Revista FUERZA NUEVA, nº 522, 8-Ene-1977
RAÍCES POLÍTICAS DEL TERROR
Ernesto Milá Rodríguez
Sería imposible efectuar un balance de los acontecimientos políticos internacionales de un tiempo a esta parte, excluyendo cualquier referencia al terrorismo. Efectivamente, hoy más que nunca el terrorismo es a la política lo que la Luna a la Tierra. Sería absurdo, por ejemplo, no querer ver que la actual situación política española es un efecto de una causa terrorista: el asesinato del presidente del Gobierno Carrero Blanco. Sería igualmente absurdo y ridículo no admitir la importancia que adquiere el terrorismo en el momento en que toma una dimensión internacional, entorpeciendo las relaciones entre Estados, creando focos de tensión que modifican las relaciones de fuerzas en uno u otro sentido, etc.
Un poco de historia
De un siglo a esta parte (1977) el terrorismo ha variado completamente sus objetivos. El terrorismo decimonónico adoptaba casi exclusivamente la forma de magnicidio, sus objetivos eran aristócratas, reyes dictadores, etc. En el siglo XX se produce una mutación en la que se advierten dos fenómenos igualmente importantes:
• Por un lado, lo que podríamos llamar socialización de los objetivos terroristas, ya que el terrorismo no alcanza preferentemente a monarcas o notables, sino que cualquier actividad social, cualquier individuo sea su clase y condición, cualquier institución oficial o privada, pueden ser considerados como eventuales blancos de una acción terrorista.
• Por otro lado, se produce el fenómeno de desvinculación de la acción terrorista en sí con los fines objetivos que con ella se pretenden alcanzar. Efectivamente, antaño el terrorismo decimonónico, cuando se fijaba una víctima, creía que su desaparición crearía una nueva situación política más justa y liberal. Paradójicamente, el fin de este tipo de terrorismo era “humanitario” y tenía una relación directa con el contenido mismo del atentado: matar a Napoleón para lograr la desaparición del dictador y el restablecimiento de la República. Sin embargo, este terrorismo diáfano está en trance de desaparecer. Estalla una bomba que causa grandes destrozos en una entidad pública. Inmediatamente los partidos políticos lanzan una campaña contra el terrorismo que se convierte en una serie de eslóganes y consignas.
¿Qué hacer cuando no hay terrorismo? La respuesta es dramática: crearlo. Veamos dos casos tan curiosos como poco conocidos. En los primeros meses de 1975 era arrestado en Holanda un tal Max Lewin, dirigente del grupúsculo de extrema derecha Niews Rechts (Nueva Derecha), acusado de terrorismo. El tal Lewin, en 1973, era un desempleado, y a los pocos meses se había convertido en director de una pujante fábrica de calzado. Al ser detenido, la policía holandesa descubrió un hecho sorprendente: los únicos clientes de la fábrica eran los alemanes del Este. Y Lewin realizaba frecuentes visitas a Pankow (Berlín Oriental comunista), aparentemente con fines comerciales. Muy filantrópicos debían ser los compradores de Pankow desde el momento en que se comprobó que la fábrica de calzados era inexistente, y la misión de Max Lewin, del que se demostró era agente del National Wolksarmee (Ejército Nacional Popular de Pankow), era atizar un supuesto terrorismo fascista que facilitaría el Partido Comunista local una buena excusa para popularizar sus eslóganes antifascistas y facilitar su presentación como partido de ley y orden.
Otro caso igualmente sorprendente es el del Movimiento d'Azione Revoluzionaria, dirigido por un ex partisano “blanco” durante la guerra civil italiana (1943-45). El MAR se lanzó a una serie de atentados dinamiteros en el norte de Italia, siendo detenido su jefe, Carlo Fumagalli, quien la revista “Candido” y el semanario “Il Borghese” denunciaron como un provocador al servicio del Partido Comunista. Otro tanto puede decirse de Enzo Salciolli, conectado con el mismo grupo de Fumagalli, hace unos años residente en España, y que declaraba ser miembro de un sedicente “gobierno italiano en el exilio”, gobierno de derechas inexistente, pero que le permitía conceder entrevistas a todos los medios de comunicación social desde su despacho de la barcelonesa vía Augusta, declarando sus proyectos de inminente golpe de Estado, desprestigiando a las organizaciones patrióticas y anticomunistas y contribuyendo a crear un clima de inquietud y tensión. En esta ocasión, la fábrica producía material electrónico, hasta que en noviembre de 1976 desapareció como por encanto. Por supuesto, Salciolli buscaba también contactos con elementos neofascistas españoles -léase con nacionalistas y patriotas-…
La génesis del terrorismo moderno
Los orígenes del moderno terrorismo debemos buscarlos en la revolución cubana y en torno a la Conferencia Tricontinental (enero, 1966) y a la “Organización de Solidaridad con los países de África, Asia y América Latina” (OSPAAAL), con sede en La Habana. La Conferencia Tricontinental reunió bajo los retratos de Simón Bolívar y del comandante “Che Guevara” a dirigentes de todas las guerrillas hispanoamericanas y de la mayoría de los partidos comunistas de la zona. Se encontraba presente, asimismo, S. P. Rashidov, miembro del Presidium y viceministro de la URSS, como delegado soviético, el cual declara que la URSS aportaría armas y material a cualquier lucha de liberación.
Los orígenes del moderno terrorismo vienen de la revolución cubana y en torno a la Conferencia Tricontinental |
Tres meses después de la clausura de la Conferencia. Tricontinental, el “comandante Ramón”, nombre de guerra del “Che Guevara”, aislado en los contrafuertes del altiplano andino, era perseguido y muerto por los “rangers” del Gobierno boliviano. La Primera misión de la Conferencia, la de proporcionar una cobertura política y un reclutamiento militante a la guerrilla del “Che”, había fracasado. Sin embargo, algún provecho podía sacar el comunismo internacional de aquella reunión. Si los focos guerrilleros eran liquidados uno tras otro en América, esto se debía a dos factores; en primer lugar, porque las tropas regulares habían recibido preparación “contrainsurgencias” de parte de los “rangers” americanos, y sabido es que la guerrilla sólo puede vencer si tiene delante un ejército que desconoce las técnicas guerrilleras y se siente desorientado.
Por otra parte, desde la revolución cubana imperaba una tesis inexacta, la guevarista, también llamada “foquismo”, que planteaba sucintamente la posibilidad de lograr una toma del poder partiendo de un foco guerrillero que se desenvuelve de dentro hacia fuera, creando él mismo las condiciones objetivas para su desarrollo. La guerrilla era un fin en sí mismo, en la concepción “cubana” de la toma del poder. Esto debía cambiar: la guerrilla y el terrorismo se deberían de convertir, durante los años siguientes, en auxiliares de la política convencional.
Nihilista y libertaria
Dos años después (1968) de la celebración de la Conferencia de La Habana, nuevas fuerzas pseudopolíticas veían la luz en Europa: había aparecido la Nueva Izquierda. La contestación juvenil, la nueva izquierda, si es preciso definirla bastarían solo dos palabras para ello: nihilista y libertaria. Organizados en distintas corrientes, el SDS con Rudy Dutchske, en Alemania; Krivine, Cohn Bendit, Ben Said, en Francia; Rosanna Rosanda, en Italia, el FLP, en España, etc., la nueva izquierda terrorista hacía su aparición en Europa. En general se trataba de elementos que habían seguido muy de cerca los resultados de la Conferencia de la Habana y que estaban agrupados en pequeñas fracciones situadas a la izquierda de los partidos comunistas, ortodoxos. Se nutrían del redescubrimiento de los primeros socialistas utópicos, del anarquismo y del trotskismo, hasta entonces muertos y enterrados, y de nuevas corrientes de pensamiento formados en torno a Marcuse y a los Lefévre, Adorno, Althusser etc., estudiosos todos de la revolución cultural china t de las experiencias de los “hippies” americanos y demás comunidades marginales americanas.
Los servicios secretos de Berlin Oriental fueron encargados por el Pacto de Varsovia de organizar la escalada subversiva en Occidente |
Hasta principios de 1968 sus actividades languidecían por la escasez de militantes y de medios económicos. Sin embargo, en esas fechas se producen los estallidos subversivos en Alemania, cuando el SDS dirigido por Rudi Dutschke, supera los altos muros de las universidades, lanzando la agitación subversiva a las calles de las principales ciudades. Hay que decir que el SDS, grupo socialista anarquizante, exclusivamente implantado en la Universidad, mantenía estrechos contactos con la Freie Deutsche Jügend de Alemania del Este, especie de frente. de Juventudes en versión comunista, de quien recibía ayuda técnica y monetaria.
Cuando se produce el alzamiento subversivo en mayo del 68, en Francia la situación es mucho más compleja que en Alemania. Por un lado, la Unión de Juventudes Comunistas Marxistas-Leninistas, apoyada por el Gobierno chino y Albania, ataca al Movimiento 22 de Marzo, al que pertenece Cohn Bendit, acusándole de ser un “submarino” del Partido Comunista francés. En realidad, existían interrelaciones abundantes y militancias dobles entre el Movimiento 22 de Marzo y la llamada Federación de Estudiantes Revolucionarios, de tendencia trotskysta; en efecto, ambos grupos, pocos días antes del estallido terrorista, habían visto en sus locales proyecciones de un filme realizado por los amigos de Rudi Dutschke sobre terrorismo y guerrilla urbana, y de otro plan elaborado por los Kampf Gruppen del Partido Comunista de Alemania Oriental, habiendo distribuido el cuaderno de organización y defensa de la Sección de Seguridad del mismo partido, que entonces dirigía el hoy (1977) omnipotente Honnecker.
Cuando la revuelta está en su punto álgido, sobre las barricadas de la calle Gay Lussac la Policía encuentra granadas anticarro de fabricación alemana-oriental y, un poco más tarde, miembros del SDS alemán son detenidos en la frontera francoalemana cuando intentaban penetrar con el mismo material de guerra destinado para sus colegas franceses. Todo esto fue en su momento aireado por la prensa francesa y muy singularmente por los excelentes semanarios “Minute” y “Rivarol”, más tarde recogido por François Duprat en su libro “Les journées de mai 68”.
Al fondo, stalinismo
En cuanto a Cohn Bendit, caben varias posibilidades: la primera que fuera un revoltoso sincero; la segunda, que siguiera siendo un comunista ortodoxo como lo era dos años antes en Alemania, cuando militaba en el Partido Comunista alemán, entonces clandestino, pero siempre ligado a los comunistas de Pankow. ¡Siempre los comunistas de Pankow! En 1972, el arresto del coronel Volker en Francia ponía de relieve una vez más las concomitancias entre los servicios de inteligencia del Este de Europa y los pequeños grupos izquierdistas de Occidente. En efecto, este oficial alemán oriental, dependiente del Haupt Varteidigung Amt (Servicio Central de Información de Alemania del Este), mantenía, aparte de su labor como espía clásico, contactos con organizaciones izquierdistas a fin de ganarlas como ingenuas colaboradoras de la política del Kremlin. Pues bien, según se puede leer en el libro “La International Etudiante Revolutionaire” y en “KGB” -un libro que no nos cansaríamos de recomendar-, desde 1965, los servicios secretos de Pankow fueron encargados por el Pacto de Varsovia de organizar la escalada subversiva en Occidente.
Detrás de todas las acciones terroristas de Europa aparece, de una u otra forma la mano del régimen comunista de Alemania del Este |
Pero ¿por qué Pankow? Inicialmente, porque representa la punta avanzada del comunismo en Europa, porque en aquel momento sus hombres de Estado, con Ulbritch a la cabeza, eran los más serviles y perrunos colaboradores del Kremlin, mientras que en otras naciones, Rumanía y Checoslovaquia, se daban peligrosos síntomas de liberalización que luego culminaron en agosto de 1968 con la invasión de Checoslovaquia y la liquidación pura y simple de la “primavera de Praga”. En aquellos años, en el seno de las cancillerías comunistas de Europa se vivía una pugna dramática entre los duros y las palomas. Si Pankow cumplía su trabajo de agitación y terrorismo, esto significaría el reforzamiento de la postura “dura”, como así ocurrió el hecho. En Polonia, los estudiantes eran sitiados en sus facultades, y en el 70 los obreros de los puertos del Norte incendiaban los edificios públicos, en Checoslovaquia, los tanques... Y Rumania atemorizada, con Yugoslavia dando marcha atrás y acercándose nuevamente al Kremlin. La revuelta estudiantil fue vilmente aprovechada para reforzar la postura stalinista frente a los intentos liberalizadores.
Llega a España
Superada la crisis de 1968 que se dio por todo el mundo con más o menos intensidad, y que en España estalló durante 1969 propiciando un Estado de excepción, el futuro de los grupúsculos ultraizquierdistas era problemático: unos, los pro-chinos, siguieron con su trabajo político muy limitado, pero recibiendo constante ayuda de los gobiernos chino y albanés; los trotskystas crecieron y reconstruyeron su Internacional, utilizando para ello, según algunas fuentes, fondos sionistas, ya que no en vano la mayoría de los dirigentes trotskystas tenían origen hebreo -Krivine, Ben Said, Mandel, Frank, Lambert, etc.-; el Movimiento 22 de Marzo, cumplida su flamígera misión, se disolvió, como su colega alemán el SDS. Pero esos meses de lucha habían creado unos cuadros preparados técnica y políticamente para la guerrilla urbana. De estos núcleos parte el terrorismo moderno.
Los grupos italianos que participaron en las famosas ocupaciones de los locales universitarios, en Roma y Milán, se eclipsaron como organizaciones de masas, dando origen a los comandos de las Brigadas Rojas y de los NAP. El SDS alemán, en estado de putrefacción, fue seguido de la aparición de la Fracción del Ejército Rojo, más conocida como Banda Baader-Meinhof, mientras que otro Ejército Rojo aparecía en el Japón, en esta ocasión como subproducto de los Zenka-guren, estudiantes subversivos japoneses de finales de los años 60; en Francia, grupos maoístas procedentes de la llamada Dirección Militar de la Unión de Juventudes Comunistas Marxistas- Leninistas daban origen a la Nueva Resistencia Popular, para ser desarticulada en varias ocasiones, y los supervivientes pasan, por último, a ser los amigos de un tal “Carlos”, el más famoso terrorista de todos los tiempos. La descomposición de los Estudiantes para una Sociedad Democrática, grupo norteamericano radical, dio origen a los Watherman, organización terrorista especializada en guerrilla urbana.
En España aparecen grupos similares por toda la geografía nacional: el Movimiento Ibérico de Liberación, los Grupos Autónomos de Combate, el GARI, UPG, el FAC, mientras, se contempla una reactivación del activismo asesino de ETA.
Los factores objetivos del terrorismo
De todo lo dicho hasta ahora se puede inferir que gran parte del terrorismo no es espontáneo, sino teledirigido desde los países del Este, concretamente desde la Alemania (comunista) de Pankow. Esto podría ser condición suficiente para justificar la presencia del terrorismo en la sociedad moderna. Sin embargo, existen otras razones que completan y justifican esta explicación. En efecto, para nosotros, un sistema democrático, como el sistema europeo occidental, es un sistema terrorista. La democracia, en sus tres etapas de desarrollo, se ha mostrado siempre extremadamente violenta y terrorista: ninguna democracia, ha nacido del consensus universal, sino de una sangrienta convulsión. Baste recordar la Revolución francesa o el terrorismo que precedió al hundimiento del régimen de los coroneles (Grecia), o la guerra colonial que no es sino el origen de la democracia portuguesa. La democracia, pues, se asienta sobre crímenes sectarios, violencia homicida y riadas de sangre.
Más tarde, cuando la lucha de partidos se solidifica y éstos ven acotados sus márgenes de votos en cantidades constantes, tanto los partidos como el sistema mismo precisan del terrorismo para esgrimir argumentos contra la oposición, para lograr equilibrios y pactos políticos, etc. Existe un terrorismo interesado, un terrorismo al servicio de las grandes centrales de poder y existe también un auténtico terrorismo que nace en la base y que corre el riesgo de ser manipulado constantemente no sólo en sus resultados, sino también su ejecución: en efecto, las grandes luchas entre partidos precisan dinero, dinero, y dinero; prestigio político, recursos humanos abundantes, una gran estructura política, una burocracia superdesarrollada etc. Elementos todos inaccesibles a los pequeños grupúsculos que no tienen la mínima posibilidad de triunfar en una contienda electoral. Sus posibilidades de acceso al poder no existen, por lo menos por vía electoral: no queda otro recurso que la utilización de la violencia revolucionaria. Para ello, no faltan ejemplos y experiencias: la Revolución de Octubre, la Comuna de París, Cuba, Sierra Maestra, etc.
Hay que señalar también que ninguna democracia ha nacido del consensus universal, sino de una sangrienta convulsión |
Por último, cuando la democracia está agotada, cuando lo largo de las distintas competiciones electorales han ido desgajándose grupos marginales y dejado paso al marxismo, poco a poco, ya sea mediante el Frente Popular -socialistas y comunistas- o mediante el compromiso histórico -marxistas, comunistas, y no marxistas-, el terrorismo se hace indiscriminado y ciego: las fuerzas subversivas se mueven cada vez en un ambiente más favorable, menos acosadas por la Policía, seguras de que la sustitución del régimen liberal y democrático por otro socialista y autoritario, consecuencia lógica del primero, va a obrarse pronto, e imprimiendo mayor velocidad al mecanismo del terror. Es evidente que un Estado socialista no puede edificarse con la presencia de oposición interior: el terrorismo, en esta última fase de la democracia y primera del socialismo, tiene como fin erradicar a los adversarios políticos. Se podrá hacer esto como en la II República, cuando los comunistas liquidan directamente a sus adversarios, o como en el caso chileno, en donde el “trabajo sucio” lo ejecutan grupos marginales especializados: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, la Vanguardia Organizada del Pueblo, el Grupo de Amigos Personales, etc.
Cuando las sociedades están enfermas
Cada fase democrática tiene un terrorismo preferencial y con distintas orientaciones estratégicas, pero manteniendo un mismo principio rector: el de la violencia como arma política.
Un Estado fuerte, de la orientación política que sea, hace imposible la aparición y el desarrollo del terrorismo, de la misma forma que un organismo sano dispone él mismo de defensas contra las enfermedades. Sin embargo, una sociedad enferma, una sociedad en estado de deterioro y putrefacción, como la actual sociedad occidental, es vulnerable ante cualquier enemigo: lo es ante la corrupción de las costumbres; no puede resistir la pornografía; es una sociedad en la que las pulsaciones típicamente negativas y de crisis aparecen por doquier… En estas circunstancias, el terrorismo es el condimento adecuado para unos y otros, la salsa que da un cierto dramatismo a la actividad cotidiana y permite el que temporalmente los ciudadanos sean llamados a cerrar filas “en defensa de la Constitución”. Esto, que hasta hace poco ocurría sólo en el extranjero, a partir del 15 de diciembre (*) lo vamos a ver muy frecuentemente en España... Pero, como ya hemos demostrado, el germen del terrorismo se encuentra. Precisamente en esa constitución cuya defensa se invoca. Dentro de este contexto, el lema con que aparece invariablemente “Cuadernos para el Diálogo” (“Contra terrorismo, democracia”), siempre que se produce en nuestro país un atentado terrorista no es solo una grotesca irrisión, sino una criminal muestra de la estupidez liberal. Mas bien valdría decir: ”Junto a democracia, terrorismo”.
Ernesto MILÁ RODRÍGUEZ
|
Marcadores