"Desperta Ferro!", 700 años de los Almogávares
Roger de Flor y la Compañía Almogávar (Almogàver en catalán) desfilando en Bizancio delante del Emperador. Estamos celebrando el 700 aniversario del comienzo de la expedición de los almogávares al antiguo Imperio Romano de Oriente. El relato de los almogávares, desgraciadamente, no ha tenido casi reflejo en la historia universal. Mi propuesta histórica es aproximarnos a la realidad de la expedición catalano-aragonesa con los ojos de un cientifico que se presta a descubrir uno de sus mayores inventos. No es baladí lo que afirmo, la historia de los almogávares es algo que no deja de sorprendernos cada día que pasa. Hay que intentar introducirse en la Compañía almogávar como uno más de sus miembros, para así, de esta forma, llegar a sentir lo que sentía un almogávar, su ira, su furia, y también, como no, su grandeza y piedad. Hay que dejarse llevar e imaginarse lo que tuvieron que ser esos hombres y sus mas profundos anhelos y sentimientos. Hay que meterse en su piel, ver con sus ojos, sentir como ellos.
Por mi apellido, Rocafort, corre sangre almogávar por mis venas, y esto es algo que me enorgullece y me llena de responsabilidad por transmitir un "ser y sentir" almogávar que debe ser conocido por todos los amantes de la historia. Es cierto que cometieron muchas equivocaciones los almogávares, pero mayores fueron las que aquellos que primero les traicionaron y después no supieron aprovechar todo su empuje y vitalismo. En apenas unos meses consiguieron más territorios que el Imperio Romano de oriente en siglos.
El siglo XIV, donde sucedió esta proeza que no tiene parangón en la Historia, era una época de surgimientos y desmoronamientos de imperios. Constantinopla naufragaba, mientras que el Otomano, al mismo tiempo que el Español por obra del Reino de Aragón, iban preparando su choque definitivo que culminaría en Lepanto. Aragón, el emergente Reino de Aragón, combinación perfecta de los reinos de Aragón, Valencia y el condado de Barcelona, encorsetado por el norte y el sur dentro de la península Ibérica, dirigió sus naves militares y comerciales hacia oriente creando una zona de influencia muy importante. España hizo de muro de contención de las invasiones musulmanas gracias fundamentalmente a una fe muy enraizada y unos soldados que luchaban con gran determinación y valor. Fueron siempre los almogávares las fuerzas de vanguardia cristianas en las principales batallas de la Reconquista. Su fiereza e intrepidez impidieron que las banderas musulmanas invadieran el resto de Europa.
"Desperta Ferro" (Despierta Hierro) era un mensaje muy claro dirigido a sus armas, todavía frías y somnolientas antes del combate. Sus armas debían despertar para convertirse en los instrumentos más eficaces y espantosos de la época. Armas que durante el combate se pasaban más tiempo en los cuerpos de sus enemigos que fuera de ellos. Armas sedientas de la victoria. Una especie de ritual mágico, mezcla de religión y mitología, muy propia de una época tan desconocida a medida que la vamos conociendo cada vez más, de unos hombres despojados de todo futuro y esperanza, salvo la rapidez de sus brazos y piernas y el mundo de caudillos que ostentaban sus responsabilidades por elección de sus subordinados. Grito de guerra de hombres nacidos para ella. Una fiesta de amigos que practican su mayor afición, que disfrutan con su trabajo y que se preguntan cada día dpmde está el límite de su rabia y de su grandeza. Los mejores soldados cantan su principal consigna que consiste en golpear sus armas entre sí y con el suelo, creando con ello un paisaje de chispas electrizadas que anticipaba al adversario lo maldito de su destino. La energía almogávar se retroalimenta a sí misma, pero antes debe ser despertada y alimentada. Mediante el grito de marcas el corazón se acelera, la vista se agudiza, el alma se prepara para la orgía de sangre que eran sus batallas, el cazador se mentaliza y el arma se empieza a calentar. Una ceremonia militar donde el almogávar ejercía de sacerdote supremo. Era la hora de la verdad, la añorada verdad que escribía batalla tras batalla el carácter invencible de una tropa desconocida hasta entonces en oriente. Y es que eso eran los almogávares, los soldados perfectos, el ejército perfecto: prodijios de valor y disciplina total. Jefes naturales y soldados resolutivos. Una combinación que paseó el estandarte de Aragón como nadie había hecho hasta ese momento. Desafiando a la muerte en cada instante y prestos a cumplir las órdenes que nacían tanto de la venganza como del ansia de victoria.
Fueron cuatro los mejores y más representativos caudillos almogávares: Roger de Flor, Roger de Entenza, Muntaner y Berenguer de Rocafort. Cuatro hombres que representan los cuatro puntos cardinales de la expedición almogávar. Es difícil encontrar hombres tan distintos comandando sucesivamente a los mismos hombres, en momentos tan diferentes y con tan distintos tratamientos por los cronistas de la época y posteriores. Roger de Flor representa el conductor, el guía, el creador, el inspirador pero también la puerta a la condenación por sus confianzas no correspondidas, Roger de Entenza refleja el noble linaje y la caballerosidad, pero también la autosuficiencia y la inoportunidad, Muntaner representa la afectividad y la entrega, pero también la huida del destino común, y Rocafort, Rocafort lo es el todo en la Compañía.
Rocafort representa el prodigio del valor, la inspiración en el combate, la última esperanza, la resolución máxima. Rocafort ha sido condenado injustamente por la Historia pero es una evidencia histórica que fue él quien sacó las castañas del fuego a la Expedición almogávar en los peores momentos donde la esperanza era un sueño perdido por los infortunios y las traiciones.
Rocafort, apellido elocuente donde los haya, era y es el "espíritu" de la Compañía. Pocos hombres en la historia universal han recibido tales elogios militares como el mencionado Rocafort. José María Moreno Echevarría, en su magnífica obra "Los almogávares", se refiere a Rocafort en los siguientes términos: "Como caudillo militar produce no sólo admiración, sino asombro. Es incondebible que en las condiciones en que se hizo cargo del mando de la hueste -casi sin soldados, sin armas ni dinero y en medio de un país enemigo decidido a exterminarles- alcanzase tan increíbles triunfos que cuanto más se examinan, más inverosímiles parecen".
Francisco de Moncada, historiador del siglo XVII, nos dice que Rocafort: "Fue Berenguer de Rocafort el más afortunado y valiente capitán que hubo en muchas épocas, y el más digno de alabanza... Sirvió al Rey Don Pedro, y a sus hijos Don Jaime y Don Fabrique de capitán. Después, con nuevas ideas, se unió a Roger de Flor en Asia, donde fue no con pequeña ayuda. Por la muerte de Corbarán de Aret fue senescal, maestre de campo, general del ejército, y después de muerto Roger, y berenguer de Entenza preso, gobernó la Compañía almogávar por espacio de cinco años, sin competidor alguno".
"Venció en tres batallas con muy desigual número de gente, y en una de ellas a un Emperador de Oriente, y mantuvo una guerra mucho tiempo en el centro de las provincias enemigas; por último atravesó con su ejército desde Galipoli a Casandria, quemando y destruyendo cuanto se le puso por delante. Nunca fue vencido, ni aun en pequeñas escaramuzas. Triunfó de todos sus enemigos, y en todas las guerras civiles y extranjeras fue siempre vencedor...". Animo a que 700 años después nos introduzcamos en la noche almogávar, a dormir en sus campamentos, a velar las armas de la victoria segura, vayamos alegres y contentos pues somos La Compañía de almogávares, y estamos solos, pero en una soledad que nos reconforta y nos respeta, en un silencio que es la entrada de nuestros sueños, creadores de historia inmortal que siempre quedará grabada en nuestra memoria colectiva. Se abre la puerta que nos introduce de lleno en la senda almogávar, victorias y traiciones que se alternan sin solución de continuidad, ríos de sangre que surgen de batallas espantosas, y esas cuchilladas que atraviesan sin parar una y otra vez hasta el amanecer, espanto e ira, horror y victoria.
Guillermo Rocafort (Historiador)
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