Los tradicionalistas de Granada contra la masonería, artífice del separatismo
Hace más de cien años, cuando las logias masónicas estaban inmersas en consumar su traición a España y separar las islas españolas de Ultramar de la Madre Patria, los católicos de Granada (carlistas e integristas sin distinción alguna, además de algunos católicos posibilistas) remitían a las Cortes la siguiente exposición, exigiendo las medidas necesarias para acabar con el separatismo, medidas que incidían en la necesidad imperiosa de prohibir el derecho a la propagación de ideas disolventes y de la asociación para conspirar contra Dios, contra la Patria y contra la Monarquía:
Exposición a las Cortes:
Los que suscriben, españoles de todas veras y hermanos de los que derraman su sangre defendiendo la integridad de la patria en aquella hermosa Antilla, último y querido resto de nuestra antigua preponderancia en América, llevan su voz al seno de la Representación Nacional y confiados en la hidalguía y en el patrio y nobilísimo amor de los que los han de escuchar, reverentemente exponen:
Que por la infame labor de algunos hijos bastardos sin entrañas de amor y sin conciencia de Ley divina ni humana se está formando para nuestra patria un porvenir de horrores y desventuras calamitoso y desgraciado, y sin esperanza de remedio como no lo pongan, por un acto de independiente heroísmo, las Cortes que, ante todas las cosas y sobre todos los respetos humanos, deben ser y son españolas.
Este porvenir, que ya no es porvenir, puesto que nos va envolviendo de cada vez más, y pronto la tempestad nos rodeará por todos lados desencadenada y furiosa, este cercano porvenir es consecuencia legítima de la propaganda sistemática de ideas implas y disolventes consentidas por las leyes que nos rigen: por aquellas leyes que, si no están escritos con la vehemencia del reo que desea la libertad, no para abrazarse con sus hermanos en vínculos de paz y amor, sino para volverse a unir con el crimen en miserable contubernio. Porque ¿cómo pueden estar esas leyes escritas por manos leales al rey si consienten la propagación de las ideas anarquistas? ni ¿cómo por manos humildes y que se cruzan delante de Dios si favorecen y amparan a la masonería, ni por manos que sepan empuñar el acero ante los peligros de la patria si dan carta de seguridad a las ideas parricidas del filibusterismo?
No se nos llame ahora medrosos y soñadores de peligros inverosímiles, que no venimos del campo del miedo los católicos, como un hombre eminentísimo dijo un día a la Revolución setembrina, porque las pruebas de nuestro aserto están en manos de la justicia española.
La Masonería, amparada de las leyes que nos rigen; galardoneada a veces por sus hazañas antisociales con los puestos encumbrados de la política; sentada, quizás en la silla de la Administración filipina, ha preparado en el secreto de sus logias la tremenda insurrección de Cuba, alentada y sostenida por hordas sin religión y sin honor, y que, como tromba formada por el torbellino de las pasiones más ruines, no tienen conciencia de su maldad ni aún para siquiera arrepentirse de sus devastaciones y exterminios; a sus manos traidora y alevosamente mueren los hijos de España en la espesura de la manigua, sin ver la mayor parte de las veces la mano cobarde del asesino: esa sangre española tan vilmente derramada, clama y pide que, por lo menos, sea declarado hijo bastardo de España el solapado atizador y mantenedor de guerra tan inicua.
Pero no bastaba a los francmasones promover y apoyar la insurrección cubana. Prevaliéndose de sus misteriosas influencias con las que hipócritamente van minando el orden social, han trabajado en Filipinas para arrojar de allí a las órdenes religiosas, raza de sabios y de santos que son la vida sana de aquellas islas, el sostén de su fe y de su adhesión a España y causa del equilibrio milagroso entre indios y europeos; pero impotentes hasta hoy para tamaña empresa, que es como concluir con el espíritu de España en aquel hermoso archipiélago para acabar después con el cuerpo, han pretendido y pretendiendo están, matar el cuerpo con arma filibustera para que vuele el espíritu. Convictos y confesos están los reos de tamaño crimen: encarcelado el Gran Oriente de la Masonería en aquellas islas; perseguido en España Morayta como presunto conspirador contra la madre Patria; porque han sido tan osados los masones y se creen tan impunes, que muchos no niegan su delito; pero aún corren sueltas y sin grilletes las ideas masónicas en España; sueltas y con derecho a la propagación y a la asociación, que vale tanto como decir libres, libérrimas para conspirar contra Dios, contra la Patria y contra el Rey.
Libertades que permiten la propaganda antipatriótica y antimonárquica de periódicos antes sectarios que españoles, son libertades liberticidas que no tardarán en llenar de luto y de horror a nuestra pobre patria.
Por tanto, y a fin de cortar en su raíz la causa de tan graves males, los recurrentes, usando de su derecho,
SUPLICAN A LAS CORTES
Que declarando con harta, más razón que en ningún otro tiempo quizás, que la Patria está en peligro, acuerdo mirarlo cara a cara con urgencia y conjurarlo decretando al efecto lo siguiente:
1.° Se declara ideal, facciosa y traidora a la Patria la Asociación de la Masonería, negando el fuero de españoles a cuantos a ella pertenecen, despojándolos en el acto de lodo empleo o cargo público, y haciendo además una ley contra los traidores a la nación.
2.° Se suspende la acción de las leyes que permiten en cualquier forma la propaganda anti religiosa y antimonárquica que está destruyendo a nuestra España.
3.° Que nuestros Gobiernos apoyen, protejan y alienten cuanto la defensa del catolicismo exige para evitar los malos que ahora y a deshora ha preparado siempre, y sigue preparando la Masonería, y cuantos con sus fines perversos, antimonárquicos, y antisociales simpatizan.
Granada 27 de Agosto de 1896.
Marqués de Valdeflores.—Juan Creus.—Conde de Antillón.—Antonio Pérez de Herrasti y Antillón.—Marqués de las Torres de Orán.—Luis de Andrada y Pérez de Vargas.—Conde del Prado.—Fernando de Contreras y Pérez de Herrasti.—Ramón Hernández Santaló.—Pedro Ortega.—Enrique Pérez Sesmero.—Juan de Dios Vico y Bravo.—José Tripaldi.—Luis Morell y Terry.—Abelardo Gonzales Olid.— Ricardo Garnier.— (Siguen las firmas).
Fuente: El Aralar (9/9/1896).
Nótese la similitud de estas banderas creadas por separatistas
antiespañoles. Todas ellas comparten el triángulo y la estrella
de cinco puntas, símbolos inequívocamente masónicos.
Como bien afirmaban en esta exposición nuestros paisanos y correligionarios en esta exposición, que fue presentada a las Cortes por D. Juan Vázquez de Mella y aplaudida en el Congreso antimasónico de Trento, no debe haber derecho alguno a las «libertades liberticidas». Y añadimos nosotros que, como escribió el tradicionalista Leandro Herrero en su obra El gobierno carlista: lo que es en teoría y práctica (1873), por encima de los derechos del hombre está el precepto de que «ningún hombre tiene derecho a degradarse».
Bien haríamos en aprender de esta exposición para acabar hoy con el problema del separatismo en la Península, que amenaza con desmembrar totalmente nuestra amada España para regocijo del sectarismo internacional. Pues tenga hoy más o menos influencia la francmasonería en nuestra Patria, su magna obra, el liberalismo, el destructor de la Civilización cristiana, sigue imperando hoy con más fuerza que nunca, y es la verdadera causa del filibusterismo anti-catalán y anti-vasco (por anti-español). Más de un siglo después, el remedio para salvar a España sigue siendo el mismo. No es ciertamente el conservadurismo, como tampoco el chauvinismo chabacano. La verdadera solución no es otra que la restauración de la unidad católica y la tradición católico-monárquica española, ideales que encarna exclusivamente la Comunión Tradicionalista.
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Última edición por Hyeronimus; 20/10/2018 a las 23:29
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