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Tema: La fantasmagórica “República en el exilio”

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    Re: La fantasmagórica “República en el exilio”

    ... LAS GENIALIDADES DE ÁLVARO DE ALBORNOZ Y F. GORDÓN ORDÁS

    La puesta de nuevo en el tapete de la O.N.U. del “caso español”, dio ímpetus a Albornoz. Ahora se aseguraba que había en nuestro país tres técnicos alemanes fabricando un proyectil-cohete electromagnético o platillo volante y un cañón con proyectiles desintegradores. Tales pertrechos eran elaborados cerca de Marbella y hasta se aseguraba que Franco había presenciado el ensayo del cohete, en tanto que el proyectil nuclear era lanzado frente a Baleares en cierto cañón instalado en un dragaminas. Aseguraban, igualmente, que tal cañón había sido orientado hacia Norteamérica, a fin de adjudicarnos dos accidentes aéreos entonces ocurridos.

    El fracaso de la maniobra en la O.N.U. sirvió para que Albornoz, Prieto y Álvarez del Vayo se tiraran los trastos a la cabeza. Si el “caso español” no hubiera quedado liquidado en mayo de 1949, quienes representaban a las instituciones republicanas se habrían visto en un grave apuro para inventar mayores truculencias que las puestas en circulación en las citadas ocasiones. En tanto, el partido comunista realizaba su incursión por el Valle de Arán (Lérida) a base de grupos terroristas.

    La nueva resolución favorable de la O.N.U. sobre España (4 de noviembre de 1950) constituyó el golpe de gracia para Albornoz. Su agonía duró doce meses, ya que hasta noviembre de 1951 no fue sucedido por Félix Gordón Ordás, que se atribuyó la cartera de Hacienda, con Fernando Valera (Estado), Juan Puig y Ferrater (Justicia), Emilio Herrera Linares (Asuntos Militares) y Eugenio Arauz Pallardó (Información, Propaganda y Archivos). Actuaban como “consejeros” José Antonio Balbantín Rodríguez, en Londres, José María Semprún Gurrea, en Roma, y Martínez Feduchi y Giner de los Ríos en Méjico.

    Nada hubo destacable en la actuación de Gordón Ordás, salvo multitud de comunicados y declaraciones en periódicos de toda clase, seguramente a tanto la línea. Sus frecuentes viajes fuera de Francia dieron lugar a que Just Gimeno llevara a cabo aquellas tareas publicitarias, como “presidente interino”. El Concordato y el Tratado Hispano-Norteamericano soliviantaron los ánimos del republicanismo, que aplicó a ambos casos sus más escogidos dicterios. Cabe mencionar la creación de la O.L.E., u "Orden de la Liberación Española", con distintas categorías, bastante prodigada por Ordás.

    Una pírrica victoria pudo anotarse este equipo representativo de las instituciones republicanas: la permanencia en la Unión Parlamentaria. Pero la cosa fue de escasa duración. Esta entidad, una de las más antiguas de carácter mundial que existen, y en la que se reúnen representantes parlamentarios, preparó su XLIV Congreso en Helsinki. Los republicanos habían bullido abundantemente en ella, pero su Comisión Ejecutiva resolvió admitir a la España Nacional por razones lógicas y legales, dejando fuera a los parlamentarios del exilio, pese a contar con fuertes asistencias. (…) Casi pude decirse que el último asunto público en que intervino Gordón Ordás fue la carta al Presidente Eisenhower, protestando de su visita a España.

    EL PINTORESCO GENERAL HERRERA

    Por inoperancia y consunción feneció el quinto "Gobierno" del exilio y don Emilio Herrera Linares se encargó de la sucesión. De su visión como aviador hay pruebas en los artículos que publicó en “Memorial de Ingenieros”, firmados en ocasiones con el signo = / = (año 1926, sobre todo), donde llegó a sostener la tesis de que si bien podrían hacerse vuelos con aviones en cortos trayectos, nunca podría lograrse la navegación aérea con mercancías de un continente a otro. Él era partidario del dirigible y sus peregrinas teorías las lanzó fuera de España, como fue la crónica titulada “Sevilla- Buenos Aires”, que dio en “La Nación” de la capital argentina, número del 6 de octubre de 1928. (…)

    Esto no fue óbice para que obtuviera la medalla número 15 de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que había ostentado don José de Echegaray. Pero dejemos lo personal y sigamos con la actuación del equipo que dirigía. El ingreso de España en las Naciones Unidas privó al señor Herrera Linares de intentonas especiales.

    El fallecimiento de don Diego Martínez Barrio (presidente desde 1939), el 1 de enero de 1962, llevó a los integrados en las instituciones republicanas a una nueva situación difícil. Don Luis Jiménez de Asúa, que a la muerte de Fernández Clérigo pasó a primer vicepresidente de las Cortes, había dimitido. El problema era que puesto en práctica el sistema de “corrida de escalas”, correspondía el puesto a Dolores Ibarruri. Jiménez de Asúa, olvidándose de la renuncia, comenzó a actuar, pero como presidente de las Cortes, ordenando a don Claudio Sánchez Albornoz, a la sazón en París, para que sucediera a Herrera Linares, ya dimitido.

    Angel Galarza y Alvarez del Vayo se alzaron contra Jiménez de Asúa, acusándole de usurpación de atribuciones por haber rehusado a su tiempo el cargo que le correspondía y no tomar posesión de la presidencia de la República. Patrocinaban ambos la candidatura de La Pasionaria, comenzando sus trabajos para reunir las Cortes en Praga (Checoslovaquia comunista), de las que decían saldría Alvarez del Vayo, jefe del Gobierno, contando con la incondicionalidad de los comunistas.

    UN FANTASMA LLAMADO “REPÚBLICA ESPAÑOLA”

    A toda prisa, Jiménez de Asúa, sin preocuparse demasiado de su anterior dimisión, aceptó la presidencia republicana, firmando el 28 de febrero (1962) dos decretos, aceptando la dimisión de Herrera Linares y nombrando a Sánchez Albornoz de sustituto. El equipo quedó integrado por Herrera Linares, “ministro” de Asuntos Militares, Just Gimeno, de Interior y Emigración; José Maldonado, de Justicia y gran canciller de la O.L.E.; Valera Aparicio, de Negocios Extranjeros, y sin cartera, Gordón Ordás y Carner.

    Pocas ocasiones han tenido desde su constitución. Del fárrago de llamamientos y mensajes que han producido, entresacamos el de enero de 1965, pidiendo el establecimiento en España de la libertad religiosa, y otro del 14 de abril de 1966, con incitaciones a los estudiantes.

    Desde febrero de 1963 se había comenzado a hablar del traslado desde París a Méjico del fantasmagórico Gobierno. Y don Victoriano Ocampo publicó en “El Universal” azteca un sustancioso comentario del que entresacamos dos párrafos:

    El Gobierno republicano en el exilio es un fantasma, algo intrascendente, y da lo mismo que en su destierro encuentre asilo en París, en Méjico o en los cerros de Úbeda. En todas partes es inofensivo y no lo toman en cuenta ni siquiera los republicanos”.

    Con otras ajustadas referencias, continuaba:

    Una alegría que para subsistir no llena ninguno de los requisitos establecidos por el derecho público internacional. No se le elige, no tiene jurisdicción alguna, no cuenta con territorio y ni siquiera puede ser considerado como una imitación de Estado”. (…)

    Eduardo COMÍN COLOMER

    Revista FUERZA NUEVA, nº 14, 15-Abr-1967





    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: La fantasmagórica “República en el exilio”



    El libre retorno a España de los exiliados rojos de la Guerra Civil durante el franquismo


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 134, 2-Ago-1969

    Diario de un ingenuo

    (…) En el número de junio (1969) de “Cuadernos para el Diálogo” aparece otro editorial titulado “Morir en México” (así, con equis y todo, que debe de ser letra más progresista que la castiza jota) en el que se glosa el caso de los españoles que se exiliaron a Méjico al acabar la contienda. Asegura “Cuadernos” que dejaron un desolador vacío en el país… (cuyas) consecuencias son aún palpables, evidentes y las sufrirán todavía las generaciones venideras…”

    (…) El “desolador vacío” de los exiliados, los hombres que en España apecharon con la tarea de levantar el país en ruinas que nos habían dejado los ocupantes de la zona roja, no lo vieron por ninguna parte. El único vacío desolador que se notaba era el de los miles de asesinados por los rojos, fueran o no intelectuales. Ellos no tuvieron ocasión de exiliarse. En cuanto a que las consecuencias “las sufrirán todavía las generaciones venideras, resulta ridículo afirmarlo cuando España, sin esos exiliados, ha pasado del atraso, la incultura y la miseria de los años de la República, a este presente de progreso, justicia y bienestar que dudamos que “Cuadernos” se atreva a negar. Las generaciones futuras serán felices de heredar este prometedor presente y dudamos que echen de menos el estancamiento de los años republicanos.

    “Cuadernos para el Diálogo” insiste hablando de los exiliados: “Lo que hubiera supuesto para España la aportación a su vida intelectual de estos españoles en diáspora, es difícilmente calculable”.

    En efecto, lo que “hubiera supuesto” no lo podemos calcular. Pero lo que supuso, sí que lo sabemos: la presencia de tan brillantes intelectuales en la zona roja coincidió con una época de crímenes, atropellos e indignidad como no ha conocida España otra en su historia. Aceptamos que, como dice “Cuadernos” sea triste la muerte por vejez en el exilio de estos hombres. Pero más triste fue la muerte en plena juventud de miles de españoles a manos de unas hordas rojas que los brillantes intelectuales del exilio ni contuvieron ni siquiera condenaron. La aportación que esas vidas jóvenes hubiera supuesto para la Patria, esa sí que es difícil de calcular. Pero a “Cuadernos” no parece inquietarle tanto como la suerte de otros hombres que, parafraseando la frase de un intelectual que no huyó al exilio, “jugaron, perdieron y deben aguantarse con las consecuencias”. Consecuencias, por otra parte, no tan negativas para ellos, pues después de todo, gracias a la generosidad del Estado español, el que hace ya años no está en España es porque no quiere. Y si sus intereses personales predominan sobre la atracción de la Patria, esa es un asunto que a ellos sólo compete, pero del que no sería honesto hacer un arma polémica contra el Régimen español.

    Insiste “Cuadernos” respecto a los exiliados: “¿Cabe pensar en una vuelta, con todas sus consecuencias, de los hombres del exilio? ¿Habría cátedras para ellos o quizá editoriales para publicar sus libros o periódicos que acogieran sus razones?...

    Por nosotros, mientras no se les facilitan “checas”, de lo demás, que dispongan de lo que quieran. En el terreno ideológico no creemos que sean peores los exiliados de fuera que los exiliados de dentro. Y estos disponen de cátedras, de editoriales y de periódicos. No hace falta señalar con el dedo.

    Digamos, para terminar, que de los exiliados, por respeto a una situación dolorosa que tiene ya más de treinta años, no hubiéramos hablado espontáneamente en este tono polémico. Pero cuando alguien se empeña en convertir su situación en bandera, obliga a los demás a poner las cosas en su punto. (…)

    Juan Nuevo


    Última edición por ALACRAN; 23/10/2024 a las 12:59
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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