Lo de la practicidad está muy bien, pero seamos serios: el hecho de que un día unos cuantos generales te hagan comandante en jefe de una fracción del ejército en un contexto excepcional y en base a eso te autonombres jefe perpetuo y total del Estado, no es ni cesarismo, es bonapartismo puro. Que no tiene nada de legítimo. Ni de español.
Y pasó lo que pasó lo que tenía que pasar, sin Bonaparte no hay bonapartismo, y como a los lacayos lo mismo les da Napoleón que Carlos X, así pasó con todos los nombrados a dedo por el jefe total y perpetuo, desde sus obispos a sus alcaldes pasando por sus ministros, sus generales y sus Cortes autodisueltas. No esperaron ni a que el cadáver del autonombrado estuviera frío para trabajar en su contra con el mismo ahínco con el que le habían servido en vida.
Los que se quedaron felices y satisfechos con su Bonaparte por 40 años sin decir nada ni pretender nada más han tenido lo que se merecían. Aunque casi 40 años después sigan sin entender que lo normal de un régimen hecho de humo es que se esfume más pronto que tarde. Su frustración es injustificada y su nostalgia pura mitología.
Del régimen de Franco sólo nos queda una lección: los parches no valen. Por muy bien hechos que parezcan.
Marcadores