El triunfo de todos


El sociólogo inglés Mr. Beveridge, en su visita a España en 1945, coincidió en Madrid con el desfile conmemorativo de la victoria nacional. A su regreso manifestó que no comprendía cómo, lejos de procurar olvidarla, se festejaba en España la victoria de una guerra civil.


Sin embargo, para una mente no inglesa ni deformada por la sociología, una guerra por principios religioso-políticos, es decir, por motivos ideológicos univerales, aun siendo civil, sería la única justificable ante la razón, y cuya victoria podría y debería ser recordada y festejada. Ella, puesto que es o se estima el triunfo de la verdad y de su reconocimiento público, representa para los vencedores el triunfo de todos, incluso de los enemigos, aunque éstos no estén en condiciones de verlo y reconocerlo. Las guerras entre pueblos, las de conquista o defensa de un predominio, las económicas y las raciales, son, en cambio, las injustificables ante la razón y cuyo resultado entraña, por su misma esencia, una injusticia y una opresión. Su recuerdo es, cabalmente, el que no debe subsistir, porque de festejarlas resultará siempre el escarnio del vencido y el deseo de venganza. La radical oposición de estos dos puntos de vista nace de la admisión o no admisión del principio de las nacionalidades en sentido moderno. Estas guerras de España [la de la Independencia, la realista de 1820, las carlistas y la de 1936; nota de F. et R.] ―nótese bien― brotan de una concepción de universo medieval y cristiana."




-Rafael Gambra, La primera guerra civil de España (1821-1823)

Firmus et Rusticus