La batalla de La Albuera (11 mayo 1811)
Manuel de Francisco 11/05/2022
José Pascual de Zayas y Chacón
Tres años mas tarde del memorable 2 de mayo, la guerra en la Península, a pesar de los pronósticos iniciales de Bonaparte, estaba muy viva y tanto españoles como portugueses, con ayuda interesada de los ingleses, plantaban cara a un enemigo que contaba con superior capacidad técnica y material.
En la primavera del 1811 el avance impulsado por la entrada de la “Grande Armée” y dirigida en persona por Napoleón, había arrinconado a la resistencia hispana en los alrededores de Lisboa y en Cádiz, pero el péndulo había llegado a su máximo y ahora iban a cambiar las tornas.
Las cosas no iban tan bien como había esperado Napoleón, por dos razones. La primera es que nadie esperaba que un reino sin cabeza visible, fuera capaz de resistir el ataque de una potencia exterior y esto fue lo que ocurrió tanto en España como en Portugal. La segunda es que Napoleón consideró que el problema era menor comparado con su enfrentamiento con el Imperio Austriaco y la posterior invasión de Rusia, decidió dejar el día a día de la guerra en manos de sus generales, pero mantuvo el control de las acciones bajo su mando directo. Esto, en una época donde las comunicaciones no se parecían a las actuales, dejó a sus generales en una incómoda posición cuando debían obedecer unas órdenes que no se ajustaban a la situación real sobre el terreno.
Esto fue lo que le sucedió al mariscal Jean de Dieu Soult, comandante en jefe del Ejercito Sur, cuando recibió órdenes directas de Napoleón, urgiéndole a que apoyara al mariscal André Masséna en su ataque a Lisboa. Lo que no sabía Napoleón es que Massena se encontraba ya en mala situación y en posición de repliegue. Soult si que lo sabía, pero se vio obligado a hacer algo y organizó un ejército de 20.000 hombres, con el objetivo más modesto de tomar la ciudad fortificada de Badajoz y distraer alguna de las fuerzas que servían en la defensa de Lisboa.
Después de diversas vicisitudes alrededor de Badajoz, las fuerzas francesas y las aliadas, se enfrentaron cerca de la localidad de La Albuera. Los aliados estaban al mando de William Carr Beresford, barón de Beresford y mariscal en el ejército portugués, En el ejercito combinado habían fuerzas españolas compuestas por 12748 soldados de infantería, 1886 de caballería, 14 cañones, mandados por el capitán general Joaquín Blake y Joyes. En este cuerpo de ejército se encontraba la división mandada por José Pascual de Zayas y Chacón, según documentos de la época, una de las mejores y más disciplinadas tropas españolas de la época.
En los enfrentamientos de la época, lo que sobraba en las filas hispanas era el arrojo y el valor y lo que faltaba era la disciplina. Zayas consiguió reunir estas dos cualidades en su división.
¿Quién era Zayas? Pues un español nacido en La Habana dentro de una familia acomodada, que residía en la isla desde el siglo XVI. Sin embargo sus padres decidieron volver a la Península a fines del siglo XVIII y se establecieron en Asturias. Zayas, se decidió desde muy joven por la carrera militar y rápidamente se destaco en diversas acciones internacionales. En 1811, se encontraba a las órdenes de Blake y este bajo la coordinación de Beresford, cuando se enfrentó a un ataque directo de dos divisiones del V Cuerpo al mando de Jean Baptiste Girard y Honoré Théodore Maxime Gazan de la Peyrié.
Ambos eran aguerridos oficiales de Napoleón. Girard era un antiguo revolucionario que había subido en el escalafón por meritos de guerra. Gazan era un caso distinto, ya que había nacido noble. Habia iniciado su carrera militar bajo el Ancien Régime, pero había sido promocionado bajo Napoleón gracias a sus acciones en el campo de batalla. En resumen, dos rivales de talla.
Durante hora y media, la delgada línea española, sufrió el fuego de mosquete de unas fuerzas claramente superiores, sin mostrar desfallecimiento. Sus líneas se mantuvieron firmes y fueron probablemente las que evitaron que todo el frente se desmoronara.
El resultado final de la batalla, una de las más sangrientas de la guerra, fue casi un empate. Ambos contendientes, quedaron exhaustos y Beresford no pudo organizar sus tropas para perseguir a las de Soult que se retiraban hacia Andalucía.
En el marco general de la guerra, los manuales dicen que no tuvo un gran impacto en el decurso de la contienda, pero nosotros creemos que si lo tuvo y más concretamente en el ámbito del prestigio y confianza.
Después de tres años de guerra de guerrillas, los ingleses tenían una pobre opinión de la capacidad de organización y disciplinas de las unidades españolas. Esta batalla demostró que nuestras tropas eran capaces de soportar disciplinadamente un fuego extremo y aguantar la posición al descubierto. A partir de aquel momento hubo más ocasiones en las cuales ingleses y españoles lucharon codo con codo contra los franceses.
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