A pesar de que Manuel Machado era creyente y católico, y hasta ensalzó en algunos versos al bando nacional y a José Antonio, nunca nos hicieron aprender esos versos en el colegio. No estaba marginado como ahora, estaba mucho más accesible, pero su hermano Antonio, agnóstico y exiliado, no solo no estaba prohibido sino que hasta era el más popular y citado. Frases como "la primavera ha venido, nadie sabe como ha sido" o "caminante no hay camino, se hace camino al andar" se volvieron parte del refranero.

Un grandísimo poeta, Lorca, no estaba instrumentalizado, explotado y repetido hasta la náusea como ahora, y aunque se sabía cómo había muerto no se hablaba de ello. Se disfrutaba su poesía, y hasta los libros de primaria estaban llenos de poemas suyos. A Lorca, que no se metía en política, que vivía para el arte, ya fuera poesía, música o teatro, que tenía familiares y amigos en los dos bandos y no murió por razones políticas sino personales, le han hecho mucho daño convirtiéndolo en mito de la represión.

¿Que no teníamos al comunista maltratador de mujeres Picasso? Ni falta que nos hacían sus monigotes. Teníamos a Dalí, sin que nombrarlo aquí suponga necesariamente que me guste su estilo, pero era una primerísima figura a nivel mundial.

¿Que no teníamos a Américo Castro? Pues mejor. Pero teníamos a una lumbrera como Menéndez Pidal. Y aunque tenga mucho de criticable, teníamos a Ortega, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, que incluso regresó a España después de la guerra, y que habiendo sido uno de los máximos propulsores de la Repútica, no tardó en darse cuenta de su error (su famoso "no es esto, no es esto"), aunque siguiera siendo un liberal toda la vida. Lo mismo podría decirse de Marañón, genio de la medicina y excelente historiador y escritor.

Aunque algunos poetas se exiliaron, en general sus obras no estaban prohibidas. Juan Ramón Jiménez gozaba de bastante popularidad, era una gloria para España que se lo hubiera galardonado con el Nobel, y Platero y yo era un libro habitual de lectura en la enseñanza primaria. Hasta había una estatua del simpático burro en Moguer. Alberti también se podía leer, aunque supongo que no todo, pero el mejor Alberti es el primero, el de los años veinte, con Marinero en Tierra, La amante o El alba del alhelí. Después se volvió más raro, quizá la influencia comunista, y solo de vez en cuando escribía algo bueno. De Miguel Hernández llegaron a tener mucha popularidad versiones cantadas de poemas suyos como Andaluces de Jaén o Vientos del pueblo, que sonaban constantemente por la radio y la TV.

Ya en los años cincuenta hubo una explosión de poesía. Es la época de revistas como Espadaña o Garcilaso y muchas otras. Nada más en la provincia de Cádiz llegó a haber varias importantes, como Platero o Caleta. Y en la misma provincia, Arcos, la ciudad de los poetas que ya lleva tres generaciones de ellos, tuvo la primera (para mí, la mejor) en los años cincuenta.

Teníamos en España a poetas de la talla de Gerardo Diego, José María Pemán, Dámaso Alonso, Luis Rosales, José García Nieto y muchísimos más que omito por falta de espacio, no de méritos. Hoy en día la dictadura del progretariado los tiene vetados.

¿Qué más? Tuvimos a Baroja, a Azorín, siempre tan ameno. Sus libros de viajes y sus novelas son insuperables. De su exilio no se habla, porque se fue del Madrid rojo y regresó a España nada más terminada la Cruzada.

En Andalucía solo había universidad en Sevilla y Granada, y se fundaron en Córdoba, Málaga y Cádiz, solo por nombrar la región que mejor conozco. Habiendo pasado mi infancia y adolescencia en el centro de Sevilla, doy fe de que en un radio de pocas manzanas había más de veinte librerías (si había tantas es señal de que era negocio: la gente leía); la mayoría han desaparecido (y en los barrios, claro, la proporción es mucho menor), y las pocas que quedan son casi todas de una misma cadena (Beta). En general la gente tenía un buen dominio de vocabulario y un buen nivel de ortografía, sin los solecimos y la torpe expresión tan extendidos hoy en día. Y es que en los colegios todavía se enseñaba y bastante.

En fin, creo que se podría decir mucho más, pero de momento puedo empezar con estos ejemplos. Basta ya de contar mentiras y de olvidar injustamente a ciertos autores, solo porque no fueran rojos.