La Defensa Campesina: Dorgères y el movimiento sindical campesino
A pesar de la existencia de magníficos estudios sobre el sindicalismo católico y contra-revolucionario queda aún mucho camino por recorrer en la investigación de este fenómeno, así como respecto a la génesis del asociacionismo obrero y campesino en general, investigaciones que sorprenderían a más de uno, puesto que pondrían en cuestión uno de los mitos más importantes de la izquierda.
Aunque no vamos a tratar aquí ni sobre la génesis del movimiento obrero ni sobre el sindicalismo contra-revolucionario, resulta importante señalar que la historia del asociacionismo obrero y campesino católico y contra-revolucionario se pierde en los tiempos de la Revolución Francesa, cuando en virtud de la Ley Le Chapelier los gremios quedan abolidos. Robert O. Paxton, de hecho, hace la misma advertencia en la obra que va a servir de fuente principal para este artículo: El asociacionismo contra-revolucionario tiene una larga y brillante tradición en Francia, de manera que no puede atribuirse a Dorgères oportunismo alguno. Dorgéres continua esa larga tradición francesa de activismo campesino contra-revolucionario, cuyo epicentro será precisamente la región de los chuanes, de esos campesinos bretones que tan tenazmente combatieron siempre a la Revolución.
Dorgères
Henri-Auguste D’Halluin, Henry Dorgères, nace el 6 de febrero de 1897 en Wasquehal, cerca de Lille, siendo el hijo mayor de un carnicero. La temprana muerte de su padre implicará para el joven Henri-Auguste una infancia llena de estrecheces y dificultades, pero a pesar de todo, será un alumno brillante, llegando a licenciarse en derecho.
En marzo de 1919, mientras cursaba la carrera, empezará a escribir para L’Action Française, caracterizándose sus escritos por su fuerte rechazo al intervencionismo estatal. El obispo de Lille se fijará en el brillante Henri-Auguste y le encontrará un trabajo en la Federación de Sindicatos Agrícolas del Norte, convirtiéndose poco después en reportero de L’Echo des syndicats agricoles. En 1922 pasará a ser colaborador del diario Le Nouvelliste de Bretagne, ligado a la Acción Francesa. De hecho, Dorgères se caracterizará, además de por su activismo sindicalista, por una febril actividad periodística, consiguiendo crear una amplia red de publicaciones para los campesinos, como Le Progrés agricole de l’Ouest, La Voix des Paysans, - luego Le cri du Paysan -, Le cri du Sol, Haute les fourches!, - órgano de las Juventudes Campesinas, cuyos miembros eran llamados «camisas verdes» -, L’Action paysanne de Toulouse, la Dèfense paysanne de Aurillac o La Provence paysanne.
Sin embargo, Dorgères considera que para defender los intereses de los campesinos franceses, - especialmente golpeados en esos momentos -, toda esta actividad periodística resulta insuficiente. Para Dorgéres, como para otros líderes campesinos, el campo y, más concretamente, los campesinos, - que constituían algo más del 45 % de la población francesa -, no estaban adecuadamente representados en el Parlamento y, por ello, nadie defendía sus intereses de manera eficaz. Además, la República se apoyaba fundamentalmente en los funcionarios y los obreros especializados, sectores que habían salido especialmente fortalecidos tras la I Guerra Mundial, mientras los campesinos habían pagado un dramático “tributo de sangre” durante la Gran Guerra y ahora sufrían las políticas comerciales y de precios de los gobiernos republicanos que sólo sabían gravar con impuestos y entrometerse con su costosa burocracia en la vida de los campos franceses.
Dorgères reclamaba una mayor protección del Estado cara al exterior y a las ciudades, lo cual no implicaba una mayor intervención estatal, simplemente la regulación de la economía y la protección contra los usos abusivos del capitalismo. Dorgères, como la mayor parte de los representantes del campo francés, especialmente Jacques Le Roy Ladurie, líder de la poderosa Union National des Syndicats Agricoles (UNSA), hoy FNSA, o Gabriel Fleurant “Agrícola”, del Partido Agrario y Campesino Francés, perteneciente a la Internacional Verde, pretendían acabar con la artificial división entre derechas e izquierdas para erigir un sistema basado en la representación de las asociaciones profesionales. Dichos líderes defendían la co-gestión de los asuntos del campo entre el Estado y las organizaciones agricolas, y de hecho, Le Roy Ladurie consiguió organizar el comercio del trigo de su departamento mediante este sistema de la co-gestión.
Para Dorgères y, en general, la mayoría de los líderes campesinos, la célula básica de producción y soberanía debía ser la familia, mostrándose muy hostiles a todo poryecto de colectivización comunista o a la creación de grandes unidades de producción capitalista. Para Dorgères, los enemigos de los campesinos eran, por un lado, los especuladores, la banca y los intermediarios, y por otro, los burócratas jacobinos1 y los comunistas venidos de la ciudad que “venían a sembrar odio y no grano”.
Familia, trabajo, región, protección del trabajo nacional y co-gestión Estado-organizaciones profesionales serían los fundamentos de su pensamiento y acción sindical y política.
Las Defensas Campesinas y el Frente Campesino
El campo francés se veía sumido en los años veinte y treinta en una triple crisis de tipo económico, de representación y de indentidad:
A la globalización de los mercados y la importación, - en detrimento de la producción nacional -, del más barato trigo argentino o norteamericano, se unen medidas gubernamentales que, como la bajada de los precios agrícolas para beneficiar a la población urbana o la presión fiscal ejercida especialmente por el Frente Popular de Leon Blum, lesionan gravemente a los campesinos.
La crisis de los precios, las deudas, las ventas de granjas, las perspectivas laborales y de promoción económica que ofrecían las ciudades y el estímulo de los poderes públicos del éxodo rural para nutrir de mano de obra barata a las fábricas y de consumidores a las ciudades, conducen irremediablemente a la despoblación de los campos, lo que unido a la extinción de las pequeñas propiedades familiares por mor de la promoción de las grandes unidades de explotación, y la progresiva desaparición de las tradiciones campesinas, producen en los habitantes del campo una sensación de desesperación y desorientación, especialmente entre aquellos que consideraban al campo como uno de los fundamentos de la grandeza y las virtudes de Francia.
Pero Dorgères no se aprovecha de esta deseperación, simplemente encauza y organiza la protesta y la resistencia, resistencia que, por otro lado hunde sus raíces en los albores de la Edad Contemporánea. Para los campesinos del Oeste, el burócrata y el maestro de la escuela laica y estatal habían sido siempre los enemigos. Ahora, a ellos, se unían los caciques radicales, los políticos, que siempre habían ignorado a los campesinos, y los agitadores comunistas que hablaban de colectivización, de romper la auto-regulación natural de las relaciones laborales en el campo y consideraban al pequeño agricultor un despreciable kulak al que había que eliminar en pos de la Revolución, - si bien, conscientes del número e importancia de estos agricultores en Francia, y en vista de los éxitos de Dorgères y otros líderes campesinos contra-revolucionarios, suavizaron su lenguaje interesados en hacerse con su apoyo -.
Como ya adelantamos antes, uno de los principales problemas que veía Dorgères era la carencia de una adecuada representación de los intereses campesinos en el Parlamento. Salvo Tardieu, la mayor parte de los políticos o ignoraban al campo o eran caciques2 o románticos sin apenas relación con los problemas y el día a día del mismo. Dorgères consideraba fundamental que el campo francés contara con un auténtico campesino en el Parlamento, con alguien íntimamente ligado a su día a día y que conociera perfectamente sus problemas, para defender así mejor sus auténticos intereses. Es por ello que se funda en 1928 el Partido Agrario y Campesino Francés (PAPF) de Gabriel Fleurant. Sin embargo, Dorgères considera que el Parlamento, tal y como está concebido, no podrá nunca defender adecuadamente los intereses del pueblo y de la nación francesa al estar sumido en pugnas sectarias y condicionado por intereses partidistas, propugnando la creación de una Cámara Corporativa, formada por tres Corporaciones de las que la Campesina sería una. El PAPF conseguirá algunos diputados, si bien su éxito y su capacidad de influir en las decisiones políticas son limitadas.
Pero a partir de 1929, la situación se torna cada vez más dramática: El Crac ahonda más la crisis económica y los gobiernos republicanos, en respuesta, tomarán una serie de medidas que golpearán duramente a los agricultores. Así, por la Ley Loucheur de 5 de abril de 1929, se crea un sistema de seguros sociales obligatorios que daba derecho a ayudas en caso de enfermedad, invalidez o maternidad y que sería pagado a base de cotizaciones mensuales de los empleados y los empleadores. Este sistema, que en principio parecía tener más virtudes que defectos, sería sin embargo fuertemente contestado, por ejemplo, por los obreros, que se negaban a detraer porcentaje alguno de su salario, o por el propio Partido Comunista, que defendía que sólo pagaran los empresarios.
En el campo, sería muy fuertemente contestado por las pequeñas familias de agricultores: Según Paxton, este sistema podría aplicarse a grandes explotaciones agro-pecuarias, pero para las pequeñas familias campesinas podía suponer un grave quebranto económico. Estas familias empleaban a uno o dos jornaleros de media, que en muchas ocasiones eran sus propios hijos o vecinos. Para muchos campesinos, esta medida gubernamental suponía una intolerable injerencia en sus asuntos que enrarecía las relaciones laborales tradicionales y auto-reguladas. Además, la necesidad de inspectores y otros funcionarios que debían hacer funcionar el sistema de cotizaciones, implicaba un aumento del gasto en burocracia, sin olvidar que el pago de estas cotizaciones por parte de una pequeña familia productora podía suponer su ruina, que generalmente se traducía en el embargo por parte de un acreedor o en la venta de la granja y el éxodo forzoso a la ciudad.
Dorgères, en respuesta a esta medida, fundará la Liga de los Contribuyentes, cuyo objetivo era promocionar el rechazo a la medida y la insumisión fiscal, lo cual le valdría al líder campesino el pago de cuantiosas multas y penas de cárcel. Dicha Liga será el germen de los Comités de Defensa Campesina.
Paxton insiste en que Henry Dorgères gustaba de la acción directa, pero lo cierto es que sus campañas constituyen un ejemplo de ingeniosa resistencia cívica: Una de las más sonadas fue el llamamiento hecho en 1935 a los campesinos para que retiraran sus ahorros de los bancos e hicieran una “huelga de compras”. Consciente del poder ahorrador y de compra que poseía la numerosa población campesina de Francia y a fin de llamar la atención de los gobernantes para que atendieran a la despesperada situación de dicho sector, Dorgères propuso que, de no tomar el gobierno medidas inmediatas para mejorar su situación, todos los campesinos franceses debían retirar su dinero de las cajas de ahorro y dejar de comprar productos de la ciudad. Algunos expertos ya habían señalado que una actuación de ese cariz podría ser desastrosa para la economía y la administración. La debacle no se produjo porque no fueron muchos los campesinos que llevaron a cabo el boicot, pero sí fueron miles los que, simbólicamente, se adhirieron a la campaña.
Ante el éxito de las protestas, el miedo se apoderó del gobierno y la maquinaria represiva se puso en marcha: Ante el impago de las cotizaciones se procedió al embargo de las propiedades de muchos agricultores, lo que provocó algunos encontronazos entre las Defensas Campesinas, que bloqueaban los caminos que conducían a las granjas de los afectados, y la policia republicana. Por su parte, Henri Guernut, diputado por Aisne y presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, instó al gobierno a reprimir la creciente agitación campesina anti-republicana. Los sucesos de la Plaza de la Concordia en febrero de 1934 3 exacerbaron el miedo de radicales e izquierdas que tomarían duras medidas contra toda organización derechista, especialmente contra las más populares.
Aunque ante los acontecimientos de febrero de 1934, Dorgères señalaría que los campesinos llegarían a tomar el poder, “sin necesidad verter sangre, pacíficamente, por la fuerza de su número y de sus convicciones”4 , no dejó de padecer la presión policial y judicial del Estado republicano.
El triunfo del Frente Popular en la primavera-verano de 1936 y las huelgas revolucionarias y ocupaciones ilegales de fábricas y campos que se producirían al hilo del mismo, introdujeron un dramático factor de tensión e inestabilidad en la vida social y política francesa de anteguerra.
La Defensa Campesina de Dorgères, el PAPF y la Unión Nacional de Sindicatos Agrícolas, así como otras organizaciones profesionales, se unirán en el Frente Campesino para contrarrestar la presión revolucionaria y estatal. La siempre anhelada unidad de acción de todos los campesinos de Francia en una organización común que habría de defender de manera eficaz los intereses del campo, se había conseguido. Los fundamentos del Frente Campesino, eran la familia, el orden, el trabajo y la organización profesional de la economía nacional.
Ante las virulentas huelgas y agitaciones izquierdistas, y la inhibición del gobierno Blum, - que enviaba a la policía no para reprimir a los revolucionarios exaltados, sino para impedir que los campesinos pudieran trabajar para «evitar provocaciones» -, los jóvenes dorgeristas se organizan y movilizan a decenas de agricultores para cultivar los campos y recoger las cosechas, ocupando el lugar de los jornaleros en huelga. La historiografía ha tratado generalmente a los sindicatos contra-revolucionarios, de sindicatos amarillos, rompe-huelgas y de estar a sueldo de los grandes terratenientes o de los empresarios. Ciertamente, algunos notables rurales conservadores eran aliados de Dorgères o hicieron algunas donaciones, pero Paxton indica que el grueso de los ingresos de las Defensas Campesinas, provenían de las cuotas de los afiliados y de las colectas entre simpatizantes. De hecho, a partir del triunfo del Frente Popular, los notables y los grandes sindicatos profesionales patrocinados por ellos, se inclinaron más hacia la colaboración con el gobierno de Blum que al enfrentamiento, distanciándose cada vez más de Dorgères.
Además, no dejó Dorgères de organizar sonadas huelgas, como la de septiembre de 1936 que llegaría a afectar gravemente al Mercado Central de París, y que portagonizaron unos agricultores hartos de la importación de trigo extranjero, la caída de los precios y de las agitaciones y huelgas en los campos.
Dorgères, como otros muchos líderes y movimientos sindicales contra-revolucionarios, no era contrario a las huelgas ni era un mamporrero de la patronal, sino que se oponía a las huelgas revolucionarias, a las huelgas que no se basaban en justas reivindicaciones laborales o profesionales, sino en cálculos políticos y en la estrategia de generación de un clima revolucionario que habría de culminar en la toma del poder por parte de los revolucionarios. Ese tipo de huelgas, y no las puramente laborales, eran las que rechazaban y combatían los movimientos sindicales contra-revolucionarios.
En este tenso clima que caracteriza a la mayor parte de los países europeos de pre-guerra, se producirá la invasión de Francia por parte de los ejércitos nazis. Dorgères luchará como cabo en un cuerpo franco del 15º Regimiento de infantería alpina, siendo hecho de prisionero y escapando de nuevo de manos enemigas. Sería condecorado con la cruz de guerra.
En mayo de 1940la Cámara de los Diputados votará, por amplia mayoría, la concesión de plenos poderes para el mariscal Petáin, dando lugar al nacimiento del llamado régimen de Vichy. Petain aparecia para muchos como ese hombre providencial que tanto se esperaba desde hacía tanto tiempo. Para Dorgères, era sin duda el hombre que los campesinos necesitaban: basaba su Revolución Nacional en la familia y el trabajo, en la representación orgánica y profesional y siempre había alabado el espíritu de sacrificio y las virtudes del campesino francés, su acerbado patriotismo y el «tributo de sangre» pagado por ellos en el pasado: “Es preciso que el campesino sea honrado, pues constituye con el soldado las garantías esenciales de la existencia y salvaguardia del país”5 .
Durante el régimen de Vichy, Dorgères fue delegado nacional para la propaganda agrícola e incluso participó en la redacción de la nueva constitución como asesor especialista en los asuntos de la agricultura. A pesar de su participación en la Revolución Nacional, no dejó de ayudar a muchas personas, incluso a las ligadas a la resistencia 6. Esto y su beligerancia contra Marcel Deát, - algunos de los miembros de las Defensas Campesinas que se alistaron en las milicias creadas por Deát fueron inmediatamente expulsados -, quizás contribuyeron a salvar su vida tras la guerra, en un momento en el que se desataba una calculada represión que no sólo golpeaba a elementos colaboracionistas, sino que se ejercía contra todo aquel que fuera conservador, derechista o anti-comunista, en un aberrante proceso muy similar al desarrollado en Polonia, Hungría o la República Checa. Así, un tribunal le condenaría a la perdida de sus derechos civiles y a la confiscación de todos sus periódicos.
A pesar de todo, Dorgères no cejará en su empeño de defender a sus amados campesinos franceses y de luchar contra la Revolución y ya en 1948 le vemos como director del semanario La Gaceta agrícola. El 1 de agosto de 1953 conseguirá reunir a unas 20.000 personas en un mitin en Liseux y el 2 de enero de 1956 llegará a ser elegido diputado por L’Ille-et-Vilaine con el 11 % de los votos. Poujade y Paul Antier, líder del Partido Campesino proyectarán aliarse con Dorgères y su Rassemblement Paysan, si bien el proyecto no llegará a cuajar.
En 1988 fallecerá este infatigable luchador de la causa campesina, de la dignidad de los hombres y las mujeres del campo, de los valores tradicionales y las virtudes de las gentes de las tierras de Francia .
NOTAS
1. Las Juventudes Campesinas tenían como slogan, “iremos a limpiar París con nuestras manos limpias y nuestros desnudos brazos”.
2. El radical Henri Cheron constituía el paradigma de cacique: “para los campesinos de Calvados, Cheron representaba todo lo que ellos detestaban: un hombre de ciudad que osaba hablar en nombre del campo, representando la impía República radical” (Paxton, p. 66).
3. El 6 de febrero de 1934 se producirá una multitudinaria marcha convocada por diversas ligas patrioticas para protestar contra la corrupción y la ineficacia del Parlamento. Cuando las distintas columnas de la marcha convergen al otro lado del puente que conduce al Palacio Borbón, sede del gobierno, la policia dispara y se producen durante horas graves enfrentamientos. El grado de tensión fue tal, que se temió el desencadenamiento de una guerra civil.
4. Paxton, p. 107
5. Paxton, p. 233
6. A pesar de los mitos, la resistencia se formó inicialmente con pariotas y derechistas, como el propio Le Roy Ladurie. El Partido Comunista Francés, en virtud al Pacto germano-Soviético, dio la consigna de abstenerse de luchar contra los alemanes, desentendiendose de la resistencia contra el invasor hasta junio de 1941. Durante la guerra muchos de estos líderes y militantes derechistas de la Resistencia morirían en campos de concentración. Algunos otros morirían a manos de los comunistas después de la guerra... ¡¡¡acusados de colaboracionismo!!!. Se trataba de eliminar a todo aquel que pudiera oponerse al proceso seguido en Polonia, Hungría, la República Checa, Serbia...
Bibliografía
Paxton, Robert O. Les temps des chemises vertes. Revoltes paysannes et fascisme rural. 1929-1939 Editions du Seuil 1996
Lefranc, Georges El Frente Popular Oikos-Tau Barcelona 1971
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