MUERTE DE ALEJANDRO FARNESIO[1]

El Duque entre tanto, engañado igualmente de sus familiares y del común deseo de vivir, no echaba de ver que se iba acabando, y con nuevo engaño hacia todos los ejercicios que acostumbraba en salud, madrugando antes del dia, pasando la mayor parte dél en el campo a caza, y acudiendo a sus audiencias y despachos ordinarios. Pero como al fin era mortal aquel cuerpo incansable, queriendo hacer lo mismo el dia de los 2 de deciembre, le tomó un desmayo tal, que bastó a darle a entender que se mona; y con todo eso, sin quererse acostar, firmó aquella propia tarde muchos despachos, y pidió particularmente algunos que antes habia rehusado de firmar.

Metióse en la cama a su hora acostumbrada, que siempre era temprano, y casi a la media noche conocieron los médicos y sus criados que se iba acabando, y él también, más en sus semblantes de ellos que en su propio desfallecimiento; y pidiendo la Extremaunción, preparado ya con los demas sacramentos del dia antes, la recibió, y las amonestaciones del obispo de Arras y del abad de San Vas, en cuya casa estaba, con la resignación y franqueza de ánimo con que vivió toda su vida. Podian ser las ocho de la mañana cuando en un paroxismo que le comenzó como el dia antes, abrazado a un crucifijo, y con vivas demostraciones de contricion dió el alma a Dios, siendo de edad de cuarenta y ocho años, algunos meses más. Príncipe lleno de valor y fidelidad, benigno, cortés, liberal, afable y lleno de otras mil virtudes dignas de mas largos años de vida; de los cuales se puede decir que lo son los bien empleados, no hay poner duda en que vivió mas que otros muchos con doblada edad. Cerca de quince años gobernó los Países-Bajos con suma prudencia y valor, yendo siempre en crecimiento su fortuna hasta la presa de Ambéres:
puédense contar por estado della todos los años que vivió después; y finalmente parece que comenzaba ya entrar en declinación cuando salió desta vida; que en ella las cosas grandes y las pequeñas pasan por estas tres puertas inevitables. Vivió con gran salud hasta que le comenzó la hidropesía, y conservóla entre infinitos trabajos corporales con solo sobriedad y ejercicio.


En el rigor del invierno oia misa con hachas por falta de luz, y en oyéndola, habia de salir al campo á pie o á caballo, si ya por ser el tiempo lluvioso no se bajaba al juego de la pelota, que la jugaba con agilidad. En tiempo de paz iba de buena gana a los festines, y danzaba en todos, y bien. Ni en ellos ni en su casa, ni aún en el ejército como no fuese a caballo, le vió nadie sino descubierto, atribuyéndolo muchos a costumbre, después que lo comenzó a usar con el señor don Juan, su tío, por respeto, y otros, a deseo de igualar por aquel camino á los grandes y a los pequeños, y excusar diferencia de personas, que nunca cria buenos humores. Dejó a su hijo mas tesoro de reputación que de dinero; pues, contra la opinión común, que las mas veces es ofensiva al que gobierna, hubieron de aguardar los criados á que se vendiese parte de la recámara para poder salir de Flandes con sus huesos. Mandólos enterrar en Parma, en el monasterio de los Padres Capuchinos, junto al umbral de la puerta de la iglesia, para que, pisándole todos, se le pasasen en cuenta los ratos de elevación que por ventura tuvo; acordándose de haber pisado él las cervices de tantas fieras naciones. Dotóle Dios de un aspecto feroz, y por otro camino amable y venerable. Fué de mediana estatura, pelo antes negro que castaño, nariz aguileña, ojos alegres, templado de carnes, y airoso en gran manera, especialmente a caballo. Fué curioso en el vestir; tanto que llegó a ser por su camino prodigalidad. Del comer solia decir que comia por sustentar la vida; sucedíale levantarse tres o cuatro veces de la mesa a negocios tan leves, que podian aguardar muchas horas sin peligro. Heme alargado en contar tan menudamente las cosas deste príncipe, inferior á ninguno de los que mas celebra la fama entre los naturales de su patria, Roma, por haberlo notado todo muchas veces, y hallarme obligado a ello en ley de agradecido y de soldado; poniendo, como pongo, en el primer lugar de mis buenas dichas el haberlo sido de tan gran capitan, y comenzado a tener acrecentamiento y honores militares por su mano.

Sabida por el conde de Fuentes la muerte del duque de Parma, abrió en presencia del consejo de estado del pais, y del secretario Estéban de Ibarra, enviado de la corte por ministro absoluto de la hacienda, ciertas órdenes secretas que traian para en aquel caso; y en ellas se vió como mandaba el Rey que se encargase del gobierno universal de los Países-Bajos el conde Pedro Ernesto de Mansfelt, hasta que se proveyese aquello en propiedad. El cual, prestado el juramento, como es costumbre, atendió muy de veras a prevenir las obsequias del difunto, que se hicieron casi a los últimos del año con tanta grandeza como ternura en los corazones de todos, sin que en esto excediesen los italianos á los españoles, por mas que los sienta de otra manera algún historiador de su nación, que, como lo vió de lejos, no se engañó en esto menos que en otras cosas.

[1] COLOMA, don Carlos: Las guerras de los Estados-Baxos desde el año 1588 hasta el de 1599, recopiladas por.. Bib. Aut. EspañoIes’. Tomo XX VIII, libro V, pág. 69.