Y que viene a recordar que el separatismo es un fenómeno creado por el liberalismo, desconocido anteriormente en España, que surge tras la destrucción de esa monarquía que menciona Balmes, suplantada por el centralismo.
Demoledora argumentación de J. Balmes contra los postulados políticos de los regionalismos:
"Así nacionales como extranjeros hablan muy a menudo del espíritu de provincialismo que domina en España, lo que según ellos es un perenne obstáculo a la centralización administrativa, a toda organización regular y uniforme. Si esto fuese verdad, debiéramos inferir que la Monarquía propiamente dicha no tiene en nuestra sociedad raíces profundas, pues que estando personificada en el trono la unidad gubernativa, le repugna esencialmente la multiplicidad. Por manera, que a ser exacta la opinión mencionada, la monarquía en España ofrecería un carácter anómalo, muy diferente del que la distingue en los demás países de Europa; no fuera capaz de ejercer sobre la sociedad una influencia eficaz, estando condenada a representar un papel algo semejante al de las monarquías feudales, a las que les era preciso contentarse con el nombre y las apariencias de soberanía, sin disfrutar en muchísimos ramos de un mando efectivo.
Abrigamos la mas profunda convicción de que semejante opinión es errada, de que está destituida de fundamento; mas como quiera que no son pocos los que la profesan, sobre todo en el extranjero, y además no faltan algunas apariencias que le dan visos de verdadera, será bien ocuparse en refutarla, analizando las ideas y sentimientos del pueblo español con respecto á la monarquía , y desvaneciendo las dificultades que se fundan en engañosos indicios.
Bien extraño fuera por cierto que, en una nación cuya monarquía es de origen tan remoto que se pierde en la oscuridad de los tiempos, no tuviesen profundo arraigo las ideas y los sentimientos monárquicos; porque aun cuando las invasiones de los pueblos del Norte, las de los árabes y las guerras que a ello fueron consiguientes modificaron y variaron mucho la forma del poder, no cabe duda que la idea de la monarquía sobrevivió a todos los trastornos...
A la sazón la Monarquía no podía ser una porque no lo consentía la situación del país, ocupado en gran parte por los sarracenos; pero a medida que éstos andaban cejando hacia las orillas del Mediterráneo, las provincias se reunían bajo un mismo imperio. León y Castilla, Cataluña y Aragón presentan este fenómeno: y los monarcas que conquistan Granada miran sometida a su cetro la España entera Desde los Reyes Católicos la Nación ha continuado bajo el imperio de un monarca, y es imposible que tres siglos de monarquía no hayan arraigado hondamente en el país las ideas y sentimientos monárquicos….
El decir que tiene vida en España el espíritu federal, que el provincialismo es más poderoso que la monarquía, es aventurarse a sostener lo que a primera vista está desmentido por la historia; es suponer un fenómeno extraño, de cuya existencia deberíamos dudar por grandes que fuesen las apariencias que lo indicasen…
Las revueltas que han afligido la nación desde 1808, vienen en confirmación de lo que hemos asentado... Quedó el pueblo español enteramente solo, abandonado a sí mismo... Todo brindaba con la mejor oportunidad para que, si la Monarquía hubiera sido en España una institución postiza o endeble, se despegase y se hiciera trizas, presentándose el Provincialismo Federal con su carácter propio y sus naturales tendencias. Pero no sucedió así: la Nación fue más grande que sus reyes; sí, más grande, más generosa; porque a la Nación también se le hicieron amenazas, y las despreció; la Nación vio venir sobre sí el hierro y el fuego, y los despreció; ... la Nación se levantó al grito de ‘Viva el Rey’...
La aparición de innumerables Juntas en todos los puntos del Reino, lejos de indicar el espíritu de provincialismo, sirvió para manifestar más el arraigo de la unidad monárquica; porque pasados los primeros instantes en que fue preciso que cada cual acudiera a su propia defensa del mejor modo que pudiese, se organizó y estableció la Junta Central, prestándose dócilmente los pueblos a reconocerla y respetarla como poder soberano.. Este solo hecho es bastante a desvanecer todas las vulgaridades sobre la fuerza del provincialismo en España, y a demostrar que las ideas, los sentimientos y las costumbres estaban en favor de la unidad en el gobierno...
Cuando la monarquía había desaparecido, natural era que se presentasen las antiguas divisiones, si es que en realidad existían; pero nada de eso; jamás se mostró mas vivo el sentimiento de nacionalidad, jamás se manifestó más clara la fraternal unidad de todas las Provincias. Ni los catalanes vacilaban en acudir al socorro de Aragón, ni los aragoneses en ayudar a Cataluña, y unos y otros se tenían por felices si podían favorecer en algo a sus hermanos de Castilla. El mismo carácter tomo la guerra en todas las provincias...
En las épocas sucesivas se ha manifestado con no menor evidencia el mismo fenómeno... De los mismos pronunciamientos repetidos con tanta frecuencia; de las mismas Juntas creadas con tanta facilidad; de esa misma tendencia de las provincias a constituirse independientes de la capital, se puede sacar un firmísimo argumento en corroboración de lo que acabamos de establecer. El fenómeno... indica apego de la Nación a la unidad gubernativa, porque de otra suerte no seria dable explicar cómo tan fácilmente se suelda lo roto ... Si el espíritu de provincialismo tuviese alguna fuerza; si hubiese en España tendencias federales; si en las ideas, en los sentimientos, en las costumbres de la Nación no se hallase profundamente la monarquía, ¿cómo seria posible que se viera semejante fenómeno?...
Preguntaremos ahora: Si existiese ese provincialismo de que tanto se habla, si efectivamente hubiese esas fuerzas centrífugas que se nos ponderan, si no fueran todos esos movimientos farsas miserables que se representan en la superficie de la sociedad sin que afecten el fondo de ella, ¿cómo seria posible que Mendizábal, Calatrava y Espartero hubiesen hecho desaparecer como por encanto la escisión, solo publicando un manifiesto?... Las exigencias verdaderamente populares, ¿se acallan con un papel? ¿Y esto no una vez sino muchas, tanto si el hombre que hablaba era el general de los ejércitos reunidos, como si era un abogado de mediana nombradía, o una persona recién llegada del extranjero sin mas títulos que la fama de aventuras financieras?
Es falso pues que en España haya fuerzas excéntricas; lo que hay es lo que no puede menos de haber en todos los países agitados por la guerra civil y las revueltas políticas: unos cuantos hombres que toman en diferentes sentidos el nombre del pueblo, y que se mancomunan para derribar a los gobernantes, siempre que estos no se acomodan á todos sus intereses o caprichos.
Es falso que haya verdadero provincialismo, pues que ni los aragoneses, ni los valencianos, ni los catalanes recuerdan sus antiguos fueros, ni el pueblo sabe de qué se le habla cuando estos se mencionan, si los mencionan alguna vez los eruditos aficionados a antiguallas. Hasta en las Provincias del Norte no es cierto que el temor de perderlos fueros causara el levantamiento y sostuviese la guerra... Si alguien nos objetase el convenio de Vergara, el mágico efecto de la garantía de los Fueros para terminar la guerra civil y otras cosas por este tenor, nada le replicaremos: porque creeríamos inútil entrar en discusiones para convencerle, supuesto que tiene la bienaventurada candidez de formar su opinión sobre los documentos oficiales de una sola parte, y los artículos de los periódicos que la defendían...
En prueba de la verdad y exactitud de estas aserciones, repetiremos lo que ya observábamos.. : cuando hay movimientos, cuando hay oposición al Gobierno, los hombres que figuran a la cabeza no son los amigos de las tradiciones locales, los hombres de arraigo en el país... sino aventureros que, o no tienen fortuna, o que acaban de improvisarla. Este argumento no tiene réplica; y si a él se agrega la observación de que precisamente en los puntos donde mas arraigada debiera suponerse la afición á lo antiguo, allí es donde menos ha prendido la Revolución, allí es donde menos se han hecho sentir esas fuerzas excéntricas, allí es donde se han proclamado con mas energía y defendido con más tesón los principios favorables a la unidad monárquica, quedará fuera de toda duda la verdad que estamos defendiendo.”
¿Se quiere otra razón decisiva en contra de lo que suele decirse de las fuerzas locales? Héla aquí. Los que afirman que estas existen, y que tienen hondas raíces en la sociedad española, se apoyan principalmente en la conducta de los ayuntamientos, que pronunciándose con tanta facilidad contra el gobierno existente, parecen haber manifestado algo de aquel carácter turbulento que ofrecieran los concejos de los tiempos antiguos. Este argumento que es el Aquiles de los adversarios, claudica por su base, pues supone que los Ayuntamientos han sido los principales motores de las asonadas, cuando las diputaciones provinciales, los jefes políticos, los militares se han pronunciado igualmente que los Ayuntamientos, ora adhiriéndose a la sublevación, ora poniéndose a su cabeza? ¿Qué indica esto? Indica que es una equivocación lo que se dice de las fuerzas locales, pues nada tienen de local los jefes políticos, los militares de todos grados, los empleados de todas clases que han figurado en las juntas en varias épocas, acaudillando las insurrecciones contra el gobierno....
Creemos haber demostrado... que no es verdad que sea imposible entre nosotros el establecimiento de un Gobierno central robusto, fuerte, en toda la extensión de la palabra; ... Y nótese bien que no hemos considerado la monarquía como un ser abstracto, o como la expresión de una teoría, ni siquiera como un poder político; sino como una idea y un sentimiento sociales, como la satisfacción de una necesidad reclamada por las costumbres, como emblema de la unidad gubernativa que algunos suponen imposible para España.”
JAIME BALMES, ‘La monarquía y la unidad gubernativa’, 1844.
Escritos políticos - Jaime Balmes - Google Libros
Última edición por ALACRAN; 10/10/2011 a las 19:04
Y que viene a recordar que el separatismo es un fenómeno creado por el liberalismo, desconocido anteriormente en España, que surge tras la destrucción de esa monarquía que menciona Balmes, suplantada por el centralismo.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Balmes, en aquel entonces, se refiere a DOS conflictos que siendo de orden estrictamente político, no obstante tienen apariencia de ser de orden regional, por suceder con más intensidad en la periferia peninsular: uno, el conflicto dinástico del carlismo por un lado, (en la zona vasco-navarra y del Maestrazgo castellonense, principalmente); y otro conflicto, de asunto rotundamente opuesto al carlista, que es el de las alteraciones liberal- revolucionarias en Barcelona y otros puntos de Cataluña (Figueras y Gerona), así como las algaradas juntistas en innumerables y desperdigados puntos de España.
Como esos conflictos son reprimidos por tropas enviadas desde Madrid, sucede que algunos nacionales y extranjeros se ven tentados a opinar que esas provincias periféricas son de por sí rebeldes a Madrid ...debido a su naturaleza peculiar y distinta a la común española...
Y este es el malentendido que quiere aclarar Jaime Balmes frente a la opinión pública, especialmente extranjera: que NO hay ningún problema intrínsicamente regional en España, a pesar de que LO PARECIERA por coincidir con ciertos territorios que antiguamente tuvieron personalidad histórica (personalidad que ya para entonces, Balmes reconoce como finiquitada).
Así niega, por un lado, que los antiguos fueros y la guerra carlista sean indicativos de problema territorial en España:
“Es falso que haya verdadero provincialismo, pues que ni los aragoneses, ni los valencianos, ni los catalanes recuerdan sus antiguos fueros, ni el pueblo sabe de qué se le habla cuando estos se mencionan, si los mencionan alguna vez los eruditos aficionados a antiguallas. Hasta en las Provincias del Norte no es cierto que el temor de perderlos fueros causara el levantamiento y sostuviese la guerra... "
“Si alguien nos objetase el convenio de Vergara, el mágico efecto de la garantía de los Fueros para terminar la guerra civil y otras cosas por este tenor, nada le replicaremos: porque creeríamos inútil entrar en discusiones para convencerle, supuesto que tiene la bienaventurada candidez de formar su opinión sobre los documentos oficiales de una sola parte, y los artículos de los periódicos que la defendían.”
“Precisamente en los puntos donde mas arraigada debiera suponerse la afición á lo antiguo, allí es donde menos ha prendido la Revolución, allí es donde menos se han hecho sentir esas fuerzas excéntricas, allí es donde se han proclamado con mas energía y defendido con más tesón los principios favorables a la unidad monárquica, quedará fuera de toda duda la verdad que estamos defendiendo.”
Y respecto al otro núcleo problemático: el revolucionario del Juntismo provincial (que derivó en la sublevación barcelonesa de 1843, apagada por Espartero) da Balmes razones de otra índole:
“De los mismos pronunciamientos repetidos con tanta frecuencia; de las mismas Juntas creadas con tanta facilidad; de esa misma tendencia de las provincias a constituirse independientes de la capital, se puede sacar un firmísimo argumento en corroboración de lo que acabamos de establecer. El fenómeno... indica apego de la Nación a la unidad gubernativa, porque de otra suerte no seria dable explicar cómo tan fácilmente se suelda lo roto...”
“¿Cómo seria posible que Mendizábal, Calatrava y Espartero hubiesen hecho desaparecer como por encanto la escisión, solo publicando un manifiesto?... Las exigencias verdaderamente populares, ¿se acallan con un papel?...”
“Cuando hay movimientos, cuando hay oposición al Gobierno, los hombres que figuran a la cabeza no son los amigos de las tradiciones locales, los hombres de arraigo en el país... sino aventureros que, o no tienen fortuna, o que acaban de improvisarla”"
“Es una equivocación lo que se dice de las fuerzas locales, pues nada tienen de local los jefes políticos, los militares de todos grados, los empleados de todas clases que han figurado en las juntas en varias épocas, acaudillando las insurrecciones contra el gobierno....”
La conclusión y, precisamente, el motivo del MALENTENDIDO sobre la esencia de España en aquella época (y que se agravará en décadas posteriores, por conveniencias electoralistas... "nacionalistas" de los políticos de la periferia) lo da también Balmes, magistralmente:
“Es falso pues que en España haya fuerzas excéntricas; lo que hay es lo que no puede menos de haber en todos los países agitados por la guerra civil (se refiere a la guerra carlista-isabelina) y las revueltas políticas (se refiere al juntismo, que derivará en republicanismo federal poco después ): unos cuantos hombres que toman en diferentes sentidos el nombre del pueblo, y que se mancomunan para derribar a los gobernantes, siempre que estos no se acomodan á todos sus intereses o caprichos."
Última edición por ALACRAN; 12/10/2011 a las 20:40
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