Viajes del rey Carlos VII a las Américas (años 1876 y 1887)
Revista FUERZA NUEVA, nº 502, 21-Ago-1976
Los viajes a las Américas del rey Carlos VII
Narraremos muy sucintamente los dos viajes realizados por S. M. el Rey Carlos VII a las Américas: el primero, a Méjico y a los Estados Unidos, hace ahora (1976) precisamente un siglo, o sea, el año 1876. Y el segundo, que abarcó un periodo comprendido desde el 20 de abril de 1887 al 24 de agosto de dicho año, en un recorrido verdaderamente triunfal por numerosas capitales de Haití, Jamaica, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Perú, Chile , [Uruguay] y la Argentina.
El célebre heraldista costarricense Castro y Tosi, escribió sobre estos viajes una magnífica interpretación:
“El único soberano de Indias, detentador de esta misión espiritual que recorrió aquellas zonas de su delegación, fue el Rey Carlos VII (q.D.h.) de eterna memoria, el cual en todas partes halló por parte de los americanos el reconocimiento tácito de su sagrada calidad”.
Primer viaje de Carlos VII
En el primer viaje, en 1876, Carlos VII fue acompañado por el general Martínez de Velasco y por los oficiales de Órdenes don José Ponce de León y don José Suelves, vizconde de Montserrat.
El itinerario fue el siguiente: desembarcaron en Halifax (Nueva Escocia) y atravesando Nueva Brunswick, fueron a Boston y Chicago, llegando a Nueva Orleáns, donde embarcaron para Veracruz. De allí hizo el viaje por ferrocarril a Méjico, pero al llegar a Boca del Monte fue reconocido por un gran número de carlistas que habían sido enviados castigados al ejército de Cuba, del que habían logrado desertar. Inesperadamente, fue allí donde se rompió el incógnito de su persona ante las multitudinarias aclamaciones de que fue objeto.
Al marcharse de aquella república, don Carlos escribió una carta de agradecimiento, por las atenciones dispensadas, a don José Altamirano.
Entre otras cosas, y del mencionado documento, que lleva fecha en Méjico del 22 de junio de 1876, entresacamos lo siguiente:
“Pensé que la visita a un país donde a cada paso se encuentran las huellas gloriosas de la antigua grandeza española, disminuiría, hasta cierto punto, en el corazón el dolor que me causan las desgracias que afligen a mi querida Patria… Así, efectivamente, ha sucedido. Yo quería visitar Méjico en el más riguroso incógnito, porque mi objeto era aprender; pero habiendo sido reconocido, todo Méjico y la colonia española toda me han demostrado una simpatía que nunca olvidaré. Ruego a Dios que algún día pueda ser útil a nuestra raza en ambos continentes.
“Soy el Rey legítimo de España, y el primero de mi estirpe que ha visitado el continente descubierto por los españoles. Tengo fe en el triunfo de la gran causa que he defendido en los campos de batalla, y aseguro a usted que uno de los días más felices de mi vida sería aquel en que viese caminar juntas a España, a Méjico y a todas las naciones de nuestra raza en las vías de la verdadera civilización, estrechándose las manos como buenas hermanas, sin desdoro de nadie y con gloria y provecho de todos”.
Volvió de nuevo don Carlos a los Estados Unidos, desembarcando en Nueva Orleáns; estuvo en Richmond y Washington, visitando la exposición universal de Filadelfia. Estuvo también en Nueva York, donde al conocerse su estancia y al asistir a un teatro se le agasajó adornando con banderas su palco y a su entrada en el local tocaron la Marcha Real española.
Fue durante su estancia en Newport cuando un periódico norteamericano atacó a don Carlos y al carlismo y fue entonces cuando el marqués de Ponce de León, ayudante de campo de don Carlos, escribió una carta de réplica a dicho diario “The Sun”, fechada en Newport el 2 de agosto de 1876, de cuyo documento reproducimos los siguientes párrafos:
“En 1869, se le presentó a don Carlos, en París, un agente secreto ofreciéndole municiones y material de guerra americano y dinero de los cubanos para combatir al Gobierno de Madrid, siempre que se obligase a retirar de Cuba las tropas españolas, dejando a los titulados patriotas que se las compusiesen a su modo. La contestación de don Carlos fue mandar a uno de sus ayudantes que enseñase la puerta de la calle al portador de semejante mensaje.
El duque de Madrid (don Carlos) en todo tiempo puede justificarse con haber combatido por el mantenimiento de su dinastía y las antiguas libertades del pueblo. Pero ¿qué pudieran alegar esos que han derramado tanta sangre, dejando a España exhausta de recursos, como no sean sus personales ambiciones?”
Finalizó don Carlos su estancia en América regresando a Liverpool, y, después de pasar por Londres, regresó a París, donde se encontró con la Reina Margarita, que, habiendo quedado en Pau hasta dar a luz su cuarta hija, la infanta doña Alicia, se unió a él para fijar su residencia en el exilio en la capital francesa, en el número 49 de la rue de la Pompe, en el distrito de Passy.
Segundo viaje de Carlos VII
Teniendo don Carlos el proyecto de hacer un viaje a América del Sur, por disposición del 22 de febrero de 1887 dispuso que la Península formara cuatro circunscripciones cuya extensión y mando serían las siguientes: León, Asturias y Galicia bajo la jurisdicción y mando del general don León Martínez y Fortún; Andalucía y Extremadura a las del general don Juan María Maestre; la de Aragón, Cataluña, Murcia, Valencia y Castilla la Nueva, a las del general don Francisco Cavero, y las provincias Vascongadas, Navarra y Castilla la Vieja, a las del general marqués de Valdespina.
Inició el viaje don Carlos el 20 de abril de 1887, partiendo desde el puerto de Southampton para la América Central en el vapor “Orinoco”. Desembarcó en las islas Barbados, también en Jacmen (Haití). En este viaje acompañaban a don Carlos su secretario Melgar, su ayudante el conde de Ayanz y el médico teniente coronel carlista doctor Coma.
Desembarcaron en Kingstown, en la isla de Jamaica, y desde allí pasaron a Puerto Colón. De allí, y en un tren especial, fueron a la ciudad de Panamá. El gobernador del departamento, general don Alejandro Posada, envió a un ayudante para pedir hora a don Carlos y luego éste se trasladó al palacio del gobernador: le visitó también el obispo de Panamá, doctor Peralta.
Durante su estancia en Panamá fue muy agasajado. El último día de su estancia en Panamá lo pasó en Colón. Luego partió en el vapor “Serena”, en el que don Carlos y su séquito hicieron su navegación por el Pacífico.
Don Carlos escribió una carta de agradecimiento al general don Alejandro Posada, de cuyo documento, fechado en Arica (Chile) el 16 de junio de 1887, reproducimos lo siguiente:
“Mi querido general: Usted ha sido la autoridad que apenas desembarqué me recibió en mi segundo viaje a la América española. A usted acudo para saludar por su conducto a los pueblos de Centroamérica y a todos los otros, hermanos del mío, que no visito esta vez más que con el deseo. Soy el primero de mi estirpe que pisa el territorio descubierto por Colón, y siento la necesidad de desahogar mi corazón de español. Descendiente de los antiguos Reyes que dominaron el Nuevo Mundo, lo visito hoy de incógnito y desterrado de mi Patria; pero todos los obsequios y las muestras de afecto que recibo son para aquélla, y en su nombre bendito las agradezco”.
El “Serena” hizo luego escala en todos los puertos del Perú: Túmbez, Payta, Pacasmayo, Salaverri, Chimbote, Camacho, Casma, Supe y Huacho. En todas cuyas escalas el capitán de cada puerto se presentaba en la falúa del Gobierno para ponerla a disposición de don Carlos para su desembarco.
El 27 de mayo ancló el “Serena” a la boca del puerto de El Callao, frente a la isla de San Lorenzo, donde están enterrados los marinos muertos en la acción librada en 1866 a las órdenes de Méndez Núñez. Visitaron el Fuerte del Real Felipe y el castillo de la Independencia y después marcharon para Lima en ferrocarril.
En el hotel Maury, donde se hospedó, recibió la visita de numerosísimos carlistas, entre ellas, la del padre Babil Moreno, jesuita, capellán de san Pedro, quien había servido en la guerra carlista, como su padre y su abuelo sirvieron en la de los Siete Años. Agasajado por el coronel Puente y el mayor Abril, visitó el cuartel de Santa Catalina, donde se le rindieron honores.
En el palacio de la Exposición, don Carlos fue obsequiado con un banquete por la oficialidad peruana, mientras que en el corredor del hotel la banda de Artillería interpretó diversas composiciones. En días posteriores, y acompañado de su séquito, fue objeto de numerosos agasajos. Su presencia excitó una general simpatía. Un hecho curioso: entre otras muchas visitas don Carlos estuvo en la Casa de la Moneda, donde fue obsequiado con una medalla de plata fabricada expresamente en honor del regio visitante. Después de visitar al general Cáceres, presidente de la República, para despedirse, se dirigió a la estación de San Juan de Dios donde tomó el tren para El Callao.
Una vez en este puerto, embarcó en el vapor “Coquimbo”, invitando a almorzar al coronel Alayza, ayudante del presidente de la República, que le acompañaba.
Llegaron a Mollendo y de allí pasaron a Arequipa. El presidente de los ferrocarriles bolivianos, don José Manuel Brown, puso a disposición de don Carlos y de su séquito un tren especial.
El “Coquimbo” siguió rumbo a Valparaíso; el itinerario siguió a Santiago de Chile, sonde recibió numerosísimos agasajos y se entrevistó con muchísimas personalidades. Don Carlos presenció asimismo varios ejercicios militares, fue al Palacio del Congreso, acompañado por Walker Martínez, Tocornal y Fernández Blanco. Fue saludado por el arzobispo de Santiago, don Mariano Casanova. Estuvo en el Palacio de la Moneda para despedirse del presidente de la República, don José Manuel Balmaceda.
El 23 de julio salió en ferrocarril para Valparaíso, acompañándole gran número de personalidades chilenas, hasta Talcahuano, desde donde se dirigió por ferrocarril a Concepción, donde fue agasajado por los españoles y atendido por las autoridades. En la bahía del Arauco subió a bordo del vapor “Sorata”, entrando en el estrecho de Magallanes y llegando el día 30 a Punta Arenas. Ya en el Atlántico, el “Sorata” hizo rumbo a Montevideo, donde entró el 5 de agosto. El desembarco se hizo en la isla de las Flores, donde un gran número de carlistas esperaba a don Carlos. Desde el muelle se dirigió a la catedral, que visitó después de cantarse una salve. De allí pasaron al hotel Oriental, donde el obispo de Montevideo, don Inocencio María Yeregui, fue a visitarle. Por la noche asistió a una recepción a su honor en el Club Católico, a la cual había sido invitado por el presidente, don Hipólito Gallinal. El día 9 visitó el cuartel de Artillería, siendo recibido por la Guardia formada y ejecutando la banda de música la Marcha Real.
Fue al amanecer del 10 de agosto cuando don Carlos llegó a Buenos Aires, desembarcando en el muelle de Santa Catalina, donde le esperaban unos quinientos carlistas españoles, a los que camino del Gran Hotel, donde se alojó, se agregaron muchos más. De allí se dirigió a la catedral, donde fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires. El templo quedó invadido por gran número de carlistas españoles que, al enterarse de la presencia del Rey, acudían enfervorizados a saludarle.
Durante las dos semanas de estancia en la República Argentina, don Carlos fue agasajado en gran manera, visitando el Arsenal, el cuartel de Infantería, donde estaba alojado el 1º de Línea, el Hospital Militar y la Maestranza. Le invitó el vicepresidente, don Carlos Pellegrini, hubo una sesión académica en su honor y un banquete al que asistieron el arzobispo de Buenos Aires y el famoso orador argentino don José Estrada. Los principales círculos aristocráticos de Buenos Aires le nombraron socio de honor.
El presidente, Juárez Celmán, puso a su disposición el palco oficial en los teatros Colón y Poliatema, acompañando al Rey en las representaciones teatrales en su honor.
De Buenos Aires, don Carlos y su séquito fueron a Córdoba por ferrocarril en un tren especial. Allí fue exquisitamente atendido por el gobernador general, don Marcos Juárez Celmán, hermano del presidente de la República, visitando la Universidad, la catedral, el Observatorio, asistiendo a una representación en su honor en el teatro del Progreso, y a dos banquetes en su honor; de allí, y pasando por Rosario de Santa Fe, regresó de nuevo a Buenos Aires. Al embarcar en el vapor francés “Senegal” recibió un mensaje de los carlistas emigrados en la Argentina y el Uruguay, en un riquísimo álbum. Don Carlos contestó desde dicho vapor, anclado frente a Montevideo, en fecha 25 de agosto de 1887:
“A mis fieles soldados emigrados en el Uruguay y la República Argentina. No me es posible separarme de vosotros sin que broten de mis labios los sentimientos que embargan mi alma. A vuestro lado he revivido estos días en la Patria bendita, porque vosotros la lleváis en vuestros corazones como yo en el mío. Gracias, mis valientes soldados, por los consuelos que os he debido. Por donde quiera que he pasado os he oído citar como personificación de todas las virtudes tradicionales en nuestro pueblo: constancia, bravura, honradez, nobleza de carácter, religiosidad. No en vano conserva Dios a España esta reserva gloriosa al otro lado de los mares”.
Fue un viaje apoteósico y triunfal.
José María DE HEROSTI
Última edición por ALACRAN; 14/04/2021 a las 14:18
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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