El sueño de Felipe II de construir un puerto en Madrid conectado con el oceáno Atlántico

El rey pretendió construir un canal navegable de seiscientos kilómetros de longitud. La idea se retomó varias veces, sin éxito, hasta ser abandonada tras la irrupción del ferrocarril



Una de las esclusas del Real Canal de Manzanares, construido en el siglo XIX

Pedro Gargantilla
Actualizado:17/05/2020


Un ingeniero militar italiano –Giovanni Battista Antonelli- presentó en 1580 al segundo de los Felipes un proyecto faraónico, hacer navegable el Tajo desde Lisboa hasta Aranjuez, y desde allí remontar las aguas del río Jarama hasta Vaciamadrid, en donde el Manzanares daría el acceso final hasta la capital.

En aquella época las mercancías procedentes de América se encarecían notablemente por el sobresfuerzo del transporte terrestre y, además, porque estaban expuestas al pillaje en Sierra Morena. Felipe II estaba en la cumbre de su reinado y había visto en Flandes un juego de esclusas y canales que facilitarían el transporte fluvial de forma rápida y eficaz.

Con esta obra de ingeniería se salvarían los 650 metros de altura entre Lisboa y Madrid, y los 600 kilómetros de distancia. Hay que tener presente que en aquella época el caudal de los ríos no era el actual y que no había pantanos que pudieran obstaculizar la singladura.

Constructor de fuertes

Giovanni Battista Antonelli era un hombre experimentado, había llevado a cabo baluartes notorios como los de Cartagena, Valencia y Orán, por lo que la hazaña no se antojaba del todo imposible. Es cierto que se encontró desde el principio con la oposición de la aristocracia que lo tachaba de quimérico, pero lo que acabó por apolillar la empresa fue la enorme inversión económica que requería dotar una armada –la Invencible- para invadir Inglaterra.

Tiempo después, otro italiano –Luis Carduchi- retomó la idea y trató de convencer a un deleznable Felipe IV de la viabilidad de la navegación. Llegó, incluso, a garabatear un libro con ilustraciones y eruditos cálculos matemáticos. Mientras se valoraba reiniciarlo Portugal consiguió su independencia (1668), con lo que el sueño de unir Madrid y Lisboa se dio definitivamente por consumado.

Los borbones desempolvan el proyecto

Siglos después Fernando VI, que estaba casado con una portuguesa, incluye el Canal en su insaciable política de obras públicas, pero no fue hasta el reinado de Carlos III cuando se desarrolló plenamente y se construyó un canal navegable desde el Puente de Toledo hasta el río Jarama.

Se bautizó como Real Canal del Manzanares, tenía una extensión de diez kilómetros y disponía de un embarcadero en lo que es hoy el Paseo de Santa María de la Cabeza.

Fue en esta época cuando, además, se erigió el canal Imperial de Aragón –de 150 kilómetros- y el canal de Castilla –con una longitud de más de 200 kilómetros-. Con ellos se pretendía dinamizar el comercio interior de nuestro país.

Destruido por unas lluvias

Durante el reinado de Carlos IV el Canal quedó prácticamente en el rincón del olvido, a lo cual hay que añadir que en 1799 unas lluvias torrenciales destruyeron gran parte del mismo. Para compensarlo se encomendó la construcción del Canal de Guadarrama al ingeniero militar Carlos Lemaur, que había participado en el canal de Castilla.

Con este nuevo proyecto se pretendía construir un canal navegable desde Guadarrama hasta Sevilla, con una longitud de más de setecientos kilómetros. Con el propósito de acaudalar el agua del río Guadarrama se construyó la presa del Gasco en el municipio de Torrelodones.

Los elevados costes financieros y, una vez más, las circunstancias históricas -Guerra de la Independencia- provocaron que el proyecto tuviera que ser desdeñado. Se retomaría la construcción, por última vez, durante el reinado de Fernando VII.

En esta ocasión se reparó el Real Canal y se construyeron cuatro kilómetros adicionales en dirección hacia Vaciamadrid, con diez esclusas, ocho molinos de agua, un nuevo embarcadero en Rivas y hasta una capilla.

Desgraciadamente, el desarrollo del ferrocarril -el caballo de hierro- socavó definitivamente la posibilidad de que Madrid tuviera puerto. ¡Qué lástima!




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