EL CERRO DE LOS SANTOS EN EL SIGLO XIX: LAS EXCAVACIONES DE SAVIRON (1871) Y LAS ADQUISICIONES DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL (1871-1885)

Mª. Luisa SÁNCHEZ GÓMEZ

Universidad Autónoma de Madrid






Cercano ya el fin del siglo XX, la centuria que vio configurarse los estudios ibéricos tras unos balbuceantes inicios, resulta casi reiterativo para el lector aficionado a la arqueología una, sin embargo obligada, referencia introductoria al santuario del Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete), yacimiento protagonista precisamente del nacimiento del iberismo a fines del siglo XIX. El impresionante conjunto escultórico hallado en el lugar, formado por más de cuatrocientas piezas, entre esculturas completas y fragmentos, junto con los restos de un edificio de culto de época ya republicana, han hecho del Cerro de los Santos una de las mejores fuentes de información que actualmente poseemos para tratar temas cruciales en el mundo ibérico, como la religiosidad o la escultura, así como la transición cultural y modos de asimilación formales a un nuevo periodo de nuestro pasado, la Hispania romana.

Cortijo de los Santos, lugar de alojamiento de Savirón, Engel y P. Paris. © Legado Fernández de Avilés(UAM)

Largos años de expolio y abandono del Cerro de los Santos, que quedó completamente deforestado en el año 1830 y en el que no se intervino oficialmente hasta 1870, hicieron que mucha información sobre el lugar y, con toda seguridad, una gran cantidad de esculturas se perdieran para siempre (Fernández de Avilés, 1949). Sin embargo, el interés suscitado por los restos entre el personal del Museo Arqueológico Nacional posibilitó que gran parte de los materiales desenterrados fuera recopilada, tras compras y donaciones diversas, y reunida en una sala pensada para tal fin en el recién creado Museo, el mal llamado Gabinete de Yecla. La colección escultórica conservada en el M.A.N. procedente del Cerro de los Santos continúa siendo hoy día la más importante de cuantas se encuentran en diversos museos españoles y extranjeros, a pesar de las intensas campañas de excavación llevadas a cabo en el yacimiento por Fernández de Avilés en los años sesenta (Fernández de Avilés, 1965 y 1966) y que vinieron a engrosar las salas ibéricas del Museo Provincial de Albacete.

Sin embargo, en contra de lo que pudiera pensarse, la extraordinaria colección conservada hoy día en el M.A.N. no es fruto de las exhaustivas excavaciones desarrolladas por sus empleados en el Cerro de los Santos en el año 1871. Las diversas, y en algunos casos dudosas, procedencias de las esculturas y otros materiales reunidos por el museo a finales del siglo XIX dieron origen a uno de los más lamentables episodios en la entonces naciente arqueología española, el problema de las falsificaciones. Actualmente, el atento estudio de la correspondencia oficial del museo en aquellas fechas y los libros de registro del mismo permiten acercarnos a la procedencia concreta de muchas de las piezas, así como entender los procesos seguidos en la institución de cara al nombramiento de las Comisiones, la realización de excavaciones o las adquisiciones a particulares (López Azorín, 1994).



LAS COMISIONES DEL M.A.N. A YECLA

Como se ha señalado, el yacimiento era conocido en la zona desde aproximadamente 1830 –aunque el ilustrativo nombre de Cerro de los Santos se remonta con toda seguridad al s. XIV (Lasalde et alii, 1871, 7)– pero no se llevaron a cabo trabajos de exploración en el lugar hasta los últimos meses de 1870. El célebre relojero de Yecla, Vicente Juan y Amat, realizó las primeras intervenciones reguladas en el yacimiento, en los últimos días de noviembre de 1870 (Lasalde et alii, 1871, 8). Sus trabajos, muy breves, fueron pronto retomados por un pequeño grupo de personas afines al dueño del terreno, el Marqués de Valparaíso, dirigidas por el hijo del administrador de éste, José María Soriano, y supervisadas por el escolapio Carlos Lasalde (Lasalde, 1893, 124). Esta primera excavación tendría una importancia crucial en la posterior historia del yacimiento ya que, además de proporcionar algunas de las obras más espectaculares y completas del conjunto, la publicación de los trabajos por parte de los Padres Escolapios de Yecla (Lasalde et alii, 1871) supuso su temprano conocimiento en los círculos oficiales madrileños, dónde los facultativos del recién creado Museo Arqueológico Nacional estaban deseosos de ampliar las aún escasas colecciones de la institución.

Dibujo del Padre Lasalde de una dama oferente (falsa) del Cerro de los Santos. © Archivo Provincial de las Escuelas Pías, Madrid

Las gestiones de los responsables del M.A.N. no se hicieron esperar. A finales del mes de febrero de 1871, el mismo mes de la publicación de los Escolapios, todos los jefes de Sección del museo dirigieron a su director una carta solicitando el envío de una Comisión a Yecla, para evitar que los interesantes objetos descubiertos “cayeran en manos extranjeras” (Legajo Cerro de los Santos, Archivo M.A.N.). Sin embargo, el permiso y crédito oficiales para el viaje se retrasarían varios meses, debido a las especiales circunstancias del M.A.N., que aún no había sido oficialmente inaugurado por el recién llegado rey Amadeo de Saboya. Con esta demora, la mayor parte de las obras rescatadas tras los trabajos de Amat y, sobre todo, del grupo organizado por Soriano, comenzaron a ser vendidas a anticuarios que, ya desde los primeros trabajos, se habían sentido profundamente atraídos por los hallazgos (López Azorín, 1994, 78-9). Las fotografías que de los objetos habían tomado los propios Escolapios y, especialmente, la Memoria por ellos publicada, parece que tuvieron una difusión destacada en los ambientes cultos de la vida albacetense (Rentero, 1871), desde la que comenzaron a formarse las primeras colecciones particulares de objetos procedentes de Montealegre.

De este modo, cuando la primera Comisión oficial del M.A.N., formada por Juan de Malibrán y Paulino Savirón, se desplazó a Yecla entre los días 13 y 27 de septiembre de 1871, las mejores piezas desenterradas, y que los enviados conocían a través de fotografías y descripciones, no se hallaban ya en aquella localidad. Estas obras, entre las que se encontraba la más célebre de las esculturas del Cerro de los Santos –la Gran Dama Oferente– no serían recuperadas por el Museo sino algunos años después, como se verá. La imposibilidad de realizar excavaciones en el yacimiento, por problemas con el permiso, limitaron este primer viaje a la compra de un lote de cincuenta piezas al relojero Amat (Libro de Compras, Archivo M.A.N.), objetos que los facultativos consideraron “de un interés indispensable para la historia y el arte de los primeros tiempos” (Legajo Cerro de los Santos, Archivo M.A.N.). Sin embargo, los comisionados no sospecharon en ningún momento que en este primer grupo de adquisiciones ya se encontraban algunas piezas de dudosa procedencia (López Azorín, 1994, 105-6 y 367ss).

El indudable interés del enclave arqueológico motivó que, tras el regreso de los comisionados a Madrid, el inicio de la tramitación para una segunda expedición fuera inmediato. Esta segunda Comisión del M.A.N., formada esta vez por el propio director de la institución, Ventura Ruiz Aguilera, y de nuevo por Paulino Saviron, se desplazó a Yecla entre los días 25 de octubre y 25 de noviembre de 1871. En esta ocasión era objetivo prioritario el llevar a cabo excavaciones en el yacimiento, así como recuperar cuantos objetos fuera posible. Para facilitar el acceso al yacimiento, los arqueólogos se alojaron esta vez en un lugar cercano al mismo, un cortijo que posteriormente sería también usado por algunos de sus sucesores en los trabajos del Cerro, como A. Engel o A. Fernández de Avilés.

Dama sedente del Cerro de los Santos adquirida por la primera Comisión del M.A.N. a Yecla(Sept. 1871).© M.A.N.

Los trabajos de excavación, meticulosamente descritos por el propio Savirón años después, tuvieron lugar en las tres vertientes del promontorio y, según sus propias palabras, se desarrollaron removiendo el terreno “hasta la roca calcárea” (Savirón, 1875, 162). Asimismo se llevaron a cabo exploraciones en la prolongación del Cerro hacia el sur, donde Savirón pudo localizar restos de construcciones antiguas, y no se pudieron iniciar, a pesar de que el arqueólogo estaba convencido de la fertilidad arqueológica de la zona, exploraciones en la Cañada de Yecla, al pie del promontorio, debido a la falta de tiempo y a la climatología adversa (Savirón, 1875, 194-5). A estos trabajos se debe también la completa excavación y documentación del edificio de culto ubicado sobre el Cerro, así como los conocidos, y ampliamente reproducidos, planos del yacimiento y del templo. No creemos necesario insistir en este punto sobre la importancia clave de estos documentos; la completa desaparición de los restos del edificio en los años posteriores a aquella excavación hacen de estas planimetrías y descripciones los únicos datos fiables con los que contamos en la actualidad para tratar de interpretar el edificio de culto, algo que se ha hecho recientemente, alcanzando resultados muy interesantes (Ramallo et alii, 1998).

Aun a pesar de haber recuperado en los trabajos numerosos objetos –“fragmentos de estatuas, de armas de hierro, de cerámica, de fíbulas y anillos de bronce (...), pondus de piedra y baldosines romboidales”– los comisionados se sintieron decepcionados con los hallazgos, al encontrarse éstos muy fragmentados y en mal estado de conservación (Legajo Cerro de los Santos, Archivo M.A.N.). La mayoría de estos objetos fueron inmediatamente entregados al dueño del terreno, ya que el permiso obtenido por los facultativos del M.A.N. era exclusivamente para explorar el yacimiento, pero no para recoger objetos del mismo. Así, la mayor parte de las piezas llevadas a Madrid por Ruiz Aguilera y Savirón tras esta segunda expedición no fueron sino objeto de compras y donaciones posteriores a los trabajos de campo.

Entre los grupos de piezas incorporados al museo en aquel momento deben destacarse aquí el lote donado por el padre Carlos Lasalde –objetos “recogidos en el Cerro de los Santos y en otros puntos del término de Yecla”– el lote adquirido por compra a Vicente Juan y Amat –en el que de nuevo se incluían piezas creadas o retocadas por el falsario– y una espectacular escultura (decorada con motivos astrológicos, y generalmente considerada falsa) que el relojero insistió en donar al Museo al haber agotado los comisionados la cantidad de dinero con la que contaban en su viaje. Otras adquisiciones de objetos menores fueron hechas en las inmediaciones del Cerro a varios campesinos de la zona. Una tercera y última comisión a Yecla tendría lugar en el mes de julio de 1875. En ella no volvieron a desarrollarse trabajos de excavación en el yacimiento, limitándose esta vez los facultativos a adquirir nuevamente piezas al controvertido relojero.



LA INSTALACIÓN DE LA COLECCIÓN EN EL M.A.N.: EL GABINETE DE YECLA

Tras las dos primeras expediciones al lugar de los hallazgos, comenzó a instalarse en el Museo Arqueológico Nacional la que sería durante muchos años la principal colección escultórica de época prerromana de la institución. La sala dedicada a las esculturas fue situada en la entonces sede provisional del Museo, en el llamado Casino de la Reina, donde el Gabinete de Yecla quedaría ubicado en las salas de la Sección Primera, de Prehistoria y Edad Antigua, hasta el definitivo traslado del museo al edificio actual en el año 1895 (Marcos Pous, 1993).

En los años inmediatamente siguientes a la instalación de la colección en Madrid, tuvieron lugar nuevas, y trascendentales por la categoría de las obras, adquisiciones de piezas procedentes de Montealegre por parte de los responsables del Museo. Entre ellas deben destacarse las ventas realizadas por José Ignacio Miró en enero de 1873 y por Pedro Sánchez en enero de 1874. En el primer lote se incluían algunos de los más espectaculares ejemplares hallados en el Cerro de los Santos, entre ellos “una estatua de piedra de 1,35 m. de altura representando una sacerdotisa ricamente ataviada sosteniendo una copa con ambas manos” (Legajo Cerro de los Santos, Archivo M.A.N.), la Gran Dama Oferente. Podemos considerar que, con la adquisición de estas dos colecciones a los mencionados anticuarios, el Museo pudo recuperar la mayor parte de las piezas que habían sido descubiertas durante los trabajos de los escolapios en el yacimiento y, posiblemente, también algunas de las recuperadas con posterioridad por los propios comisionados del M.A.N. durante su segunda expedición a Yecla. También Amat realizó en estos años nuevas ventas al museo, esta vez tramitadas mediante correspondencia.

Exposición en la sala de las esculturas del Cerro de los Santos. ©M.A.N.

La relevancia de las esculturas fue pronto reconocida por los círculos intelectuales madrileños, y su definitivo conocimiento se vio afianzado con el Discurso que Juan de Dios de la Rada dedicó a la colección con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Historia (Rada, 1875). La colección pronto adquirió también un renombre a nivel internacional, como queda evidenciado por la visita al museo del embajador de Inglaterra o del emperador de Brasil en 1872 (Domenech, 1872) y del director de la sección antigua del Museo Británico en 1873 (López Azorín, 1994, 134). Sin embargo, los verdaderos escaparates de las esculturas del Cerro de los Santos ante el público erudito europeo fueron las exposiciones universales de Viena en 1873 y, sobre todo, de París en 1878. En ambos certámenes se mostraron algunos vaciados en yeso de los más espectaculares ejemplares de la colección albacetense, vaciados que fueron ampliamente comentados y que, en la muestra de París, levantaron la conocida controversia sobre la autenticidad de las piezas, aunque las primeras sospechas sobre el conjunto se habían despertado años antes en nuestro propio país (Sáez del Caño, 1871).

Dejando a un lado el polémico asunto de las falsificaciones, que ya se encargaron de aclarar insignes arqueólogos de principios de siglo (Paris, 1903-4, I, 166ss y Mélida, 1906) y que ha sido recurrentemente tratado en la bibliografía posterior (Ruano Ruiz, 1987, II, 68ss; Ruiz Bremón, 1989 y López Azorín, 1994), tras la celebración de la Exposición parisina las esculturas del Cerro de los Santos adquirieron definitivamente renombre internacional, una celebridad que las convertiría en objeto de estudio y debate por parte de destacados arqueólogos europeos como L. Heuzey, E. Hübner, A. Engel o P. Paris, personalidades que se desplazaron a Madrid en los años siguientes para estudiar in situ las esculturas en el Gabinete de Yecla.



A MODO DE CONCLUSIÓN: LA ACTUAL COLECCIÓN DEL CERRO DE LOS SANTOS EN EL M.A.N.

A pesar de que la falta de coordinación en la actuación oficial durante los primeros momentos de los hallazgos propició la dispersión de algunos ejemplares que hoy forman parte de las distintas colecciones distribuidas por la geografía española, e incluso europea, se puede decir que el Museo Arqueológico Nacional posee en la actualidad la más destacada y numerosa colección existente de materiales procedentes del Cerro de los Santos. Las más renombradas esculturas así como objetos menos espectaculares, pero no por ello carentes de valor –como cerámica o metales– se encuentran hoy depositados en el Museo procedentes de las adquisiciones y donaciones de fines del s. XIX. Con posterioridad no han ingresado en la institución más objetos de la misma procedencia, aunque se han llevado a cabo nuevos trabajos en el yacimiento en los años 1914 (por parte de J. Zuazo), 1962-63 (por parte de A. Fernández de Avilés) y 1977-81 (por parte de T. Chapa).

Aparición de una escultura durante las excavaciones de 1962. © Legado Fernández de Avilés(UAM)

Intentaremos a continuación sintetizar las diferentes procedencias de cuantos objetos del Cerro de los Santos posee en la actualidad el Museo. Gran parte de las esculturas recuperadas durante las breves rebuscas de Amat, junto con la totalidad de las piezas que se han considerado falsas, llegaron al museo a través de sucesivas ventas del relojero, realizadas entre los años 1871 y 1885. La única excepción a lo dicho la constituye la ya señalada estatua femenina oferente con símbolos astrales, que fue donada por Amat a la institución, y por la que obtuvo el agradecimiento del mismo rey, siéndole concedida una Encomienda Ordinaria de la Real Orden de Isabel la Católica (Legajo Cerro de los Santos, Archivo M.A.N.). De las piezas recuperadas en los trabajos del hijo del administrador del terreno, sabemos que tuvieron distintos destinos. Las de peor calidad llegaron a manos del padre Carlos Lasalde y se convirtieron en el núcleo inicial de la colección del Colegio de los Escolapios en Yecla. También algunas de ellas fueron donadas al M.A.N. por el propio Lasalde. Las de mejor calidad quedaron en manos del Marqués de Valparaíso, dueño del terreno, quien presumiblemente las vendió después a distintos anticuarios (López Azorín, 1994, 99ss). Algunos de éstos las ofrecieron con posterioridad al M.A.N., como se ha visto. Es de suponer que otros venderían sus colecciones a distintas instituciones, como lo evidencia la existencia de ejemplares del Cerro en museos de Barcelona, Vitoria o París. Finalmente, de los objetos recuperados durante la excavación de la segunda comisión del M.A.N. a Yecla, una pequeña parte fue traída a Madrid por los comisionados (López Azorín, 1994, 114), quedando la mayoría de los objetos en manos del Marqués de Valparaíso. Estos objetos es posible que fueran vendidos con posterioridad a anticuarios, si bien es cierto que ignoramos su paradero concreto actual.

No querríamos concluir estas líneas sin apuntar que las ya centenarias investigaciones sobre el Cerro de los Santos no están, ni mucho menos, abocadas al estancamiento y al olvido. Recientes estudios exhaustivos de la documentación antigua existente han posibilitado ofrecer novedades en torno al complejo asunto de las falsificaciones (López Azorín, 1994). Asimismo, trabajos en curso apoyados en documentación inédita (Legado Fernández de Avilés, U.A.M.) y en materiales fundamentalmente cerámicos recuperados en el yacimiento, creemos aportarán una nueva luz en aspectos aún oscuros de la vida del santuario albacetense.