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Tema: El antijesuítico jansenismo español (siglos XVIII-XIX)

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    El antijesuítico jansenismo español (siglos XVIII-XIX)

    Es muy importante distinguir la inicial herejía jansenista (siglo XVII) del posterior jansenismo del siglo XVIII, ya que “hereje” jansenista propiamente sólo era el que defendía todas o algunas de las cinco proposiciones de Jansenio sobre la gracia, año 1653, asunto que dejó de interesar ya antes del siglo XVIII.

    Aquí nos referiremos sólo a las particularidades del jansenismo de carácter ilustrado y regalista (siglos XVIII-XIX)

    ***

    Inicios

    El origen remoto (e involuntario) de la herejía jansenista data de alrededor del año 1600, con las llamadas “controversias de Auxiliis’, entre dominicos y jesuitas españoles (Luis de Molina, G. Valencia…) perfectamente ortodoxas y con el visto bueno papal, para aclarar puntos sobre la gracia divina y el libre albedrío; controversias que durarían más de tres décadas y que acabaron extendiéndose a otras órdenes y otros países europeos, sin llegar a una solución taxativa.

    En base a dichas discusiones, en 1640, habiendo ya fallecido el obispo Jansenio (Países Bajos), aparece su obra ‘Augustinus’ contra las tesis jesuíticas en dicha querella, libro que dará lugar a la condena papal y a la correspondiente herejía jansenista, en 1653.

    [Cinco] errores de Cornello Jansenio [Extractados del “Augustinus” y condenados en la Constitución Cum occasione, de 31 de mayo de 1653] condenados por Inocencio X
    P 1092 1. Algunos mandamientos de Dios son imposibles para los hombres justos, según las fuerzas presentes que tienen, por más que quieran y se esfuercen; les falta también la gracia con que se les hagan posibles. Declarada y condenada como temeraria, impía, blasfema, condenada con anatema y herética.
    P 1093 2. En el estado de naturaleza caída, no se resiste nunca a la gracia interior. Declarada y condenada como herética.
    P 1094 3. Para merecer y desmerecer en el estado de la naturaleza caída, no se requiere en el hombre la libertad de necesidad, sino que basta la libertad de coacción. Declarada y condenada como herética.
    P 1095 4. Los semipelagianos admitían la necesidad de la gracia preveniente interior para cada uno de los actos, aun para iniciarse en la fe; y eran herejes porque querían que aquella gracia fuera tal, que la humana voluntad pudiera resistirla u obedecerla. Declarada y condenada como falsa y herética.
    P 1096 5. Es semipelagiano decir que Cristo murió o que derramó su sangre por todos los hombres absolutamente. Declarada y condenada como falsa, temeraria, escandalosa y, entendida en el sentido de que Cristo sólo murió por la salvación de los predestinados, impía, blasfema, injuriosa, que anula la piedad divina, y herética
    .

    -España quedó al margen de este jansenismo herético y sus controversias (mediados y finales del siglo XVII), que nunca aquí tuvieron partidarios.

    -Poco a poco, el nombre de “jansenista”, pasó ya en el siglo XVIII, a aplicarse como insulto o descalificación a derivaciones y desviaciones prácticas que, en escritos y controversias universitarias, profesaban bajo cuerda religiosos cripto-jansenistas, especialmente en Francia, consentidos por sus órdenes religiosas (agustinos, dominicos…), contrarias a la influencia y premisas teológicas de los jesuitas.

    - Todavía Alejandro VIII hubo de condenar, en 1690, treinta proposiciones jansenistas, y asimismo, por la Bula ‘Unigenitus’, ya a inicios del siglo XVIII, Clemente XI condenó otros cien errores de P. Quesnel, jansenista francés, casi todos relativos a la gracia y al libre albedrío.

    ***

    -Aunque España seguía libre de ese jansenismo teológico y herético, poco a poco, desde mediados del siglo XVIII, acabó infiltrándose desde Francia, y llegando al máximo esplendor con Carlos III, un “jansenismo” canónico y jurídico, ilustrado y regalista, aunque no oficialmente herético, que no versaba sobre cuestiones de fe sino sobre materias mixtas entre Iglesia y Estado, privilegios, jurisdicción y exenciones estatales (temas propios de Concordatos); que era profesado especialmente por gobernantes, letrados, profesores ilustrados y tambien por obispos, cardenales y altas instancias religiosas, que tachaban a sus enemigos de “papistas”, “ultramontanos”, al servicio del “jesuitismo”, etc.

    -Se caracterizaba este jansenismo por su antipatía a Roma, al Papa y a los jesuitas (sus servidores incondicionales) exigiendo limitar el poder papal al ámbito espiritual, y postulando una Iglesia nacional, colegial, encabezada por el monarca y los obispos, que se apoderarían de las prerrogativas romanas de poder temporal, y ello, manipulando, redescubriendo y haciendo valer antiguos documentos sobre concilios, privilegios y libertades de la Iglesia española frente a Roma.

    -Además, sentían gran admiración por San Agustín, defendían la frecuente lectura de la Biblia, la renovación espiritual de la liturgia, pero con antipatía hacia el culto a la Virgen, a los santos y al “jesuítico” Sagrado Corazón de Jesús. No hacían ascos a la masonería, a la blasfema Enciclopedia, ni al anticlericalismo de los monarcas, contribuyendo a la expulsión de los jesuitas y a la disolución de la Compañía de Jesús.

    -El jansenismo tocó techo con la francesa “Constitución civil del clero” (1790) y con el Sínodo de Pistoya (Italia) de 1785, que plasmó las tesis del jansenismo ilustrado, y que fueron condenadas por Pío VI en la bula Auctorem Fidei, en 1794. (Muchas de las proposiciones condenadas guardan una similitud enorme con las aprobadas por Roma por el concilio Vaticano II).

    - Su existencia en España duró desde mediados del siglo XVIII hasta mediados de siglo XIX, cuando el anticlericalismo y persecución de los gobiernos liberales deshizo cualquier mínima simpatía eclesial a dichos gobiernos, pasando todos los religiosos, como respuesta, a hacer piña con Roma y el Papa.
    Última edición por ALACRAN; 26/09/2022 a las 23:45
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: El antijesuítico jansenismo español (siglos XVIII-XIX)

    Esto escribe Menéndez y Pelayo sobre el jansenismo en España:

    HISTORIA DE LOS HETERODOXOS... >
    V : REGALISMO Y ENCICLOPEDIA > LIBRO VI > CAPÍTULO II.—EL JANSENISMO REGALISTA EN EL SIGLO XVIII

    (…) Cuando los llamados en España jansenistas querían apartar de sí la odiosidad y el sabor de herejía inseparable de este dictado, solían decir, como dijo Azara, que tal nombre era una calumnia, porque jansenista es sólo el que defiende todas o algunas de las cinco proposiciones de Jansenio sobre la gracia, o bien las de Quesnel, condenadas por la bula Unigenitus.

    En ese riguroso sentido es cierto que no hubo en España jansenistas; a lo menos yo no he hallado libro alguno en que de propósito se defienda a Jansenio (1585-1638). Es más: en el siglo XVIII, siglo nada teológico, las cuestiones canónicas, se sobrepusieron a todo; y a las lides acerca de la predestinación y la presciencia, la gracia santificante y la eficaz, sucedieron en la atención pública las controversias acerca de la potestad y jurisdicción de los obispos, primacía del papa o del concilio; límites de las dos potestades, eclesiástica y secular; regalías y derechos mayestáticos, etc., etc

    La España del siglo XVIII apenas produjo ningún teólogo de cuenta, ni ortodoxo ni heterodoxo); en cambio hormigueó de canonistas, casi todo adversos a Roma.

    Llamarlos
    jansenistas no es del todo inexacto, porque se parecían a los solitarios de Port-Royal en la afectación de nimia austeridad y de celo por la pureza de la antigua disciplina; en el odio mal disimulado a la soberanía pontificia, en las eternas declamaciones contra los abusos de la curia romana; en las sofísticas distinciones y rodeos de que se valían para eludir las condenaciones y decretos apostólicos; en el espíritu cismático que acariciaba a idea de iglesias nacionales y, finalmente, en el aborrecimiento a la Compañía de Jesús. Tampoco andan acordes ellos mismos entre sí: unos, como Pereira, son episcopalistas acérrimos; otros, como Campomanes, furibundos regalistas; unos ensalzan las tradiciones de la Iglesia visigoda; otros se lamentan de las invasiones de la teocracia en aquellos siglos; otros, como Masdéu, ponen la fuente de todas las corrupciones de nuestra disciplina en la venida de los monjes cluniacenses y en la mudanza de rito. El jansenismo de algunos más bien debiera llamarse hispanismo, en el mal sentido en que decimos galicanismo.

    Ni procede en todos de las mismas fuentes; a unos los descarría el entusiasmo por ciertas épocas de nuestra historia eclesiástica, entusiasmo nacido de largas y eruditas investigaciones, no guiadas por un criterio bastante sereno, como ha de ser el que se aplique a los hechos pasados. Otros son abogados discretos y habilidosos que recogen y exageran las tradiciones de Salgado y Macanaz y hacen hincapié en el exequatur y en los recursos de fuerza.

    A otros que fueron verdaderamente varones piadosos y de virtud, los extravía un celo falso y fuera de medida contra abusos reales o supuestos. Y, por último, el mayor número no son, en el fondo de su alma, tales jansenistas ni regalistas, sino volterianos puros y netos, hijos disimulados de la impiedad francesa, que, no atreviéndose a hacer pública ostentación de ella, y queriendo dirigir más sobre seguro los golpes a la Iglesia, llamaron en su auxilio todo género de antiguallas, de intereses y de vanidades, sacando a reducir tradiciones gloriosas, pero no aplicables al caso, de nuestros concilios toledanos y trozos mal entendidos de nuestros Padres, halagando a los obispos con la esperanza de futuras autonomías, halagando a los reyes con la de convertir la Iglesia en oficina del Estado, y hacerles cabeza de ella, y pontífices máximos, y despóticos gobernantes en lo religioso, como en todo lo demás lo eran conforme al sistema centralista francés.

    Esta conspiración se llevó a término simultáneamente en toda Europa; y si la Tentativa, de Pereira, y el De statu Ecclesiae, de Febronio, y el Juicio imparcial, de Campomanes, y el sínodo de Pistoya, y las reformas de José II no llegaron a engendrar otros tantos cismas, fue quizá porque sus autores o fautores habían puesto la mira más alta e iban derechos a la revolución mansa, a la revolución de arriba, cuyos progresos vino a atajar la revolución de abajo, trayendo por su misma extremosidad un movimiento contrario que deslindó algo los campos.

    En España, donde la revolución no ha sido popular nunca, aún estamos viviendo de las heces de aquella revolución oficinesca, togada, doctoril y absolutista, no sin algunos resabios de brutalidad militar, que hicieron D. Manuel de Roda, D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, D. José Moñino y D. Pedro Rodríguez Campomanes. Hinc mali labes. Veremos en este capítulo cómo la ciencia de nuestros canonistas sirvió para preparar, justificar o secundar todos los atentados del poder y cómo antes que hubieran sonado en España los nombres de liberalismo y de revolución, la revolución, en lo que tiene de impía, estaba no sólo iniciada, sino en parte hecha; y, lo que es aún más digno de llorarse, una parte del episcopado y del clero, contagiado por la lepra francesa y empeñado torpemente en suicidarse. Historia es ésta de grande enseñanza, aunque se la exponga sin más atavíos ni reflexiones que las que por su propia virtud nacen de los hechos. (…)

    - II -

    Triunfo del regalismo en tiempo de Carlos III de España. -Cuestiones sobre el catecismo de Mesenghi. -Suspensión de los edictos inquisitoriales y destierro del inquisidor general. -El pase regio. -Libro de Campomanes sobre la «regalía de amortización».

    «En tiempo de Carlos III se plantó el árbol, en el de Carlos IV echó ramas y frutos, y nosotros los cogimos; no hay un solo español que no pueda decir si son dulces o amargos». Con estas graves y lastimeras palabras se quejaba en 1813 el cardenal Inguanzo, y ellas vienen como nacidas para encabezar este relato, en que trataremos de mostrar el oculto hilo que traba y enlaza con la revolución moderna las arbitrariedades oficiales del pasado siglo.

    De Carlos III convienen todos en decir que fue simple testa férrea de los actos buenos y malos de sus consejeros. Era hombre de cortísimo entendimiento, más dado a la caza que a los negocios, Y aunque terco y duro, bueno en el fondo y muy piadoso, pero con devoción poco ilustrada, que le hacía solicitar de Roma, con necia y pueril insistencia, la canonización de un leguito llamado el hermano Sebastián, de quien era fanático devoto, al mismo tiempo que consentía y autorizaba todo género de atropellos contra cosas y personas eclesiásticas y de tentativas para descatolizar a su pueblo. Cuando tales beatos inocentes llegan a sentarse en un trono, tengo para mí que son cien veces más perniciosos que Juliano el Apóstata o Federico II de Prusia. Pues qué, ¿basta decir, como Carlos III decía a menudo, «no sé cómo hay quien tenga valor para cometer de, liberadamente un pecado aun venial»? ¿Tan leve pecado es en un rey tolerar y consentir que el mal se haga? ¿Nada pesaba en la conciencia de Carlos III la inicua violación de todo derecho cometida con las jesuitas? ¿Qué importa que tuviera virtudes de hombre privado y de padre de familia y que fuera casto y sobrio y sencillo, si como rey fue más funesto que cuanto hubiera podido serlo por sus vicios particulares?

    Mejor que él fue Felipe III, y más glorioso su reinado en algunos conceptos, y, sin embargo, no le absuelve la historia, aun confesando que hubiera sido excelente obispo o ejemplar prelado de una religión, así como de Carlos III lo mejor que puede decirse es que tenía condiciones para ser un especiero modelo, un honrado alcalde de barrio, uno de esos burgueses, como ahora bárbaramente dicen, muy conservadores y circunspectos, graves y económicos, religiosos en su casa, mientras dejan que la impiedad corra desbocada y triunfante por las calles.

    A pesar de su fama, tan progresista como su persona, Carlos III es de los reyes que menos han gobernado por voluntad propia. (…)
    Última edición por ALACRAN; 26/09/2022 a las 18:28
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: El antijesuítico jansenismo español (siglos XVIII-XIX)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Hechos y personajes más significativos del jansenismo ilustrado en España. (Extraído de los “Heterodoxos de Menéndez Pelayo)

    Siglo XVII

    1640: Lovaina, Flandes: derivado de las hispanas controversias ‘De Auxiliis’, aparece el ‘Augustinus’ del obispo Jansenio, contra las tesis jesuiticas en dicha querella, que dará lugar a la herejía jansenista. Sin repercusión inmediata en España.

    1641. Madrid, Colegio Imperial (jesuitas): publicada la ‘Censura contra el Agustinus de Jansenio”, tras ser denunciada por el P. Vivero desde Bruselas. Apoyo de los jesuitas PP. Ripalda y Lugo.

    1657 El jansenista Pascal ridiculiza (‘Provinciales’) como “laxista” al jesuita español Antonio Escobar. Las obras de Escobar (secundarias en el acervo jesuítico) se queman en los Parlamentos de Paris, Burdeos, etc...

    1690 Alejandro VIII condena treinta proposiciones jansenistas. Especialmente: P 1316 26. La alabanza que se tributa a María, como María, es vana. P 1319 29. Es fútil y ha sido otras tantas veces extirpada la aserción sobre la autoridad del Romano Pontífice sobre el Concilio ecuménico y su infalibilidad en resolver las cuestiones de fe. P 1320 30. Siempre que uno hallare una doctrina claramente fundada en Agustín, puede mantenerla y enseñarla absolutamente, sin mirar a bula alguna del Pontífice.

    Siglo XVIII

    1713 Bula ‘Unigenitus’ de Clemente XI, condena 101 errores de P. Quesnel, jansenista francés: Destaca: P 1429 79. Util y necesario es en todo tiempo, en todo lugar y a todo género de personas estudiar y conocer el espíritu, la piedad y los misterios de la Sagrada Escritura. La lectura de la Sagrada Escritura es para todos. etc
    Las Universidades de España la aceptan; la de Alcalá rompe su confraternidad con la Sorbona, que no la había aceptado.

    1719: Universidades y tratados teológicos debaten sobre jansenismo y sobre la Bula ‘Unigenitus’; el benedictino español Manuel Navarro rebate obras del francés P. Quesnel y del Cardenal Noris.

    1723. Salamanca: tratados anti-quesnelianos y anti-jansenistas del catedrático Pedro Manso (el más célebre agustino de su siglo). La Inquisición prohíbe su tratado ‘De virtutibus infidelium’.

    Jansenismo español: origen foráneo por influencias francesas (Fleury, Bossuet, galicanismo, crítica histórica...), italianas (Gravina, Muratori, Cardenal Noris), flamencas (Van Espen)...
    Felipe V y Fernando VI: “regalismo extranjerizante y extraño a nuestra tradición, frente a la ortodoxa casa de Austria” (M. Pelayo). Regalismo todavía no se identifica con jansenismo.
    Está por la autoridad del rey frente al Papa (y jesuitas), contra la infalibilidad papal y el centralismo romano; potestad eclesiástica sólo al campo espiritual.

    1734 Exiliado, Melchor de Macanaz escribe una ‘Defensa crítica de la Inquisición’ y una ‘Hª del cisma janseniano’. (Gran valor de sus escritos para los regalistas de la época de Carlos III).

    1747 El Inquisidor Pérez de Prado incluye en el ‘Índice’ obras jansenistas y del agustino Cardenal Noris; apoyado por el P. Rábago y los jesuitas. Protestas de agustinos y varios obispos.


    Carlos III

    1760. Carlos III retoma la beatificación del jansenista obispo Palafox (notorio anti-jesuita..) ¡“Caso chistoso de ser los volterianos quienes más vociferaban por su canonización!” (Menéndez Pelayo). Manda el rey al inquisidor Quintano quitar los escritos de palafox del Índice.

    1763. Auge del episcopalismo entre los obispos: para ampliar su poder coinciden con el Gobierno en restarlo a la Santa Sede: los jesuitas, dependientes de ella, serán enemigo común a eliminar. La fidelidad al Papa disgusta a a los jansenistas, que tildan de “ultramontanos” y “jesuitas” a mons. Fernández de Córdoba (Arzobispo de Toledo), al obispo de Cuenca, al obispo de Pamplona...

    Por esta época, son nombran obispos anti-jesuiticos formados en el entorno valenciano del Arzobispo Mayoral y del ilustrado jansenista Gregorio Mayáns: F. Bertrán (Salamanca); J. Climent (Barcelona), P. Albornoz (Orihuela); R. Lasala...

    1768. Nuevo plan de teología en las universidades: anti-escolasticismo, estudios bíblicos, anti-probabilismo, textos jansenistas (Juenin, Van Espen).
    Abolidas cátedras jesuíticas. En Salamanca y Alcalá aún se respetará la tradición escolástica.
    Carlos III y sus obispos jansenistas decretan la ilustración clerical para seminarios: sólo conciliares y dependientes de obispos; nuevo plan de estudios; se usarán edificios de jesuitas.
    Revolución en los Reales Estudios de S. Isidro (Madrid): vaciados de jesuitas, se convierten en foco difusor de jansenismo. Expulsados los jesuitas, se imponen para estudio del Derecho Canónico textos del jansenista Van Espen (antes en el Índice...): episcopalismo anti-vaticano; criticismo; la Iglesia “limitada al campo espiritual”...

    1770 Tras la extinción de la Compañía de Jesús: pide Roma dictamen episcopal; a favor, los obispos jansenistas Climent, Armañá, Bertrán, Arellano (autor de la “Doctrina de los expulsos extinguida”) etc ... son contrarios a ella sólo ocho obispos (y de diócesis menores).

    Por esta época, pastorales de obispos jansenistas a sus fieles, alabando al rey por librarles del “peligro” jesuita (¡pese a que el decreto de expulsión prohibía todo comentario...!)

    Hacia 1780. Descomposición de los seminarios: el jansenismo ridiculiza las procesiones y la religiosidad exterior; ataca a la Curia, al “obispo de Roma” (sic), a Sto. Tomás, el método silogístico, el latín, etc.; políticamente, doctrinas anti-absolutistas, que impulsarán al liberalismo y constitucionalismo a muchos seminaristas. Las órdenes religiosas comienzan a reformar sus estudios:así, el general de los carmelitas invita a sus frailes a ¡estudiar obras de Bacon, Descartes, Leibnitz, Locke...!

    1780 Aparece el diario ‘El Censor’ (de crítica social y religiosa), portavoz del jansenismo clerical: la Inquisición condenará al colaborador Luis Cañuelo, por burlarse del escapulario del Carmen.

    Ya sin jesuitas, se escinde el frente jansenista de dominicos y agustinos: los dominicos se pasan al ultramontanismo y defensa de Roma bajo doctrina de Sto. Tomás; los agustinos seguirán en relación con jansenistas italianos y franceses.

    La piedad jansenista exigía una Biblia en lengua vulgar: a instancia de Floridablanca (y del propio rey), el ilustrado Inquisidor Felipe Bertrán autoriza traducir la Vulgata al español (con aprobación de la Santa Sede y con notas).

    Hacia 1780: obispos jansenistas Tarragona mons. Francisco Armañá y en Murcia mons. F. Rubín de Celis, en Burgos: mons. Rodríguez de Arellano; Tavira, Arce, Company... Palafox (Cuenca)

    Hacia 1786, el ‘Sínodo de Pistoya’ (Italia), junto a la francesa ‘Constitución Civil del Clero’ (1790), confirman y afianzarán las tesis antirromanas de los jansenistas españoles.

    El ‘Mercurio Histórico’ (diario oficial) publica las conclusiones jansenistas del Sínodo de Pistoya (declarado herético en 1794), algunas conclusiones contrarias a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.


    Carlos IV

    1791: El jansenista Joaquín Lorenzo Villanueva inicia el ‘Año Cristiano de España’, “descartado de ficciones”; lo concluirá en 1829.

    1792: Procesa la Inquisición al P. José Yeregui, por jansenista; quien, ya exculpado, publicará el llamado ‘Catecismo de Madrid’ (crítica ilustrada al tradicional ‘Catecismo del P. Ripalda’)

    A petición de Godoy, es nombrado Inquisidor general Manuel Abad y Lasierra (ilustrado y jansenista). Con su secretario J. A. Llorente: proyecto (frustrado) de reformar la Inquisición.

    1796: El salón de la condesa de Montijo es el principal cenáculo jansenista (Palafox, obispo de Cuenca; Tavira, de Salamanca, J. Yeregui, canónigos de la colegiata de S. Isidro, etc.). Acusados, salen inmunes, al ser ya los Inquisidores tan jansenistas como ellos.

    1798: Obispos revolucionarios franceses (abbé Gregoire) piden a los obispos españoles adoptar el modelo de Iglesia constitucional francesa; refutación del jansenista Joaquín L. Villanueva.

    Publicado La Liga de la teología moderna con la filosofía’ del abate Bónola (y obras contrarrevolucionarias francesas) sobre unión "de jansenismo e impiedad contra altar y trono. Alarma contra los ultramontanos; Urquijo frenará ese tipo de escritos.

    El pájaro en la liga’ (réplica al abate Bónola): los defensores del mito jesuita (...los jesuitas, alumbradores de ¡la “nueva filosofía”!) apelan al “mito” jansenista como “fantasma” ...

    El P. Tavira (ex capellán de Carlos III), ilustrado, filósofo y corifeo del jansenismo, es nombrado obispo de Salamanca.

    1800: ‘Placet’ regio a la bula ‘Auctorem fidei’ de Pio VI, contra el Sínodo de Pistoya (errores jansenistas), tras insistencia de la Curia romana: golpe de gracia al jansenismo español.

    Cae Urquijo y vuelve Godoy: se rehace el llamado “ultramontanismo”.

    Pío VII felicita a los P.P. Calvo y Guerrero), denunciantes del cenáculo jansenista de la Condesa de Montijo. “Pregoneros del jesuitismo” (según Villanueva)

    1801: Golpe al episcopalismo jansenista español: el Concordato entre Napoleón y Pío VII reconoce al Papa la destitución de obispos.

    Moderada política ultramontana contra el jansenismo (textos prohibidos, destierros...) buscando la defensa mutua de “altar y trono”; se compensará con una nueva expulsión de jesuitas.

    La Inquisición procesa por jansenismo a D. Antonio Palafox, obispo de Cuenca (acusado por ex-jesuitas vueltos a España).

    1805: Viéndose reflejados en las ‘Causas de la Revolución Francesa’ del jesuita Hervás y Panduro, los jansenistas la delatan a sus amigos el inquisidor Arce y el arzobispo Amat, que impiden publicarla.

    Por esta época, corrupción jansenista de la Teología en la universidad de Salamanca (Jovellanos: “Toda la juventud es portroyalista, de la secta pistoyense...”).
    Simpatía hacia el jansenismo de la mayoría de ilustrados de la época: León de Arroyal, Jovellanos, Meléndez Valdés...

    Bula papal ‘Inter Graviores’, a petición de Godoy y el Cardenal Borbón: se logra el viejo anhelo jansenista de visita y reforma de regulares mediante control episcopal...

    S. Felipe el Real (agustinos): núcleo duro del jansenismo en la Corte (PP. Pedro Centeno, Manuel Risco, Diego González...)

    Fernando VII/ Regencia de Mª Cristina

    1820 Las nuevas Cortes (en que figuran 26 clérigos jansenistas, como Espiga, Villanueva…) vuelven a suprimir los jesuitas (no expulsión); se repiten, aun agravadas, las consabidas medidas de las Cortes de Cádiz contra las Órdenes religiosas.

    1834. Clérigos liberales del ‘Trienio liberal 1820-23’ (Torres Amat, Romo, Bonel...); y otros clérigos jansenistas y anti-papistas, son ascendidos a obispos por el gobierno liberal.

    1840. Fama de jansenista contumaz, incluso en el Vaticano, de Félix Torres Amat, obispo de Astorga, que exculpa a los gobiernos liberales perseguidores del clero (“¿represión? yo no la sufro…”; “el fanatismo e ignorancia de clero causan los problemas”, etc.)
    Última edición por ALACRAN; 29/09/2022 a las 16:23
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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