El odio de escritores e historiadores hacia Franco (*)
Por Eduardo Palomar Baró.
Después del fallecimiento de Franco, los primeros ataques a su persona y a su régimen fueron protagonizados por la revista “Interviú”, que de una forma sensacionalista y burda, entre fotografías de señoras ligerísimas de ropa o sin ella, se dedicó a publicar reportajes sectarios. En la primavera de 1979, cuando los socialistas vencieron en las elecciones municipales, lo primero que hicieron fue demoler estatuas, efigies, símbolos, y cambiar rotulaciones de calles, avenidas y plazas, donde aparecía algún nombre “nacional”, por otros de “demócratas de toda la vida”, tales como Karl Marx, Buenaventura Durruti, Ángel Pestaña, Manuel Azaña, Olof Palme, Miguel Hernández, Salvador Allende, etc. Como escribe Ricardo de la Cierva en su libro “El 18 de julio no fue un golpe militar fascista” (Ed. Fénix. Febrero de 2000), la “marea negra” contra Franco tuvo lugar a partir de dos fechas. La primera, la del 23 de febrero de 1981, con el aún no aclarado golpe militar, que ha hecho declarar recientemente al general Fernández Campo que “el 23 de febrero de 1981 es un rompecabezas, un gran «puzzle» del que conozco bastantes piezas, pero me faltan muchas otras decisivas para llegar a completarlo. Pero por mi parte, renuncio a intentar descubrir las piezas que me faltan. En ocasiones el que busca afanosamente la verdad, corre el riesgo de encontrarla”.
La segunda fecha que activó la “marea negra” fue la del 28 de octubre de 1982, con la victoria del PSOE en las elecciones con diez millones de votos. O sea, que entre 1979, 1981 y 1982 se desplegó la “marea negra” contra Franco. Con el pretexto del 25 aniversario de su muerte, esa marea se convirtió en una desbocada y aparatosa riada. Una serie de pseudo cronistas están destilando un odio que les lleva a tergiversar, mentir y difamar a Franco. Citamos sólo algunos de los más encarnizados.
Javier Tusell. Nació en agosto de 1945 en Barcelona, hijo de Jordi Tusell, productor cinematográfico, acreditado sindicalista y beneficiario del sistema. Cursó estudios en la Universidad Complutense de Madrid. Catedrático de Historia Contemporánea de la UNED (Universidad Nacional de Enseñanza a Distancia). Ha publicado una serie de libros sobre la política española del siglo XX. Colabora habitualmente en la prensa española a través de artículos de análisis y de ensayo político. Ha sido director general de Promoción Escolar y de Bellas Artes durante la etapa ucedista (1977-1982). Autor, entre otros libros, de “La oposición democrática al franquismo” (1977); “Franco y los católicos” (1984); “La URSS y la Perestroika desde España” (1988), donde apostaba por la pervivencia del Muro de Berlín, pocos meses antes de que se derrumbara. “Retrato de Mario Vargas Llosa”, en el que auguraba y celebraba su exaltación a la presidencia del Perú, cosa que el gran escritor no logró. “La España de Franco. Poder, oposición y política exterior” (1989); “La Dictadura de Franco”; “Franco en la Guerra Civil”. (1992). “Franco, España y la II Guerra Mundial (1995). Este autor, acapara en sus escritos montañas de errores históricos. Personaje considerado como gafe en su vocación política ya que partido o grupo en que se inscribía, pasaba a mejor vida: en 1977 con el grupo democristiano, no lograron ni un escaño; luego en la UCD residual sufrió el naufragio en las elecciones de 1982. Pasó a PDP, que se desintegró. Más tarde intentó introducirse en el PP, con poco éxito. Finalmente, lo fichó Polanco para “El País”. Su actividad como historiador se desarrolla junto a una frustrada actividad política, lo que le conduce a escribir sin ningún viso de imparcialidad y de objetividad. Intentó descalificar a dos de los mejores periodistas que tiene España, Jaime Campmany y Emilio Romero, saliendo escaldado del embite. Casado con la historiadora Genoveva García Queipo de Llano, con la que realizó algunos libros, falleció el pasado 8 de febrero de 2005, a los 59 años de edad.
Paul Preston. Hijo de la Gran Bretaña, nació en Liverpool en 1946. Cursó estudios en la Universidad de Oxford. Dirigió un centro de estudios sobre la España contemporánea en las universidades de Reading y Londres. Profesor de Historia internacional en la London School of Economics, centro superior vinculado a la Internacional Socialista y afecto a la Masonería. En 1993 publicó en Inglaterra un tomazo, “Franco”, si bien al salir al mercado español figuró con el subtítulo “Caudillo de España”. Es de un antifranquismo radical, lo que lo convierte en una auténtica antibiografía. Es un libro de intención política y de venganza histórica. No proporciona ningún dato sociológico, económico o cultural de la España de Franco. No hay método, sólo simplificaciones, obsesiones, prejuicios y errores en cantidad. El mejor conocedor de la historia económica de España, el profesor Juan Velarde, demostró con absoluta rotundidad la profunda ignorancia de Preston en materias económicas, así como sus graves errores de hecho y el sectarismo hostil de su obra. La parcialidad que rezuma el libro, no podía dejar de ser un trabajo sin valor científico alguno. Entre los que llama “errores irritantes” que propaga Preston están los que el puesto de Capitán General se reservase “a los reyes de España”; que el escudo de España que aprobó Franco llevaba el “águila imperial española” (ésta es la bicéfala de Carlos V), cuando en realidad es el águila del evangelista San Juan. Habla de un desfile de la Victoria en plena canícula (18 de julio de 1940). Que la novela “Raza” reflejaba “el deslumbramiento de Franco ante el nazismo”, cuando hacía décadas que en el 12 de octubre tenía lugar la Fiesta de la Raza. Franco, en su correspondencia con don Juan, nunca lo trató de Majestad. Según Preston, Alfonso XIII falleció en 1931, diez años antes de su muerte (28-II-1941). El desconocimiento de la economía es apabullante. De los 40 años de mandato de Franco, dedica para cada año bélico una media de 47 páginas; para cada año de esfuerzo económico, 9 páginas. Deja de lado acontecimientos importantísimos en la economía española a partir de 1939, como: la Reforma fiscal Larraz de 1940; el establecimiento del Seguro Obligatorio de Enfermedad en 1942; la estatificación de los ferrocarriles; la puesta en marcha de la E.N. Calvo Sotelo, convertida hoy en la potente Repsol y, la creación de la Renfe. Por supuesto no tiene en cuenta el Plan de Estabilización, ni el abandono del carbón por el del petróleo, ni la marcha de España hacia la CEE., etc. En “Razón Española” en el número 75, el profesor Velarde publicó un interesantísimo artículo del que hemos extraído esas pocas notas, sobre las decenas de disparates y errores de esa antibiografía de Franco. El historiador Ricardo de la Cierva en “Razón Española” en su número 83 y en el libro “No nos robarán la historia”, pone a buen recaudo a esa nefanda antibiografía que exhibe Preston, llena de dislates y falsedades.
Ian Gibson. Hijo de Irlanda, nació en Dublín en 1939. Siendo estudiante de románicas, descubrió la obra de Federico García Lorca. Fue profesor de español en Belfast y en Londres. Socialista. En 1958 viajó a España, pues había escogido un tema lorquiano como tesis. Desde que se estableció en España definitivamente en 1978 se convirtió, tanto por sus libros y colaboraciones en la prensa, como por sus polémicas actuaciones en Radio Televisión Española, en un personaje muy discutido. El primer libro suyo fue “El asesinato de Federico García Lorca” en el que se mostraba parcialísimo en las evaluaciones políticas. Siguió con “En busca de José Antonio”; “Un irlandés en España” (1981). “La noche en que mataron a Calvo Sotelo” (1982), rebosa un claro propósito de encubrimiento socialista y tergiversación de los hechos, hasta extremos ridículos, impropios de un historiador. En 1983 escribió “Paracuellos: cómo fue”. “Queipo de Llano. Sevilla, verano de 1936” (1986). En el año 1984 le concedieron la nacionalidad española. Ese socialista es otro de los escritores con vitola antifranquista.
Santos Juliá. Nació en 1940. Fue cura. De inclinaciones radicales, es historiador oficioso del PSOE y comentarista político en el diario “El País”. Catedrático de la UNED. Para entender las simpatías de Santos Juliá, basta leer, en su libro “Introducción a la Historia”, que el siglo XX es una apoteosis del marxismo, y la revolución soviética es “obra de los amantes de la paz y el socialismo” que encendieron para los pueblos “por vez primera una gran esperanza”. En el capítulo sobre la historia de España, aparte de los graves errores en que cae, sus opiniones sobre la guerra civil son aberrantes. Termina el libelo sin hacer mención alguna a la crisis y caída del comunismo y sí una descripción de la Iglesia católica absolutamente esperpéntica. Después de la muerte de Franco escribió “La izquierda del PSOE (1935 y 1936)” donde hace referencia a la actuación de la izquierda socialista, marxista y revolucionaria a raíz de la Revolución de Octubre de 1934 hasta el alzamiento del 18 de julio. No solamente no condena la actuación antidemocrática de 1934, sino que afirma que la revolución se tuvo que hacer debido a la “marcha imparable del fascismo hacia el poder”. En el libro “Orígenes del Frente Popular en España (1934-1936)”, entre otras boutades, defiende a capa y espada al doctor Juan Negrín, el socialista pro soviético entregado a Moscú. Según Juliá, el Frente Popular fue “el sueño de una nueva sociedad”. En el libro titulado “Manuel Azaña, una biografía política” no se aparta de su sectarismo. Manifiesta una gran parcialidad en el libro editado por Temas de Hoy, del que es coordinador, “Víctimas de la guerra civil” (1999) refutado por Pío Moa. Así, por ejemplo, proclama que “Franco pasó a denominarse jefe del Estado, aunque todo lo que hubiera entonces no pasaba del ‘Estado campamental’ que Serrano Suñer pugnó por convertir en Estado fascista”, lo cual resulta falso ya que el cuñado de Franco era un dirigente católico que quiso construir un Estado confesional enteramente distinto del fascismo, doctrina incompatible con la Iglesia. Escribe que la guerra del 36 fue de “campesinos con alpargatas y fusil al hombro enfrentadas a militares al mando de tropas mercenarias”. Los cuatro coautores del libro no disimulan su abierta y conocida militancia antifranquista: Julián Casanova, Josep M. Solé i Sabaté, Joan Villarroya y Francisco Moreno.
Juan Pablo Fusi. Nació en San Sebastián en 1945. Catedrático de Historia Contemporánea. Más moderado que el anterior, pero también de la escuela socialista. Su “Franco, autoritarismo y poder personal”, fue publicado por “El País”, defensor del PSOE y de la Internacional Socialista. En él dice que “Franco careció siempre de verdadera legitimidad moral”, no haciendo mención a los demás personajes históricos que, desde Julio César implantaron una nueva legalidad. Da por supuesto que la República gozaba de legitimidad moral y democrática, cuando todo el mundo sabe que las elecciones de febrero de 1936 no fueron legítimas, ya que estuvieron manipuladas. Escribe que en Marruecos se decía que Franco era oficial de las tres emes: sin miedo, sin mujeres y sin misas. Falso tópico, ya que siempre fue católico practicante. Da la sensación, que cuando algún análisis sobre Franco le sale positivo, inmediatamente escribe lo contrario. En una reciente entrevista con ocasión de los 25 años del fallecimiento de Franco, entre otras cosas, manifestaba: “que fue un militar africanista que ascendió por méritos de guerra de forma rápida, después de unos estudios bastante mediocres”; “fue un militar conservador, muy prudente, astuto, distante, frío, despersonalizado, reservado, a quien no se le puede atribuir decisiones formidables, puesto que muchos de los grandes cambios que se produjeron en España ni siquiera los entendió el propio Franco, como, por ejemplo, grandes decisiones de tipo económico. Franco para el biógrafo es relativamente poco atractivo porque su personalidad es bastante anodina y mediana”. Ante la pregunta sobre su lado más humano, contesta: “Hay una última imagen en la que aparece como un anciano amable rodeado de su familia”. “Nunca en 40 años, hubiera un gesto de reconciliación con la España republicana, la anti-España, según él”. Se olvida de las numerosas amnistías.
Luis María Anson. Nació en Madrid en 1935. Estudió en la Escuela Oficial de Periodismo. Monárquico tradicionalista en su juventud. Director de ABC desde el 1 de febrero de 1983 al 19 de junio de 1997, donde situó al periódico en un antifranquismo feroz. Junto con Antonio Asensio, presidente del grupo Zeta, creó el diario “La Razón”. Emilio Romero en un artículo publicado en 1987 escribió: “mal servicio que está haciendo al Rey y, por extensión a la Familia Real, con ocasión de un amor patológico a la Monarquía, que le viene de sus primeros años profesionales, tiene una disposición preferente hacia las actividades del Rey, de la Reina, de sus hijos, y del padre del Rey, don Juan de Borbón, que resulta en muchas ocasiones grotesca y promueve en sectores populares amplios, la crítica, la censura impotente, y la lástima. Tradicionalmente, se decía que los que fabricaban más republicanos en nuestro país eran los monárquicos más caracterizados, y esto era una verdad como un templo”. Aprovecha cualquier oportunidad para volcar todo su resentimiento contra Franco, así en el libro de historia-ficción que tituló “Don Juan” (1994). El antifranquismo de Anson queda reflejado en esa obra. Es un problema personal, ya que Anson se jugó su futuro a la carta de don Juan, y perdió, lo que hizo que no perdonase jamás a Franco. Sostuvo la tesis de que don Juan mantuvo la legitimidad de la Corona hasta su renuncia en 1977, lo cual conduce a que desde el fallecimiento de Franco ocurrido el 20 de noviembre de 1975 hasta esa renuncia, Juan Carlos I no ha sido un rey legítimo, sino un usurpador. El libro contiene crasos errores, presentándonos, por ejemplo, a don Juan demócrata de toda la vida, cuando en realidad durante la mayor parte de su vida, fue antidemócrata. Ricardo de la Cierva, en su mencionado libro “El 18 de julio no fue un golpe militar fascista”, escribe lo siguiente sobre Anson: “Ninguno de quienes le conocíamos pudimos suponer que su odio a Franco le llevase tan lejos, hasta el extremo de desvirtuar la historia de toda una época y de satanizar a Franco, mientras tal vez creía Anson que con esos métodos reivindicaba a don Juan. Todo el “Don Juan” es un libro que rezuma subjetividad. En los años ochenta y sobre todo noventa, se empareja con historiadores que siguen las directrices de la Internacional Socialista y la Masonería en una oleada gigantesca de descrédito y descalificación contra Franco, a quien tantas veces había mostrado su acuerdo don Juan de Borbón. Anson sabe, porque conoce bien la historia reciente de España, que sin la decidida voluntad de Franco, la Monarquía no hubiera regresado jamás a España. Lo sabe y sin embargo arremete contra Franco, porque su odio y su sed de venganza le impulsan a ello hasta rebasar los límites de la verdad y la racionalidad histórica”. Desde su ‘Canela Fina’ de “La Razón”, aprovecha casi cada día para insultar y denostar al Caudillo, con un rencor visceral impropio del que dice ser ‘católico, apostólico y romano’.
Manuel Vázquez Montalbán. Nació en Barcelona en 1939. Periodista y escritor. Comunista, miembro del Comité Ejecutivo del PSUC, partido de los comunistas catalanes. Ha colaborado en numerosas publicaciones marxistizantes. Publicó un libelo titulado “Autobiografía del general Franco” (Ed. Planeta. 1992). Muestra su odio explícitamente manifestado incluso hasta en la publicidad del lanzamiento de esa obra: “Franco, tus enemigos no te olvidan”. Extrae o inventa lo negativo, omitiendo todo lo positivo. Y así, Franco resulta ser el demonio mismo. Por otro lado, trata como héroes a los asesinos comunistas. Además de mostrar una absoluta parcialidad, las equivocaciones históricas son constantes. El diario “El País” calificó el libelo como “un monumento antifranquista”. Murió repentinamente en el aeropuerto internacional de Bangkok (Tailandia) el 18 de octubre de 2003.
Francisco Pérez Martínez, conocido por el pseudónimo Francisco Umbral, nació en Madrid en 1935. Lleva más de treinta años dedicado al periodismo. En un artículo titulado “El fenómeno Umbral”, Torcuato Luca de Tena exponía que en una ocasión memorable, Umbral dijo que “a la gente le gusta que le cuenten la Historia como no fue”, y en otra ocasión no menos sugerente confesó: “Yo he llevado una vida de mentiras. Jamás he contado la verdad”. Me veo forzado –decía Luca de Tena- a discrepar públicamente de confesión tan entrañable. Porque una vez, al menos una vez que yo sepa, no mintió. Y ésa fue precisamente cuando profirió la frase citada: “Yo he llevado una vida de mentiras. Jamás he contado la verdad”. De ese individuo, -prosigue Torcuato Luca de Tena- afirma el historiador Ricardo de la Cierva que “sólo escribe para el resentimiento y la venganza”. Emilio Romero, desde Época, también lo retrataba: “es un hurgador de vidas, o de intenciones, o de defectos de los otros, y todo ello desde la naturaleza de un resentimiento permanente y profundo”. “Es una especie de cronista social de mala uva, y con escasas ideas y pensamientos”. “Levantarse a la hora que lo haga Umbral, ya con la mala leche puesta, para crucificar a éstos o a los otros, es un modo de estar que a lo mejor le sirve, pero es patología de constitución”. “Pero lo que advierto en Paco Umbral es la nostalgia de su comunismo acabado y denunciado. Aquí nos salieron unos comunistas nuevos pidiendo las libertades en el franquismo, y no se les ocurría pedirlas en la Unión Soviética”. Llega a la culminación del disparate en su libelo “Madrid 1940. Memorias de un joven fascista” (Ed. Planeta 1993). Con ocasión de la puesta en venta de su panfleto “Leyenda del César Visionario”, se destapaba con esa perla: “Aparte de su crueldad, lo peor de Franco fue su incultura”.
Eduardo Haro Tecglen. Nació en Pozuelo de Alarcón (Madrid) en 1924. Se inició en el periodismo en el diario “Informaciones”. Fundó el “Diario de África”. Parece ser que fue Federico Jiménez Losantos quien bautizó como “La Momia” a ese último estalinista de España, columnista de “El País” y autor del panfleto “El niño republicano”. En una entrevista que le concedieron en dicho periódico, se pronunciaba así: “Franco nos quitó la patria. Hasta por la parte externa, el himno y la bandera”. “Las cosas que aborrezco vienen desde Isabel la Católica”. “En la República, las dos grandes figuras populares eran mujeres: Pasionaria y Federica Montseny. Estaban también las republicanas clásicas, universitarias de gran formación, como Clara Campoamor, Margarita Nelken, Victoria Kent...Pero lo insólito es que las dos grandes fuerzas revolucionarias, el comunismo y el anarquismo, estaban dirigidas por estas mujeres.Son lo mejor que hemos aportado a la historia”. Vale la pena transcribir lo que Haro Tecglen escribió en su juventud: nada más y nada menos que unos artículos en loor de Franco. El 20 de noviembre de 1944 publicaba en “Informaciones”, lo siguiente: “Dies Irae”. La voz de bronce de las campanas de San Lorenzo, el laurel de fama de la corona fúnebre, la piedra gris del Monasterio, los crespones de luto en todos los balcones de El Escorial, los dos mil cirios ardiendo en el túmulo gigantesco coronado por el águila del Imperio que se eleva en la Basílica, lloran en esta mañana, con esa tremenda expresión que a veces tiene las cosas sin ánimo, la muerte del Capitán de España. Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo”.
José Luis de Vilallonga. Marqués de Castellvell y Grande de España, nació en Madrid en 1920. Periodista y actor cinematográfico de películas eróticas. Al poco tiempo de iniciarse la guerra civil, se escapó de Cataluña a la zona nacional para enrolarse primero en 1937 en los “frentes” de San Juan de Luz y de Biarritz, para pasar en 1938 a las “trincheras” de San Sebastián, “atacando” aperitivos en el restaurante “Xauen”, paseando su altanería por las avenidas de la Bella Easo y pernoctando en la calle Prim, nº 1, su palacio. Siguiendo con sus operaciones militares se dedicaba por las tardes a bailar en el tenis de Ategorrieta. No lo pasó, pues, tan mal en la España de su odiado Franco. En 1951 se instaló en París. En 1975, fue portavoz en París de la Junta Democrática. Actualmente firma una crónica de opinión en“La Vanguardia”. Entre sus libros destaca la biografía oficial de Juan Carlos I “El Rey”. La amargura y el rencor hizo a José Luis de Vilallonga regurgitar un libelo difamatorio titulado “El sable del Caudillo”, donde utilizó los más vulgares medios para intentar denigrar la figura de Franco y la de su familia. Llegó a decir que no había encontrado a nadie que hablara bien de Franco...En la crítica de ese bodrio, escribía Charles Powell: “la visceral antipatía de Vilallonga por Franco no le permite nunca aproximarse suficientemente a su figura como para transmitir al lector un análisis verosímil, mínimamente sutil, de su protagonista” La Historia es noble, el rencor innoble; falsearla para apuñalar por la espalda es absolutamente vil. Habría que escribir un opúsculo titulado “La pluma como navaja trapera”.
http://www.generalisimofranco.com/opinion/126.htm
(*) El artículo es del año 2005.y algunos de estos escritores murieron ya hace años
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