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Tema: La fantasmagórica “República en el exilio”

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    La fantasmagórica “República en el exilio”

    La fantasmagórica “República en el exilio” (1939-1977), a caballo entre Méjico y París

    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 14, 15-Abr-1967

    LA REPÚBLICA EN EL EXILIO

    Por Eduardo Comín Colomer

    Cuando el 1 de febrero de 1939, finalizó en las caballerizas del Castillo de Figueras (Gerona) la reunión del Parlamento del Frente Popular, apresurándose la mayoría de los diputados asistentes a salvar la escasa distancia que les separaba de Francia, la Segunda República española dejó de existir. Carente de territorio, pues la evacuación de las Instituciones oficiales se llevó a cabo el 14 de los mismos, el sistema republicano cerraba de manera definitiva el capítulo de la Historia de España abierto el 14 de abril de 1931. Cuatro años, ocho meses y dieciocho días habían sido suficientes a los políticos representativos del sistema para dividir enconadamente al país, fomentar la secesión y encender, dejando tras de sí las postreras etapas, una guerra cuyo fin estaba marcada a fecha fija.

    UN GOBIERNO ERRANTE QUE NO SE RESIGNA A SU DESPRESTIGIO HISTÓRICO

    Por si el desbarajuste dispersionista de Figueras (Gerona) no hubiera sido total y absoluto, originando el derrumbamiento pleno de todo lo representativo, acontecimientos producidos ese mismo mes de febrero, ya en el exilio, resultaron suficientes para certificar la defunción del régimen republicano. Era ello la renuncia a la Presidencia de la República de don Manuel Azaña Díaz, suscrita en Collonges-sous-Soléve el día 27. Además, aun cuando por razones formulísticas y de liquidación de situaciones se precisara de una circunstancial sustitución, la cosa estaba automáticamente prevista en el artículo 74 de la Constitución de 1931, si bien la situación hacía imposible la convocatoria de elecciones.

    Pero al recibir el presidente de las Cortes, don Diego Martínez Barrio, la renuncia presidencial y dar cuenta a la Diputación Permanente, fue adoptado el siguiente acuerdo:

    La Diputación Permanente de las Cortes ha conocido la dimisión presentada con fecha 27 de febrero último por S. E. el señor presidente de la República, acordando, vista la imposibilidad de reunir de momento al Parlamento, darse por enterada.

    Declara, asimismo, ante la eventualidad de que el señor presidente de las Cortes acepte la presidencia interina de la República, previa la prestación de la promesa constitucional, que llegado tal caso se dispone a colaborar en la obra política que por medio de su Gobierno marque, si tiende exclusivamente a liquidar con el menor daño y sacrificio posibles, y en función de un servicio humanitario, la situación de los españoles”.

    Antes de comentar este acuerdo de la Comisión Permanente de Cortes, órgano supremo y único de la República, tras la renuncia del presidente, queremos recordar que figuraban miembros representantes de las minorías socialista, Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra Catalana y comunistas, faltando, naturalmente, los correspondientes a fracciones antagónicas del frentepopulismo.

    Pues bien, el acuerdo en cuestión nos resulta extremadamente significativo, si tenemos en cuenta que existía aún una porción del territorio español bajo el pabellón de la República (“zona Centro sur”). Y es que, a nuestro juicio, marcaba en su texto la vigencia de las instituciones, ligándolas a un objetivo concreto, exclusivo: liquidar la situación de los españoles con el menor daño y sacrificio posibles. Por eso, a la pérdida de esa porción de territorio que restaba, donde había de ejercerse la función humanitaria, resulta indudable que las Cortes tenían que dejar de existir y con ellas, fundamento al fin y al cabo del régimen, todos los restantes organismos y estructuras oficiales.

    Por si esto fuera poco, el señor Martínez Barrio rehusó la Presidencia de la República que le correspondía como titular de la de las Cortes, si se le obligaba a ir a España “para ser una nueva bandera de discordia”, según su declaración a la misma Diputación. En este sentido se informó al doctor Negrín, jefe del Gobierno, quien al no contestar dio lugar a que Martínez Barrio declarase ante el mismo organismo (6 marzo 1939) haberse “visto en la imposibilidad de decidir sobre la aceptación o no del cargo de presidente interino de la República”.

    MARTÍNEZ BARRIO RECTIFICA

    Poco después, el antiguo gran maestre de la masonería dimitía la presidencia de las Cortes, quedando convertido en un diputado más. La situación, pues, de los más altos órganos republicanos fue catastrófica. Don Luis Fernández Clérigo, primer vicepresidente de las Cortes, se negó a interinar la Jefatura de la República y lo propio estuvo a punto de hacer, en simple “corrida de escalas”, don Luis Jiménez de Asúa.

    Lo real es que, por semejantes circunstancias y actitudes, la República careció de presidente gasta el 8 de agosto de 1945, en que por invitación de los partidos socialista y republicano, don Diego Martínez Barrio prometió el cargo en Méjico. No tuvieron en cuenta los legalistas que desde el 6 de marzo de 1939, el señor Martínez Barrio, con sus dos renuncias, había perdido toda clase de derechos y prerrogativas, excepto, claro está, la de diputado por el partido de Unión Republicana, y esto haciendo concesiones muy especiales, porque si algo era firme, estaba en el acuerdo de la Diputación de Cortes como consecuencia de la dimisión del señor Azaña Díaz.

    Añadiendo a tan poderosos fundamentos legales la dispersión de los seguidores del régimen y la falta de territorio sobre el que ejercer funciones de soberanía, tendremos sobradas razones para proclamar la absoluta ilegalidad de las instituciones oficiales de la República.

    Podría pensarse, como circunstancial justificación de tan singular anomalía, los acontecimientos producidos `por la segunda guerra mundial. Pero ello con criterio demasiado generoso. El hecho concreto es, sin embargo, que la situación sigue rodando (1967) y tuvo consagración internacional en diferentes momentos, algunos de los cuales creemos de intención mencionar. Pero en ese conjunto de factores acreditativos de ilegalidad, lo que supuso de réplica y desautorización al Gobierno de Negrín la actitud del coronel don Segismundo Casado, frente a la cerrilidad vesánica de los personajes republicanos y de las interesadas maniobras del comunismo. Hablar, por tanto, de representatividad y legalidad de los estamentos de la República en exilio nos parece una monstruosidad...



    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: La fantasmagórica “República en el exilio”


    ... LA OPINIÓN DE LARGO CABALLERO


    Hubo algún caso de ponderación y dignidad, y como más importante, el de don Luis Araquistáin, cuando el 4 de abril de 1939 renunció a su condición de diputado en la minoría socialista. Y abundando en nuestra opinión, debemos recoger la de don Francisco Largo Caballero, que en carta a Bullejos (20 de noviembre de 1939) exponía:

    Disfrutamos, además, el S.E.R.E., que tiene como dueño y señor a Negrín, y la J.A.R.E., por obra y gracia de Indalecio Prieto; si le parece poco, aún nos quedó la célebre Diputación Permanente, que según dicen los juristas como Prieto, es la verdadera y única representación de España en el extranjero.

    Todos esos tinglados y tingladitos se han erigido en los “genuinos” representantes de todos o parte de los refugiados españoles, y nadie depone o renuncia sus supuestos títulos representativos que, a mi juicio, caducaron o prescribieron al refugiarnos todos en el extranjero” (“¿Qué se puede hacer? …”).

    Hasta agosto de 1945, en que el señor Martínez Barrio prometió la Constitución de 1931, erigiéndose en presidente, la vida del republicanismo oficial constituyó un conjunto de torvas maniobras; y no solamente entre Prieto y Negrín, ambos en su condición de parlamentarios y el último jefe del Gobierno, sino entre personajes de toda clase. Incluso en una reunión de Cortes hubo cierto picadillo a cargo de Fernández Clérigo y Martínez Barrio, porque aquél intentaba presidir el minúsculo Parlamento, fundamentándose en que don Diego había renunciado al puesto en París. El señor Prieto apoyó a Fernández Clérigo (reunión de 11 de noviembre de 1944) con las palabras siguientes:

    Eludir el deber por la dificultad de cumplirlo, equivale a dimitir moralmente”.

    Era tolerante el socialista asturiano manejando el concepto “eludir”, cuando sólo debió emplear el de dimitir, que era el exacto. Pero, sin duda, determinados enraizamientos en tierra mejicana le llevaron a ese gesto de comprensión.

    Por su parte, el doctor Negrín había considerado a Martínez Barrio decaído de todos sus derechos (discurso del 1 de agosto de 1945 en el palacio de Bellas Artes de Méjico), más que por no haber sustituido a Azaña, por la renuncia concreta a la Presidencia de las Cortes. Sobre todo y todos prevaleció el “hermano Vergniaud” (nombre masónico usado por Martínez Barrio)), que al posesionarse de la Presidencia de la República aceptó la dimisión de Negrín y nombró a don José Giral Pereira, que dio comienzo a una etapa sencillamente grotesca. Le acompañaban en el Gabinete los señores Albornoz Liminiana, Torres Campañá, Irujo Ollo, Tarradellas, Barcia (don Augusto), Ossorio y Gallardo, Prieto y Jiménez de Asúa.

    EL “GOBIERNO” GIRAL

    Giral y su equipo, que experimentó algunas modificaciones, entre ellas la renuncia de Prieto, comenzaron el montaje de una sensacional campaña contra el régimen nacional. La agencia soviética “Tass” se encargó de difundir un comentario denunciando que en Pamplona, con ayuda alemana, eran efectuadas pruebas de explosivos dirigidos y de aviones sin piloto. Ocurría esto en 1944, precisamente cuando el Partido Comunista fomentaba incursiones en nuestro país de grupos terroristas.

    Figuraba en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas Oscar Lange, representante polaco, patrocinador del “caso español”. Y para mejor “ambientar” las cosas, cierta emisora (abril, 1946) lanzó la noticia de que en Bilbao había instalaciones especiales para experiencias atómicas y que varias industrias iban a ser montadas para producir aparatos de radar y otros ingenios bélicos. Tan depurada era la información que se estaba manejando en la O.N.U., que el propio Lange aseguró la estancia en Ocaña (Toledo) del sabio germano Bergman von Segerslay, trabajando en la preparación de bombas atómicas.

    Entrar en el detalle de todas las maniobras urdidas por quienes se consideraban, como dijera Largo Caballero, genuinos representantes de los exiliados y de la legitimidad republicana, requeriría un espacio que no poseemos; de ahí que tengamos que cerrar el comentario de esta etapa, añadiendo el dato del ridículo corrido por Giral, cuando fue llamado por el Subcomité de la O.N.U. A sus fantasías informativas añadió amenazas de comenzar una guerra civil “con ayuda de fuerzas armadas de países amistosos” (junio, 1946). Los derroches de verborrea del antiguo farmacéutico ante periodistas extranjeros demostraron, con la falsedad, mala intención y hasta cretinismo.

    PRIETO HUNDE EL BARCO

    Pese a todo, posiblemente el señor Giral hubiera continuado algún tiempo más al frente del fantasmagórico "Gobierno" republicano, a no haber mediado Indalecio Prieto, que en un discurso pronunciado el 17 de diciembre de 1946, en Méjico, afirmó que las instituciones republicanas eran un estorbo, desarrollando el criterio de la minoría socialista, cuando en el mes anterior les culpó de falta de vitalidad.

    Las instituciones que han perdido su vitalidad -expuso Prieto- deben desaparecer, y desaparecer inmediatamente, porque no solamente son inútiles y costosas, sino que, además, son un obstáculo, un estorbo, y los estorbos y los obstáculos deben ser eliminados…”

    En resumen -finalizó-, ha llegado la hora de cortar las amarras. Y cortándolas, no hemos cumplido todavía todas nuestras obligaciones. El Gobierno es un barco inútil… Por consecuencia, nuestro deber no es solamente cortar las amarras, sino hundir el barco… Hundir, para bien de todos, instituciones inútiles y perniciosas”.

    El Gobierno Giral naufragó. Enrique de Francisco y Trifón Gómez, "ministros" socialistas, cumplieron lo establecido por su partido sobre carencia de vitalidad en las instituciones y dimitieron; José expósito Leiva y Horacio Martínez Prieto, de la C.N.T. hicieron lo propio, secundados por Miguel Santaló, de la Esquerra catalana. Sólo quedaron fieles Manuel Irujo y Santiago Carrillo, nacionalista vasco y comunista, respectivamente.

    EL “GOBIERNO” LLOPIS

    La sucesión resultó bastante rara, al encargarse de la jefatura del Gobierno Rodolfo Llopis, secretario general del partido socialista en el exilio, a pesar de la posición marcada por su propia facción política. Sus más directos colaboradores pasaron a ser los miembros de izquierda republicana y diputados Julio Just Gimeno y Fernando Valera Aparicio, que llevaban los asuntos de “Interior” y “Hacienda”. Martínez Barrio encomendó fundamentalmente a Llopis “conseguir que los partidos políticos y organizaciones obreras, tanto del interior como del exterior de España, concertasen unidos dentro del Gobierno, el plan concreto que devuelva a la Patria su libertad y soberanía”.

    El mayor obstáculo con que tropezó Llopis no fue de su partido, sino del cripto-comunista Julio Álvarez del Vayo, que de acuerdo con Negrín fundó un movimiento titulado “España Combatiente”, en el que aparecían adheridos Fernández Clérigo, vicepresidente de las Cortes; Rodrigo Vega, Ramón González Peña y Federica Montseny, más Antonio Velao Oñate y Elpidio Rodríguez, disidentes de Izquierda Republicana.

    Llopis se propuso actuar al amparo de la O.N.U. y sus esfuerzos resultaron estériles. Además, Prieto continuaba maniobrando y como una reunión de Cortes parecía imposible de lograr, optó por situarse en Francia, para mejor destruir a su correligionario. Eran los finales de junio de 1947 y, precisamente, cuando los satisfactorios resultados del referéndum celebrado en España constituían tema preferente en una nueva campaña contra Franco y el Régimen español. La Pasionaria mitineaba en Toulouse, pidiendo desgarradamente la formación de un “frente nacional de unidad republicana”. Y aquí fue el tropiezo de Llopis, pues en la reunión del 7 de agosto (1947) le faltó el ministro comunista Vicente Uribe, que aquella misma mañana había cursado la dimisión, para mejor hacer valer la consigna unionista de su partido, aun cuando en su carta de renuncia aludía al acuerdo de una asamblea socialista (finales de julio) acerca de la inutilidad de las instituciones oficiales del exilio. Don Álvaro de Albornoz pasó a dirigir el cuarto Gabinete del exilio, adjudicándose la cartera de Estado y distribuyendo los restantes entre Hernández Sarabia, Fernando Valera, Eugenio Arauz, Julio Just, Juan José Cremades y Manuel Torres Campaña...




    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: La fantasmagórica “República en el exilio”

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    ... LAS GENIALIDADES DE ÁLVARO DE ALBORNOZ Y F. GORDÓN ORDÁS

    La puesta de nuevo en el tapete de la O.N.U. del “caso español”, dio ímpetus a Albornoz. Ahora se aseguraba que había en nuestro país tres técnicos alemanes fabricando un proyectil-cohete electromagnético o platillo volante y un cañón con proyectiles desintegradores. Tales pertrechos eran elaborados cerca de Marbella y hasta se aseguraba que Franco había presenciado el ensayo del cohete, en tanto que el proyectil nuclear era lanzado frente a Baleares en cierto cañón instalado en un dragaminas. Aseguraban, igualmente, que tal cañón había sido orientado hacia Norteamérica, a fin de adjudicarnos dos accidentes aéreos entonces ocurridos.

    El fracaso de la maniobra en la O.N.U. sirvió para que Albornoz, Prieto y Álvarez del Vayo se tiraran los trastos a la cabeza. Si el “caso español” no hubiera quedado liquidado en mayo de 1949, quienes representaban a las instituciones republicanas se habrían visto en un grave apuro para inventar mayores truculencias que las puestas en circulación en las citadas ocasiones. En tanto, el partido comunista realizaba su incursión por el Valle de Arán (Lérida) a base de grupos terroristas.

    La nueva resolución favorable de la O.N.U. sobre España (4 de noviembre de 1950) constituyó el golpe de gracia para Albornoz. Su agonía duró doce meses, ya que hasta noviembre de 1951 no fue sucedido por Félix Gordón Ordás, que se atribuyó la cartera de Hacienda, con Fernando Valera (Estado), Juan Puig y Ferrater (Justicia), Emilio Herrera Linares (Asuntos Militares) y Eugenio Arauz Pallardó (Información, Propaganda y Archivos). Actuaban como “consejeros” José Antonio Balbantín Rodríguez, en Londres, José María Semprún Gurrea, en Roma, y Martínez Feduchi y Giner de los Ríos en Méjico.

    Nada hubo destacable en la actuación de Gordón Ordás, salvo multitud de comunicados y declaraciones en periódicos de toda clase, seguramente a tanto la línea. Sus frecuentes viajes fuera de Francia dieron lugar a que Just Gimeno llevara a cabo aquellas tareas publicitarias, como “presidente interino”. El Concordato y el Tratado Hispano-Norteamericano soliviantaron los ánimos del republicanismo, que aplicó a ambos casos sus más escogidos dicterios. Cabe mencionar la creación de la O.L.E., u "Orden de la Liberación Española", con distintas categorías, bastante prodigada por Ordás.

    Una pírrica victoria pudo anotarse este equipo representativo de las instituciones republicanas: la permanencia en la Unión Parlamentaria. Pero la cosa fue de escasa duración. Esta entidad, una de las más antiguas de carácter mundial que existen, y en la que se reúnen representantes parlamentarios, preparó su XLIV Congreso en Helsinki. Los republicanos habían bullido abundantemente en ella, pero su Comisión Ejecutiva resolvió admitir a la España Nacional por razones lógicas y legales, dejando fuera a los parlamentarios del exilio, pese a contar con fuertes asistencias. (…) Casi pude decirse que el último asunto público en que intervino Gordón Ordás fue la carta al Presidente Eisenhower, protestando de su visita a España.

    EL PINTORESCO GENERAL HERRERA

    Por inoperancia y consunción feneció el quinto "Gobierno" del exilio y don Emilio Herrera Linares se encargó de la sucesión. De su visión como aviador hay pruebas en los artículos que publicó en “Memorial de Ingenieros”, firmados en ocasiones con el signo = / = (año 1926, sobre todo), donde llegó a sostener la tesis de que si bien podrían hacerse vuelos con aviones en cortos trayectos, nunca podría lograrse la navegación aérea con mercancías de un continente a otro. Él era partidario del dirigible y sus peregrinas teorías las lanzó fuera de España, como fue la crónica titulada “Sevilla- Buenos Aires”, que dio en “La Nación” de la capital argentina, número del 6 de octubre de 1928. (…)

    Esto no fue óbice para que obtuviera la medalla número 15 de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que había ostentado don José de Echegaray. Pero dejemos lo personal y sigamos con la actuación del equipo que dirigía. El ingreso de España en las Naciones Unidas privó al señor Herrera Linares de intentonas especiales.

    El fallecimiento de don Diego Martínez Barrio (presidente desde 1939), el 1 de enero de 1962, llevó a los integrados en las instituciones republicanas a una nueva situación difícil. Don Luis Jiménez de Asúa, que a la muerte de Fernández Clérigo pasó a primer vicepresidente de las Cortes, había dimitido. El problema era que puesto en práctica el sistema de “corrida de escalas”, correspondía el puesto a Dolores Ibarruri. Jiménez de Asúa, olvidándose de la renuncia, comenzó a actuar, pero como presidente de las Cortes, ordenando a don Claudio Sánchez Albornoz, a la sazón en París, para que sucediera a Herrera Linares, ya dimitido.

    Angel Galarza y Alvarez del Vayo se alzaron contra Jiménez de Asúa, acusándole de usurpación de atribuciones por haber rehusado a su tiempo el cargo que le correspondía y no tomar posesión de la presidencia de la República. Patrocinaban ambos la candidatura de La Pasionaria, comenzando sus trabajos para reunir las Cortes en Praga (Checoslovaquia comunista), de las que decían saldría Alvarez del Vayo, jefe del Gobierno, contando con la incondicionalidad de los comunistas.

    UN FANTASMA LLAMADO “REPÚBLICA ESPAÑOLA”

    A toda prisa, Jiménez de Asúa, sin preocuparse demasiado de su anterior dimisión, aceptó la presidencia republicana, firmando el 28 de febrero (1962) dos decretos, aceptando la dimisión de Herrera Linares y nombrando a Sánchez Albornoz de sustituto. El equipo quedó integrado por Herrera Linares, “ministro” de Asuntos Militares, Just Gimeno, de Interior y Emigración; José Maldonado, de Justicia y gran canciller de la O.L.E.; Valera Aparicio, de Negocios Extranjeros, y sin cartera, Gordón Ordás y Carner.

    Pocas ocasiones han tenido desde su constitución. Del fárrago de llamamientos y mensajes que han producido, entresacamos el de enero de 1965, pidiendo el establecimiento en España de la libertad religiosa, y otro del 14 de abril de 1966, con incitaciones a los estudiantes.

    Desde febrero de 1963 se había comenzado a hablar del traslado desde París a Méjico del fantasmagórico Gobierno. Y don Victoriano Ocampo publicó en “El Universal” azteca un sustancioso comentario del que entresacamos dos párrafos:

    El Gobierno republicano en el exilio es un fantasma, algo intrascendente, y da lo mismo que en su destierro encuentre asilo en París, en Méjico o en los cerros de Úbeda. En todas partes es inofensivo y no lo toman en cuenta ni siquiera los republicanos”.

    Con otras ajustadas referencias, continuaba:

    Una alegría que para subsistir no llena ninguno de los requisitos establecidos por el derecho público internacional. No se le elige, no tiene jurisdicción alguna, no cuenta con territorio y ni siquiera puede ser considerado como una imitación de Estado”. (…)

    Eduardo COMÍN COLOMER

    Revista FUERZA NUEVA, nº 14, 15-Abr-1967





    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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