HIJOSDALGO: DE SANGRE LEAL Y PERENNE


POR ENCIMA DEL TIEMPO, LO QUE NO MUERE

Cuando uno dispone de su árbol genealógico las relaciones con la Historia ganan relieve. La Historia deja de ser una asignatura ajena a la vida, deja de ser también una simple afición de coleccionistas de datos y erudiciones, y se convierte la Historia en materia de reflexión, de autocomprensión, de consciencia... Para actuar en consecuencia. La tradición de una familia, el conocimiento de los nombres y apellidos, hechos y hazañas de sus exponentes más destacados, es el vínculo con el pasado. El pasado es inamovible, parece obturado, pero sabiéndose herederos de un pasado grandioso, el pasado está latente, y sigue latiendo. No hay disculpa para quien, conociendo de donde viene, reniega de su origen.

Eugenio d'Ors caracterizó al hombre corriente que ignora el encadenamiento de sus generaciones pasadas con estas palabras: "La memoria de este hombre, respecto de su propio grupo, se extenderá apenas un poco más allá que el comienzo de su propia vida, apenas al tópico constituido por la evidencia de que ha tenido un padre y un abuelo y un bisabuelo; su previsión del futuro, en el caso mejor, al tiempo de sus hijos y de sus nietos. Ninguna solidaridad tendrá su conciencia, ni siquiera a través de la religión -gran civilizadora, sin embargo-, con lo que haya ocurrido a su estirpe en el siglo V, con lo que haya ocurrido en el siglo XVIII".

El correlato de ello es que "El honor de una continuidad en el tiempo, de una solidaridad a despecho del tiempo, que se llama tradición" no es algo para el común de los mortales.

Siempre he pensado así, pues así me educaron: mi abuela, mientras vivió, siempre me recordó la prosapia de la que veníamos. A su muerte, mis tíos abuelos insistieron en remachar que nuestro linaje era de abolengo. Nunca fuimos Grandes de España, tampoco tuvimos el honor de un título nobiliario. Sin embargo, fuimos hijosdalgo. Hemos perdido en el largo discurrir de los siglos las preeminencias que otrora habíamos tenido, el dinero y los haberes, pero habíamos recibido de nuestros antepasados, además de la sangre, aquella tradición oral: mira lo que haces, pues somos cristianos viejos, sin mezcla de judíos ni moros... E hijos de algo somos, de mucho algo venimos.

Hace unos días, un buen amigo que sabe de mis aficiones genealógicas, tuvo a bien enviarme este retrato que aquí publico. Mirando a esos tres caballeros reconocí en uno a mi tío. Como dos gotas de agua, por encima de los siglos, mi tío se le parece a ese caballero, hasta en el bigote. No era coincidencia.

Viendo el retrato nos remontamos a un día grande de fiesta, es el domingo en que Sierra Morena se convierte en Reino de María. Nuestra Señora de la Cabeza procesiona. Un pintor inmortalizó aquella romería. El vecindario de Andújar -¡qué digo...! ¡El Reyno entero de Jaén!- se había desplazado al Cerro del Cabezo, aquel día de... ¿1677? Se ven, al fondo, con su hábito los portadores y hermanos de la cofradía. En un primer plano se nos adelantan estos tres caballeros, nobles y patricios de la ciudad de Andújar.

De los tres, el que vemos a la izquierda, es D. Fernando Antonio de Quero, Caballero Veinticuatro de la Ciudad de Andújar, y Prioste de la Cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza. Si la imagen se acercara más se adivinaría en su pecho la Cruz de la Orden de Santiago, de la que era caballero.

D. Fernando Antonio era bisnieto de D. Luis de Quero Escabias "el Viejo", capitán de caballería que entró en Portugal con Su Sacra y Católica Majestad el Rey Don Felipe II. Y nieto del Capitán D. Luis de Quero Escabias, también caballero del orden de Santiago, y Alguacil Mayor del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba en Andújar. E hijo de D. Pedro de Quero Escabias, caballero también de Santiago y Comendador de León y Mayorga.

El bisabuelo de D. Fernando Antonio, D. Luis, tuvo cinco hermanos y los cinco militaron en la Orden de San Juan. Son los cinco: D. Melchor de Quero Escabias -muerto por los moros en Sicilia. D. Alonso de Quero Escabias, Comendador de Almazán que participó en la toma de la Mamora en calidad de Capitán de Infantería. El Capitán D. Pedro de Quero Escabias que se halló en la Batalla de Lepanto con su compañía, pasando más tarde a Flandes como Capitán de Caballos con el Conde de Fuentes. D. Manuel de Quero Escabias, Capitán en el asalto de Cambray donde fue herido y "estropeado tanto que anduvo mucho tiempo con muletas", y D. Alonso de Quero Escabias que, siendo también Capitán, asistía a D. Manuel su hermano, antes de que le cercenaran a D. Alonso el brazo izquierdo en la toma de Arda.

Primo hermano de todos estos seis valientes y esforzados varones fue D. Gerónimo de Quero, del hábito de Santiago, caballero de la Orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de las Provincias de Yucatán, Cozumel y Tabasco, de quien otro día podría tratar largo y tendido; dígase, no obstante, que D. Gerónimo prestó cincuenta largos años de servicio al Rey su Señor, sin interrupción: primero en la Armada Real con el heroico Marqués de Santa Cruz, y con el Duque de Medina Sidonia; más tarde en Flandes, donde se halló de Capitán de Infantería con el Duque de Parma, participando señaladamente en el último socorro de París, y continuó sus servicios con el Conde de Fuentes, con el Serenísimo Duque Alberto y con su Alteza el Cardenal Andrea de Austria, combatiendo al Conde Mauricio.

El tío abuelo de D. Fernando Antonio de Quero Escabias fue D. Francisco de Quero Escabias, capitán de galeones el año de 1611, servidor en Italia del Duque de Osuna y amigo de Francisco de Quevedo. Pasó D. Francisco de Italia a Flandes, donde se desempeñó como Gobernador de los Caballeros de Malta que se hallaban en el Ejército español con sus picas en Flandes, participó en la batalla de los Querquenes.

Viendo este retrato de época (siglo XVII), acude a mí mucho de lo que sé de mis antepasados. Si pusiera una fotografía de mi tío al lado del retrato de D. Fernando Antonio de Quero... El parecido entre ancestro y descendiente sería asombroso. Muy posiblemente, otros Quero mis parientes hayan olvidado tantas vidas ofrendadas en aras de la Patria. Se dice pronto: cincuenta años de servicio de aquí para allá; un brazo cortado; baldados por las heridas; curtidos en las batallas de picas, arcabuces y espadas; tan cerca de los hombres que tanto admiro (como el gran Quevedo), combatiendo a todos aquellos que detesto; tengo una deuda con ellos, porto en mis venas su sangre.

Por todos los medios han tratado de hacer que lo olvide, confundirme y perderme -en la escuela igualitarista, en el Instituto de Enseñanza Secundaria igualitarista, en la Universidad igualitarista, en la sociedad igualitarista... En su TV, en su radio, en sus periódicos, en su literatura de letrina, en el mismo aire que respiramos a duras penas, infectado de parásitos y contaminado por el populacho cada día más envilecido.

No soy como mis contemporáneos. No comparto sus valores, ni sus gustos, ni sus modas, ni el ruido, ni la cochambre moderna... Detesto el pestífero aliento de los demagogos y no soy demócrata, soy partidario de una aristocracia en el sentido estricto y etimológico del vocablo. Sí, lo digo bien alto: soy tradicionalista, creo en la jerarquía y en el orden.

Pese a todas las trampas que me pusieron en el camino, triunfó sobre los eslóganes de los advenedizos, el amor a la Tradición, a la Estirpe y a los valores sagrados que me sostienen, incluso en la catástrofe. A Dios gracias pudo la fuerza de la sangre más que el ambiente. No es un ejercicio de vanidad, es un examen de conciencia. La sangre católica derramada por mis ancestros por la gloria de Dios y el honor de España, en todas las latitudes del universo mundo, no cayó en vano. Siglos después, esa sangre española obtuvo para mí la gracia de perseverar contra el ambiente. Esa bendita sangre fue derramada por Dios y por Su Sacra y Católica Majestad el Rey de España...

Cuando había Rey de España.

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS