Resulta muy difícil creer en la sinceridad y en la gratitud de la jerarquía católica. Por un lado, publica documentos en los que alaba al hombre que durante cuarenta años ha venido ayudando a la Iglesia con excesiva generosidad. Y por otro lado, amarga los últimos díasde este hombre sobre la tierra y siguen las intrigas en torno a él cuando ya está de cuerpo presente…

    (Enero, 1976)

    http://www.juanantoniomonroy.com/Lib...E%E2%80%A6.pdf
    Última edición por ALACRAN; 24/05/2017 a las 14:27
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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